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Traducir lo intraducible
A propósito de Finnegans Wake en español, versión de Marcelo Zabaloy

Por Gonzalo León
Publicado en http://www.lacapital.com.ar/ 11 de septiembre de 2016

 


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Ilegible, intraducible, libro maldito, mezcla de lenguas, la última broma de una mente brillante, la invención de un idioma como dijo Borges, el libro que revolucionó la literatura del siglo XX, son algunas de las consideraciones ante la mención del Finnegans Wake, la última novela del gran escritor irlandés James Joyce, que acaba de traducir íntegramente, y por primera vez al castellano, el bahiense Marcelo Zabaloy para la editorial El Cuenco de Plata, sumando así su segunda traducción de Joyce después del Ulises.

¿Es Zabaloy el nuevo Salas Subirat, ese agente de seguros que se animó a completar una traducción del Ulises cuando una comisión de anglicistas, entre los cuales se encontraba Borges, se reunía para discutir los preliminares de lo que sería aquella traducción? ¿Es el Finnegans Wake un libro traducible? ¿Esta primera traducción está a la altura de las expectativas de semejante obra? Estos son algunos de los interrogantes que plantea el segundo trabajo del traductor de Bahía Blanca y que, como Salas Subirat, no se gana la vida como traductor, pero que constituyen un pretexto para hablar del Finnegans y desde luego de su trascendental autor.

En Conversaciones con James Joyce, de Arthur Power, publicado recientemente por Ediciones UDP, se observa el proceso de escritura de la última y monumental novela del irlandés, que con su genio marcó a fondo la literatura contemporánea. Power era un artista que cuenta de primera mano cómo estaba Joyce en ese momento y qué visión tenía de la literatura. Un día, por ejemplo, escribe que "Joyce estaba trabajando en el comedor y, tras la vidriera que dividía la estancia, pude observar su mesa llena de manuscritos, cada uno con tinta de distinto color: los manuscritos de su Obra en marcha (Work in Progress se llamaba en un principio el Finnegans)". El autor de Retrato de un artista adolescente ya tenía una idea bastante clara de hacia dónde tenía que ir su obra: más que la recomendación de amigos cercanos, como Ezra Pound, de que debía ir por el lado de una saga del Ulises, él quería dar un salto, tirarse al abismo: "Vistas desde la óptica de las tendencias modernas, las obras de arte tienden a la abstracción de la música, y lo que yo mismo estoy escribiendo hoy día tiene precisamente ese propósito".

¿Es entonces el Finnegans una obra de literatura abstracta?

El crítico y traductor español Eduardo Lago, autor del análisis comparativo de las traducciones del Ulises al castellano titulado El íncubo imposible, cree que antes de hablar del Finnegans hay que determinar el lugar al que iba la obra de Joyce en los diecisiete años que le llevó su escritura, y eso lo comenta muy bien en ese ensayo: "Joyce sostenía que en esencia todo escritor alberga dentro de sí tan solo una novela, y que las demás son variaciones artísticas sobre ese texto único y esencial". De ser así, esta única novela la habría publicado en tres entregas: "Ulises arranca donde termina el Retrato y Finnegans Wake supone un salto al vacío desde las alturas del Ulises". El mismo autor irlandés en Conversaciones con James Joyce no dice eso, aunque sí señala que Retrato es un libro de juventud, mientras que el Ulises "es el libro de la madurez".

Lago cree que lo que se propone Joyce en el Finnegans es "acercarse a algo que no tiene entidad real, una suerte de lengua universal, que crea amalgamando elementos tomados de más de ochenta idiomas naturales, con el inglés como sustrato común. El chiste que desde el principio suscitó la idea de traducir Finnegans Wake era «primero habría que traducirlo al inglés»". Según él, esta novela podría tener un 50% de inglés y el resto serían otros idiomas, "y eso", advierte, "no habría que traducirlo". Sin embargo, esto ocurre en el plano semántico, porque el reto mayor sería el plano sintáctico. Además están los localismos, alusiones a lugares y personajes de la historia irlandesa. Por todo esto Lago es de la opinión de que resulta "casi imposible dar con un traductor que esté a la altura del original en dos sentidos, uno, el talento del autor y otro su intención".

Pablo Ingberg ha traducido los ensayos de Joyce (Escritos críticos y afines para Eterna Cadencia) y algunas de sus obras de teatro y ficción (Giacomo Joyce, Exiliados y Finn's Hotel para Losada), por lo que conoce la obra. En el prólogo de Finn's Hotel advierte que "en términos léxicos es Finnegans Wake diluido al veinte por ciento. No hay todavía tanta contaminación de otras lenguas: apenas un poquito de irlandés, latín, francés, alemán y Pidgin English (antigua lengua franca comercial anglochina, luego franca entre el inglés y cualquier otra, luego inglés macarrónico)". De ahí que le parezca una broma graciosa y no mucho más eso de que para traducir el Finnegans a otra lengua primero habría que traducirlo al inglés. Broma, porque si se hiciera, "dejaría de ser lo que es". Aclara que toda la obra de Joyce se estructura sobre su lengua materna, pero allí "nunca faltó la convergencia de otras lenguas desde el principio mismo: el primer escrito suyo del que la fama tenga registro es un poema titulado Et tu, Healy, en latín". Desde ese momento el procedimiento que empleó fue creciendo y sofisticándose de una manera muy personal. Para él, este procedimiento es producto de una época, en la que poetas como T.S. Eliot y Ezra Pound también "venían mezclando lenguas en su poesía. Vallejo y Huidobro, por otro lado, inventaban palabras en la suya, por citar los primeros ejemplos que se me aparecen de lo que se respiraba en el ambiente. Joyce fue el más radical de todos".

Este talento "puramente verbal" que vio Borges en el escritor irlandés hizo que se preguntara en 1962 cómo no había comprendido que no debía escribir una novela y agregaba: "Ojalá que la fama de Joyce pase, porque es de veras una calamidad: idiotiza a los escritores y aun los induce a imitaciones lamentables". En los diálogos que sostiene con Power el propio autor de Dublineses se muestra consciente de este talento verbal y enseña las dificultades con las que se podía encontrar un traductor, ya que detrás de su texto estaba la concepción de una literatura moderna: "Al escribir, uno debe crear una superficie siempre cambiante, dictada por el estado de ánimo y los impulsos del momento, en contraste con la estabilidad emocional del estilo clásico. Eso es lo que significa «obra en marcha». Lo importante no es lo que se escribe sino cómo se escribe y, en mi opinión, el escritor moderno ha de ser sobre todo un aventurero deseoso de asumir cualquier riesgo, incluso sucumbir a su propio esfuerzo si es necesario. En otras palabras, debemos escribir peligrosamente: hoy en día todo fluye y cambia, y la literatura moderna, para ser válida, debe expresar ese flujo". Quizá una interpretación posible de esto es que tal como un autor debe estar deseoso de asumir cualquier riesgo, incluso el de sucumbir si es necesario, así también el traductor moderno debe estar deseoso de eso.

Marcelo Zabaloy no concuerda con esta interpretación, ya que a su juicio Joyce siempre supo que no iba a sucumbir, porque entre otras cosas tenía como base el prestigio ganado con el Ulises. ¿Pero cómo se llega a traducir primero el Ulises y luego el Finnegans? Zabaloy se remonta a 2010, cuando había terminado una primera versión al castellano y empezaba a contactar editoriales. Sólo El Cuenco de Plata y su editor, Edgardo Russo, se mostraron interesados: "Me reuní con Edgardo y llegamos un acuerdo de que se iba a publicar el Ulises y así estuvimos trabajando durante cinco años interrumpidamente. El último año fue ininterrumpido, de hecho yo le leía mi traducción por Skype, creo que alcancé a leérsela entera". Sin comentarle a nadie había empezado la traducción del Finnegans. Cuando se lo comunicó a Russo fue algo natural su publicación porque ya venían trabajando juntos, así que siguieron la misma metodología de edición, hasta la muerte de Russo el año pasado. En relación al riesgo que asumió con un libro tan complejo dice que no siente derecho a sentirse derrotado o exitoso: "Hice la traducción porque la quería hacer. No aspiro a ningún reconocimiento ni a ningún cheque".

Sin embargo, ¿cómo traducir lo supuestamente intraducible? Lo importante —dice— es no caer en la locura ni en la angustia: "Yo lo traduje en condiciones de temperatura normales y no sufrí nada: hay partes que pudieron ser tediosas, pero nada más". El orden de composición que siguió fue el mismo que Joyce, es decir el libro primero, luego el tercero, el cuarto y finalmente el segundo: "Recuerdo que leí en una carta suya en la que decía que estaba taladrando una montaña desde los dos lados y que tenía que hacer coincidir los dos agujeros". El capítulo más tedioso fue el sexto, que es donde están las preguntas, sobre todo la primera que son casi trece páginas y que le demandó mucho esfuerzo, mientras que el capítulo que más le gustó fue el cinco del mismo libro primero, que, según él, "es para quedarse perplejo. Joyce era un gran copiador, y aquí cuenta la historia de todo el alfabeto, de seguro agarró de alguna parte lo que le servía y se lo apropió, pero el resultado es genial". Como lector se puede acotar que igual de tedioso parece el segundo capítulo del libro segundo, en especial por esos pasajes llenos de notas al pie y de anotaciones al margen.

El Finnegans Wake no es el libro del siglo XXVII, ni mucho menos se termina la literatura con él, eso lo sabe muy bien este traductor, quien cree además que uno de los peores errores que se pueden cometer es tratarlo como un libro sagrado o sacralizado, puesto que "es un libro en joda". Y para ejemplificarlo cuenta que hay historias que son cuentitos que el padre de Joyce le contaba: "Un capitán noruego le encarga a un sastre de Dublín un uniforme pero el capitán es jorobado y siempre le queda mal". Sin embargo, la lectura que se hace no es esa; es más, se trata de un libro no leído pero de los que más se ha escrito, "y en cierta medida esto es grotesco, porque yo no podría hablar de cosas que no conozco y sin embargo hay gente que se ha largado a hablar, que hace carrera académica sobre textos que no conoce o conoce parcialmente. Joyce sufrió mucho por eso, porque sabía que iba a tener a los eruditos hablando de eso por mucho tiempo".

Por esa razón no todo ha sido bueno para Marcelo Zabaloy, ya que el escritor y traductor Matías Serra Bradford catalogó su trabajo como un tamborileo para nada comparable a la melodía de Joyce y agregó que resultaba irritante "que haya decidido no traducir palabras simples y que arriesgue bromas privadas —privadas de tino, por cierto— sembrando el texto con nombres vernáculos y coyunturales: Macri, Massa, menemismo (en lugar de conmigo mismo), Magnetto (por magnate), Nisman...". Es cierto que usa términos como boludo ("cuando el hombre de mulco montenoty era cada boludito"), pibe o Che ("Pa's una Dasy así que Gimea tu Obsequio Che"), pero nunca usó "Nisman" sino, como aclara Zabaloy, "Ninan, ninan", ni tampoco menemismo, sino "mene mismo". En cualquier caso, en este punto es bueno preguntarse si es lícito sembrar una traducción de localismos tan fuertes. Localismos que hablan tal vez más de la sociedad argentina de esta época que sobre la de Joyce y su Irlanda perdida en el tiempo de su memoria.

Zabaloy contesta que no está penado por la ley incluir argentinismos ni localismos, pero además las observaciones de Serra Bradford fueron hechas "en base a indicaciones que yo gentilmente le di. Hay boludos y hay culiados, pero yo las usé porque sonaban parecido. Pero Massa no es el Massa candidato ni político, es algo que está en el texto y que sonaba similar, así como el Macri, que en el original es machree, o más específicamente donde el original dice «curragh machree, me bosthom fiend», escribí «Curras macri, mi desalamado del bosthoon»". Para él, son tantos los juegos de palabras que tiene el Finnegans que no hay nada de malo en usar uno más. Aunque la irritación de Serra Bradford puede tener sustento en la multiplicación de las soluciones de este tipo.

Pablo Ingberg cree que hay otra cuestión en juego en las libertades que se tomó Zabaloy, y es que teniendo en cuenta que Joyce introduce todo el tiempo irlandesismos en su obra, habría que preguntarse cómo se traduce este procedimiento a otra lengua: "¿Con palabras pretendidamente panhispánicas o con jerga bien local como la que emplea en esos casos Joyce? Por equivalencia, uno tendería a inclinarse en principio por lo segundo. Ahora bien, ahí entran a tallar otras cuestiones, como por ejemplo: una traducción argentina tenderá naturalmente a usar localismos argentinos, una mexicana mexicanismos, etcétera". Pero eso nos convertiría en los lectores irlandeses de un Joyce en castellano, "y a los demás hispanohablantes en equivalentes de los demás anglohablantes (ingleses, escoceses, estadounidenses, australianos, neocelandeses)". Ingberg prefiere en sus traducciones, incluso en las que ha hecho de Joyce, evitar los localismos; de hecho en su traducción de Finn's Hotel advierte, con cierto pudor, haberse permitido al final el uso de un argentinismo; pese a ello, no es lo que suele hacer.

Sin embargo Ingberg cree que la censura que impuso Serra Bradford a la traducción de Zabaloy va por otro lado, ya que "apunta al uso de argentinismos políticos coyunturales, con los que en principio tampoco estaría muy de acuerdo. De hecho, no los usaría si tradujera yo. Pero tampoco me parecen descalificables, se pueden defender con buenos argumentos: Joyce también usa irlandesismos políticos coyunturales. De modo que, si se expusieran argumentos en favor de una u otra posibilidad frente a un jurado, apuesto a que ninguna de las dos partes obtendría un fallo unánime". Llama en este sentido a respetar el trabajo ajeno, porque "fue Zabaloy quien se arremangó los pantalones y estuvo años sumergido en ese berenjenal". Y hay que admitir que si hay algo incuestionable en esta primera traducción íntegra al castellano es que hay mucho trabajo detrás: investigación, una estadía en Irlanda pagada por el mismo Zabaloy, desde luego traducción y edición. Tal vez el estilo de la traducción, cuasi rioplatense, cuasi argentina (como dice Ingberg, ya en su traducción del Ulises usó términos del interior), cuasi neutra sea algo que incomode en algunas partes, ¿pero alguien sabe a ciencia cierta cómo traducir "correctamente" este libro? Admitamos que no todos los días sale una traducción del Finnegans Wake, y que aquí debería estar nuestro punto de partida.

El no reconocimiento de esto hace que Marcelo Zabaloy sienta que en todas las críticas hay cierto grado de envidia y de celos: "Y eso se puede entender, pero por qué descalificar el trabajo de otro". Pero hay quizá otra respuesta para determinar la diferencia de recepción del Ulises y del Finnegans, y es precisamente la muerte de Edgardo Russo cuando Zabaloy por fin había dado con la persona que hiciera el prólogo. Esa persona era Eduardo Lago. con quien compartiría el año pasado una mesa de discusión sobre Joyce en Buenos Aires: "Con Edgardo Russo íbamos a proponerle a Lago que escribiese un prólogo, y no que me asesorase en la traducción como ha dicho recientemente; pero Edgardo murió el mismo día que Lago llegó a Buenos Aires". Luego de la muerte de Russo la editorial y el autor optaron por que no tuviera prólogo. Julio Patricio Rovelli, actual editor del Cuenco de Plata, aclara que Lago efectivamente iba a colaborar en la traducción, pero como Zabaloy la llevó hasta el final, "nos pareció que la necesidad era leer por fin. La editorial lo decidió así, sin prólogo ni notas" tal como se había hecho con el Ulises. Las únicas notas que quedaron fueron las del propio Joyce, porque "el sitio Finnegans Wake Extensible Elucidation Treasury [Fweet] tiene miles de notas elaboradas por los joyceanos del mundo. Pero además, ¿quién podría anotar la propia traducción de Zabaloy? A casi ochenta años de su aparición hay una primera traducción al español. Finnegans Wake está siempre recomenzando. Ese es su destino. Joyce quería que fuese así desde el primer día. Todas las aventuras de la crítica son bienvenidas mientras se participe del juego: leerlo".

Tanto el Finnegans como el Ulises no son libros muy traducidos a nuestro idioma. Y sin embargo, hay varias traducciones del capítulo ocho del libro primero, y varios argentinos se han mostrado interesados en él: Luis Chitarroni en conjunto con Charlie Feiling se aventuraron, y lo mismo hicieron Leandro Fanzano y Leónidas Lamborghini. Pese a esto, para Pablo Ingberg este interés no es exclusivamente argentino, es un fenómeno internacional: "Cualesquiera sean los gustos de uno, no se puede excluir a Joyce de la lista más reducida de lo más importante que le sucedió a la literatura en el siglo XX". De hecho la edición china del Finnegans se convirtió en un best seller. A esto habría que sumar la liberación de los derechos en 2012, con lo que no sería raro que hubiera una proliferación de traducciones de la obra de Joyce.

Zabaloy explica, por su lado, que el hecho de que se traduzca demuestra que no es un texto intraducible. Sin ir más lejos, el mismo Joyce promovió y presenció cómo se hacía la primera traducción al francés de ese mismo capítulo ocho: "Entonces, si él alentó la traducción, por qué dicen que es intraducible. Lo que hizo Joyce fue una ensalada de lenguas, yo lo que hago no es más que emular, repetir las mismas cosas que hizo el autor, es decir la distorsión de las palabras". Esta ensalada de lenguas queda plasmada en la página 200 de la edición del Cuenco de Plata, aquí de las 600 palabras, 73 no están ni en el diccionario castellano ni en el inglés: "Y cada una de esas palabras apunta, remite o da la idea de, en promedio, cuatro palabras existentes en alguno de los dos diccionarios y otros incontables diccionarios más". Es decir, en una sola página Zabaloy tuvo que tomar 280 decisiones, y en total cerca de 200 mil decisiones, aunque contara con la ayuda de la Fweet.

En este punto es bueno recordar al propio Joyce cuando se refería a la distorsión que tenía todo arte: "Todo arte distorsiona, porque ha de exagerar determinados aspectos para conseguir sus objetivos. Con el tiempo, la gente terminará por aceptar y entender como verdadero lo que hoy le parece una distorsión. Nuestro objetivo es crear una fusión nueva entre el mundo exterior y el ser contemporáneo, además de ampliar el vocabulario para dar cuenta de lo inconsciente". Es decir todos los recursos lingüísticos para dar cuenta del inconsciente puede que no alcancen, pero mientras más recursos se empleen más posibilidades existen de aproximarse.

La magnitud de la obra de Joyce y su dificultad para entenderla, incluso bajo los cánones actuales, hace que Zabaloy baje un cambio y plantee la real dimensión de este asunto, esto es que a quienes les interesa esta polémica son a lo mucho diez mil personas en todo el mundo, o sea a nadie. Si a esto se suma como exigencia haber traducido el Finnegans Wake, ya sea completo o abreviado, la polémica queda reducida a muy pocas personas, entre ellas Víctor Pozanco, que hizo una versión abreviada para Lumen en España, y el mexicano Juan Díaz Victoria, que está preparando una edición anotada. Si estuviera vivo agregaríamos al geólogo argentino Mario Teruggi, que escribió una guía para leerlo. Pero más allá de la discusión de especialistas, que el Finnegans íntegro esté hoy en nuestro idioma y no en otros es algo para celebrar, porque ahora lo podemos leer. O intentar hacerlo.


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Capítulo cinco

¡En el nombre de Annah la más Allmasincordiosa, la Siempreviva, la Portadora de Pluralidades, haloada sea su víspera, cantado su canto al tiempo, su arroyuelo corrido, inhimnada como no es el paso liso!

Su intitulado mamafesta memorializando al Muy Altísimo ha pasado por muchos nombres en tiempos distintos. Así escuchamos hablar de, La Más Augusta Augustísima por la Salvación del Viejo Seabestiun, el Booby de Rockabill en el Hueco de la Ola, Brindemos por las Reliquias de Todas las Decencias, el Ascenso de Anna Stessa a la Notoriedad, Debrodillas Duddy Gunne y Alzarriba Sir Cannon, Mi Dorada y Mis Bodas de Pleta, Armoury Treestam e Icy Siseule, Díjole Un Aserrador a la Corriente, Ik dik dopedope et tu mihimihi, Compro Platogenitura por Tarascón, ¿Cuál de tus Hesteryeres Significa Ye tu Morra?, Hoesconsolado, el Hebrewer Golpeó a Waterman el Brayned, Arcos en Su Cielorraso Huyen Chinxas del Flur, Rebus de Hibernicis, Las Cartas del Crazier, Los Gemidos de una Britonesa, Peter Poplero Pescó un Plotón Para Plantar su Popolín, Una Disculpa Por un Grande (un semejante nosustantivo como Esposo o husbote u hogarado se ha probablemente entendido porque también tenemos el pluterpletórico El Hoonsbood de mi Hansbaad se ha ido de Viaje a Porthergill y Nunca Tiene Hora), ¿Tendríamos que Visitarlo? Por Arca Ver Zoo, Los Bordados de Cleopater Representando a Aldborougham en el Sahara con la Cepillegada de los Cammmels y las Siervas de Aegypt, Pollo a la Cacerola para Padre, Placeat Vestrae, Una Nueva Cura para una Vieja Ladilla, Donde los Portentos Críen Gansos Cómo Quisiera ser Gansa; Gettle Nettie, No te Fíes, Cuando los de Venucia Jugaron con las liñas de Blocsus, Para Prometerme en Alto Él Renuncia lo Chiltern en Amigos, Oremunds Queue Visiya el Amen Mart, Aunque Fuera y'una Nonna Con Gusto me Abrazaría, Veinte de Cámaras, Pesochenta y Diez Camas y un Uamplio Ceteroom, Lideré la Vida, Por la Rebelión de Boxer Coxer en la Casa Con la Escalera Dorada, El Tenedor Siguiente, Él es mi O'Jerusalem y Yo soy su Po, Lo Mejor del Oeste, Junto a la Corriente de Zemzem bajo el Monte Zigzag, El Hombre que Hizo su Madre en el Tren de Marlborry, Pruebe Nuestro Taal en una Taub...

 

El famoso capítulo ocho

¡Oh

cuéntame todo sobre

Anna Livia! Quiero oírlo todo

sobre Anna Livia. Bien, ¿conoces a Anna Livia? Sí, claro, todos conocemos a Anna Livia. Cuéntame todo. Cuéntame ya. Te morirás cuando lo escuches. Cuando el viejo chebón se volvió futt e hizo lo que ya sabes. Sí, lo sé. Adelante. Lava tranquila y deja de chapucear. Arremángate y suelta los lazos de la parla. ¡Y -¡ojo!- no me topes al doblar. O lo que sea que tresataron de distinguir de lo que tradó de a dos hacer en el parque Fiddish. Es un viejo de una reppetación horrible. ¡Mira la camisa que tiene! ¡Mira la tierra que tiene! Encima me ha dejado toda el agua ennegrecida. Y eso que lo tuve en estirpe y en estupe toda una semimana. ¿Cuántas rondas me pregunto se la habré lavado? ¡Conozco de memoria las partes que le gusta saaler, derido diablo dublón! Arruinándome las manos y hambreándome de hambre para hacer en público el lavaje de sus lienzos privados. Bate duro y limpia eso. Mis muñecas estain así de ferrogar la Moldavia. ¡Y los denieperes de la humedad y estos gángeres! ¿Y qué cola fue lo que hizo en el Animal Sendai? ¿Y cuánto tiempo estuvo bajo loch y neagh? Estuvo en las neoticias lo que hizo, bonicias y prieres, el Rey fierecios Humphrey, con destiles illíceos, proezas y todo. Pero los tomos lobrán. Lo conozco bien. Cosa hecha harás tú si hembras. ¡Oh, viejo roftoso y raptor! Marraje minxingo y hacer el furor. ¡Reeve Gootch era recta y Reeve Drughad siniestra! ¡Y el corte del tipo! ¡Y la pinta! Cómo andaba con la cabeza erguida como un howeth, el famoso vieldo duque alienado, con una giba de grandeur encima como una rata de wiesel. Y su pachorra de derry y sus bromas de cork y su tartamudear de doblón y su deparpajo de galegüay. Pregúntale a Lictor Hackett o a Lector Reade de Garda Growley o al Pibe de la Matraca. ¿Cómo es que en elster lo llaman? ¿Qu'apelle? Huges Caput Earlyfouler. ¿O dónde nació, o cómo lo hallaron? ¿En Urgothland, Tvistown, sobre el Kattekat? ¿New Hunshire, Concord en el Merrimake? ¿Quiénes la abloquerraron al suafto yunque o le aullaron lepe al baldío? ¿Nunca le aflojaron los bannes en Adán y Eva o en cambio fue él y ella por capitán acollarados? Por mi ánade abajo te pato. Y mis gansalvajojos te agansojean. Flowey y Mount al borde de los tiempos hacen votos y temen una muy felist mavidad. Ella puede mostrar todas sus líneas, con amor, licencia para jugar. Y si no se recasan, qué gancho y ojal sean. ¡Oh, pasamore eso y óxanos otra! ¡Don Dom Domdobóm y su minina follyo! ¿Estaba su asistencia apuntalado en Stork and Pelican contra las dronerías, la fluencia y las terceras riesgas partes? He oído que se acavachó con su muñeca, en delvan primero y en duvlin después, cuando se la raptó a casa, por tierras dragaicioneras y deltas taimados, jugando al capto y el mitón con el reflejo de su shadda, (¡si hubiera apopecido un flic para pimentarlo!) pasando el manse del viejo min y Maisons Allfou y el resto de los incurables y el último de los inmurables, el asqueagouso waag a trastumblin. ¿Quién te vendió ese cuento del yacalantro? ¡Pastel de papa de Pemmican!



 

 

 

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