Proyecto Patrimonio - 2014 | index | Guillermo Blanco | Autores |

 

 




 


 

 

Ahí va esa y otras crónicas de Guillermo Blanco

Recopilación, prólogo y notas de Juan José Jordán


PROLOGO

 



.. .. .. .. .. .

Y el único tanto que marqué en mi vida futbolística fue autogol.
A. I. Baeza.


Guillermo Blanco fue un autor bastante prolífico. Sin desmerecer el resto de su obra, no podemos dejar de mencionar acá cuatro libros de significativa trascendencia: la ya mítica e hilarante Revolución en Chile, escrita junto a Carlos Ruiz-Tagle y publicada bajo el seudónimo de la despistada periodista australiana Sillie Uternut; Misa de réquiem, una novela corta muy bien lograda que da cátedra en cuanto a la utilización de atmósfera y suspenso se refiere; Camisa limpia, novela histórica que retrata la compleja situación de los judíos bajo dominación española durante la Colonia; y Gracia y el forastero, novela juvenil que se sigue editando y leyendo en colegios con inusitada vigencia.

Junto a su afición literaria, Blanco colabora desde muy temprano en diversas publicaciones. Años más tarde estudiará periodismo y fundará, junto a otros colegas, la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica, pero en sus primeros años su escuela es simplemente una cantidad incansable de trabajo. Sin embargo, a pesar de haber recibido el Premio Nacional de Periodismo en el año 1999, esta faceta de su trabajo no es de tan fácil acceso como su legado literario. Por una razón lógica: por lo general, el diario se lee y luego se bota o se guarda para que junte telarañas. Esta recopilación pretende justamente batallar contra este probable olvido convirtiendo las hojas sueltas del diario en un libro que puede ser guardado en la repisa.

Es en revista Ercilla, a mediados de la década de los cincuenta, en el espacio «La vida simplemente» [1], en donde Blanco comienza a despertar interés gracias a la agudeza con que retrata pequeños aspectos de la vida cotidiana, aquellas cosas incómodas de las que nadie habla. Empieza entonces a colaborar en diverso tipo de publicaciones, pero diverso con mayúscula: La Voz era un semanario de la Iglesia, propiedad del Arzobispado de Santiago, en el que escribían intelectuales muy destacados de la época, tales como Alejandro Magnet, analizando la contingencia política, Hernán Poblete Varas, realizando su página de crítica literaria, o Alicia Vega, en la crítica cinematográfica. Es decir, había espacio para la reflexión y el debate de ideas. Por otro lado, Amiga fue una publicación superficial, no muy lejana a la actual Miss 17. Los reportajes se referían a actores y asuntos de famosos. Es poco probable que una lectora de Amiga se hubiera entusiasmado con La Voz. Con esta afirmación no pretendemos establecer ningún juicio de valor, sino constatar que se trataba de medios muy disímiles, casi antagónicos. Sin embargo, lo interesante es que en ambos Blanco encuentra su nicho, formando un séquito de seguidores que esperan ansiosamente sus artículos. En La Voz esto se nota de forma muy clara; comienza a publicar sus columnas en un pequeño espacio de la primera página, que es como cualquier otra parte del diario. Al cabo de un año y medio, al lado de su columna dominical aparece infaltablemente el dibujo de un hombre sonriente que sostiene un cartel en el que se lee «Aquí está A. Claro», indicando con el índice la columna aludida. Del mismo modo, en Amiga las columnas irán acompañadas de unas ilustraciones muy bien logradas que harán más evidente el tema, la mofa.

Ahora bien, ¿cómo escribir en medios tan diferentes y lograr despertar el mismo interés? No sintiéndose mejor ni más inteligente que el lector, preocupándose siempre de tender puentes y comunicar, crear diálogo, no hacer del texto una trinchera en la que solamente comprenderá quien domine determinados códigos. Pero sobre todo, no tomándose demasiado en serio. Esto se nota de inmediato en los seudónimos escogidos: A. I. Baeza y A. Claro no quieren decir nada más sesudo o rebuscado que lo que nos cuenta su sonido: «Ahí va esa» y «¡Ah! Claro». Los nombres que Blanco escoge funcionan de este modo como una suerte de declaración de principios en contra de la gravedad y la intelectualidad estéril, que muchas veces se come a sí misma en el juego de sorprender al lector con lo increíblemente inteligente que es el autor. Blanco, por el contrario, pone las cartas sobre la mesa: el texto es lo que está impreso, no busque lo que no hay.

Es interesante observar al respecto, el discurso que emite el autor al ser aceptado, en 1976, como miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua, en reemplazo del lugar que ocupaba el escritor Salvador Reyes, recién fallecido en ese momento. Un reconocimiento a su profunda relación con el lenguaje, en donde la importancia de la denominación y el nombre se convierten en lo que configura a las distintas personalidades. Lo principal, nos dice Blanco, es la necesidad de comunicar, de mirar una palabra por todos sus lados para explorar hasta sus últimos rincones y no la jactancia vacía:

(...) Ese es quizás el más vivo custodio de la lengua. La habla con espontaneidad, con autenticidad. No la traiciona ni con matices de doble filo ni con la abyección del remedo.
Al pan le llama pan, y al vino, vino.
Pero hay junto a él una gama de señoritos que, sin conocer sus palabras, sin ahondar en ellas para extraerles su riqueza, declaran que son insuficientes. Leen inglés, francés, cualquier cosa, y se deslumhran. Y no saben cómo traducir una expresión determinada. A veces ni lo intentan: si somos esclavos, hablemos el lenguaje del amo.

Este escepticismo será una constante que acompañará al autor a lo largo de toda su obra, destacando en su trabajo periodístico [2].

II

En Chile existe una vasta tradición de periodistas que, como bufones de la corte, han cultivado la mofa como un medio hábil para poder tirar los dardos sin que al afectado le resulte tan molesto. Jenaro Prieto, conocido principalmente por «El socio», marcará un precedente desde 1915 con los artículos que publica en El Diario Ilustrado, en donde se dedica a descuerar todo aquello que le parece que está mal, utilizando el absurdo y la ironía de forma admirable [3]. A pesar de escribir muchas veces con las bondades de la censura y de ser él mismo alguien tradicional, llegando incluso a ocupar un lugar en el Congreso como representante del Partido Conservador, nunca perderá su independencia de ideas y palabra. Esta independencia radical, característica fundamental del buen columnista, es algo que se encuentra con facilidad en Guillermo Blanco. No busca hacerse amigo del lector, ni le da miedo ser tildado de anticuado. Pero cuando siente que algo no está bien, lo gritará fuerte, sin pedir permiso, como señala Rafael Gumucio:

Como periodista fue lúcido y valiente. Se opuso a la Unidad Popular de manera muy clara, pero de igual manera se opuso a la Dictadura. Mantuvo su posición de estar en contra de los abusos de ambos bandos [4].

III

Los textos publicados por A. I. Baeza generan una suerte de continuidad; en ellos existen repetidas menciones a sus hijos Jacobito y Nica, a su esposa Melania, a su perro Ñuflo y uno que otro amigo. Son textos en los que el lector, después de leer unos cuantos, se siente un invitado más en la mesa de los Baeza, lo que provoca un mayor grado de involucramiento. Esta suerte de continuidad se percibe en los textos que abren y finalizan la selección; ambos hablan de un viaje que Baeza realizará junto a su familia al balneario de El Repollo, donde podrá, supuestamente, descansar de todas las rabias y malos ratos que le impone la vida en la ciudad. Aquello que comenta, el motivo de sus incontables tormentos y rabias, es variado: dificultades para salir de vacaciones, malos entendidos domésticos, o la forma en que las personas tienden a endiosar su actividad y su categoría de «hombre-ocupado-que-no-tiene-tiempo»,como la quintaescencia de quien ha triunfado en el juego social:

—¿Comidita? —protestó Leopoldo—. Ni hablar. Tengo el año comprometido.
—Porla.
—Tú sabes, las reuniones.
Sí, yo sabía de las reuniones
—Bueno —propuse—: un almuerzo, entonces.
—Nique.
—¿Ah?
—Ni que hablar. Estoy...
Me explicó durante media hora su problema con los almuerzos. Un poco descorazonado, sugerí unas onces. Me miró como si lo hubiera insultado.
—¿Pero tú tienes tiempo de tomar once?
—A veces —me defendí tímidamente.
—Feliz tú —resopló, en un tono que significaba 'infeliz tú'.

A.I. observa esta situación como observa muchas otras; desde el escepticismo y el desacomodo. Como un antihéroe inserto en el Santiago de fines de los sesenta, en donde la vida se le presenta como un puzle en el que simplemente no logra o no quiere dar con la pieza que falta.

La notable fluidez con que están escritos, muchos de ellos con ágiles diálogos en estilo directo y descripciones de personajes rápidas y precisas que recuerdan a las de Alberto Moravia, permiten que el lector entre con facilidad al juego que le proponen, sin que los cuarenta y seis años de distancia sean un obstáculo al respecto.

Por su parte, los textos de la La Voz tienen la mira de la mofa más acotada; muchos de ellos se refieren a temas puntuales, infaltables en la conversación de aquellos días. Chile recibe la década de los sesenta con algunos acontecimientos importantes, entre ellos, ser la sede para el Mundial de Fútbol de 1962 y la victoria de un presidente de derecha, después de mucho tiempo, en la elección de 1958, Jorge Alessandri [5]. Pero la euforia que despierta ser la sede del torneo, no es suficiente para hacer la vista gorda a lo que pasaba en el mundo, en momentos en que la posibilidad no tan lejana de una guerra entre dos superpotencias como Estados Unidos y la Unión Soviética, hacía que hasta el más indiferente borrachín de pueblo siguiera con atención los acontecimientos internacionales. En Chile esta tensión se pudo apreciar de bastantes formas, como por ejemplo, en la derogación de la Ley de Defensa de la Democracia a mediados de 1958, dictada por Gabriel González Videla, que establecía como ilegal al Partido Comunista. Nuevamente en la legalidad, el PC se suma a la ya existe coalición FRAP (Frente Acción Popular), acompañando a Salvador Allende en su segundo intento como candidato presidencial en la elección de 1958. El terreno político era apto para divisiones y roces. Para apreciar claramente cómo esta tensión impregnaba cada elemento de la vida, se han seleccionado dos cartas al director de La Voz, Gastón Cruzat. La primera, del 17 de marzo de 1963, titulada «Se aburrió con La Voz», está firmada por una lectora que expone sus razones de por qué no renovará su suscripción:

Después de recibir una segunda circular cobrando la renovación de mi suscripción al semanario LA VOZ, para el presente año, tengo el sentimiento de decirle que no la renovaré, por no estar de acuerdo con muchas de las ideas expresadas por ese semanario, que en vez de procurar la unión y la armonía entre los católicos, siembra la división y el descontento, contrarrestando así la obra de un Gobierno que, como ningún otro, se ha preocupado del pueblo, proporcionándole, habitaciones higiénicas, mejores sueldos, educación para sus hijos, atento siempre a mejorar su situación.

Bien sabido es que la causa de la miseria en que vive el pueblo, en el 50 % de los casos se debe al alcoholismo desenfrenado y demás vicios de los jefes de familia, que olvidando sus deberes, abandonan sus hijos a la miseria.

En vez de procurar levantar la moral del pueblo, mostrándole sus deberes de cristianos y de padres de familia, LA VOZ le achaca todas las deficiencias al gobierno, presentando siempre en sus páginas algún basural o alguna callampa, de las pocas que quedan, desprestigiándonos así en el extranjero.

Es por esa disposición malevolente que no renuevo mi suscripción al semanario LA VOZ.
Saludo atentamente al señor Director,

. . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. . .. . . . . . . . . . . . . . . . . María Eugenia Eyzaguirre Ochagavía

Nadie podría decir que La Voz era un diario de izquierda dura; se trataba de una publicación de la Iglesia y, como tal, pretendía tener una mirada de centro. Pero para la lectora, alessandrista a morir, es motivo de ofensa grave que el diario muestre los campamentos que siguen existiendo. Esta carta representa una contradicción que por ese tiempo era bastante frecuente entre los católicos: por un lado, conservadores de cepa, ligados tradicionalmente al Partido Conservador; por otro lado, muchas veces rival, un grupo representado en el recién formado Partido Demócrata Cristiano. No hay que olvidar que el PDC proviene de la Falange Nacional que surgió a partir de jóvenes católicos que, desligándose del Partido Conservador, comienzan a relacionarse con la religión de una forma distinta. A grandes rasgos, el quiebre se marca de forma clara en la elección presidencial de 1938 que dio por ganador a Pedro Aguirre Cerda, campaña en la que la Falange declina apoyar al candidato de derecha, Gustavo Ross. A partir de ese momento se generará una relación de tensión entre los diferentes grupos católicos ligados a la política, lo que se traduce en la creación de la Democracia Cristiana el año 1957 y la proclamación presidencial de Eduardo Frei Montalva en la elección de 1964.
La segunda carta, cuya firma corresponde a un indignado lector a punto del desmayo de ira, se publica el 18 de noviembre de 1962. Así expone su aversión al comunismo:

Señor Director:

Acabo de leer con gran asombro, el último número de La Voz, en el que se publica un largo artículo en contra de la campaña anticomunista, que ustedes llaman «negativa».

Puedo afirmar a usted, que cualquier chileno decente, y más si es católico, hallará absurdo y desorientador ese artículo.

¿De dónde han sacado ustedes la idea que los hombres no pueden armarse contra el comunismo (no para atacar), que nos está poniendo al borde de la catástrofe?

¿Y por qué no podemos declarar los católicos un boicot cerrado a los negocios, industrias, sociedades, que favorecen al comunismo?

¿Que se van a morir de hambre los comunistas? No lo crea Ud. No se morirán; ellos saben ayudarse muy bien. Pero los anticomunistas no tenemos porqué darles de comer. ¿O es que quieren Uds. que todos compremos VISTAZO, EL SIGLO, CLARÍN para que esos periodistas no se mueran de hambre?

Créame, Señor Director: publicaciones como LA VOZ y artículos como el que comento, solo sirven para confundir al pueblo sencillo y para abrir todas las puertas al funesto comunismo.

¿Hasta cuándo va a continuar LA VOZ en sus estúpidas campañas hipócrita-cristianas?

Con profunda indignación, quedo de Ud. atento.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Marcial Riquelme Frías


El semanario tuvo siempre una postura bastante crítica hacia el marxismo y la revolución cubana, de hecho, es común que A. Claro ironice con respecto a determinados temas estrechamente ligados a la ideología. Pero al lector no le basta. Lo correcto sería, para don Marcial, alentar el anticomunismo, para cortar de raíz el avance del descalabro. Una forma polar de entender la realidad, de extremos, en donde se le exige a todo el mundo, al diario en este caso, que se ubique en un lugar muy definido y claro del espectro.

La Voz no se arrancaba del conflicto, por el contrario, hablaba de temas difíciles y generaba reacciones. Es por eso que, como señalamos previamente, se hace tan difícil establecer un contrapunto entre los dos medios utilizados para este libro; mientras que La Voz se dedicaba a generar debate, no haciéndole la vista gorda a los temas conflictivos, dando tribuna a personas muy capaces en el análisis internacional, en Amiga la discusión se entendía del siguiente modo: en la primera página de la revista, salía el tema que el comité editorial había escogido como el más polémico. Luego, un poco a la manera de ciertos programas de televisión, salían a preguntar a la calle para averiguar la opinión de los transeúntes con respecto a dicho asunto.

Ahora bien, la revista mostraba desde un primer momento cuál era su propia posición frente al problema, y la opinión de los diez entrevistados, por lo general, era una repetición a la postura ya expuesta. Hay un episodio notable: a raíz de la legalización de la práctica de la homosexualidad decretada por la Cámara de los Comunes de Inglaterra para los hombres mayores de edad, en su edición del miércoles 2 de agosto de 1967, Amiga plantea:

(...) Existe, y hay que aceptarlo, dijo la Ley. También existen el crimen, el robo, la prostitución de menores, la guerra, el hambre, la miseria... ¿Es que hay que aceptarlo todo sin remedio, sea bueno o malo, porque existe?

Las opiniones de los entrevistados anulan cualquier posibilidad de discusión. Observemos una de ellas:

Siempre han existido dos sexos y nada más. Legalizar la homosexualidad es una corrupción peor que la misma anormalidad... y no soluciona el problema, sino que lo fomenta.

María Teresa Fuentes, 18 años,
egresada de humanidades

En el resto de la publicación es posible encontrar artículos que tratan temas de diverso interés y relevancia, como por ejemplo, un cuestionario para saber si la lectora amiga está preparada para enfrentar la difícil prueba del matrimonio, publicado en la edición del 14 de febrero de 1967, en el que contestando 23 preguntas, entre ellas ¿se siente comprometida por que le han dado un beso? ¿le cuenta sus problemas a la peluquera? ¿puede dormir con la ventana abierta? ¿evita apretar la pasta de dientes por el centro del tubo? si el cajero le cobra de más, ¿le dice que está equivocado? puede estar segura de dar con la respuesta que busca.

La mirada de Guillermo Blanco es el único común denominador entre ambos medios, gracias a lo ágil de su prosa y la forma en que involucra al lector con su tono cercano y afable.

IV

A esta marea de gravedad y presentimientos de guerra, A. Claro responde con la insolencia de la carcajada. La preocupación por el mundo y sus misiles, se traduce en un continuo leer diarios extranjeros —en especial el Time, con el que A. I. es muy raro que llegue a acuerdo— para mantenerse informado y, claro, discutir. Pero siempre utilizando el humor como arma eficaz para hablar de lo que no se puede hablar, burlándose también de Pablo Neruda a raíz de sus hiperbólicas afirmaciones de apoyo a Cuba y la Unión Soviética (a tal punto de comparar la entrada de los tanques rusos a Hungría con la llegada del ejército Libertador de San Martín a Chile). Son textos que utilizan la misma soltura para referirse a la imprudencia de los motociclistas («moteros y hunos») como a la forma indiscriminada en que la Universidad de Chile abre nuevas sucursales a lo largo del país, «tragándose» a las universidades locales («El tío tragón»). Es la mirada de alguien que no se acomoda o, más bien, que se preocupa de buscar y encontrar aquel aspecto, aquella pieza que no calza y molesta para de esa forma, crear diálogo.

A. I. Baeza, A. Claro, dos señores remando a la contra, que no se van a dejar sorprender por el grito de júbilo de la multitud. Podemos no compartir las ideas que exponen, pero es indudable que se trata de alguien valiente, a quien no le importa quedar como viejo mañoso que no lleva el amén en la boca a la moda del momento, atreviéndose a la práctica de algo difícil y raro: la autenticidad de la personalidad y el decir lo que se piensa, de forma genuina y libre. Sin dictar cátedra. Sin adoctrinar ni ánimo proselitista. Pero teniendo muy claro qué le parece mal y qué le parece bien y creyendo que es mejor que todo ello se comunique.


* * *

Notas

[1]    En www.memoriachilena.cl se puede leer algunas de estas crónicas.

[2] En la novela El joder y la gloria Blanco desarrolla una sátira en torno al periodismo televisivo, particularmente centrado en las noticiarios.

[3] Quien desee profundizar en las columnas de este autor, puede consultar el libro En Tontilandia, una selección que contempla una amplia variedad de temas tratados por Prieto, editado y comentado por Alejandra Costamagna y publicado por Ediciones B.

[5] Sin considerar la «independiente» administración de Carlos Ibáñez del Campo.



 



 

Proyecto Patrimonio— Año 2014 
A Página Principal
| A Archivo Guillermo Blanco | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
"Ahí va esa y otras crónicas de Guillermo Blanco"
Recopilación, prólogo y notas de Juan José Jordán
Ril editores.
Primera edición: mayo 2014.
Obra financiada gracias al Fondo Nacional del Libro y la Lectura 2013, en su área Apoyo a Ediciones.