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La ironía de un cronista tímido
Cosecha de invierno, de Guillermo Blanco. Ed. U. de Talca, 2008, 343 págs.
Por Daniela González
La Tercera Cultura, Sábado 10 de mayo de 2008
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No eran días fáciles. Habían pasado dos semanas del golpe militar y Guillermo Blanco reanudaba su columna semanal "La vida simplemente", en la revista Ercilla. El 26 de septiembre de 1973 refirió un episodio vivido por fray Luis de León: el poeta fue detenido en 1527 por la Inquisición y puesto en libertad luego de tres años "en la sombra y el oprobio". Al volver a sus labores en la U. de Salamanca y, ante la sala repleta, inició su cátedra afirmando: "Decíamos ayer".
"Pero hay algo más hondo (...) en ese formidable "Decíamos ayer", escribió. Tres o cuatro años de angustia, de opresión física, no dejan otra huella que "el deseo de seguir diciendo lo de ayer". Con todo, la columna fue publicada y nadie dijo nada. "Porque una vez que una dictadura asume, tiene mucha pega, ya que está destruyendo toda una democracia", afirma el autor de Gracia y el forastero. Y agrega: "Lo que pasó conmigo fue que aplicaron otra máxima: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Como yo era enemigo del gobierno de Allende, pensaban que yo era amigo del de ellos. No, pues".
La señalada columna integra Cosecha de invierno, libro editado por la U. de Talca y que recopila 168 crónicas de 1968 a 1993 seleccionadas por el autor y la periodista María Teresa Cárdenas. Un paréntesis de publicación contínua constituye el capítulo "Fuera de borda", que recoge dos textos censurados por el régimen en revista Hoy. A la mala de Dios, se titula el primero, que habla del orden natural: "La libertad de ser, actuar, pensar, es intrínseca al orden de nuestra especie", escribe. "No sería orden, en cambio, sino un desorden aberrante, pretender despejar el cielo impidiendo el vuelo de los pájaros, o rectificar el curso de los ríos para regularizarlo..."
En el segundo, Hay un honor civil, habla de la suspensión de la revista ordenada en 1986 por el gobierno tras el atentado contra Augusto Pinochet.
En esa época escribió con miedo, dice, pero nunca fue detenido. Blanco se confiesa tímido y dice que aprendió a usar el lenguaje de los tímidos, la ironía. Un tímido, sin embargo, al que las cosas le importan: "No me da lo mismo estar en dictadura o en democracia, no me da lo mismo leer un libro bueno o uno malo, no me da lo mismo caminar o estar sentado, etc. Pero no me ha dado lo mismo de manera un poco más vehemente que lo común".
