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Gran Avenida, de Gladys González
Por
Malú Urriola
Al iniciar la lectura del libro Gran Avenida de Gladys
González, una cierta cercanía en la depuración
de la síntesis, una cierta búsqueda del vacío
en metrópolis atiborradas de exceso occidental, me recordaron
la forma de construir una poesía retiniana de Ichiro Ando.
Al escribir este texto me pregunto una vez más, cuál
es el sentido de la poesía que ha buscado ahondar en sus procesos
y diversos caminos y escuelas, a lo largo de la historia, la lograda
síntesis de lo que se ve, más allá de lo que
los ojos nómades, pueden ver.
La relación de la poesía latinoamericana con el neocolonialismo
de la globalización. La puesta en duda de lo real, cuestión
que atañe desde siempre a la poesía, y una melancólica
ironía son visiblemente puestos en juego por la autora. Cito:
Dua, dua, Ella Fitzgerald
Los ojitos de sueño americano
sacudiéndose en el Savoy
Dua, dua
Gladys González
Los ojitos de heroína
sacudiéndose
En el habana club
Gran Avenida nos señala la doble ruta que habremos
de transitar como lectores de poesía. Para ello, la poeta nos
introduce con un epígrafe de la Mistral. Poniendo en evidencia
ese sutil lazo que une la escritura de las poetas chilenas. Hilvanando
esa historia velada de la literatura nacional, poderosa, innovadora
en sus apuestas estéticas y políticas, desde el postmodernismo
Mistraliano hasta nuestros días.
Esta Gran Avenida a que nos enfrenta González, no es
una avenida cualquiera. Es una gran avenida signada por la contracultura
de los ochenta, y "el baile de los que sobran"… Una "Gran"
avenida sin glamour, que no es el paraíso pero tampoco el ante
paraíso, sino un lugar intermedio que podría, tal vez,
constituir una especie de purgatorio contemporáneo de fuga.
Según Solger, "el arte está constitutivamente
ligado a la nada. En la medida en que la idea necesariamente se aniquila,
a fin que lo particular pueda manifestar lo universal": Pensado
así, González constituiría su poética
en lo particular, desde el título del poemario, que nos remite
a un sector localizable de Santiago de Chile, La Ilustre comuna de
Gran Avenida. Pero portando al mismo tiempo, su reverso: Esa imagen
asfaltada, artificialmente iluminada para una individualidad errante
y solitaria.
González trabaja en dirección de una micro poética,
micro política, citando a Dubatti, "reivindica la individualidad
identitaria de nuestros pueblos como culturas, territorios, barrios
y ciudades. En rechazo a la propuesta de una versión única
impuesta desde la metrópoli". La poética de González
escenifica la avenida como lugar de tránsito. Del mismo modo
que nos presenta los paraderos de microbuses como lugares de confluencia
y partida.
Es en esta avenida solitaria y nocturna, donde se inscribe y escribe
este poemario en territorios de tránsito, en un presente que
mira al pasado como se mira una fotografía borrosa. Pues el
futuro bien podría ser el fin de esta gran avenida que los
ojos no terminan de ver.
La de González es una poesía que valora la sencillez,
que no requiere de artificios y que abre un movimiento de oscilación,
de fuga, y anti sacralización de sus significantes.
Los objetos poéticos con que trabaja la autora, reúnen
materiales propios de toda poesía que se piensa a si misma,
hacen referencia a una escritura que se articula en relación
a otras, en diálogo con otras, la mayoría latinoamericanas.
El gran sueño de Rama.
La propuesta poética de González instala al lector
ante pequeñas escenas de la belleza y vacuidad de lo cotidiano.
Paraderos de microbuses. Taxis que regresan del desencuentro a la
soledad del sujeto que acontece para observar la nostálgica
ruina de un paraíso que nunca fue, ni llegará. Y la
imposibilidad del futuro que los ojos no alcanzan a vislumbrar.
González poetiza con la cadencia de un blues negro, cantado
por la Fitzgerald o Aretha Franklin.
Santiago, enero 2005