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Una crítica analfabeta

Por Gonzalo León

 


 

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Últimamente me he estado fijando en las reseñas de libros que salen tanto aquí como en Chile, quizá porque después de quince años he vuelto a reseñar, y cuando digo esto, no quiero que me malentiendan: no estoy virando hacia la crítica, sino que sólo estoy ganándome la vida. Por esto mismo sé que muchos de los comentaristas más que una vocación profunda por los libros los mueve el sustento, cosa que me parece perfecta, porque todos debemos subsistir de alguna manera.

Zanjado este punto, quiero recordar lo que dijo Martín Kohan en el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA). En aquella oportunidad Kohan afirmó que la crítica argentina estaba motivada por el amiguismo, el enemiguismo, en fin que detrás de un comentario aparentemente halagador o virulento podía encontrarse cuestiones personales, ajenas al texto. Casi un año después el narrador y crítico argentino Damián Selci profundizó en esto y en una entrevista publicada por esta misma revista agregó que en “Argentina existe deshonestidad intelectual”.

Si suena confuso esto, les ruego que me den el beneficio de la paciencia. Hace unos años leí una crítica de Patricia Espinosa en las páginas de cultura de Las Últimas Noticias. Su título era llamativo, “Una diosa en Barcelona”, y al leerla admito que me reí. Ya conocía el estilo de Patricia, de hecho muchas veces había simpatizado con él, pero esta vez algo no encajaba. Por otro lado también conocía a la víctima de la reseña, Claudia Apablaza. No era que estuviera en desacuerdo con el fondo del comentario, sino con la forma tan descalificatoria que invalidaba, paradójicamente, el fondo. “En su pretencioso intento por mostrarse culta e inteligente”, escribió Espinosa en 2008, “además de sensual y calculadamente freak , la protagonista de Diario de las especies resulta tan vacua y patética, que cuesta creer que estamos frente al segundo libro de un autor o autora…”. Hoy pienso que uno podría decir lo mismo de Patricia: “En su pretencioso intento por mostrarse culta e inteligente, la crítica de Diario de las especies resulta tan vacua y patética, que cuesta creer que…”.

Este año Espinosa tituló la reseña de un libro de Lina Meruane como “Una ciega en Nueva York” y, si bien era un poco menos descalificadora, hubo cosas que se podían comparar con la anterior: “Lo peor es el intento descarado por despertar compasión acudiendo a la estrategia de mezclar ficción y realidad al denominar al personaje con el mismo nombre de la autora: Lina Meruane, la cual adopta características de una masculinidad detestable. Esta mujer se lleva pésimo con las mujeres, a quienes no duda en ridiculizar marcando una distancia intelectual”. Lo último podría nuevamente aplicarse a la misma crítica: “Esta mujer se lleva pésimo con las mujeres, a quienes no duda en ridiculizar”. Es curioso que estas dos reseñas hayan sido hechas a mujeres (una diosa y la otra ciega) que en su momento vivían fuera de Chile.

Creo que no hubo mala fe, sino cuestiones personales, pero no las referidas por Kohan (amiguismo o enemiguismo, porque Patricia no tiene amigos en el ambiente literario), tampoco a deshonestidad intelectual (porque si hay algo que le sobra es eso), entonces frente a qué estamos. O mejor, ¿es un fenómeno aislado esto de un comentarista virulento? Hay muchos, y no sólo en Chile, sino también en Argentina. Quizá uno lo podría dejar pasar, mas no la mirada distorsionada, errática de ciertas novelas. Pedro Gandolfo criticó Bahía Blanca, de Kohan, y se abstrajo del significado de Bahía Blanca, que no es cualquier ciudad, porque por años fue la frontera entre la civilización y la barbarie, un tema fundacional en la literatura argentina. Fue en una línea imaginaria que pasaba por el norte de Bahía Blanca (específicamente por Nueva Roma) donde el ingeniero y cronista francés Alfred Ebelot intentó construir la famosa Zanja Alsina a finales del SXIX. Este desconocimiento produjo a mi juicio un error en la lectura, cuestión mucho más grave, porque lleva a tener una visión analfabeta del libro de Kohan.

Esta falta de lectura también ocurrió en Argentina con el última bestseller de Roberto Ampuero, embajador de Chile en México. Aquí Juan Pablo Bertazza juzgó así el libro del embajador: “El último tango de Salvador Allende viene a profundizar un hallazgo que hace tiempo viene buscando Ampuero, un estilo, una atmósfera, una marca de género que –dicho sea de paso– lo catapultó, en los últimos años, de autor de culto a masivo”. Si Bertazza se hubiera tomado la molestia de entrar a Google, se hubiera dado cuenta de que el embajador jamás fue un autor de culto. Ahora, esto podría pasar debido a una flojera o desidia que suele atacarnos a muchos, pero la flojera intelectual es imperdonable; porque hizo perder el eje, la línea editorial de un diario, porque esto apareció en el suplemento de libros de Página 12, un diario que está con la Presidenta y con los proyectos de izquierda en el continente; lo que hizo este comentarista, en otras palabras, fue poner en el lado equivocado a Ampuero, quien se ha valido de los íconos de la izquierda latinoamericana para sacarles dividendos en sus bestsellers. Tal es la pérdida de brújula, que sería como si Beatriz Sarlo escribiera en las páginas de Página 12; pero vamos, sabemos que eso sería improbable, cuando no, imposible.

Los ejemplos que he dado no son los únicos, está lleno de ellos, y eso me hace pensar en lo que decía Enrique Lihn de la escena literaria chilena: “Un solo crítico, ninguna revista, dos salas de conferencia, un lugar de reunión, nada”. Esa nada creo que sería preferible a la cantidad de reseñistas que hay en el mundo, todos leyendo poco y mal. Pero claro, la nada intimida.




 

 

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