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Cómo
escribir sin Bolaño
Por
Gonzalo León
La Tercera Cultura, Sábado
3 de marzo de 2007
En los albores del
año 2000, Roberto Bolaño afirmó en el extinto programa televisivo
Off the Record que "escritores jóvenes y buenos debe haber, pero están
tapados por esta mierda". Se refería al ambiente literario que no
dejaba -tampoco lo permite ahora- que un muchacho se yerga diciendo aquí
estoy y merezco ser publicado. Transcurrido el tiempo, los hijos de Bolaño,
aquellos que lo consideran -con justa razón-como el mejor escritor chileno
en mucho tiempo, pasaron a ser sus viudos. Y como ya sabemos, los viudos actúan
con veneración.
Dejemos en claro algo: la propuesta literaria de
Bolaño abría mundos y posibilidades, mientras que sus viudos los
cierran cuando imponen una manera de escribir, un gusto literario
y cuando se dedican a interpretarlo. Así pasa con Alejandro Zambra, quien
en una entrevista para difundir su próxima novela dijo muy suelto de cuerpo:
"Creo que Bolaño escribía para descubrir lo que quería
escribir. Escribía para ver, no para convencer. Y por eso convencía".
No sé si Bolaño sabía para qué escribía, pero
aunque lo hubiera sabido, suena presuntuosa la afirmación de otro que no
sea el propio Bolaño.
Pero lo escandaloso es que hoy, quien desee
escribir un cuento, una crónica o una novela, debe hacerlo desde lo literario,
es decir, a lo Bolaño. Otras posibilidades, como la experiencia propia,
tienden a quedar descartadas. Y la experiencia propia ha sido el alimento de narrativa
de excelente calidad. ¿Quién, por ejemplo, podría dudar que
todas las novelas de Ernest Hemingway, desde Fiesta en adelante, son autobiográficas?
En este punto, el escritor Hanif Kureishi da algunas luces: "A los escritores
les preguntan con frecuencia si su obra es autobiográfica. A mí
me parece una pregunta rara, un tanto redundante: ¿de dónde puede
proceder la obra sino del propio ser?". Pero Kureishi no se queda ahí,
agregando que la lectura se vive como una experiencia personal, autobiográfica.
En otras palabras, la lectura de un libro no significa lo mismo para dos personas.
Hasta
aquí uno podría pensar que existen dos maneras de escribir narrativa:
desde lo literario -que Bolaño, obviamente, no inventó- y desde
la experiencia propia, igualmente antigua. Sin embargo, surge una postura intermedia,
explicitada por el escritor Javier Marías en su "falsa novela"
titulada Negra Espalda del Tiempo. La anécdota es de hace casi diez
años, cuando Marías escribe Todas las Almas, novela ambientada
en su lugar de trabajo, la Universidad de Oxford. En el flemático mundo
académico este libro causó gran revuelo, ya que muchos creyeron
que lo que ahí estaba escrito pertenecía más a la realidad
que a la inventiva del escritor. Por eso Marías se vio en la obligación
de precisar en Negra Espalda... lo siguiente: "Siempre se dice que
detrás de toda novela hay una secuencia de vida o realidad del autor, por
pálida o tenue o intermitente que sea, o aunque esté transfigurada".
Pero enseguida aclara que tal vez preferimos asignarle esa secuencia de vida o
realidad al autor por el horror que nos puede producir lo escrito.
Seleccionar
y organizar
Uno podría observar que Gonzalo Garcés
(El Futuro) escribiría a lo Marías; Pedro Lemebel (La Esquina es
mí Corazón) y Francisco Casas (Yo, Yegua); desde la experiencia
propia, y Alejandro Zambra (Bonsái), Alvaro Bisama (Caja Negra) y Claudia
Apablaza (Autoformato), a lo Bolaño. Pero ni Bolaño ni Marías
ni nadie -dejémoslo claro- son el problema. Porque detrás de todas
estas consideraciones se encuentra la calidad del artificio o del narrador o de
quien cuenta la historia.
Porque aunque se escriba desde la experiencia
propia o desde lo literario, aunque el narrador se llame igual que uno o sea una
réplica de Balzac, siempre estaremos presentes ante un artificio y nunca
ante una persona de carne y hueso. Es imposible contar lo vivido como realmente
aconteció, sencillamente porque el acto de escribir implica seleccionar
y organizar una montaña de hechos. No obstante, como bien señala
Kureíshí, "una montaña de hechos no equivale a una pizca
de arte". Y ahí arranca todo el problema.