Proyecto Patrimonio - 2011 | index | Fernando van de Wyngard | Autores |

 

 

 

 

 





LO INMINENTE

Fernando van de Wyngard
fernandovw@vtr.net



Poesía y consecuente anotación
Publicado en agosto de 2005, bajo el sello “Laboratorios Caja Negra”, Santiago de Chile,
y reproducido en la revista virtual “Aparte.cl”.

 


(TEXTO DE SOLAPA):

El tipo aparece desde un rincón y mira al suelo, lee sus textos (tamaño y forma de carta) y sus manos tiemblan, su voz es a veces cercana al murmullo, otras se dobla y se diría que se aferra a la sintaxis como único refugio, coto, tabla de náufrago. Su cara tiene también algo de perdido en una isla, pero arreglado como si fuera domingo de misa y cuando escucha o mira hacia un punto de fuga, cuando mueve sus manos, encarna una religiosidad, natural, salvaje, de pasión contenida.

Lo que no sabe el sujeto es que a la fragilidad de su posarse en el mundo, a la levedad de su estampa, le contradice con fuerza el andamiaje de su pensamiento, las cifras de su escritura y las ideas que a veces deja caer como balazos. Es ahí, en ese territorio abstracto y maravilloso del lenguaje donde este señor (Fernando van de Wyngard para más señas) toca con fortuna la sutileza del mundo, la paradoja cotidiana y la verdad que se nos aparece por instantes. Lo hace elegantemente, eligiendo con un cuidado de orfebre las letras y cadencias del decir del contar público.

Lo hemos hecho nuestro notario, para dar fe de la posibilidad y del hallazgo y ahora le leemos, cómplices en el viaje de su vida, que en tantos momentos fue la nuestra.

Leonardo Ahumada (amigo)
julio de 2005


* * *

 

 

a aquéllos ..... a aquéllas ..... a aquéllos

definitivamente encontrados
los unos resueltos ..... dados los otros

 

 

 

 

en el espontáneo flujo del metal fuera del espacio de su arte
derramado ..y tras el límite craneano
en sólida tremendura y áfona . la quididad se establece

 

 

 

 


diciendo(se):
neuronas ..reuníos en una cadena de fuego
arded
como una sola y gran herida . y seña
de que he encontrado salvas ..las creaturas

 

 

algunos dentro de oquedades y las oquedades conteniendo
agonizamos desconocidos

 

como si el género nos lanzara sin orden en la bravura estructural
de la hoguera ..y faltos de sí constituidos ..y aún perimetrales
cuidando en juros la llegada del quien viene roído por sus fasmas
vamos despejando camino al respirar cárneo de la locura


digo- roído por sus fasmas y demás mordeduras en que llega a ser
a veces el instante

 

 

 

recintos perdidos son ..en buena cuenta .. los fosfóricos
acontecimientos que embanderan la edad y la furia


. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. ¿a cuántas fechas del socorro?
nos escuchamos dando gritos retrospectivos. .
. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. ..

 

 


la escena se desagrega .. .. .. .. .. .. . .. .. .. ... .. ..torcido ya el curso del marear

mientras unos yacen .. definitivos
(los) otros.. cuyo vértice se enciende.. contra su sombra genital
arrojan despidos.. los vueltos del átomo que cesan y sobrecogen

 


los unos irreparables .. fermentos de los otros .. que acontecen
dejan sus sillares para alzarse convenidos y en nuevas geometrías
conversos .. expulsos detrás de sí .. contemporáneos de sus crías
y de las crías de éstas .. ad infinitum.. todos presentes y caníbales
no bien .. facultados de prevenir es que están en camino .. puestos
y tallados en la potestad de saberse

 

 


la memoria gira infinita sobre un hecho nuclear vacío e inexistente
desfondados vamos en travesía ante la hondura en que suele caber
la totalidad del lenguaje relampagueando.. la cura.. y una tardía
observación arquitectónica del trapecio.. del que nos prodigamos
llameando como serpientes -el qué vaya acaeciéndonos sea lo neutro
de lo cual no llevamos nota

 

 


nostálgicos .. unos.. expuestos al flujo corpuscular del recuerdo
de esos otros .. aguardan peligrantes de su ser.. haciendo terreno
allí .. donde los más pierden el sentido.. y los propios su propiedad
mas de dónde .. repito de dónde el ánima espacia su orden.. su fase
con los ojos suyos idos .. saltados como peces voladores fuera
del océano endiablado en órbitas elementales esta corporalidad
va manifestando su rango .. en la maniobra de la propia.. súbita
consideración .. hasta caer de sí.. ya de tal manera .. desoída

 

 


JULIO DE 1996

 

 



POST SCRIPTUM PARA UNA OBRA BREVE

.....................................................................................

... .. .. Inminencia: ¿inminencia de qué? Este es un modo de preguntar ilegítimo, que falla de entrada, pues quiere forzar un problema sin haberlo fundado previamente en cuanto tal. Por lo demás, agreguemos, este qué del que se pregunta, en cuanto padece de una inminencia, bien podría quizás llegar a ser, por lo mismo, también, (lo) innómine.

... .. .. Aquí el auténtico problema con que habérselas no sería propiamente el qué-sea lo que haya de acontecer, inminentemente, sino más bien el cómo aquel texto poético (del que este post scriptum opera como contra-introducción) se constituye en campo de una inminencia, en área de anunciamiento de esa llegada que dice nombrar.

... .. .. Conquistar el estado de la pregunta, no cabe duda, es la más difícil de las tareas. Y no tanto así desplegar la revelación que invoca, ya que, con certeza se dice, una pregunta bien planteada contiene siempre dentro de sí su respuesta. La verdadera dificultad de esta tarea prefigura una sucesión de etapas consecutivas y consecuentes, cuya ruta consiste en avanzar por los actos de trazar, fundar, levantar, habilitar y –finalmente- habitar, en cada caso, la pregunta. Hacia el cumplimiento de dicha habitación se dirige todo el ser de la preguntabilidad, como un llegar a vivir propiamente desde la herida de mundo que abre abismo en el suelo de lo real. Vale decir, no haciendo vivir la pregunta en uno, sino a uno en ella. Aquel cumplimiento de habitación supone convertir, así, la falta-de-lugar real del poeta justamente en su lugar: sea pues que en su profesión debamos reconocer la realización del principio de espaciamiento.
.....................................................................................

... .. .. El que sólo haya, propiamente hablando, una única obra poética publicada en ya sobradamente cumplidas dos décadas (“El valle del murciélago”, inicios de 1984, veinticuatro años de edad a la sazón) –hasta la presente-, obedece a una resistencia y un buscado distanciamiento de lo literario, cuya expresión eximia ha sido tradicionalmente la publicación libresca, el libro verificado como objeto trascendental de consumo. En aquel entonces se trató de una autoedición que quiso ir de mano en mano como un presente limítrofe, extremado, en el sentido de donar el objeto libro como acontecimiento y no como legajo. Rehuía de otorgarle, en este caso al habla, el estatuto de bien administrable bajo las exigencias de la mediación mercantil, cuya ley domestica inexorablemente y vuelve dócil a ese poder desatado en el minuto inherente de su generación.

... .. .. Vano intento para un tiempo en que aún no terminaba de reconocer que el acontecimiento y, por ende, el propio oficio del hacer no es, de suyo, nunca aséptico. En cuanto registro disciplinario, se va desencubriendo esencialmente sucio y contaminado, desviado y divergente. Y lo cierto es que estamos llamados en lo más profundo a desbordarlo. Para conjuración del sentido emblemático de la identidad.

... .. .. En el paso de estos veintiún años (un vasto lapsus, por lo demás) de quehacer silencioso, ha habido dos momentos fundamentales. El primero, un tiempo de alguna manera tribal, ingenuamente crítico (estamos forzados a confesar), pleno de exaltación histórica, vivido bajo la noción épica (formulada más tarde como la tarea) de el-hacer-ciudad, donde conjuntamente con el fervor de descentrar y diseminar el polo subjetivo del poder, tuvimos puesto el empeño en establecer tejidos relacionales y tender redes para el hasta entonces desmantelado intercambio simbólico. En éste, insertos en el levantamiento ciudadano (del que nos sentíamos parte), nos entregamos autónomamente, en fin, a las muchas peripecias de la gestión cultural, aquella que se sostiene no sólo en la creencia de una cierta eficacia de las políticas de la enunciación, como tales: empuje de una humanidad; sino también en la suposición misma de que haya un otro lado de dicha enunciación, vale decir donde tras de sí exista constituida e integrada algo así como lo que denominamos una humanidad, con la que contar. De la fatalidad incubábamos no más que un presentimiento. Todo ese primer momento se vino abajo sin remedio, no sé si sorda o estrepitosamente, mas en cualquier caso indetenible, ya que el sentido antropológico mismo de su pulsión entró en colapso.

¿Para qué (i.e., en último término, para quién) publicar, entonces, si justamente fue la arquitectura de lo público la que se nos desplomó entre las manos sobre su propia fundación? Aquel cuestionamiento por la arqueología de la escucha ardió largamente como una escocedura, sobre todo en las partes más desolladas por el hastío. Falaz, el supuesto tan propio de los tiempos de modernidad de que entre obra y ágora hay una contigüidad que es posible surcar con el puro gesto ostensivo –y animatorio- del editor. Un humanismo patético que, en la medida de su sepultación, me fue abriendo a la concepción de que la obra no se determina por una salida definitiva de lo privado a lo expuesto, sino que por el estar en el-ser-de-la-relación, por el estar en el circuito de una posibilidad. Experiencia y acontecimiento que, por necesidad, es siempre regional: alumbrar un lugar, habilitar una morada, espaciar.

... .. .. El segundo momento de los mencionados, en cambio, se constituyó en un largo período eremítico, un extenso proceso de desvinculación y falta deliberada de pertenencia –no del todo lograda, nunca enteramente cumplida-, precipitándome en él como en un destino, sustituyendo el hábito del lugar por el proyecto de la carencia: ocultar antes que todo el carácter, insignificarse, desperfilar el dibujo del poder y perder posición, hasta desequilibrar la figura. Una de sus consecuencias epidérmicas ha sido tornar fantasmático el propio pasado, desorbitando la memoria y descapitalizando el nombre propio. Trampeando, confundiendo, logrando pasar inadvertido –incluso ante uno mismo. Borrando sistemáticamente los rastros de esta deriva existencial.

... .. .. Años de estudio de filosofía, entretanto, hilvanaron el desarrollo de ambos momentos. Y no hace falta decir que nos llevamos mal la institución y yo.

... .. .. Por un lado estaba ella, la que busca cauterizar las heridas, la que se desea cauteladora de una ciencia (nada menos que la ciencia de la verdad, o bien de la imposibilidad de ésta), la depredadora del animus, la del desamor al tono y al tempo de la lengua, la deserotizante, la que no cree en el estatuto vinculante de la palabra fundadora. Más bien, pretendiendo que la palabra sea un dispositivo transparente que desaparece frente a lo real (que sería así significado), sencillamente no hace fe ninguna en el lenguaje. La sola excepción reglar de este disciplinamiento fue la figura filial de P.O. y su traza. Y por el otro lado –en sus antípodas- estaba yo, vale decir el propio pathos, llevándome por el filo alveolar de la demencia, donde hallé desangrados muchas veces los cuerpos a que dan lugar las distintas tramas pulsionales (cernida permanentemente la guadaña sobre mi voz) y, en ocasiones, también, huracanada la rosa de los vientos. Pero insistió la revelación, el espesor inaugural del lenguaje. Devine amante de la textura contingente de la experiencia: en tanto oportunidad de asistir a la continua escenificación primigenia. Y en esa tal respiración ya no me fue posible seguir sosteniendo que es el hombre quien posee el lenguaje, sino que terminé de rendirme frente al hecho de que es el lenguaje el que posee al hombre.

... .. .. De ahí la decisión de poner el ánimo atento en los dos modos eminentes de la búsqueda, a saber: la investigación y la consideración, los que consisten originariamente, el primero, en hacerse hacia las huellas del territorio (los vestigios conducentes, la grammé de una pisada que se retira) y, el segundo, en estar vigilantes a los signos del cielo (la orientación estelar requerida por la travesía, los acontecimientos siderales, las constelaciones, el sino). Dentro de este todo significante, los gestos de investigar y considerar constituyen los modos recíprocos de poner la existencia en tensión hacia lo que de suyo se sustrae. Más ahora, donde tal sustracción se nos da que pensar, a partir del privilegio de esta época postmetafísica.

.....................................................................................

... .. .. Si nativo en 1959 (en Santiago de Chile), ¿qué hacer, por Dios, de nuevo, otra vez presente en el impreso (por un gesto de mi propia mano, debo decir), cursando una edad desencantada? Sin embargo, propondría tomar los términos en sentido rigurosamente inversos: ¿qué no hacer, entonces, a una edad que me libera de toda ansiedad de filiación y, por lo tanto de cualquier sanción al interior de las nóminas del acontecer ilustrado? Pues sólo gracias a una súbita exaltación, a un excitado impulso de desprendimiento, de despojo y de objetivación (donde conducir al estamento objetual), que en este minuto existenciario me posee -rompiendo con ello el extenso silencio autoimpuesto-, como una irrefrenable necesidad de evidenciar el flujo que va de mi organismo hacia otro organismo que ha de ser necesario (y necesitado) de encontrar, para cerrar el círculo de mi destinación frente a un mundo que no sabe cómo contenerme; sólo así –digo- parecería posible restituir el curso de una circulación imposible. Una que brotara como la secreción arcaica (y de alguna manera rudimentaria) de una productividad, entendida originariamente en el sentido de poíesis. Vale decir, en el sentido de que la obra misma sea tanto más el proceso de su propia gestación que su posterior inscripción como producto. Y, así, por la restitución de esa imposible posibilidad, suceda que el demonio (el dáimon) que me arroja a trabajar la notación en una serie interminable de enmarañados cuadernos de campo, se desplace transferencialmente a los ojos que se posen sobre esta huella y la “trabajen” (R. Barthes) o sean “trabajados” por ella (D. Anzieu), para alcanzar así, por la acción del gesto demónico de la multiplicación refrendada, el cuerpo conflictivo de esos otros que habiten, también, el suelo de la misma encrucijada, dondequiera que se hallen.

... .. .. Y es que entiendo la poesía como un viaje epistemológico (o quizá deba decir, mejor: epistémico).

... .. .. Esto es (a diferencia de una operación intelectiva), el viaje en el que se busca persistentemente alcanzar el umbral, allí donde la contención de las combinaciones sintácticas del mundo que habitamos se inflexiona. A fin de cuentas, el viaje como obra, que no es otra cosa que la remodulación de sí en el seno de la devaluación constante del texto ontológico de la comunidad.

... .. .. Mas, lo que rige esta vida poética consiste, precisamente, en el ponerse cada vez y siempre en camino, y en el dejarse conducir por las señas que de él mismo emanan, que él mismo dona en su encaminamiento. Aunque, por cierto, pienso heideggerianamente en el hodós griego (la senda), acariciando, después de todo, la última y decisiva frase que cierra la obra “Amereida”, que dice sencillamente, como si nada dijera: el camino no es el camino.

fernando vw, stgo. 2005

(NOTA: aunque esta contra-introducción fue escrita básicamente de inmediato a posteriori del cuerpo textual, dando cuenta de la voluntad que me animó y me anima desde ese momento, sin embargo todas las indicaciones temporarias de períodos y duración han sido modificadas, acorde a la real fecha de edición, que es no es sino aquella con que se sella la firma de estas líneas.)


 

 


Proyecto Patrimonio— Año 2011
A Página Principal
| A Archivo Fernando van de Wyngard | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
LO INMINENTE.
Fernando van de Wyngard