Desde hace unos años la presencia de libros de poesía chilena ha sido más constante en Argentina. A los títulos de poetas a esta altura clásicos de Ediciones Universidad Diego Portales (Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Nicanor Parra, Enrique Lihn y Raúl Zurita) se unieron títulos de poetas contemporáneos de otras editoriales, que han llegado gracias a la distribuidora Big Sur. Pero también ha sucedido que los propios sellos locales han venido publicando a vates del otro lado de la cordillera: Vox/Lux, Santos Locos, Mansalva, son un ejemplo de ello.
Hay tres libros que han sido publicado en el último tiempo que dialogan entre sí o, para decirlo con mayor precisión, dos dialogan con un texto mayor, que ha sido reeditado recientemente por Ediciones UDP: A partir de Manhattan, de Enrique Lihn. La poeta Tamara Kamenszain, fallecida el año pasado, escribe la contratapa de este singular libro, que retrata la experiencia de Lihn a fines de los 70 en Nueva York, ciudad en la que vivía por esos años Kamenszain y en la que lo tuvo “un par de días como huésped, durmiendo en el piso de mi modestísimo sublet”. Ella cuenta además las advertencias que le hizo al poeta chileno de no meterse en Harlem; sin embargo, su curiosidad pudo más: “Enfrascado en observar a la gente para sus anotaciones, de golpe empezó a caer en cuenta de que en el vagón ya no quedaban blancos y que lo rodeaban puros afroamericanos. La estrategia de supervivencia que después me narró podría haber salido de Groucho Marx: disimuladamente se revolvió el pelo ensortijado que lo caracterizaba como para parecer, según él, ‘un hippie mulato’”.
No son pocos los poemas que tratan del metro o subway de Nueva York; quizá ocurre eso porque en el subway es parte del transporte público, de ahí que haya una sorpresa de que en esta gran ciudad exista la misma pobreza que en Santiago de Chile, o si no la misma, al menos es similar: También están las alusiones a artistas como Edward Hopper, Francis Bacon, Turner y Monet para referirse a determinados climas o ambientes. Está claro que muchas de sus apreciaciones iniciales, registradas en una libreta, fueron hechas gracias a que se movía en metro, que dicho sea de paso es una gran obsesión en Lihn. De hecho, el año pasado se concretó el proyecto Mirómetro, que consistía en obras del artista trasandino Oscar “Cacho” Gacitúa a partir del poema ‘Monja en el subway’, incluido en A partir de Manhattan. En otro de los poemas de este libro (‘Subway’) se puede leer: “El aire de la cárcel en una estación del subway /como si no fuera a pasar nunca o pasara constantemente de largo /un tren invisible cargado de presos /Estas puertas cargadas de cadenas /y las otras dentadas, que giran en una sola dirección hacia el exterior”.
A partir de Manhattan es un viaje, un viaje literario y real (en subway): hay poemas donde habla de Texas, Long Island, San Francisco, con lo que Lihn parece un beatnik o hace lo que los beatniks hacían. No estamos ante un inmigrante, tampoco ante un turista, sino más bien ante un curioso que va sintiendo y reflexionando sobre sus intereses previos: la imagen y cómo se fija en la palabra, el arte de los maestros, la memoria y la realidad como opuestos, pero también cómo opera la lengua cuando se está no sólo fuera del país, sino fuera de ella. Por eso un poema emblemático de este libro –quizá el más conocido– es ‘Nunca salí del horroroso Chile’, donde leemos: “Nunca salí del horroroso Chile /mis viajes que no son imaginarios /tardíos sí –momentos de un momento– /no me desarraigaron del eriazo /remoto y presuntuoso /Nunca salí del habla que el Liceo Alemán /me infligió en sus dos patios como en un regimiento /mordiendo en ella el polvo de un exilio imposible”.
La influencia de Enrique Lihn en la poesía chilena contemporánea ha sido innegable, pero me parece que este poema en particular ha dejado huellas en aquellos vates que, por alguna razón, han salido de ese horroroso Chile y se han ido a vivir a otro país. Andrés Anwandter (1974) en Inglaterra y Víctor López Zumelzu (1982) en Argentina son una muestra de ello. Aunque el modo en que han procesado ha sido distinto.
Especies intencionales fue escrito por Anwandter con poco más de veinticinco años y publicado cuando tenía veintisiete; es el equivalente a Punctum, de Martín Gambarotta, es decir un libro generacional. Es un libro pequeñito de formato, pero potente, que fue reeditado recientemente por Provincianos Editores. Con este libro, Anwandter se ganó tempranamente un prestigio que supo cultivar después con Banda sonora, Amarillo crepúsculo, Adverbios terminados en mente y materia gris (Overol, 2019).
En materia gris es muy interesante cómo se despliegan las huellas del poema ‘Nunca salí del horroroso Chile’ (aunque las huellas exceden a este poema), porque pese a que Anwandter lleva más de diez años en Inglaterra sigue escribiendo en el habla “del Liceo Alemán”, con un castellano trasandino fijado a una época, con algunas palabras que en mis viajes a Chile –aclaro que comparto nacionalidad con Anwandter– nunca las he vuelto a escuchar. Anwandter ya no vive en Chile, pero su poesía sigue viviendo, naciendo de su país.
Hay una referencia a otro poema de Lihn, a ‘Porque escribí’, sólo que en Anwandter es ‘Aunque escribí’, y el diálogo que establece con el poeta mayor es muy interesante, precisamente porque lo reconoce mayor sin decirlo: “nunca escribí lo que quise /ni me importó demasiado //nunca tuve la intención /de corregir a los viejos //nunca la de ajusticiar /a los más jóvenes //nunca interesado en el asunto /fatigoso de las generaciones //nunca en el dinero /que apenas me ha sobrado //nunca fue mía la lengua /que regalé al escribir //nunca me dieron las gracias /por haber escrito poco”.
Y para que se nota la referencia, Lihn escribió: “Porque escribí no estuve en casa del verdugo /ni me dejé llevar por el amor a Dios /ni acepté que los hombres fueran dioses /ni me hice desear como escribiente /ni la pobreza me pareció atroz /ni el poder una cosa deseable /ni me lavé ni me ensucié las manos /ni fueron vírgenes mis mejores amigas /ni tuve como amigo a un fariseo”.
materia gris es un libro que retrata la experiencia de un inmigrante con un exasperante, sincero y emotivo apego a la lengua materna. Hay una especie de fidelidad a ella, y es muy interesante cómo se organizan los recuerdos o la memoria para dar origen a estos poemas, quizá en la memoria radica el núcleo de este libro, porque la experiencia de la inmigración está mediatizada por la memoria, por la evocación de lo que se perdió (el país de nacimiento, la familia que quedó allá, pero también una parte de la vida), y creo que eso queda claro en ‘Mobiliario del recuerdo’: “la memoria es un armario /con algunas chaquetas //que dejaste colgadas /en chile”. El concepto de memoria parece sacado de otro poema de A partir de Manhattan, ‘La realidad y la memoria’, donde opone estos dos términos como equivalencias de superficialidad y profundidad (“[la memoria] es por definición lo profundo”, mientras que en la realidad “las cosas son pura superficie”). Y Anwandter –como Lihn– recurre a la memoria como registro de lo real.
Víctor López Zumelzu lleva diez años en Buenos Aires y en Un tiempo anterior al frío (Lux, 2019) también se puede leer el poema ‘Nunca salí del horroroso Chile’, y es que en este libro hay una tensión con el habla “del Liceo Alemán”, o el habla chilena. A diferencia de sus anteriores libros (Los surfistas, Guía para perderse en la ciudad, Erosión), introduce el voseo porteño en medio de una relación de pareja que está en un momento previo a una disolución. En una primera instancia parece que el habla chilena también estuviera en disolución, pero claramente la operación es otra y está en sintonía con Lihn y Anwandter. En uno de los poemas, que carecen de título, se puede leer: “¿Quién de nosotros dos dijo que esto era un hogar? /He dormido con vos tantas veces. He escrito para vos /no pude detener la serpiente del tiempo /que se enrolla sobre sí misma”. Para ser precisos, el vos aparece, porque el ser amado es argentino, entonces estamos ante el mismo recurso que usa Lihn con el metro, que le dice subway. López Zumelzu encuentra una denominación (el vos) que opera como nacionalidad del amor, es decir que tal como Lihn fija con subway el espacio de su lírica (Estados Unidos), este poeta fija con el voseo el contexto de su lírica.
Y al igual que en Anwandter aquí hay una intimidad cotidiana que se nos comienza a revelar. Si la intimidad que se nos devela en el primero es la figura de un padre (el poeta), que se gana la vida como puede, en López Zumelzu la intimidad que se nos devela es la de un amante desarraigado que presiente el final de una relación: “Al igual que vos yo también una vez dije ‘amor’ /y aunque no lo creas no morí /y aún puedo por las montañas /abrir y cerrar las manos, en una melodía /desgastada y sin nombre /aún puedo correr por la calle a medianoche /bajo la lluvia sin ningún propósito”. La poesía de López Zumelzu parece signada por la pérdida, cosa que se ve en Erosión, que habla sobre la muerte de su hermano; hay, en definitiva, una tendencia a convertir en poesía la pérdida, ya sea de un hermano, de una novia o, por qué no, de un país.
Quiero terminar con tres libros que si bien se alejan de lo planteado bajo la influencia de A partir de Manhattan, de Lihn, me parecen pertinentes para completar un panorama de la poesía chilena contemporánea, porque abordan otro tipo de intimidad y por tanto otra visión. Manual de instrucciones, de Gladys González (1981), es una antología de su poesía publicada por la editorial argentina Santos Locos; González, que como Anwandter y López Zumelzu ha sido premiada en los últimos años, se adentra en la violencia ejercida contra la mujer, pero también en la realidad de su barrio de infancia (La Gran Avenida, precisamente así se llama su primer libro, con el que se dio a conocer). Hay una suerte de marginalidad espiritual y material, que raya en lo inhumano, y que retrata muy bien uno ‘Naturaleza muerta’ incluido en Aire quemado (2009), su segundo libro: “hubo noches /en las que hacía barricadas /para que no me asesinara /con una cortadora de pasto /abriéndome lentamente //hubo noches /en las que me golpearon tanto /que caí al suelo /con un diente destrozado /y la cabeza rota /como una granada hirviendo”. No se trata de un discurso antipatriarcal o feminista que entraba en la poesía, sino una poesía que se convertía en discurso, de ahí su potencia.
En Mella (Overol, 2019), Priscilla Cajales (1984) continúa el sendero iniciado con su primer libro, Termitas (2009), en el que lo popular y la pobreza se van armando camino dentro del lenguaje poético. Pero en este libro en particular se ve a una poeta más madura, que sabe construir un libro con mayor solidez. Hay dos líneas que conviven aquí: la casa o lo doméstico y ciertos personajes marginales o populares (Denis, Hans Pozo, el mismo Mella), aunque como en Termitas los poemas que abordan estos personajes son muy interesantes, como se puede ver aquí: “al Mella no lo mataron //se ahorcó en una resaca que su mujer ya se sabía de memoria /lo dejó durmiendo /con la casa y el almuerzo listo /se fue a vender a la feria hasta la una”. También hay un trabajo llamativo con los restos, como si esos restos fueran el núcleo de una observación poética: “en el hilo de saliva y mostaza /que cuelga de su boca” o “migas de pan en la cara /que no provocan ternura”. Restos que pueden convertirse en poesía.
Por último me gustaría mencionar Talca (Go, 2021), de Cecilia Gajardo (1985), donde la presencia de lo familiar, como en Anwandter y López Zumelzu, se vuelve a manifestar aunque esta vez no desde el desarraigo, sino de su opuesto: el lugar de origen, es decir desde la ciudad de Talca en el sur de Chile. En su propuesta está el paisaje, pero también los horribles secretos familiares: un tío besando a su sobrina, un padre violento. De algún modo hay una crítica a la institución familiar-patriarcal. Con tres libros publicados, como ella misma ha dicho, su preocupación por la infancia es una marca, pero al menos en Talca no es una infancia diáfana, como la de algunos de los libros del poeta argentino Arturo Carrera, sino todo lo contrario, es una infancia como fin a la inocencia, como el despertar a un mundo donde las decepciones y las violencias son una constante. Y es que sobre la infancia se sitúa o instala una mirada adulta. El poema ‘La piñata’ encierra muchos de los méritos de la propuesta de Cecilia Gajardo: “Los campos abiertos no tenían peones. /El hombre de ojos amarillos no estaba amarrado. // Sus manos y la ronda de San Miguel, /el que se ríe se va al puto cuartel, /por siempre aquí sentadita. /’Tranquilita, pue’. /’Te voy a dar un beso de tío’”.
De todos los libros y poetas que he mencionado el único que no se encuentra en Argentina es Talca, pero el resto sí. Podría haber seguido y haber consignado algunos libros de Germán Carrasco o de la genial Elvira Hernández, ambos bastante conocidos en el ambiente poético local, pero la idea era dar un breve y nuevo panorama de la poesía chilena.
Foto superior de Leonora Vicuña ( http://leonoraelectric.blogspot.com/)
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Nunca salí del horroroso Chile
[Panorama de la poesía chilena actual]
Por Gonzalo León
Publicado en Revista La Agenda, Bs Aires, 2022