Cielo Negro
Cielo Negro, Simón Soto. Editorial Libros La Calabaza del Diablo, 2011, 103 pp.
Gladys González
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Cielo Negro, del narrador y guionista Simón Soto presenta la soledad, la memoria y el olvido, la fábula del éxito, la juventud y la sordidez histórica de los personajes como el leit motiv de los 6 sólidos relatos que se presentan a lo largo del libro.
Primero nos encontramos con Victoria Martínez, la solitaria redención de una cantante de música popular adepta al régimen militar, la comadre del General, que relata pasajes secretos de su vida como una relación lésbica con una prostituta y las agitadas noches del Santiago bohemio de los 70`s y 80`s. Cito:
Mi vida estaba indivisiblemente unida al canto, a mi voz, a lo que salía de mi garganta y a lo que expresaba a través de mi canto. Iba a lo que fuera. Kermeses de colegios del barrio, parrilladas y fiestas. Pero donde más trabajo había para mí era en los prostíbulos. Algo tenía mi voz y los boleros que me aseguraban un lugar en los clubes nocturnos de Santiago.
El personaje exhibe una disociación con la realidad, la cantante se vuelca a una doble vida, al extrañamiento de la otredad, una proyección caótica de lo que ocurre día a día en el país y en una colaboradora activa de la fiebre de delación celebrada por el gobierno de turno como si fuera parte de otra puesta en escena en el ámbito de la vida civil. Cito:
Vicky Martínez, escondida tras una capucha, delató a personas que conoció en sus años de cantante de topless. Vicky Martínez vio a seres humanos aplicarle padecimientos y dolor a otros seres humanos, fue testigo del sufrimiento de cuerpos que ya no eran cuerpos sino bultos, cosas emitiendo estertores finales. Vicky Martínez conoció y entabló amistad con agentes de la policía secreta y colaboró en todo lo que pudo para ayudar a restablecer el orden patrio, algo que no entendía pero que le sonaba bien. Vicky Martínez se casó con un hombre perteneciente a un aparato de seguridad del gobierno militar y tuvo hijos con él, pero siguió frecuentando a la Rita e involucrándose con jóvenes y bellas prostitutas, a las cuales sometía a extrañas performances que le aseguraban un placer imposible de conseguir con su esposo o cualquier otro hombre.
Muchos años después, la culpa y la violencia que cargaba y, que finalmente, eran un silencio forzado en su interior estallan en las noches buscando expiación, razón de su abierta confesión. Cito:
(…) las imágenes se proyectan en el techo y a veces pareciera que se mueven, que los rostros y los brazos esqueléticos y las bocas y las lenguas y los estómagos que se retraen y la piel y esos ojos ajenos no fueran fotografías sino videos caseros, y es en ese momento cuando el pecho no deja que los pulmones se expandan, y no hay aire, ni hedores; sólo la opresión y la luna y las fotos.
El segundo realto, Cielo Negro, nos lleva al rancho de un ex actor de la industria de la pornografía, Billy Anderson, un chileno en el exilio, donde dos periodistas realizan una entrevista que se transforma en una tarde de barbacoa, confesiones, whisky y una especial conexión entre Susan, la periodista, y el trágico mundo de recuerdos del actor. Las memorias del hombre penetran en el mundo íntimo de la reportera y afloran sus remembranzas. Cito:
A ella le vienen ganas de sacar su grabadora y comenzar a registrar las palabras del hombre. Aunque sabe que la gente se desconcentra con gestos inoportunos. Hace su mejor intento para ir guardando esas palabras en su memoria. Pero la memoria es frágil, su esposo no se cansaba de repetírselo. La memoria es apenas una telaraña, le decía, por eso escribo, para no perder esas finas redes tejidas en puntos indeterminados. Ella lo escucha ahora en su cabeza, al mismo tiempo que al hombre.
En PAULINA Y MARÍA JESÚS el narrador rememora en una doble escena de excesos los abusos de un sacerdote, donde el ojo de Dios se resemantiza, a través de las drogas y la sexualidad, pero que lleva la misma carga simbólica de impresionismo absorto, abyecto y violento.
En HERMANOS el presente y el pasado se cruzan, una vez más, pero esta vez para quitar las sombras, para esclarecer lo oculto a través de un encuentro filial, entre el rencor y la curiosidad, que le abre al protagonista un camino paralelo a lo moldeado y conocido desde la infancia, un descenlace emotivo que quizás por lo mismo inquieta y hace reflexionar.
En LA URUGUAYA un hijo busca a su padre en México al confesarle su madre moribunda de quien se trata, un afamado director de cine de luchadores, luego de encontrarle, sin delatar su identidad, trabaja para él y tiempo después le ve alejarse por una carretera, sin inmutarse, caminando con su banda sonora por el desierto mientras la brisa recorre su pelo, épicamente. Nuevamente, el cruce del pasado y el presente en un destello que el protagonista maneja melancólicamente, el descubrimiento en el viaje y el riesgo de sí mismo y de su otra historia para terminar quizás completo pero no feliz.
En JENNY POTRONOVICH se relata la historia del vidente de Peñablanca Juan Ángel, conocido en los años `80 como Miguel ángel Poblete, el vidente de Villa Alemana, un distractor más de la realidad nacional de la época por sus visiones multitudinarias. Cito:
El sábado siguiente, tal como nos habían dicho los funcionarios del gobierno, a eso de las ocho de la noche, llegó al Montecarmelo mi General. La multitud, que acampaba allí desde la semana pasada, lo aclamó. En la tarde un grupo de personas llegó hasta el cerro e instaló equipos de sonido. Mi General tenía pensado ofrecer un improvisado discurso. Abrazó a Juan Ángel y luego alzó la mano saludando a la gente..
En estas historias la memoria, los recuerdos, las proposiciones de la sobrevivencia en espacios oscuros y derruidos, tanto en el interior como en el exterior, la revelación de personajes que, entre la contingencia histórica y la intertextualidad, parecen lamentar el hallazgo de un lugar físico o una existencia transitoria en pos de una búsqueda porque la ternura y la compañía están vedadas. Superar la soledad, la ceguera del dolor y el desamor, pareciera ser la búsqueda y, los encuentros fortuitos, un síntoma de esta carencia, la entrega de unos instantes de placebo fugaz. La historia que le da título a este libro resume y marca su atmósfera, todo está sumido en una nivola de máscaras, de seres corrompidos, freno emocional y disfuncionalidad, historias que quedan en tensión y suspenso por los finales abiertos de cada narración que se transforman en una sentencia de la perplejidad y la certeza de la debacle continua o por venir, un sitio donde todo parece precario y frágil. El cielo negro. Un cielo donde no hay estrellas. Un gran, gigantesco cuadro negro que parece una boca abierta. Un hocico, piensa Billy, el hocico de un animal hambriento y voraz.