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Vender poco, editar bien

Por Gonzalo León
Publicado en Revista Punto Final, mayo 2016





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En los últimos años he estado bastante en contacto con editores chilenos y argentinos de sellos independientes pero también he leído muchos títulos de Random House Mondadori, que como todos saben es una multinacional. Esta conjugación entre lo grande y lo pequeño me hizo pensar cuál era la diferencia entre la edición de una multinacional y la independiente. ¿Es la publicación de autores debutantes y en lo posible jóvenes, como dicen en Chile? ¿Es la aventura con productos de poca venta? ¿Son mejores los editores de una multinacional que los de un sello independiente?

Antes de contestar estas interrogantes voy a contar una anécdota que sirve para ilustrar una primera gran diferencia. Hace unos meses hubo una mesa que giró en torno a la edición: participaron Ignacio Iraola, director editorial de Planeta Argentina, Matilde Sánchez, editora general de revista Ñ, Alejandro Bellotti, editor del suplemento Cultura de Perfil, Malena Rey, editora de revista Los Inrockuptibles de Argentina y el editor del Fondo de Cultura Económica Argentina. Fue una mesa muy interesante, donde se dijeron muchas cosas, pero la que más retengo es la intervención de “Nacho” Iraola, cuando señaló que había que empezar a pensar los libros como tomates, es decir bajarles ese estatus simbólico que tienen y verlos más como una mercancía más. Yo me quedé pensando, porque “Nacho” había explicado la lógica de las multinacionales de una manera tan simple que era imposible no entenderla. La lógica de las independientes contestaría: Sí, pero qué clase de tomates: redondos, peritas, cherrys, en qué verdulería y qué calidad. Es decir la edición independiente tiene una mirada más fina. A grandes rasgos ésta es la primera diferencia.



Los editores de las multinacionales, por otra parte, son profesionales muy bien entrenados, en su mayoría excelentes lectores, con nociones de edición claras, pero responden siempre a las necesidades de la empresa. Los editores independientes, en cambio, también son excelentes lectores, tienen nociones de edición claras, pero responden a otros criterios, como por ejemplo a armar un catálogo y de ahí ir viendo la posibilidad de subsistir y luego vivir de la edición. Mariano Roca, ex editor de Tusquets Argentina, en una conversación informal dijo que para que una editorial pequeña en Argentina empezara a hacerse sustentable tenía que contar con doscientos títulos publicados. No son muchas las editoriales independientes argentinas que tengas esa cantidad de títulos en su catálogo: se me ocurren Colihue, Corregidor, Adriana Hidalgo. Y guardando las proporciones con el mercado chileno creo que allá podría nombrar a Cuarto Propio, Lom, Hueders y, por qué no, La Calabaza del Diablo. Es decir, la edición independiente en Argentina y en Chile es algo que se está construyendo permanentemente y que siempre está a un paso del abismo, de ahí que el riesgo sea algo connatural a ellas.

 ¿Pero cómo puede suceder que haya más novelas descuidadas en las multinacionales que en las independientes? Y mi pregunta esconde una afirmación, porque he leído novelas de multinacionales con evidentes errores de edición: no errores de ortografía, como suelen atacarle algunos reseñistas a las independientes, sino errores que demuestran una floja aplicación de conceptos de edición. Sin ir más lejos, leí una novela que pudo haber estado muy bien, pero se fue por cinco vías paralelas: la de una novela que aborda la provincia, la de una novela pop fantástico, la de una novela que ronda el circuito literario, la de una novela que reafirma la tradición argentina, es decir muy argentina, y como no podía faltar, la de una novela coral. No me explico por qué los editores no la hicieron fragmentaria y política, ahí quizá hubiera sido una obra maestra. Uno de los conceptos más reiterados de la edición es que una novela en lo posible debe elegir dos o tres caminos: si se trata de una novela convencional, o sea para vender, sólo basta uno.



Un reconocido editor dijo cuando le comenté esto que no entendía para qué una multinacional editaba literatura argentina si escasamente vendían, que lo suyo eran las ventas, no la edición. Hablamos de este autor en particular y me dijo que no es sencillo pasar de escribir cuentos a la novela. Es una tarea mayor para el editor, una tarea en donde, y esto lo afirmo yo, debe contar con tiempo. Un grupo editorial como Planeta Argentina publica al mes un promedio de doce títulos y donde gana no es con los autores que hacen literatura seria, salvo raras excepciones, como César Aira o Juan José Saer, que tienen además un público propio. Hay títulos de Random House que venden como si fueran tirajes de una editorial independiente. Con esto no estoy diciendo que los autores se queden en las pequeñas editoriales, nadie les puede prohibir publicar en una multinacional. Eso sí, deben ser conscientes de que si quieren que su obra sea bien editada no pueden mandarla en bruto a una multinacional, deben tenerla lista, para llegar e imprimir. En la vorágine de las ventas, editar bien para vender poco es un lujo sólo para independientes.




 



 

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Por Gonzalo León
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