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El Placer de la lectura

Por Fernando Villagrán
Publicado en Off The Record, N°10, septiembre de 2019




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Estas líneas surgen del placer de conversaciones con mi nieta mayor en torno a su lectura de una narrativa para mí lejana y poco conocida que, por cierto, me ratifica la inmensidad de lo ignorado mientras más incursiono en este hábito que heredé de mis padres.

Hábito y placer muy lejanos al deber impuesto por algún profesor estricto que indaga en el cumplimiento de una obligación más que en la comprensión de los universos visitados por los textos. Ciertamente no ignoro el significado del ineludible deber lector en la formación académica o profesional compartida y la rutina que nos exige de aquel hábito cotidiano para comunicarnos con nuestro entorno.

Comparto el placer del encuentro con el papel escrito que aporta olores en un medio ambiente que nos hace ignorarlos cada día más, aunque me adapto sin resistencia a la imposición de lo digital. Para resaltar la motivación de estas líneas aún lejanas a una conclusión incierta, más allá de continuar aquella conversación referida con mi nieta, repito las sílabas de la palabra placer.

Asumo que, por diferentes razones, no se trata de un placer mayoritario en nuestra vida social condicionada para millones por horarios fatigantes, acrecentados por traslados incómodos que, entre otras limitaciones, complican el hábito lector en aquellos extensos tránsitos cotidianos.

El vértigo laboral es transversal y no es extraño encontrarnos con aquellos más afortunados por sus condiciones materiales que se alejan o simplemente ignoran el placer de la lectura. Ciertamente existen condicionantes materiales para muchos que no acceden al libro que excepcionalmente tiene espacio en sus hogares. Más sorprendente puede resultar aquel vacío en quienes disfrutan de abundantes espacios en donde el libro suele ser considerado algo similar a un adorno.

Siendo franco no deja de perturbarme aquella reiterada justificación de la distancia con el libro en razón de su valor comercial por personas que, ciertamente, no carecen de recursos para abundantes disfrutes.

Resultaría ocioso y quizás odioso citar ejemplos a la vista. No es coherente con el placer que motivó estas líneas. Las pruebas están al canto y efectos a la vista. A menudo se manifiestan en cierta incapacidad para elaborar una frase coherente con alguna idea que da vueltas. Eso suelen captarlo los lectores habituales pero es inadvertido por personajes “públicos” que se exponen cotidianamente en medios masivos como la televisión.

No es la única razón pero algo incide aquello en la tendencia de muchos a eludir espacios de esa pantalla siempre disponible durante el legítimo y apreciable tiempo del ocio a disfrutar.

Evitando cualquier insistencia odiosa y de supuesta superioridad de quienes se definen como lectores, me sumo a los que cuestionan una pretenciosa autoridad ética para descalificar a los que no lo son. Me siento más que lejano de quienes se autoestiman de calidad especialmente distinguida por leer con frecuencia. Es a Flaubert a quien se identifica como autor de la frase “viajar te hace modesto, porque te das cuenta del pequeño lugar que ocupas en el mundo”. Leyendo ocurre algo parecido, puedes percibir lo poco que sabes de una inmensidad que ignoras. Así la arrogancia resulta más que absurda.

Lo sí valorable es abrir puertas y ventanas para que todos puedan optar por ser lectores. Utópico. Pero será siempre una arrogancia asumirse mejor del que no disfruta la literatura. A mí me puede gustar que existan buenos lectores. Bien por ellos y por los que escriben para contar algo. Es más que seguro que los lectores serán siempre minoría. Certeza que no valida sentirse superior al que se cautiva con otra afición.

Yo sigo disfrutando saber que siempre habrá innumerables libros que no conozco y que el placer está a la mano con historias, realidades y fantasías poéticas por descubrir. Si lo comparto con muchos otros y mi nieta tanto mejor.

Un placer, vuelvo a la reiterada palabra, diferente a otros gustos y pasiones.

Como el de ser amante del fútbol e hincha de la “U”. Se parece al placer de la lectura en que tampoco puede imponerse a otros y muy difícil serlo racionalmente porque es una pasión. Cuando se comparte es una gran experiencia, aunque también se sufre en demasía, ciertamente al margen de lo razonable.

 

 


 



 

 

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El Placer de la lectura
Por Fernando Villagrán
Publicado en Off The Record, N°10, septiembre de 2019