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Lihn, a treinta años de su muerte
Por Francisco Véjar
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 13 de mayo de 2018
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Enrique Lihn (1929-1988) sigue siendo uno de los poetas más versátiles y talentosos de su generación. Fue autodidacta por antonomasia. Abandonó el colegio a principios de los años 40, cuando ya asistía como aspirante a la Escuela de Bellas Artes, donde luego fue alumno del curso de pintura que dictaba Pablo Burchard. Tiempo después conoció a Alejandro Jodorowsky, financista de su primer libro de poemas, Nada se escurre (1949). Desde entonces nunca dejó de escribir, dibujar y desplazarse libremente por las distintas disciplinas del arte.
Hoy, su obra poética sigue suscitando admiración, tanto en Chile como en el extranjero. Así lo confirman las recientes reediciones de sus antologías: Porque escribí -cuya selección y prólogo fueron realizados por el poeta Eduardo Llanos Melussa, para el Fondo de Cultura Económica- y Álbum de toda especie de poemas. Antología personal, volumen que Enrique Lihn preparó pocos meses antes de morir para la editorial Lumen, en España. En esta nueva edición, se incluye Mester de juglaría, obra que fue editada por la editorial madrileña Hiperión, en 1987. La singularidad de ambas antologías es que fueron compiladas y prologadas por el autor de La pieza oscura y ahora se reúnen en un solo tomo.
En el prefacio a su Álbum de toda especie de poemas, Lihn recuerda con cierta nostalgia a su generación y cuenta: "En Bellas Artes como alumnos fugaces, visitantes o escribientes al servicio de la Facultad, en el casino de la Escuela y en el Parque Forestal -el pequeño Retiro de Santiago-, nos conocimos muchos integrantes de la generación del cincuenta. Hayan escrito libro o no, ellos son para mí Mario Espinoza, Alejandro Jodorowsky, Claudio Giaconi, la Quenita Sanhueza, Alberto Rubio y yo. Los tres primeros emigraron muy jóvenes a Estados Unidos (...)".
La promoción de Enrique Lihn fue cosmopolita, querían explorar nuevas realidades y que sus narraciones o poemas transcurrieran en Nueva York, París o Santiago de Chile.
Uno de los poemas que da inicio al libro pertenece a Poemas de este tiempo y de otro (1955) y se titula "Hoy murió Carlos Faz". Allí escribe: "Porque un joven ha muerto / pido que me demuestren, una vez más, el valor de la vida, / antes de que este cielo de Octubre me haga bajar los ojos / hacia una tierra en ruinas (...) / Tú y yo lo conocíamos, / no tenía el deseo de morir, / era como nosotros o mejor que nosotros: / un hombre entre los hombres, alguien que día a día hizo lo suyo: / reflejar el mundo, / amar a la mujer, intimar con el hombre, / dar cuerda a su reloj, / transfigurar el mundo. / Obsérvense sus cuadros; / he aquí los espejos que retienen el aire del ausente (...)". Con la muerte accidental de su amigo, ocurrida el 3 de octubre de 1953, en Nueva Orleans, Estados Unidos, Lihn y su generación dejan de ser inmortales y asumen la pérdida.
En 1952, Lihn escribe su ensayo "Introducción a la poesía de Nicanor Parra". Es el primero de su generación en dar cuenta de la obra de Parra y en el prólogo de Álbum de toda especie de poemas da pistas al respecto, cuando apunta: "Después de conocer a Parra, traté, más bien inútilmente, de iniciarme en la poesía anglosajona, que era su escuela. Desconfié del hipnotismo de Neruda, y, en un nivel más bajo, de las 'combinaciones y figuras literarias' de ese tiempo. Incorporé el relato a la poesía y un narrador personaje de tamaño natural. Creo que no he imitado nunca a Parra, salvo conscientemente, como se hace el guiño de la intertextualidad". No es casual que Nicanor Parra lo reconociera como su mejor discípulo, en variadas ocasiones. En uno de los sonetos de su libro París, situación irregular (1977), apunta: "Yo le dije al autor de estos sonetos / que soy una camisa de once varas / gato de siete vidas y dos caras / nada que ver con rimas y cuartetos". Aquí le da una vuelta de tuerca al soneto clásico y hace lo propio, pero sin prescindir de la forma.
A su vez, en Mester de juglaría reúne poemas que escribió en los últimos treinta años de su vida. Destacamos la inclusión de "La pieza oscura", "Beata Beatrix", "Pena de extrañamiento" y "La efímera Vulgata", entre otros textos de variada invención.
"Porque escribí estoy vivo"
"Porque escribí" se titula el más emblemático de los poemas de Lihn y también la antología que acaba de reeditar el FCE y que se publicó por primera vez en 1995. En la exégesis preliminar a dicha compilación, Eduardo Llanos escribe: "Me permitiré comenzar estas líneas con un juicio directo: "La poesía de Enrique Lihn, en especial la publicada en la década del sesenta, es una de las más significativas del mundo contemporáneo". Y es cierto, pues su aporte a las nuevas generaciones de poetas es proverbial.
Reproducimos entonces algunos versos de su ya mítico poema Porque escribí, donde puntualizó: "Ahora que quizá, en un año de calma, / piense: la poesía me sirvió para esto: / no pude ser feliz, ello me fue negado, / pero escribí. / Escribí: fui la víctima / de la mendicidad y el orgullo mezclados (...) / Porque escribí no estuve en casa del verdugo / ni me dejé llevar por el amor a Dios / ni acepté que los hombres fueran dioses / ni me hice desear como escribiente / ni la pobreza me pareció atroz / ni el poder una cosa deseable / ni me lavé ni me ensucié las manos / ni fueron vírgenes mis mejores amigas (...) Pero escribí y me muero por mi cuenta, / porque escribí porque escribí estoy vivo". Es un poema confesional y, a la vez, su declaración de principios.
El lector en estas páginas se puede dar un festín de poemas de Lihn, desde Nada se escurre hasta Diario de muerte, publicado en 1989, con una nota preliminar, firmada por Pedro Lastra y Adriana Valdés, quienes transcribieron e hicieron posible su publicación. También destaca la inserción del texto "A la espera de nadie piensa el hombre". Este poema forma parte de un libro de Lihn que aún permanece inédito. Su título: "Día a día" y está fechado en 1952. Ahí se lee: "Es difícil vivir, es muy difícil / no ser de un modo u otro, ser el mismo que ayer dijo: 'Mañana / recordaré esta plaza donde espero y no espero / que tu nombre se llene de ti, que tú reúnas / esos fragmentos míos que te he enviado / en horas prohibidas'. (..) Ahora este soy yo, si me miraras / verías un fantasma encarnado al azar / en el cuerpo de un hombre que sin verlo lo lleva; / verías a un señor de doble fondo / mirando su reloj en que las horas / no dejan huella alguna (...)". He aquí el germen de lo que hará después, en materia de poesía.
A treinta años de su muerte, la obra de Enrique Lihn sigue gozando de una vitalidad capaz de vencer al tiempo.