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La nouvelle que no existe: Abril (2012) de Gonzalo David

Por Arnaldo Enrique Donoso Aceituno

 

 

 

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Todo lo que sé es que esta substitución de personas se detiene en ti,
porque nada puede substituirte, y que, para mí, esta sucesión de enigmas
debía terminar para siempre ante ti.
Tú no eres un enigma para mí.
Digo que tú me desvías para siempre del enigma.

André Breton, Nadja

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Dicen que Abril es un e-book brevísimo y, como tal, subraya la escritura-lectura como disciplina electrónica. Dicen que Abril (2012) es un e-book que no tiene numeración de páginas y que salió en Austria en alemán antes que en Chile en español. Que Abril es un e-book sobre una chica con nombre de mes escrito por un chico cuyo apellido, en este país, sólo se conoce como un nombre. Que Abril es el e-book en cuya portada y contraportada imprimieron una misma fotografía, sólo que en la portada la foto está al revés y en la contraportada está al derecho: dicen que en la foto se ve a la que se supone que es la chica sobre la que se supone se escribe en el e-book, detenida en o a punto de pasar un lomo de toro o a punto de ser atropellada mientras apunta distraída con su cámara o está a punto de fotografiar la calle vacía, o todo eso quizá. No sé.

En sentido estricto un e-book no tiene ni portada ni contraportada ni menos tiene lomo y aquí la chica sobre el lomo de toro de la foto es la metáfora que señala que una parte del libro está aún allá afuera.

En principio Abril sería uno de tres capítulos de un trabajo mayor que se llamaría Metrópoli. Algunos comentarios han venido a llamar Abril la nouvelle, o sea la novela corta (no un cuento largo). Imagino que se le ha preferido llamar nouvelle por lo indeterminado del texto y porque éste tiene varias historias enmarcadas que proyectan una aparente secuencia, una aparente narración, una aparente unidad narrativa (o quizá porque vieron puras letras juntas en párrafos y no en versos).

Más o menos lo mismo sería etiquetarlo como poema en prosa con el argumento que un poema es una “amplia metáfora de un solo significado” (y el personaje Abril sería esa metáfora); lo mismo sería decir que es parte de un diario íntimo porque apunta una memoria de lo que se vive y existe verdaderamente en tanto se escribe con el nombre propio (o el presunto nombre propio) y en un tiempo o fecha inscrita en el tiempo común del mundo; lo mismo sería decir que es una carta suicida o la libreta perdida de un joven escritor atormentado por una pendeja histérica.

La ciudad es real, el chico es real, los personajes son reales, los lugares son reales, las citas, las diversas referencias, hasta la chica es real, pero todo pasa perfectamente como en un sueño. Ese es el crimen perfecto de la ficción o de la poesía: como un sueño. Un crítico argentino del Clarín, en 1987, hacía hincapié en que los poetas chilenos escribían libros, no poemas. No hagamos caso. Nos vamos a sacudir de esas zonas de experiencia hablando solamente de esa escritura de Abril y no de nouvelle o poema en prosa o diario o e-book, ni nada, sólo libro.

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En la presentación de Abril en Santiago, se hace alusión a un cierto tipo de crítica que no habla en forma directa del texto y que, por ese solo motivo, podría calificarse como una “crítica autorreferente”. Lo que le pasa a uno con al leer libros como Abril es conectar lo que se lee con el afuera pues exige asomarse al exterior, al afuera, a mirar el lomo de toro, a pararse sobre él a espiar a qué apunta la chica. “No concibo la obra al margen de la vida”, escribió Artaud. Si la crítica no es al mismo tiempo creatividad, entonces, para la casa.

Hay otra trampa: se señala que Abril es poesía para las masas (obvio que en relación con Depeche Mode): ¿qué masas? Seguramente las letradas, integradas, que han asumido como propios los códigos económicos, tecnocientíficos, políticos, culturales de una sociedad global. Las que pueden, al tiempo que sufren por amor, mandarse una corriente de conciencia en la que salga al baile Ray Loriga, Sussana and the Magical Orchestra, el desierto de Atacama, 500 days of Summer, NIN, la novísima poesía chilena, David Foster Wallace, Zurita, La Odisea, Morrissey, el Ulises de Joyce, la ecosofía, el pensamiento de Foucault, la poesía beat, etcétera. ¿Qué masas?

En Abril se escribe para liberarse de la operación de escribir. Para liberarse de Abril, para liberarse del libro (la sujeción), del rival (el tiempo) o de lo viral (la locura), porque Abril es anagrama de libro en femenino, de rival, o el anagrama de viral (“Es la enfermedad —escribe David—pero también el antídoto”). La chica con nombre de mes es el tiempo de la escritura del libro o de la duración de la enfermedad de la escritura (la locura del “juego insensato de escribir”, el fluir de un río que “durando se destruye”).

Hay perversidad en ese tempo de escritura: el que habla en el libro prefiere ver a Abril vulnerable y frágil en su abandono psicológico para escribir de ella y de sí mismo.

Sí, cero problema: Abril es como la Nadia de Teillier, pero no se ha dicho que Teillier tenía en vista a la Nadja de Breton, la paciente psiquiátrica cuyo nombre significa sólo el inicio (sólo el inicio) de la palabra esperanza: “Me dice su nombre —escribe Breton—, escogido por ella misma. —Nadja, porque en ruso es el principio de la palabra esperanza, y precisamente porque es sólo el principio”.

“La belleza será CONVULSIVA o no será”, así termina Breton su Nadja, convulsiva con mayúsculas. La dinámica de autodestrucción de Abril es un juego de poder (la ilusión de la inocencia). Abril tampoco es inocente (“A Abril le encantan las novelas macabras creyendo que su vida es una de ellas”), desea convulsionar, tensionar al que habla. Ambos son sujetos alienados y sin escapatoria: siempre hay un “me gustaría” o un “quiero”, un deseo incapaz de hacerse real.

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“El deseo y los juegos de poder también son una de las manifestaciones del capitalismo exacerbado y depredador”, escribe Gonzalo. En Abril hay un cuestionamiento acerca los límites morales de la fascinación de la literatura por el deseo y la locura. A este respecto, la escritura de Abril es ciertamente subversiva ante la honestidad que se le exige a la literatura (y al arte en general: hemos visto —leído— cómo se le pide, por ejemplo, más honestidad a NO! de Pablo Larraín, sin tener en cuenta que si los análisis históricos sólo logran dar cuenta de constructos parciales —¿una subjetividad sin sujeto?— qué decir del arte).

¿Hasta dónde la radicalidad, la presencia de lo viral, de lo subversivo en el libro?

Es tan fácil entender —cito el texto— que no debemos derrocar el constructo social y económico, la clave está en la microafectividad y en todas las pequeñas revoluciones del cariño sobre el desierto florido [se refiere a Santiago] que ella pinta durante las cuatro estaciones desde los puntos cardinales que forman la Alameda y la Gran Avenida. Cuando sonríe todo amanece, cuando duerme, también.

“Todo lo sólido se desvanece en el aire”, escribió Marx. Las contingencias y racionalidades históricas no salen en la foto que le sacaron a Abril, mientras ésta fotografiaba a su vez la avenida gris parada sobre un lomo de toro. Es el final de 500 days of Summer: la ciudad se desvanece, se desdibuja, se vuelve simulación. En Abril no está contenido el libro, es sólo la jaula de un puñado de animales indefensos y sin amor propio, a menos que amor propio significase sarcasmo.




 

 

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