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Panorama actual de la poesía argentina
Entre el marasmo y la superproducción


Por Gonzalo León
En suplemento Cultura de Diario Perfil

 



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¿Cuál es el actual estado de la poesía argentina? O dicho de otro modo, ¿goza de buena salud o está enferma? Pese a la ausencia de voces como Néstor Perlongher, Zelarayán, Joaquín Gianuzzi, Leónidas Lamborghini y Héctor Viel Temperley, al menos las publicaciones se multiplican y no sólo de libros individuales, sino también de poesía reunida, que no son necesariamente de poetas en el final de su carrera, sino que como en el caso de Cecilia Pavón (Un hotel con mi nombre), Fabián Casas (Horla City y otros), Fernanda Laguna (Control o no control), José Villa (Camino de vacas), Cucurto (1999) y Alejandro Rubio (La enfermedad mental) son autores en pleno desarrollo, de la generación de los 90, con mucho tiempo aún para hacer una obra completa.

A ellos se les unen Tamara Kamenszain (La novela de la poesía), Jorge Aulicino (Estación Finlandia), Diana Bellessi (Tener lo que se tiene) y la anunciada poesía reunida de Arturo Carrera, Vigilámbulo. Paralelo a esta cantidad de títulos, las editoriales también se han multiplicado: hoy además de Vox (la editorial con el catálogo de poesía argentina más completo), están Gog y Magog, Stanton, Zindo & Gafuri, Determinado Rumor (digital) y las innumerables cartoneras; eso sin contar a las editoriales no especializadas en poesía pero que cuentan con interesantes títulos, como Alción, Mansalva y Bajo la Luna. De este simple recuento se podría concluir una sola cosa: el estado actual de la poesía argentina no podría ser mejor.


POESÍA REUNIDA
Para el poeta y crítico Daniel Freidemberg no hay que perder la mirada sobre lo general, esto es que se publique poesía reunida no es la norma, porque “hoy no hay más que pequeñas o medianas ediciones, de pocos ejemplares y escasa circulación, de cuya existencia no se entera más que la gente más cercana al autor o los que estaban previamente interesados”. Esto sería una tendencia no sólo en Argentina, sino en muchas partes de Sudamérica al menos, donde la poesía se ha vuelto algo de especialistas. Pese a que Freidemberg es un “especialista” desconoce cuál es el estado actual de la poesía argentina, básicamente porque “en realidad


POEMA DE
MARTÍN RODRÍGUEZ*

Los trabajadores sociales son los psicólogos para los pobres. /La educación popular es la educación formal para los pobres. /Dice: los pobres no tienen inconsciente. //Se les voló. Se les volaron las chapas. /Dice: los pobres no tienen representaciones. /¿Cómo se llama el que guía el estado de necesidad? Trabajador social /¿Cuál es el árbol de problemas? /Vos no conocés todos sus saberes, /dice escrito con tiza blanca, /debajo del árbol de problemas, /en la pizarra negra del CIC”.

*De Ministerio de desarrollo social (DR).

eso nunca se pudo determinar: lo que siempre hicieron las descripciones de ‘estados actuales’ fue dibujar un cuadro ficticio y fácilmente consumible, en el que inevitablemente queda afuera todo lo que no entra en esa mirada clasificadora”.

En este punto cabe la siguiente interrogante: ¿la publicación de poesía reunida es algo positivo o esconde un defecto, esto es la ausencia de libros individuales de calidad?

Mariano Blatt, editor de Blatt & Ríos y autor de No existís (descargable gratuitamente en www.determinadorumor.com.ar), cree que el valor de publicar estos libros de poesía reunida es hallar lo inconseguible, y por eso no cree que el hecho de que se publiquen esas obras vaya en detrimento o en lugar de nuevas cosas: “Es más, se publica mucho nuevo, sólo que no por esos sellos (bueno, ¿quién esperaría que Adriana Hidalgo, donde editó Kamenszain, publicara poesía nueva o joven?). Lo que quiero decir es que se editan esas obras, pero al margen también se está editando mucha cosa nueva”. Blatt destaca la poesía reunida de los autores de los 90 (Pavón, Rubio, Laguna), pero también llama a estar atento a los nuevos nombres, como Diego Vdovichenko, un poeta bahiense que está preocupado por cómo salirse del peso de los antecesores, “de lo que se supone que teníamos que leer: Ricardo Zelarayán, Martín Gambarotta, Sergio Raimondi..., en fin, y entonces saca unos poemas más experimentales, medio con los cables cruzados, como haciendo chispas”.


LOS 90
Hacer un poco de historia o poner las cosas en contexto es lo necesario ahora. Hasta hace un tiempo, por ejemplo, se hablaba de una vieja disputa entre neobarroco (Perlongher, Kamenszain y el primer Carrera) y objetivismo (Giannuzzi, García Helder, Casas, Aulicino); hoy sin embargo, de esta disputa va quedando muy poco. Mario Arteca, autor de La impresión de un folleto y Bestiario búlgaro, cree que esta polémica “sirvió en una época para cruzar ideas, nociones sobre procedimiento y posicionamientos ideológicos, que era lo que le faltaba a la poesía argentina de fines de los 80”. Para él, el objetivismo, por así decirlo, más clásico, preparó otras escrituras durante los 90 (Martín Gambarotta, Cucurto, Rubio, Oscar Taborda, Damián Ríos y Marina Mariasch, entre otros), en donde apareció una “incorporación de otras inscripciones en la lengua, con un argot más directo”.

Detrás de esta polémica que, según Freidemberg, “atrasa”, está, según Arteca, el hecho de que la poesía siempre ha sido un lugar de disputa política, “no en el sentido más estricto, pero sí en un aspecto de posicionamiento estético, de validar la mirada que uno puede tener de la escritura en su enfrentamiento o absorción de la realidad”. Para este poeta, el menemismo produjo una poética de la reversión, es decir, la producción de poesía se incrementó en la medida que avanzaba “la desertificación de ciertos valores como la militancia política, la solidaridad y la opción por el otro”. Pero además los 90 fue una década fundamental para incorporar el lenguaje a la receptividad de las lecturas de la realidad.


UNA CONTINUIDAD
Gustavo López, editor del proyecto Vox, opina que existe una continuidad desde los 90 hasta hoy, ya que desde esa época “surgieron varios poetas, grupos y proyectos, trabajo surtido y en distintos roles (revistas, pequeñas editoriales, festivales, ciclos de recitales). Con el tiempo todo ese trabajo se fue desplegando y creo que ha generado mucho interés en los lectores y sobre todo en las nuevas generaciones de poetas”. El panorama que detecta López es auspicioso, ya que existen diez veces más editoriales con proyectos sólidos que hace quince años, y no sólo en Buenos Aires.


POEMA DE
MARTÍN GAMBAROTTA*

Acto I. Escena I. Rodríguez vestido de pionero
Rodríguez:
“Creo que soy un fascista y no temo serlo /pero quiero dejar de serlo o al entenderme fascista /y no sentir temor dejo de serlo, es una pregunta; /no hablo del lugar común de los que son fascistas /y no lo saben, no hay nada más fácil que decirse /no fascista; cuando veo a un demócrata por tevé /quiero ejecutarlo; tengo planes para todos /construcción de hospitales, regulación del alcohol /por parte del estado, una nueva gramática. /Y también a veces dudo hasta de ser fascista /y tampoco temo ser otra cosa: un quinto columnista /triple P portando la antorcha /con la que ha de incendiar babilonias o un cuadro /del partido republicano al que le ponen en su copa /la última aceituna del frasco para que sorba martini /en lo que fue el este”.

*De Para un plan primavera (Vox).

Esta continuidad de la que habla López también la percibe la poeta y ensayista Ana Porrúa (Caligrafía tonal: ensayos sobre poesía), pero centra esta continuidad también dentro de una poesía femenina: “Aparecen una cantidad de poetas mujeres que exhiben un imaginario propio y buscan y consolidan una voz que no es, por otra parte, única”. Para Porrúa, el panorama con el que se encuentra hoy a diferencia de los 90 es que “no se ven tan claramente las redes, ésas que se construyeron porque todos estaban leyendo a todos y, entonces, la poesía de uno o una se escribía, de algún modo, junto a la de sus contemporáneos. Veo, quizás, más dispersión, pero no menos producción”. Agrega que durante los 90 surgieron algunos de los mejores y las mejores poetas argentinas y destaca el trabajo que vienen realizando las editoriales independientes que han optado por publicar poesía.

Caracterizar la producción actual de poesía es un desafío, pero Juan Desiderio, incluido entre los siete poetas de la polémica antología crítica de la poesía de los 90 (La tendencia materialista) y parte del equipo del nuevo sitio www.poesiaargentina.com, se atreve a hacerlo: “A grandes rasgos, los hombres poetas mantienen un lenguaje inmerso en lo coloquial; las mujeres poetas apuntan a afinar con sus palabras, una poética más bien espiritual. Pero además he visto en estos últimos años, una apuesta fuerte al recitado con bases musicales, en especial jazzeras y electrónicas”. Quizá esto último es lo que se ve en muchos de los recitales: una preocupación por la performance, que muchas veces se diluye al leer el texto, como si la poesía fuese un instante más que un proyecto de obra.

Aquí cobran relevancia las palabras de Martín Gambarotta (Punctum y Para un plan primavera) concedidas recientemente a una revista chilena en alusión a los nuevos poetas, aquellos que signados como de la generación del 2000 (Carlos Gradin, Paula Peyseré, Gabriel Cortiñas, Mariano Blatt, Martín Rodríguez, Mercedes Halfon, entre otros), en el sentido de que ya no se puede buscar la espectacularidad de los 90, básicamente porque la gracia que tuvo esa generación no fue la fiesta, sino los textos que se produjeron: “Por eso los poetas de hoy todavía se tienen que enfrentar no sólo a las fiestas de Belleza y Felicidad que organizaba Fernanda Laguna, sino que además a la obra reunida de Fernanda Laguna”. Damián Selci, crítico y novelista, fue más allá en otra revista chilena: “Los poetas del 2000 editan como se editaba en los 90, ven a la sociedad y al Estado como se los veía en los 90. Entonces no tienen nuevas experiencias que aportar a la sensibilidad de su propia época”.
 

UNA POLÉMICA
Relativizar la importancia de la generación de los 90 para la actual generación es un ejercicio que Daniel Freidemberg no le teme a hacer, poniendo en duda la etiqueta: “Que muchos de los autores de esos textos hayan lucido alguna vez la chapa, por propia


POEMA
DE GABRIEL CORTIÑAS*

“No se puede hacer harina con los cascos /asaron al enemigo pero se lo comieron crudo /el diente de oro les estalló en la panza /molieron dientes con paciencia, los picaron /hicieron tortilla: de maíz, de arroz, /tortilla de papa, tortilla de muela. /El brillo del diente empuja a romper /en la panza no digiere la luz /es un filo que abre el tímpano en cuatro. /Si la vanguardia no te cubre: el zumbido /la explosión. Todos esperan en las butacas /el comienzo del combate. /Se cierra sobre la lona como un capullo /(un capullo no estalla) /está prohibido llevar reloj”.

*De Hospital de campaña (Fundación Centro de Poesía José Hierro)

elección o porque los pusieron otros, indicaría, me parece, que las necesidades de alinearse encontraron sus límites y fueron desbordadas por la fuerza de la escritura, o bien que hubo en la aplicación del rótulo un apuro que llevó a forzar las cosas para que pudieran caber ahí producciones que no necesitaban ese cobijo”.

Martín Rodríguez, autor de Maternidad Sardá y Ministerio de Desarrollo Social (descargable gratuitamente en www.determinadorumor.com.ar), es más pesimista en relación al estado actual de la poesía argentina. Desde este lugar, “la idea de fin de la poesía o de la literatura es tentadora. Lo puedo decir a partir de una percepción: lo que yo entendí como literatura casi no existe”. Para este poeta, los temas que lee están por fuera de la literatura, “en el espacio público y tóxico de la conversación colectiva (en ese espectro de medios y ‘medios sobre medios’ donde circula una parte de la energía política de esta ciudad, por ende, del país) se imponen intervenciones por su calidad estética. Asís y Fogwill entendieron eso siempre”. Por otra parte, el mundo de la poesía que Rodríguez empezó a leer a mitad de los 90 ya era politizado: “A la poesía ‘no volvió’ la política, porque la poesía que yo conocí estaba atravesada por la política en muchos sentidos”. En otras palabras, una parte de la poesía de los 90, detrás de sus modos vanguardistas, “sostenía un ideal romántico de la política de otros años ‘intensos’. Es decir, Gambarotta no adscribía al Frepaso, Juan Manuel Abal Medina sí. Con los años, tras la [resolución] 125 quizás, los juntó el kirchnerismo”. Para este poeta, con los años lo que hizo la poesía fue poner a muchos discursos “dentro de la poesía, además del discurso político”.

Pero más allá de las polémicas, los libros de poesía reunida, las editoriales de papel o las digitales, existe un fenómeno aparte, y éste es el que varios poetas no sólo han publicado en Argentina, sino también en otros países de Hispanoamérica: Mario Arteca ha editado en Ecuador, España y Chile; Martín Gambarotta lo ha hecho en España y Chile; Francisco Garamona en Chile; Gabriel Cortiñas debutó con Hospital de campaña en España y hace poco ganó el Premio Casa de las Américas en poesía; Arturo Carrera publicó en Cuba hace poco una antología de su poesía reunida bajo el título de Bajo la plumilla de la lengua. Y los festivales internacionales de poesía, como el de Rosario y el de Córdoba, se siguen sucediendo. De ahí que pueda concluirse que la poesía argentina actual está más cerca de la superproducción que del marasmo.



 

 


 

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