Proyecto Patrimonio - 2014 | index | Autores
|
SIGLO DE ORO
(O Las Tres Culturas)
Gonzalo Bizama Muñoz
.. .. .. .. .. .
Gonzalo Bizama Muñoz, nace en Concepción (Chile) el 5 de junio de 1961. Realiza sus estudios en el “Lycée Charles de Gaulle” y en el Liceo Enrique Molina Garmendia, posteriormente, ingresa en la Universidad Católica de Talcahuano, graduándose como Licenciado en Educación Física.
Entre sus obras, está la novela titulada El último malón y un libro de relatos denominado Los cuentos del antipoder que en Chile ganó el Premio “Casa del Escritor”. Actualmente trabaja en una segunda novela que se llamará Las cartas mesiánicas. Vive en Madrid, donde participa en los círculos literarios “El color de la palabra” y “Escritores de Rivas”.
SIGLO DE ORO
(O Las Tres Culturas)
“Si tu Dios o el mío lo veremos después de haber comido”...
Miguel de Cervantes. El Quijote.
…. Luego de que me echaran de Fuenzalida y Navalcarnero, del primero por achacarme ser músico de uña (1) y del segundo por decir que había preñado a unas casadas, y estando ya a punto de que me pasearan en macho de albarda con los cristos adelante (2), llegué a Toledo con el firme ánimo de corregirme y aprender virtudes, con tan buena suerte que me acogí donde un confeso (3) que según él era cristiano viejo pero yo lo pongo en dudas porque era de ordinario escucharle sus aljamías con los cofrades hebreos en las callejuelas y vericuetos que quedan arriba de Tajo (4), y lo otro es que nunca lo vi escuchar misa y menos confesarse con el cura.
Un año me estuve con el hebreo y ahí entre cazos y alcuzas, preparábale sus tencas escabechadas y al limón, sus huevos de codornices al ajillo, y se los llevaba al zaquizamí donde prestaba los reales; pero no le miento a s.m. (5) que ni chacinas ni jamones probé en todo ese tiempo porque según supe, judíos y berracos se llevan como el gato y el gato. Casi no me atrevo a contarle a su merced que tras recoger los platos del Santángel ese y su familia, en la cocina debía yo recuperar las sobras y chupar las costillas y los huesos rotos de las pobres avecillas, tal era la mezquindad que tenía mi dueño. Por desayuno me ponía uno almodrotes sosos y aguachentos con los que debía pasar toda la mañana. Con decirle que para tender mi humanidad acabada la jornada, por colchón tenía una pallaza con paja fétida del establo, y por única cobija mi capa de luto que de tan vieja y raída tenía más hoyos que queso manchego. Pero una cosa buena que le vi al don Aarón, que así se llamaba mi amo, es que por las tardes me enseñaba de virtudes – entre las cuales la generosidad no se encontraba - como es de suponer, pero sí otras buenas cosas que corresponde a cada quién saberlas aprovechar.
-¿Qué prefieres, Juanelo, ir por la vida por camino circunflejo o por camino recto? Solía preguntarme. - Por camino recto – díjele siempre yo. - Entonces búscate a una moza buena para que te cases y tengas tu familia, querido mío, que eso es lo primero que mira Dios. Nunca te metas ni a músico ni a poeta porque los primeros caen en el odre (6) y los segundos se pierden en el siglo (7) y no se descartan ni de Venus ni de Apolo, y lo seguro es que los tendrán de abogados en la hora del juicio.
También le oí decir que bastante ingenuos eran los cristianos, que se dejaron encantar por un galileo, tan bueno como orates, que les supo dorar la píldora (8) y hacerlos sus prosélitos. Pero cuando la gota rebalsó el vaso, fue cuando estaba yo entrando en los brazos de Morfeo después de traquetear todo el día de aquí para allá, y escuché unos susurros afuera de mi cuarto. Era don Aarón y sus colegas de la judería quienes, abriendo la puerta de mi cuarto, se acercaron con una enorme blanca (9) de matarife gritándome que me iban a circumciliar. - ¡Nada te pasará, nada, querido Juanelo - gritaba para convencerme, - así podrás abrazar la fe de Moisés! - . Pero como vi de que se trataba ese “bautismo”, cogí la mesa del lavatorio, la di media vuelta a guisa de escudo y cargué contra los rabinos estrellándolos contra la tiza del muro de la pieza. Salté por la ventana que da al callejón, y así pude poner distancia definitiva entre los matarifes y mi hermano menor.
Luego, como vi que con el Santángel estaría muy mal de mis partes y condenado a chupar huesitos hasta el fin de mis días, no tuve más que allegarme donde un mudéjar que era el zalmedina de la calle de la morería y además alfaquí del Corán. Con el moro aquel, que era bastante más mano abierta que el hebreo, pero mucho más estricto y celoso de su creencia, tenía que levantarme antes que los gallos y tenerle todas sus cosas preparadas para cuando rezara hacia la Meca y se subiera a cantar al minarete.
Era de común que antes de sus abluciones desayunáramos el couscous con chuletillas de cordero, los dátiles y otras delicias de odaliscas para luego ayudarle a atender los clientes.
Después, cuando pensó que yo ya estaba entregado a la fe y había entendido todo el librito, me mandaba a que subiera a la torre como almuecín del minarete. No sé si sería porque me daba risa o me atacaban los nervios que algunas veces cantaba ¡¡Allahu akbar!! y otras ¡¡A la Ostiá!!, con tan mala pata que un viernes cuando el Moro estaba dirigiendo la zalá en el minbar, escuchóme la chapuza, que causó el enojo de los nazaríes de la mezquita, entonces el moro, subió como una flecha al minarete y cogiéndome de las piernas me tenía colgando cabeza abajo en la torre, como cordero en la N de palo (10). Viendo que quedaría aplastado como tortilla de patatas allá abajo, le gritaba ¡Suéltame, Nazarí del demonio!, ¡Que me sueltes, digo!
Finalmente logré apañarme, me di media vuelta, y salí corriendo y saltando por encima de todos los arábigos que estaban arrodillados en las zofras de la mezquita.
Ese día no me quedó más remedio que acogerme a sagrado (11) en la parroquia del padre Liñán, que según él tenía deudos (12), era sobrino del obispo de Valladolid y con él podía hablar de tú a tú porque era muy conocedor de la jacarandina y la germanía. (13)
- Aquí tendrás mesa franca- me dijo, y además no te podrán agarrar los corchetes (14) si te encuentran de mendicante.
Para la sed, la sacaba de fábrica (15) y mantenía en existencia el Chacolí de Vizcaya, la sidra guipuzcoana, y los añejos de Duero y de La Rioja y así pasábamos las tardes cargando delantero (16). También era jugador de naipes y muy fullero, y ganarle un escudo era más difícil que para mí llegar a duque. Así pasé un buen tiempo ayudando de sacristán: tocando las campanas, cuidando las copas y vestimentas, preparando las hostias y teniendo la iglesia como espejo. Y no es por hablar mal, pero al padre Liñán lo descolocaban las feligresas y siempre me decía: - A las hembras no las quiero ni para consejeras ni para confesarlas sino para acostarme con ellas - , así es que yo veía como pasaba la rubia orgullosa sacudiéndose el cabello, la morena coqueta tapada de medio ojo, o la pelirroja furibunda con la toca y el manto extremado, además de una que otra ninfa de casa pública. Pero luego al buen Liñan le bajaban las culpas y más de una vez lo vi en el aposento ajustándose con la disciplina (17).
Pero todo esto reventó cuando llegó su tío, el obispo de Valladolid con más furia que marido engañado, espetándole todo lo que desde hacía mucho se sabía en Toledo, se encerraron toda la tarde en la sacristía; y Liñán, el muy Judas, me culpó de todos sus vicios y de todo lo que ocurría adentro de la iglesia, de manera que el obispo se lo llevó de un ala a una ermita en la sierra de Gredos y a mí me puso de patitas en la calle, y aquí estoy hasta que Su Merced me está preguntando. Yo que siempre he querido mejorar, lo único que aprendí de lo bueno caballero, es que:
vinieres de donde vinieres,
o creyeres lo que creyeres,
no hay virtud más grande,
que al desharrapado acogieres.
Madrid, Abril de 2009.
------------------
(1) Músico de uña: Ladrón, ratero o “Gato”.
(2) Macho de albarda: Ser llevado en un burro como condenado, con los crucifijos delante de él.
(3) Confeso: Judío que ha renegado de su religión y convertido al cristianismo.
(4) Los ríos no llevan artículo.
(5) SM: Su Merced.
(6) Caer al Odre: Aficionarse a la bebida.
(7) Perderse en el Siglo: Perderse en vicios mundanos.
(8) Dorar la Píldora: Los boticarios doraban las píldoras para que al paciente le supieran de mejor sabor.
(9) Blanca: Cuchillo o arma blanca.
(10) La N de Palo: La Horca o bien rama para sacrificios.
(11) Acogerse a Sagrado. Los delincuentes podían refugiarse en las iglesias y no ser capturados por la autoridad.
(12) Tener deudos: Jactarse de pertenecer a la nobleza y provenir de linajes visigóticos.
(13) Germanía: Jerga de los delincuentes en los S. XV y XVI.
(14) Corchetes: Policía rural en los partidos y comarcas.
(15) Sacarla de Fábrica: Comprar alimentos o bebidas con las limosnas de los feligreses.
(16) Cargando delantero: Emborrachándose.
(17) Ajustarse la disciplina: Azotarse con un utensilio de cuerdas o un látigo para penitencias.