¿DE QUIÉN SON ESTAS MEMORIAS?
Presentación de “Las Memorias del Baruni”, editado por José Leandro Urbina
(Libros La Calabaza del Diablo, 2009)
Por Gonzalo León
Llevo casi cinco años haciéndolo de manera explícita e impúdica todos los domingos en un medio de comunicación con tiraje nacional y creo que poseo cierta autoridad para hablar de memorias. Pero confieso que cuando empecé a escribir crónicas, las cuales trabajo con la ayuda de la memoria, mi intención era muy distinta a la de hoy. Hace cinco años quería hacer una ficción solapada o si prefieren una solapada ficción. Luego, la ficción comenzó a desaparecer para dar paso a “primeras impresiones”, que como dice Roberto Merino, “siempre van unidas a primeras explicaciones”. Hoy no sé por dónde anda este ejercicio de escritura, aunque lo intuyo con los comentarios de desconocidos y amigos: el humor.
Al leer por separado y luego poco a poco el conjunto de esta primera entrega de “Las memorias del Baruni” tuve todas estas sensaciones juntas, vale decir sentí humor, primeras impresiones unidas a primeras explicaciones y por cierto ficción solapada. Explicar -como uno de los editores de la colección Hazla Corta de Libros La Calabaza del Diablo- lo que significó haber trabajado este texto es también explicar mi propia escritura o mi concepto de ella, lo que supondría una tarea fácil. Sin embargo, “Las memorias del Baruni” aportan una perspectiva no menor y para mí desconocida, ésta es el tiempo en el que se desarrolla la historia, aquellos años sesenta previos al golpe de estado, que no viví como sujeto conciente, sino como niño malcriado.
Fue en este lugar, en este tiempo, donde me topé con una gran piedra para analizar el texto. No obstante, salté la piedra asumiendo como verdad lo que el Baruni me contaba, porque esa es la verdad que en definitiva importa y no la histórica, política o periodística. Desde este punto de vista, podríamos debatir latamente qué es verdad literaria, cosa que dejo a los expertos. Yo escribo y comento.
Por ejemplo, escribo que, durante un sueño erótico que pudo haber sido una “partusa” o algo parecido, vi al Gordo Baruni bailando sobre una mesa. Tenía la camisa abierta y reía. Al darse cuenta de mi presencia, se bajó de la mesa y, con el dedo índice amenazante, me dijo: No me caguís, huevón. Pero para serles franco, esto no fue así. Nunca he soñado con el Baruni, aunque sí con José Leandro Urbina. En este punto creo que radica el otro tema a tratar: ¿cuál es el verdadero rol del autor de “Cobro revertido” y “Las malas juntas” en la escritura del Baruni? ¿Fue solamente un editor? En realidad hacerse estas preguntas tiene la misma insensatez que preguntarse si el Baruni no será tal vez un Urbina enchulado.
Pero pongámonos en la piel del autor-editor y pensemos qué haríamos con las memorias de otro. ¿O qué haríamos con las memorias de alguien que desaparece, pero se conoce? Una alternativa es quemarlas, otra dejar que el tiempo las destruyera y la tercera procurar que se publicaran. Por eso cuando Urbina tuvo la primera reunión con nosotros para publicar estas memorias, su intención era sacarse un cacho de encima, evacuar algo que en cierta medida lo aproblemaba.
¿Cuál fue el grado de conocimiento entre el editor y el Gordo Baruni? A decir verdad, no lo sabemos ni tampoco importa, aunque se puedan obtener algunas señales con las notas al pie de página, en las que Urbina sabotea en cierta medida el trabajo del escritor Baruni.
Podríamos afirmar entonces que esta primera entrega de “Las Memoria del Baruni” fue escrita a cuatro manos, porque si bien la historia es del Baruni, el orden, la estructura es de Urbina. Pero también podríamos decir que las memorias del Gordo Baruni son las memorias que en algún momento quiso escribir Urbina, pero que como no tenía material suficiente, inventó un hombre, un personaje que sí las hubiera vivido. Digamos de este modo que José Leandro Urbina es a Miguel de Cervantes lo que el Baruni es al Quijote. La ecuación encaja, o al menos eso dicen, guardando las distancias y los pesos de cada uno.
“Las memorias del Baruni (Tomo I)” es la historia del despertar sexual de un niño gracias a sus tías, pero también es la historia del despertar político de un joven gracias al mundo que lo rodea: novias, vecinos, familia, amigos. También es la historia de esa gran fiesta o de esa gran farra que fue la Unidad Popular. “El ansia de sexo”, le dice un personaje al Baruni, “parece superar en nuestra cultura a los intereses comerciales, el ansia de sexo conduce a la venganza y a la guerra. Haz el amor y no la guerra, predican los ingenuos. En el fondo, entran al círculo por otra puerta… Te lo digo, hijo: Cuando el momento sea preciso, alguien tendrá que escribir un libro sobre el rol del sexo y las mujeres en la revolución”.
Creo que este es el libro al que se refería ese personaje. Y la pregunta sobre quién es el verdadero protagonista de estas memorias, al menos por hoy, no debiera contestarse.