GLADYS GONZÁLEZ, O LOS ALIMENTOS IGNORADOS DE LA NUEVA POESÍA CHILENA. OBSERVACIONES A PARTIR DEL POEMA “PARAÍSO”.
Por José Carlos Sánchez-Lara
Revista la Zorra y el Cuervo
año II - Invierno de 2008
Todos los derechos reservados.
ISSN 1936-1858
Pero esta vez habrá que desconfiar de la gran literatura y su innumerable colección de próceres. Renunciar al Cántico y la hegemonía fatigante de sus íconos, olvidar nuestra costumbre idolátrica que ha permitido concreción de un orden oficial. Hacer visible otras situaciones de escritura, cuya alteridad se mueve en espacios subterráneos, zanjas. Y aun, ante riesgo de chantaje crítico, asumir dichas partículas haciendo caso omiso a la especulación y ocultamiento con que el arte contemporáneo manipula intuición y realidad. Ver que existe ese complot. Ese rechazo por las formas residuales. O en el peor de los casos: silencio e indiferencia ante cualquier obra “rara”, o producida en una zona marginal del Libro, del concepto.
Tras la opresión que generan las producciones “wagnerianas”, macro-textos “esenciales”, cuya regencia colma y abarrota mas de un siglo de poesía, otra literatura como un escape tóxico al costado de las Factorías NERUDA, BORGES, y OCTAVIO PAZ, se desplaza entre escombros. Se habla de un desecho. Cuya masa o volumen crítico delata una producción menor. Reivindicación de la nulidad y lo periférico como posibilidad combinatoria y renovatoria. Los nuevos hijos del limo, o gritadores del contén. Lo que atestigua resurrección de la intensidad escrita, a partir del agotamiento post-barroco y perceptual con que zares del lenguaje han establecido el “buen gusto” literario, la regla de oro de la poesía en español, cuya infalibilidad deviene fórmula.
Si todo poema o escritura debe estar destinado a denunciar los monstruos objetivos/subjetivos que amenazan al individuo, los “poetas mayores” del siglo XX son los nuevos monstruos que la actual poesía debe, concretamente, denunciar y “destruir” (abocados en un plano estético). Lo contrario es fabricación estéril convocada por jurados falsos.
Son culpables: ideólogos, estructuralistas, también semiólogos, y esa enorme porción de la crítica estética que asegura su manutención al rumiar mismos autores (conceptos) una y otra vez. Masticación, deglución y revulsión que no permite (¿prohibe?) consumir alimentos más livianos, acaso de mayor utilidad proteica. Estas comidas ignoradas si bien se ubican en cualquier rincón de la hispanidad, es en la poesía chilena donde su olor comienza a preocuparnos.
No equivocar. El olor que despide lo antiguo: es caducidad o pestilencia. Las comidas nuevas sin embargo expelen el jugo propicio a los vasos deseantes. Comunión posible entre lo inédito ofrecido y los ácidos gástricos que reclamen saborear lo óptimo.
O insinuarlo de distinto modo.
Que habiendo frecuentado diversos sitios, impresos y virtuales, descubrí entre la inmundicia y vanidad poéticas, un alimento idiomático: nutricio en su modestia, sólido en su adiestramiento técnico, definitivo en su dolor: Gladys González. El origen, fecha de elaboración y envase (Santiago, 1981) se contrapone a la madurez y actualidad de sus poemas. Acotación: aunque formalmente revela aspecto simple, engullir con sumo cuidado, so pena de agujerear nuestra garganta tradicionalista con ciertos clavos, huesos de cerdo, y alambres crecidos en el proceso de cocción. Lo que haría bien, por otra parte, a nuestra experiencia gustativa, educada en alimentos grasos y ocasionalmente banales; o reduciría las visitas continuas a viejas confiterías donde en ampulosos celofanes discursivos se nos vende aun, como dulces de primera, las repugnantes panetelas y bizcochos del surrealismo, ultraísmo, y neo-barroco sudamericano.
No Neruda, no Sarduy, no Borges, no Girondo, no Perlongher, sino digestiones menos lentas donde las mezclas de amor y obscenidad, marginalismo y denuncia ciudadana, humildad y honestidad estética, nos permita un regreso a lo real con la satisfacción y certidumbre de un aprendizaje, no tanto alegórico como creíble, de nuestro propio entorno: el salvajismo continental, global. Una comprobación o identificación entre lo leído y el sujeto, entre lo visto (la rutina del horror) y el poema. Verificar que texto y realidad pueden y deben ser uno.
Y no se habla de realismo aquí. Pero.
Me encuentro más en un poema de Gladys G., que en todo el Canto General de Pablo Neruda, generalidad que no me abarca al desmenuzar geografías, geologías y follajes de una América que sólo existe en retóricos renglones.América-papel. América como siempre ajena y burocrática.
De manera que: ni confiterías líricas, ni interminables odas, ni bares franceses, sino rositerias como única evidencia. Ni glamour, pasarelas, restaurantes conque que engordar el afeminamiento del criticismo latinoamericano, sino zapatos de segunda, martillos, y vandalismo entre carnicerías. Eso encontraremos en la poesía de Gladys G. Traducido también en lo que soy, en lo que fuimos convertidos. Su poema PARAISO concentra “la parte maldita del pensamiento” de que hablaba Baudrillard, no a la manera de los enfants terribles de la tradición francesa (Baudelaire, Rimbaud, Lautréamont. o G. Bataille) sino que concilia ---o canaliza en--el concepto baudriliano de que el poeta asume o succiona la parte enferma, el ganglio malo, de la realidad para purgar “la sociedad entera”. Un proceso unilateral y no menos peligroso que el hombre común ignora y también los escritores comunes. El arte mata (K).
Lo que asombra en Gladys G. se llama densidad por concisión.
La idiotez de los malos poetas presupone una expansión soportada en discursos anteriores, históricos. Edificación de paraísos verbales donde lo esencial no está.
Tras intoxicarnos durante décadas con el culto de monjes franceses. Tras aburrirme durante siglos con la laboriosidad de escritores famosos. Tras inflamar mi conjuntiva con la joyería visual de los modelos ultraístas y dañar mi oído interno con el neo-barroco que pretende ubicar sobre el tapete al escritor en total administración del estilo, decidí con-centrarme en la observación de ésta partícula chilena: Gladys G. Cuyo anonimato se debe, como nunca y siempre, al glaucoma severo que caracteriza a la crítica en cualquier mundo. Y así, como quien descubre un lejanísimo, mínimo, planeta, entre las virtuosas amenidades líricas, decido acentuarlo. O tal vez, como quien detecta un anticuerpo cuya accidentalidad destruye el virus de la “buena poesía”, o nos libre del temor a contraerlo.
Aunque dicho de otro modo. Lo que asombra en Gladys G. se llama talento.
Pero esta vez habrá que declarar.
La obra de Neruda ha caducado. Huidobro está vivo o casi-vivo por virtud de su peligrosidad estética. Gonzalo Rojas más que autor es absoluto animal de escritura. Nicanor es un caso aparte. Los cuatro han creado y destruido (fundado) la poesía chilena, activando epígonos, dobles, seguidores, detractores; nuevas camadas. Pero esta vez habrá que renunciar a los padres fundadores y violentar tiempo y lenguaje; remontar capas geológicas de tradición y ruptura; atravesar el espesor del inconsciente colectivo de toda una escritura. Para llegar a Gladys G.
Y otra vez habrá que declarar.
Yo, desde la lucidez que otorga la intuición psicótica del texto, opongo --y propongo--- la escritura de Gladys G. a los que continúan leyendo a Gabriela M.; a los que continúan masticando a Enrique Lihn; a los que sienten el tirón del miembro hace siglos amputado; a los que se oponen a la radicalidad y persisten en la complacencia y adulación de instituciones (verdaderas máquinas de usurpación); a los que temen ver concretada poesía en estado puro, mediante una escritora de apenas 26 años. Gladys G: relación sin límites con los afueras y profundidades del sujeto. Pertinencia dada, otorgada.
De eso trata. De haber comprendido la (su) lección. A fin que uno pueda digerirlo con todo el honor posible.
Por tanto: no a la lámpara lo dedico, no a la oscuridad.
A los vanguardistas arrepentidos, viudas catárticas, eyaculadores precoces del poema, hipocondríacos del cuerpo fofo de la gloria: en el Chile de hoy un minúsculo animal se oculta bajo las lozas muertas de la poesía. Animal que apenas tiene nombre. O en quien la insignificancia de su nombre, supone camuflaje o advertencia de una cualidad excepcional. Persistencia --- y/o permanencia--- de una escritura “menor”, de una tensión o chillido apenas perceptible entre (contra) el sordo estruendo de una tradición que se ha vuelto inconsistente, inoperante, hueca.
Y al entrar al Paraíso.
Palpar la demolición del individuo. El continuo aprendizaje del dolor por desamparo. La encerrona. Y no sólo al descubrir que bajo el Edén santiaguino, próspero modelo de tecnocracia latinoamericana, florece el propio Infierno (eso ya lo imaginábamos), sino también, de manera abundante, el material con que Gladys González construye y rectifica sus poemas. El mismo ---y único--- material con que ---y mediante el que--- los verdaderos poetas de cada época traducen la agonía del hombre: porquería del opresor. Componente primordial de nuestro origen. Cuota que venimos consumiendo bajo el ananké de la pobreza, por los siglos de los siglos. Dicha maldición o ul-traje.
O pudiera suceder. Que, y por tanto.
Quien cruce hoy el Paraíso de Gladis G., tal vez sólo distinga la máscara, o cuando menos se extraviará ante la apariencia engañosa del lenguaje limpio y la facilidad de un texto nada simple. Porque tal vez en su poesía se cumple como un sello una realidad que la disuelve, tras denunciar lo establecido, en la des-aparición, en su propia anulación, o escurri-miento. De cualquier modo dicho poema, dicho autor y su no-nombre, nos augura algo ciertamente insólito en la poesía del Sur, en la poesía del idioma español, y en cualquier poesía de cualquier idioma.
PARAÍSO
Aquí no hay glamour
ni bares franceses para escritores
sólo rotiserías con cabezas de cerdo
zapatos de segunda
cajas de clavos. martillos. alambres y sierras
guerras entre carnicerías vecinas y asados pobres
este no es el paraíso ni el anteparaíso.
(Gladys González)
* * *
José C. Sánchez Lara
Poeta y narrador cubano. Tiene publicado el libro de poesía Regiones (premio Nogueras, 2004). Varios de sus textos han sido recogidos en revistas universitarias norteamericanas (Rio Grande Review, The University of Texas at El Paso, volumen 25 Spring 2005) y cubanas (Azoteas 2003). Actualmente radica en los Estados Unidos.