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Por puro amor al nombre
sobre la respuesta de Felipe Ruiz

Por Guido Arroyo

“concéntrate a lo sumo en disminuir
las tonterías que ellos esperan que digas
es la docilidad la que te puede perder
no tanto el fuego fatuo de tres ambiciones dogmáticas
ellas son los efectos secundarios
del hiperdesarrollo del ego”

Lhin

 

Escribo este comentario a la respuesta o pataleta de Felipe Ruiz debido a la crítica negativa de su libro por dos razones: La primera, porque la pelota quedó boteando. Sería contradictorio y carente de valentía no chutear de vuelta. La segunda: para no seguir los consejos de Javier Campos.

Dicho esto, resulta difícil comprender que un sujeto demasiado letrado, que ha manifestado y defendido públicamente la necesidad de fumigar ciertas poéticas/poetas*, cuando estas no captan lo que él llama su “ingerencia histórica”, pueda apelar a un crítico de gangster o de mal intencionado. Más allá del gesto autoritarista -demasiado calculado en este caso-, y una inmensa falta de respeto por la carga simbólica que adquieren ciertas palabras, preocupa y alerta la preocupación de algunos autores por la recepción crítica de sus nombres más que por sus obras, pues resulta un síntoma de la osmosis que se ha generado entre la escena cultural y el fascismo espectacularizado que atraviesa nuestra sociedad.

Esa alianza parece brotar en Ruiz, pues con su respuesta demuestra que al parecer sólo le preocupa adscribir o dictaminar sobre generaciones o modas para llamar la atención. Mala cosa esa, porque el escritor en cuestión hace algunos años realizaba interesantes semblanzas críticas sobre el panorama poético (“ni lírico, ni lárico”), pero al parecer se le acabó la fuerza de la mano (izquierda?) y sólo le quedaron las ansias de hacer listados para demostrarle a los pares quién es el que las cacha todas.

La función de la crítica, además de develar un estado de crisis, debería servir para abrir espacios donde se genere debate y no lo contrario, no una clausura, tarea ya emprendida a través del control de la información pública y la abolición del cuerpo social a través de dispositivos de vigilancia. En este sentido, las aseveraciones de Ruiz nada contribuye a la literatura o el estado de la cultura, por ejemplo cuando afirma que el “destino” de la poesía chilena ya “está” trazado por la generación “Novísima”, o que existe una ausencia de política en toda la llamada generación de los noventa. El cuño platónico que muestra en su matriz crítica al decir frases para el estaño como que un libro no “logra captar la esencia”, devela la actitud impresionista y totémica que entiende por el ejercicio crítico. Esta senda ya fue trazada por Omar Emeth, pasando por Alone hasta llegar al cura Valente, tradicionales censores mercuriales capacitados de su buen gusto y la férrea intención de que ese gusto domine. Sabemos que por ese camino nada interesante puede producirse desde la crítica, pues se le relega al estado de aprobación o desaprobación basados en personalismos que intentan manejar el campo cultural de manera elitista, ejerciendo siempre un poder difícil de explicar o argumentar, como por ejemplo, decir que el poeta que mal entiende tus comentarios no tiene importancia pues es un poeta menor**.  

Además llama la atención que un sujeto que pone en su solapa o contratapa todos los premios, becas, publicaciones y cuanta mención pueda investirlo de capital institucionalizado         –incluyendo el patético epíteto de poeta joven, que agrega en Arquero, apele a un otro*** de buscar prebendas de la institucionalidad literaria. Enel libro en cuestión la intención resulta desmedida, teniendo en cuenta que la casa editorial no exige a sus autores inflar sus nombres, de hecho han publicado libros que carecen de reseña como Chilean Poetry de Rodrigo A. Por otra parte, cuando un autor interpela a un crítico basado sólo en un texto negativo sobre su propia obra, aparecido además en un sitio web difícil de hallar (de seguro el autor se googlea antes de acostarse), da cuenta de la intolerancia a la crítica y la falta de interés para argumentar más allá del plano personal. Sería interesante que el afectado poeta, en vez de llorar porque un chico malo no entendió su magna épica/homenaje/parodia, explicara por qué considera la posibilidad de escribir una épica en un período en que la modernidad técnica ha modificado o coartado la forma en que se dan los procesos sociales. Otra cosa sería que justificara la relación  o injerencia que según él existe, entre un grupo de unos cinco escritores y las manifestaciones de la llamada revolución pingüina. Así podríamos descubrir si la furiosa disidencia política que asegura cruza la generación de los que sí llegaron a tiempo y sí serán recordados, basada en actitudes a lo poeta maldito, supera la estatización de la política encarnada en el sujeto que confunde procesos políticos con notas de la web, representaciones del pop con ajustes en la normalización de los estados de excepción.

Ruiz: La actitud policiaca que de aquí en adelante tomarás sobre mi persona me tiene sin cuidado, sólo devela la ezquizoide pasión que tienes por ver tu nombre en los lomos de los libros. Recuerdo una ocasión en que te dije lo interesante que me parecía algo inédito que escribiste allá en México buscando los pasos de Bolaño –qué adulescente… carajo–, y te aclaré que tras leer Cobijo y oírte recitar innúmeros versos era lo único que me había parecido interesante… Claramente, no entiendes esos gestos críticos ni crees que puedan servir para la escritura. Es lamentable que sólo quieras quedarte haciendo homenajes (saqueos de otraz poéticas) carentes de corrección y oficio, y lo digo porque partes de Fosa Común hacen creer que tu obra baldía no es sólo abono para macetas más grandes.

Pero eso ya poco importa.

Porque personas como tú, al revelarse de cuerpo entero susurrando públicamente sus pataletas, develan que el motor de su poética se basa en el puro amor al nombre. Y nos han atravesado demasiadas catástrofes para seguir figurando como un romántico genio que busca tocar la esencia o encontrar el misterio de la vida, personificando así a un colgadito encerrado en un cuarto blanco que vive vigilando la ventana para que nadie toque el césped en su plaza… para que nadie mueva una hoja sin que él lo sepa.

* * *

* http://www.letras.s5.com/fr310708.html

** http://www.letras.s5.com/fr110408.html

*** Un par en este caso, aunque su fiel creencia en el hablar por las bocas muertas Nerudiano, le impida reconocer a los otros como pares.

 

 

 

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