Damián Selci,
escritor
argentino
Contra la
deshonestidad
intelectual
Por Gonzalo León
Revista Punto Final, Junio de 2012
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“… entonces hablamos en serio o no
hablamos en serio; si ves que tenés un
Esclarecido apuntado, lo tenés o no lo
tenés; ¿lo tenés?; lo tenés; entonces
no jorobemos, fijate si no en Juan
Martín Díez; en las Guerras de la Independencia,
del signo que sean, estas
mentes tienen premio; odiaba a los
franceses; después de algunas derrotas
en campo abierto pensó en armar
bandas más escurridizas, compuestas
por amigos y parientes; los sacaba de
todas partes porque tenía discurso;
para ganar la Guerra, decía, hay que
ganar muchas Guerrillas. Él impuso el
término; después Napoleón reconoció
que la Resistencia Española fue la
causa primordial de la derrota gala;
no lo podía creer, le mataban gente
en cualquier lado, le robaban comida,
armas, medicamentos; encomendó un
Perseguidor Exclusivo para que matara
a Díez; no hubo forma; le hicieron
un monumento, se lo voltearon y lo
volvieron a poner; en 1814 empezó a
firmar con el apodo que lo había hecho
popular: El Empecinado”
Damián Selci tiene menos de treinta
años, es editor de Revista Planta, ejerce
la crítica en distintos medios argentinos, milita
hace unos meses en La Cámpora (la agrupación
de jóvenes liderada por Máximo Kirchner) y
acaba de publicar Canción de la desconfianza (Eterna Cadencia, 2012), novela que reflota el
relato político y en la que aborda -sin recurrir
al realismo- la división de la sociedad argentina
de hoy: los partidarios de un modelo versus
los detractores. En este libro, los primeros son
Empecinados (nombre tomado de Juan Martín
Díez, “El empecinado”, que combatió a Napoleón
durante la ocupación de España), mientras
que los detractores son Esclarecidos. La historia
trata de unos chicos que quieren convertir al
hijo de un Esclarecido a través de la pedagogía.
Organización, conciencia, moral y pedagogía
son los ejes por los que se mueve este relato.
Selci confiesa que empezó a pensar esta novela
en 2008, con la crisis del campo, esa (esclarecida)
crisis que tuvo en jaque el primer mandato de
Cristina Fernández. Del campo rural pasó al
campo cultural y de ahí, a la génesis de Canción
de la desconfianza. “Si lo que define la vida política
en Argentina es la contraposición, yo quería
que eso se notara”, afirma. “No quise traducir
literalmente lo que estaba pasando, pero entendía
que en esa contraposición no existía lenguaje
común, lo que para unos es A para otros es Z”.
- Al principio la novela no es fácil de leer:
abundan descripciones de acciones (el protagonista
camina, abre la puerta, entra, ve la
cama) y descripciones de las cosas (que tienen
mayor vuelo poético).
- “Si quería transmitir esa contraposición, no
podía ser un lenguaje llano, porque eso hubiera
sido un lenguaje de consenso”.
- “Canción de la desconfianza” es una reinstalación
del relato político en Argentina. ¿Cómo surge?
- “Este texto tiene su origen en lo que fue la
crisis del campo en 2008, cuando quisieron ‘voltear’
a Cristina, y lo seguí desarrollando hasta
2010. Entremedio me fui dando cuenta, a través
de mi ejercicio crítico en revistas y suplementos de cultura, de que los narradores argentinos
estaban trabajando mucho con cuasi bestsellers de los años noventa, y con variantes muy poco
importantes. Por contraposición, yo observaba
mi biblioteca y me daba cuenta de que estaba
basada en la poesía argentina de los 90, que está
cargada de relato político. Por eso yo no diría
que introduzco el relato político en la literatura
argentina, porque siempre hay alguien que lo
introduce antes o junto a uno”.
SOBRE LA POBREZA
- ¿Pasaste del campo rural al campo cultural?
- “En el campo cultural argentino existe el
amiguismo, o sea la deshonestidad intelectual.
Y hasta hace poco no teníamos la posibilidad de
discutir en serio de literatura. Si te fijás, la belicosidad
en el campo social y político es mucho
más fuerte que en el campo cultural. De hecho,
si analizamos los personajes de la última narrativa
argentina nos daremos cuenta de que no ha
sucedido nada en Argentina. El mundo interior
de estos personajes, además, es ínfimo…”.
- En “Canción…” el personaje principal,
Styrax, se pasa autopreguntando y autorespondiendo.
Hay una noción de conciencia.
- “Yo quería contraponer este personaje con
el típico personaje lleno de pereza de la última
producción narrativa argentina. Una vez solucionado
esto, pensé que si el personaje central se
autopreguntaba y autorespondía, eso ameritaba
una fuerte carga descriptiva en el relato, que
diera cuenta del carácter de la novela. Los pies
en la tierra y la cabeza en cualquier parte. Y lo
que te acabo de decir tiene que ver con que a
lo mejor Argentina, desde un punto de vista
estrictamente visual, no ha cambiado tanto en
los últimos años, pero sí hubo una transformación
mental o espiritual, y de eso no hay duda”.
- Es extraño que una novela actual hable de
la pobreza sin caricaturizarla en la villa o población.
Tú lo haces valiéndote muy bien de la
descripción de bolsas de basura, de personas
comiendo un choripán…
- “Para mí no era descubrir la pobreza. Yo vivo
en un barrio de clase media, que se llama Liniers,
y es sucio. Como Once, es una zona de paso, en
donde hay una estación de tren. Lo importante
es quién pasa por Liniers, y lo que me interesaba
de eso es que usualmente la pobreza está unida a
la basura, pero para mí la basura son los rastros
del consumo. Es otra cosa, ¿te fijás?
Ahora, volviendo a lo de las descripciones.
Eso surge porque yo tenía la impresión de que
por el método objetivista iba a encontrar el
ojo, y por tanto me iba a encontrar con lo que
cuentas. Sin embargo tenía que complementar
ese método con algo más imaginativo, algo que
no pasara por los ojos, y ahí me sirvió todo
lo que he leído de poesía chilena, como Alto
volta, de Yanko González, y Vírgenes del sol inn
cabaret, de Alexis Figueroa”.
MORAL Y PEDAGOGIA
- También hay una apelación a la moral, que al principio incomoda porque se presupone que la novela moderna no debe ser moral; sin embargo la tuya lo es. Y no sólo eso, también se presupone que la novela moderna no debe ser explicativa; sin embargo la tuya es pedagógica.
- “Justamente, hay algo en la literatura -que se da en todos lados- que es decir ‘no hay que hacer esto o lo otro’. Hoy decir que la novela no debe ser moral resulta anacrónico, formalista, si querés. Bertolt Brecht, con quien no pretendo compararme, usa la pedagogía en sus textos. Ahora, yo no tenía modo de que el sujeto de mi libro fuese el pueblo, pero sí el cuadro político, y la pedagogía del cuadro político calzaba perfecto con mi novela; porque en ella no se enseña lo que hay que hacer, sino que cómo hay que hacerlo. Lo que se enseña en definitiva es a codificar, a leer las cosas; y aquí puedo poner de ejemplo a Marx: son claras porque alguien se dio el trabajo de unir cabos sueltos y decir que el capitalismo no estaba bien”.
- ¿Hay algo marxista en “Canción de la desconfianza”?
- “No, lo que hay no es una división de clase, sino una división moral. Y te aclaro que a mí no me divertía que muchos escritores dijeran que ‘la moral no va’ y me preguntaba, por contraposición, si se podía sostener lo contrario. Y bueno, este texto es un intento de eso”.
- Detrás de esta división entre Empecinados y Esclarecidos hay la idea de que como autor es más importante tener una voz propia a sentir que lo que escribiste está bien y mal.
- “Si hay algo que uno puede aprender en literatura es la singularidad. Lo demás -el talento o el trabajo- es secundario; y yo me puse a buscar esa singularidad a través de hacer una serie de cosas que no se podían hacer. Y debo admitir que esto en parte estuvo motivado por la falta de libros buenos en el último tiempo; hay una producción narrativa argentina interesada en la traducción, en la pertenencia a España, una producción que no está en lucha, sino todo lo contrario, está en el amiguismo. Yo contrapongo esa lógica con el cenáculo, que es juntarse una vez por semana con otros escritores a discutir no sobre nuestras conveniencias, sino sobre lo que está aconteciendo a nuestro alrededor y también sobre libros, y de todo: debatir, aunque no estemos de acuerdo, que a fin de cuentas es la esencia del debate”.
LA PRESIDENTA ARGENTINA
- ¿Se puede saber qué opinas de Cristina Fernández?
- “Cristina es la figura que permite que los de mi generación sientan que estamos teniendo una juventud. Cuando tenía dieciocho años, el país estaba en quiebra y mis amigos fantaseaban con emigrar a España o Estados Unidos. En ese año, 2001, no teníamos plata para nada y sentíamos que no teníamos futuro. En el fondo no teníamos juventud. Cristina significa que el país se convirtió en algo muy interesante y empezás a valorar a tus compatriotas, porque -y esto lo digo en relación a lo que está pasando en Europa- aquí nunca hubo un técnico del Fondo Monetario Internacional al lado del gobierno”.
- ¿Cómo vives la división de Argentina, no ya entre Empecinados y Esclarecidos, sino entre poder político y poder económico-empresarial?
- “Cuando uno es joven debe tener un enemigo claro. En 2001 no lo había, o más bien había muchos: los políticos. Hoy hay enemigos claros. Mirá, yo estuve en el acto de Vélez convocado por las juventudes kirchneristas a finales de abril, en donde se apoyó a Cristina. Más bien se le reconoció como lo que te decía, y te digo: que hace cuarenta años que no había tantos jóvenes reunidos. Fue un acto de gran importancia histórica”.
- Y en Vélez que queda en Liniers, donde además transcurre parte de “Canción…”.
- “Cuando ocurre algo semejante, la idea de hacer política se solidifica y te das cuenta de muchas cosas. Por ejemplo que el pueblo es de Izquierda, y aprueba la nacionalización de YPF, que protesta ante la injusticia, protesta por todo. Durante la dictadura trataron de destruir a esa sociedad civil que protestaba por todo, pero no lo lograron. Mientras en otros países hay una reverencia al poder empresarial, aquí eso no sucede”.
- Por último, ¿el protagonista de tu novela, ¿podría ser catalogado como militante de La Cámpora?
“En la novela se muestra al protagonista y a los que lo rodean en el tránsito de la secta al partido. En los libros de James Joyce, en especial en Retrato de un artista adolescente, hay algo que me interesa mucho, y es que hay momentos en los que en la subjetividad de una persona surge una revelación. La crisis del campo, volviendo al principio, fue eso para mí: una revelación”