Superhéroe de Gonzalo David: los subtítulos de una eterna soledad
[La Liga de la Justicia Ediciones, 2011]
Por Eduardo Farías Alderete
La interesante propuesta de Gonzalo David adolece de la mitología que todo hombre creador porta interiormente. Las imágenes se basan de manera premeditada, apelan a la mitología del lector, se crea un juego, una entelequia comunicativa en que el drama de la adolescencia y de sus etapas posteriores se concretan decantando en la experiencia de cada cual. Me explico: necesariamente debe existir un reflejo del lector en la vida de los versos. Se halla palpablemente en ese juego –a veces veloz– de juicios de cuadros en que la “otredad” se presta de manera funcional y consigue con éxito la materialización de las imágenes.
La existencia de Abril, una mujer que es descrita con lo básico para que el lector la palpe con la confianza que el poeta entrega. Lo demás es una cotidianidad rampante: la música nos visita, la radio, el cine nos despierta esa piedad en el mejor de los casos o esa conmiseración si nos calzamos los viejos zapatos del poeta. Son nuestros propios viejos zapatos, aquéllos que nos lastimaron el alma cuando pensábamos precisamente que el alma no existía: LA TARDÍA ADOLESCENCIA.
Para aquellos que “disfrutan” del mal de PETER PAN, esa sensación se torna imperecedera.
La poesía como leitmotiv crítico puebla esta mitología que brota espontánea, y todo se convierte en una ilación narrativa-poética (sin ser prosaica), en un cardiograma del espíritu… A veces desgastada o a veces repleta de una energía que apunta a la disolución de la misma –una especie de negentropía (sin ánimo de caer en tecnicismos)–, la apuesta marcha, y bien.
La poesía escudriña, utiliza para manifestarse en diversas formas –muy postmodernas, además, sencillas–. Esta obra –a mi juicio, breve– tiene un contraste con los efectos que deja en la alteridad, nos convierte en testigos de una realidad fragmentaria que no necesita de nuestra voluntad o presencia para completarla… lo hace sola, a secas; nos deja en un extremo en que creemos o no creemos en lo que el poeta se atrevió a entregar; las preguntas que hay que contestar son variadas. En realidad, no se encontrarán respuestas sino más preguntas. La apuesta se paga.
La imaginación construirá el resto como un mapa al que accidentalmente se nos ubicó sin más intención que entregarnos ese mundo trunco, de fácil materialización detrás de las órbitas oculares del alma.
Nótese este fragmento:
“como una llamada perdida en la madrugada
como una cancioncita lastimosa en inglés
como una serie del cable
como una fantasía cursi colegiala
como mi pequeño pedacito de cielo
como una novela perversa con nombre de mes
como las fallas de la telefonía celular que por algo
pasan
como una estrella a millones de años luz
como un labio homicida empapado de alcohol
como un disfraz sobre producido en una fiesta mal
organizada
como una secreta presencia que escucho y play y play
y play
como unos poemas diluidos en el mar
como ese manoseo loco adentro de una capilla en el
centro
como una quemadura de cigarro en el dedo meñique
como todos los textos que tendrán que ser filmados
para que la esperanza sea sólo un mal recuerdo
como esas conversaciones pendientes que terminaron
en una página blanca
como la última caricia en una estación sin remodelar
como unos pantalones rasgados antes del apagón
como la pendeja camiona teatrera pero nunca actriz
como un par de entrevistas que pasaron al baúl de los
recuerdos”.
Superhéroe de Gonzalo David merecía incluir más poemas. La estructura está formada para la brevedad, se nos entrega y sugiere aun más de lo que se lee en estas páginas. Son los subtítulos de un largometraje en que la soledad es la protagonista.