VIDRIO MOLIDO
Gladys González. La Calabaza del Diablo, 2011. 82 pags.
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Paraderos solitarios, bares al cierre, taxis de madrugada y míseros
hoteles. Amores
malditos, resacas, días enteros en las sombras. La calle, la ciudad, la noche y de
nuevo la calle. Con eso lidia Gladys González en su poesía:
fue la sustancia de Gran
Avenida (2003), la raíz de las desgracias en
Aire quemado (2009) y el eco en Hospicio (2011). Los libros son recogidos en Vidrio
molido, dando forma a una escapada por
el lado salvaje que sólo puede partir en el último trago de la noche y acabar en un
tristísimo amanecer. “La ciudad y nosotros
/ nos reconocíamos / en una tristeza salvaje”,
anota. Más tarde, pedirá tregua: “Quiero dormir/ hasta el día siguiente/ sin
despertar con resaca / con los ojos pegados/
por la pintura negra/ y los labios quemados”.
En medio de los excesos, abre la
puerta a una pena más definitiva: “Quisiera
cubrir / con los ruidos de la calle / los
ruidos esta memoria”. Vidrio molido recuerda
que González no necesita imposturas ni énfasis para iluminar el perturbador escape de
la soledad de la noche (R.C.)
R. C. La Tercera, Domingo 9 de octubre de 2011
Vidrio molido, Gladys González (La Calabaza del Diablo). Esta poeta de 30 años, que se ha ligado al espíritu punk al feminismo, publica la recopilación de sus tres últimos libros, Aire quemado, Gran Avenida y Hospicio, todos escritos en una lengua radical. La rabia ante la vida cotidiana sin esperanzas, ante una ciudad y ciudadanía cruelmente indiferente, se afirma en una intimidad feroz, llena de vidrio molido: “yo soy un monstruo/ y esta selva/ de boxeadores viejos/ es mi jardín secreto/ y mi familia”, dice uno de los nueve poemas que componen el breve y contundente último poemario.
Marcela Fuentealba. Sábado 08 de octubre 2011