Nadia high-tech y la literatura borderline
(Presentación de Abril de Gonzalo David)
Por Tito Manfred
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“This girl is at once all the women that broke my heart”
The science of sleep
Quisiera partir agradeciendo a Gonzalo la invitación que me hizo a presentar Abril, aunque haya sido su segunda opción después de Lorenzo Lamas. Siempre será un gusto participar del lanzamiento del libro de un poeta cuya obra en construcción lo perfila como uno de los autores más promisorios de su generación, si acaso existe alguna.
Me cargan esos pelotudos que escriben presentaciones autorreferentes que no vienen al caso y le hacen un oso olímpico al libro al que deberían hincarle el diente. Me recuerdan el mito urbano de Marilyn Manson con dos costillas menos para hacer un monólogo a lo Garganta Profunda. Sin embargo, aquí estoy, a punto de entrar a pabellón. Pero Gonzalo me entiende: hablar de mí y, particularmente, de mi amistad con él tiene mucho que ver con Abril, o al menos así lo pienso yo que establezco relaciones personales con los libros que leo y luego atesoro.
Inevitable recordar la frase que selló nuestra amistad cibernética: “sólo por las malditas se da la vida”. La escribí como comentario en una web de arte y literatura donde me gané el odio de mis pares por vestirme de ángel exterminador de la mala poesía que allí se publicaba. Me apostaba en la azotea de un edificio abandonado y desde allí disparaba contra el rebaño poético. En ese escenario de balas perdidas conocí a Gonzalo, que odiaba a los mismos personajes que yo y que, tiempo después, me hablaría del circo pobre de la poesía chilena. Compartíamos un mismo diagnóstico sobre aquel enfermo, pero la clave de nuestra alianza estratégica fue aquella frase, que de tanto repetirla es más suya que mía. A mí dejó de representarme y es Gonzalo quien con ella sentó las bases de su épica amorosa.
No sé qué le habrá visto Gonzalo a una frase que a esta altura se me hace demasiado emo, pero intuyo que ha tenido la destreza para deconstruirla y hacer de ella la punta de lanza de una poética que pretende la realización del ideal teillieriano: “la poesía es la verdadera vida”, sólo que llevado hasta sus últimas y más terribles consecuencias o, tal vez, a su antítesis: ser la carne en que la poesía obra, algo así como la materia dispuesta para la escritura corporal de la verdadera artífice: Abril, Clementine, Summer… O como dijera Alejandra Pizarnik: “Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo”.
Es así como llegamos a Abril, híbrido a medio camino entre la poesía y la novela corta, es una suerte de continuación de Superhéroe. No digo “a medio camino” como crítica sino como elogio, que si algo es cierto en esta vida es que no vamos a ninguna parte y la mejor literatura se hace cargo de ese destino. Escribir es naufragar. La posmodernidad, como un dios vigilante, puede dar cuenta de ello. Del mismo modo que podemos afirmar que escribir poesía es perseguir el naufragio como un niño que pinta una lámina para colorear y se sale de los márgenes. Poesía es desborde, y eso lo sabe bien Gonzalo, que con Abril proclama la muerte de los géneros y la muerte de la poesía misma. En ese acto subyace la fundación de la poesía.
Ese desborde del que hablo también encuentra su manifestación en el campo de las referencias, que en el caso de Abril trascienden a la cita literatosa y configuran, además de un mundo privado al que no podemos acceder, un universo cifrado por un sistema de inter e hipertextualidades donde convergen tanto referentes literarios (Ray Loriga, Sarah Kane, David Foster Wallace, la Novísima) como de la cultura pop (Smallville, Televisa, Eternal sunshine of the spotless mind, (500) days with Summer, Courtney Love, The Smiths, Lucybell, Facebook). Y aquí ya no estamos en presencia de un texto poético ensimismado en “lo literario” ni agotado en una metatextualidad vacía y caduca, y lo que vemos desplegarse ante nuestros ojos es una poesía que trasciende sus aparentes límites y dialoga con la cultura de masas. Y esto no es casual, como tampoco lo es la fascinación del autor por bandas como U2 y Coldplay: a la manera de un rockstar, el plan maestro de Gonzalo David es hacer gran poesía para las masas. Y si todo sale bien, algún día aparecerá en un póster doble de TVGrama junto a Chayanne.
Una vez Gonzalo definió su escritura como pop lárico y yo imaginé a Teillier pasado por un cedazo tecnológico y repleto de referencias a la cultura chatarra. Imaginé a Teillier con una capa de superhéroe sobrevolando los cielos ya no de Lautaro sino de San Fernando o Santiago, escupiendo fuego sobre las ruinas del paraíso perdido que nunca fue. Pero no hay paraíso perdido y la existencia de San Fernando y Santiago es altamente improbable, y eso que tentativamente Gonzalo denominó como pop lárico, en realidad, es un pop del no lugar, de la orfandad, del desarraigo y, en definitiva, del desencanto. Aquí no hay finales felices y el chico bueno no se queda con la chica linda, porque no existe tal chica ni una ciudad que los cobije.
Para finalizar, un consejo para el autor: nunca confíes en las chicas lindas. Anoche viste el informe meteorológico y la chica del tiempo dijo que no llovería hoy, y ya ves: el invierno se adelantó y tú, que saliste sin paraguas, terminaste mojado como perro sin casa. Nunca confíes en las chicas lindas, Gonzalo, y menos si tienen nombres de mes, que en treinta días te pueden desbaratar la vida.