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“Nostalgia de la madre muerta”, la nueva novela de Federico Zurita Hecht
Publicado en PressLatam, 22 de septiembre de 2020
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—¿Qué representa la madre muerta, como idea central del libro y motor de los personajes?
—Creo que la madre muerta podría representar un rasgo perdido de la identidad de los hijos. Principalmente se trata de hombres que se sienten incomprendidos por sus padres y a su vez no los comprenden a ellos. Cada uno de estos hombres niega culturalmente al hombre anterior que ha crecido sin la madre y busca a su vez recuperar a su propia madre perdida para integrarla a su identidad. Creo que son hombres que añoran lo femenino de sus potenciales identidades deformadas por una cultura que mata a las madres. Por eso el pintor se piensa, ya adulto, como un posible monstruo cuando fue un niño y el antropólogo cuestiona, aún en la infancia, que las madres muertas no fueran defendidas.
—Algunos relatos ocurren en Puerto Azola, localidad que aparece en tus libros y obras de teatro.
—Puerto Azola, en mi imaginación, es el origen. Es el territorio que no ha podido ser mapeado. En Nostalgia de la madre muerta Puerto Azola es donde residen los muertos (en el camino de los muertos o en los restos de una cultura indígena que ya no existe y que está emergiendo de debajo de la tierra). Creo que a veces lo imagino como el espacio que materializa la pérdida (por contener lo irrecuperable) y en otras ocasiones siento que se yergue como el espacio de la falsedad (al ser un lugar y sin embargo estar vacío). De esta forma, al ser Puerto Azola el lugar de lo irrecuperable, se complementa en esta novela con el motivo de la madre muerta como la constitución de una identidad social que culturalmente mata a la madre y lo que eso implica a nivel de significados.
—Los personajes son pintores, dramaturgos, actores, ¿cómo es esa tensión que plantea la obra entre la memoria y la representación?
—Los personajes son representadores o significadores. Creo que en Nostalgia de la madre muerta el arte (teatro, pintura) y las ciencias (biología, antropología) son formas de mapear. En mi ingenuidad yo creo que el mapa es lo único que tenemos para conocer. Ahí hay un límite entre las cosas y nuestra conciencia de ellas. Creo que esto le otorga una gran responsabilidad al contenido del mapa. En Nostalgia de la madre muerta hay una necesidad de recuperar lo perdido porque habría un reconocimiento de que eso que se ha perdido es relevante para constituir lo que un nuevo mapa desearía decir. Pero inevitablemente vamos a reparar en que el mapa (el arte, las ciencias) tiene límites en sus posibilidades de decir.
—¿La nostalgia contra el paso del tiempo? ¿La añoranza y el dolor? Como conversan esos temas en la novela.
—Como creo que tal vez solo tenemos mapas para conocer las cosas y que por eso es importante el contenido del mapa, creo que la experiencia de la vida está sostenida en la pérdida. Creo que ahí hay una angustia permanente con la que se aprende a vivir. Pero además de que pienso que el contenido del mapa afecta la dimensión del poder (asunto más fuertemente desarrollado en Lo Insondable), creo que también afecta la vida íntima de las personas propiciando la experiencia del dolor permanente de la pérdida. Creo que la vida es nostálgica porque está determinada por las posibilidades de conocer a la vez que se pierde.
—¿Más allá de los guiños, cómo se relaciona este libro con el anterior dentro de tu proyecto literario?
—Creo que el asunto del mapa como única posibilidad de conocer está en ambos libros. En Lo Insondable también hay representadores desde diversas áreas: pintores, escritores, bibliotecólogos, teóricos literarios, físicos, filósofas, periodistas. En los dos libros se plantea la necesidad de componer el mapa con los signos suficientes para al menos reconciliarse con la pérdida. Pero mientras en Lo Insondable los mapas hacen referencia a la historia del siglo XX occidental, en Nostalgia de la madre muerta los mapas refieren a la pérdida de lo femenino en la identidad del hijo (y todos somos hijos) con el dolor que eso implica.
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CONTRATAPA:
El recuerdo, el olvido y el dolor son el mapa que trama la historia de cuatro generaciones de hombres que han perdido a su madre. Cada uno, desde sus distintos tiempos y oficios, añoran rescatar y representar la idea de su madre en su memoria y están impulsados a recuperarla como una parte desgarrada de su propia identidad.
En esta novela un hijo puede ser un padre, un abuelo o un bisnieto porque la experiencia que los une, bañados de nostalgia, es común a toda la humanidad.
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Federico Zurita Hecht (Arica, 1973). Profesor de la Facultad de Artes de la Universidad Finis Terrae y del Departamento de Literatura de la Universidad Alberto Hurtado. Autor de los libros El asalto al universo (Eloy, 2012) y Lo insondable (La Pollera, 2015; Eduvim, 2018); y de los dramas Se preguntan por la muerte de Clitemnestra (Cía. La Porcina, 2011), Apocalipsis a la hora de comer (Cía. Pehelagarto, 2015) y Una temporada en Puerto Azola (Cía. Pehelagarto, 2018). Ha escrito diversos artículos sobre la producción dramática y teatral chilena. Es baterista de la banda de rock Isidromatta con quien grabó el EP Grietas (2019).