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Autores de muestra

Por Gonzalo León

 

Hace ocho años La Calabaza del Diablo, la desaparecida revista, no la editorial que aún subsiste y que goza de muy buena salud, organizó en un bar de Bellavista un ciclo de lecturas denominado Nunca Salí del Horroroso Chile. El nombre se debió quizá a que se efectuó durante las últimas semanas de enero, en otras palabras durante la época en que todos salen de Chile, de Santiago, pero también el nombre constituyó una cita-homenaje al poeta Enrique Lihn.

Recuerdo que muchos connotados poetas y escritores leyeron en ese extinto bar: Gonzalo Millán, Carmen Berenguer, Pablo Azócar, Pedro Lemebel, Ramón Díaz Eterovic, entre los más connotados, y Cinthya Rimsky, Roberto Contreras y yo, entre los más jóvenes. Pese a que soy medio tartamudo y me cuesta preparar las lecturas, hice lo que pude, esto es, una puesta en escena con tres actores. Debo reconocer que esa ha sido la lectura que más me ha gustado con el tiempo.

En esa época, aparte de festivales como Chilepoesía y Poesía al 100%, eran pocas las instancias serias en donde se podían mostrar textos nuevos. Hoy, en cambio, la situación ha variado drásticamente. Casa Rosada, Descentralización Poética, Poquita Fe, además de otras iniciativas, las lecturas se multiplican por Santiago, incluso en febrero. No importa que el público sea el mismo, no importa que los poetas y escritores que leen sean los mismos, no importa nada, salvo la necesidad de mostrarse como autores.

Eso sin contar que entre el 2007 y el 2008 vinieron a Chile, con gran éxito, Ricardo Piglia, Julian Barnes, Michel Houellebecq. Parece ser entonces que el panorama de la literatura y la poesía chilena es sumamente auspicioso, casi de los mejores. Como dijo Jaime Pinos antes de asumir la dirección de la Casa de Neruda de Isla Negra, “está todo pasando, huevón”. Sin embargo, antes de abrazarse vale la pena preguntarse qué es lo que “está pasando, huevón”.

Hace poco llegó a mis manos una Revista Ñ del año pasado, en cuya portada se lee: “El escritor como espectáculo”. Básicamente el reportaje habla de este nuevo fenómeno de lecturas y ciclos, en donde lo que prima no es la literatura, sino los autores. Según la autora, este fenómeno tiene una explicación en los blogs y comunidades virtuales, en donde cualquier persona que escriba algo ya es un escritor. En este sentido, la moda de las lecturas sólo sería una validación de esta comunidad de blogs y sitios web. Todo el que asiste a ellas avala al que lee, al menos en sus pretensiones literarias.

Pero si así es, ¿por qué el Centro de Extensión de la Universidad Católica estaba lleno cuando vino Houellebecq? ¿Acaso él es una especie de administrador de nuestros blogs, digo nuestros, porque también tengo uno (de hecho, este texto aparece en él)? Sencillo, tanto Houellebecq como Barnes y Piglia han sido sujetos de discusión en estos blogs o comunidades virtuales, así es que cómo no estar. Había que estar allí, para luego rebatir lo mal o lo bien que lo hizo Gonzalo Garcés en la conversación con el escritor francés. Mínimo, ¿no, galla?

Conozco a muchos de los escritores y poetas que leen en estas instancias, y creo que muchos de ellos intentan probar sus textos en público. Algunos lo hacen una y otra vez, pero cómo hacerlo bien, si el público es el mismo o varía muy poco. Entonces aceptemos que eso de probar el texto, o lo literario, existe, pero también existe el cómo lo hice, vale decir el desempeño del autor. Cada vez en estas lecturas escucho más y más que uno es el vehículo de su literatura y que, para ser un buen vehículo, hay que respirar bien, leer bien, dar los énfasis o las pausas en los momentos adecuados. Y eso ya no es literatura, es interpretación.

Algunos dirán que soy anticuado, pero a mí me gusta el texto, y más aun el objeto libro. Ha habido ocasiones en que me ha gustado mucho una lectura de un determinado poeta o escritor, pero a la hora de leerlo ha sido un desastre, y viceversa: hay poetas y escritores que leen pésimo, pero sus libros resultan muy buenos a la postre. O también hay textos, como los de Mauricio Redolés o Harry Vollmer, que son para ser leídos en público y que se pierden como objeto libro.

Entonces el texto manda, al menos para mí. Y si el texto manda, ir a una lectura es un hecho anecdótico que me sirve para conocer, a grandes rasgos, lo que se está produciendo. Nada más. No me considero parte de una comunidad virtual por tener un blog, ni tampoco guardo alguna afinidad con tal o cual poeta por el solo hecho de haberlo escuchado mil veces, ni menos ando tratando de avalar a alguien, porque no soy nadie para hacerlo. Ah, y tampoco creo que esté pasando gran cosa en términos literarios; porque si bien el circuito literario ha crecido, las producciones, o sea los libros, no lo han hecho en lo que importa: calidad e innovación.

 

 

 

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