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Camus, Gauguin y la sismopolítica
Por Gonzalo León
Hace casi sesenta años Albert Camus, el escritor oranés y Premio Nóbel de Literatura, estuvo en Chile, más específicamente en Santiago durante cinco días. Según cuenta en sus “Diarios de viaje”, el carácter del chileno se explica por la sismicidad del territorio: “Quinientas sacudidas por año –de las cuales varias son catastróficas. Esto crea una psicología de inestabilidad. El chileno es jugador, gasta todo lo que tiene y hace política todo el día”.
“Diarios de viaje” se enmarca en un libro que abarca dos períodos y dos viajes. El primero es por Norteamérica en 1946 y el otro por Sudamérica (Brasil, Uruguay y Chile) en 1949. En ambos viajes Camus se dedica a dar conferencias; sin embargo, cuando está en Santiago la conferencia que estaba por ofrecer en la Universidad de Chile se suspende. Según consigna su diario, el 17 de agosto fue un “día de disturbios y revueltas. Ayer hubo manifestaciones. Pero hoy esto parece un temblor de tierra. El motivo es un aumento de las ‘micros’ (autobuses de Santiago). Dan vuelta los ómnibus y los incendian. A la tarde me avisan que la universidad, donde los estudiantes hicieron una manifestación, está cerrada, y que mi conferencia no podrá tener lugar allí”.
Camus vuelve a mencionar el carácter telúrico del chileno, al referirse a la manifestación como un “temblor de tierra”, pero tal vez lo más notable de su observación es que habla, sin querer, del gran problema que hemos tenido los santiaguinos por varias décadas: el sistema de transporte público. Sin ir más lejos, Joaquín Edwards Bello en sus crónicas se quejaba de la gente que no pagaba su pasaje en el tren y Ricardo Puelma hacía lo propio, al ver cómo los recursos fiscales se dilapidaban con los miles de pases libres que se entregaban a Carabineros para viajar en góndolas.
Si el sistema de transporte público no funciona, ya sea con trenes, góndolas, ómnibus o buses oruga, la dificultad o problema no radica en el sistema, sino en nosotros, los usuarios. Santiago, sea cual fuere su sistema de transporte, está destinado al colapso. Y esto al parecer tiene que ver con la manera en que ha crecido la urbe. Luis Thayer Ojeda nos decía que esta ciudad en el SXIX se extendía entre calle De las Claras (hoy MacIver) y Chuchunco (todo el sector que rodea el Terminal San Borja). Entre estos tramos circulaba la locomoción colectiva. Hoy los buses oruga del Transantiago no sólo duplican ese recorrido, sino que lo multiplican por varias veces.
Pero no sólo los recorridos se han multiplicado, la población también y, lo que es más importante, la sismicidad del chileno se multiplicó a tal nivel que tuvimos un gran terremoto político en 1973 y varias réplicas durante diecisiete años. Paul Gauguin (“Diarios íntimos”, Ediciones Coyoacán, México, 1995) en su paso por Iquique –cuando esta ciudad aún era peruana– dijo: “Por valiente que seáis, por más sabios que podáis ser, tembláis cuando la tierra tiembla. Es una sensación común a todos y que nadie puede negar”. Tal frase le da la razón a Albert Camus, y hace que tengamos más cuidado con lo que significa vivir en un país o territorio sísmico.
Llevando in extremis el planteamiento de Camus y Gauguin, podría afirmarse que la Guerra del Pacífico tuvo su detonante en el terremoto de Arica de 1877, el golpe de Estado en el gran terremoto de Valdivia con tsunami incluido de 1960, el triunfo en el Plebiscito del ‘88 en el terremoto de 1985 y la revolución pingüina en el de Antofagasta de 2005. Desde este punto de vista, se podría asociar un gran hecho político a un movimiento telúrico, lo que nos dejaría en manos de sismólogos y políticos, creando una nueva disciplina: la sismopolítica.
De este modo, se podrían predecir acontecimientos políticos a partir de movimientos telúricos. Por ejemplo, si mañana hay un terremoto, podríamos afirmar que la Concertación dejará el poder,… o tal vez no, porque a decir verdad el sismo en este caso se produjo y fue con “c”, vale decir un cisma, y lo perpetró Pepe Auth y sus dos listas de concejales.
Lo paradójico de la idea de sismopolítica es que se origina a partir de dos diarios de franceses que viajaron por el mundo. Pero además proviene de un país donde nunca ha habido terremotos, aunque sí muchos y severos conflictos políticos y sociales.