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Progresismo light

Por Gonzalo León
Publicado en Revista Punto Final, 21 de Diciembre de 2016



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Algunos de mis amigos de Facebook o reales destacan las columnas de Oscar Contardo en  La Tercera con expresiones como “es seco”, dando a entender que lo que escribió interpretó a mucha gente. No más de tres veces he leído esas columnas y nunca me han ni siquiera interpelado, es más, hasta hace poco no encontraba la razón para semejantes expresiones. Pero gracias a una amiga virtual me di cuenta por qué no me movían ni un pelo. Sin el contexto que implica vivir en Chile y seguir la política o lo que sucede en la sociedad chilena pierden sentido, porque apelan a un momento, a una discusión, a un hecho, a un murmullo. La última que leí fue sobre la visita de un cantante de regatón colombiano y si bien el cantante de regatón también estuvo en Argentina, nadie se tomó el trabajo de Contardo, quizá porque acá es otro el contexto.

El regatón entró con fuerza en Chile, de hecho hace unos meses los medios, incluido la TV, festejaban diez años de ese ritmo en el país; sin embargo, acá no es algo masivo (desconozco si lo fue alguna vez, sí sé que la cumbia lo es hasta hoy en todas las clases sociales). En capital casi no se escucha regatón: ni en el transporte público ni tampoco en fiestas, eso no quiere decir que no exista, sino que no es masivo, es un hecho cultural distinto. Quizá donde es más parecido es en provincias (en Rosario escuché tanto regatón como en Santiago), pero como no vivo en provincias, no entendí la columna de Contardo ni menos el tono serio. Entonces no sólo el regatón no existe como en Chile, sino que tampoco exista alguien como Contardo que encarne lo que creo podría denominarse progresismo light. 

A grandes rasgos, el progresismo light pone énfasis en las libertades individuales por sobre las conquistas sociales. Es un progresismo que ciertos sectores de la Concertación han vendido por varios años. Uno de los exponentes más light fue Marco Enríquez-Ominami, quien aspiraba a dar estas libertades (matrimonio igualitario, aborto, etcétera) a todos sin cambiar un ápice el modelo económico-social. Esto también lo han intentado otras figuras del Partido Socialista, lo que no es raro, porque el mismo partido en Argentina lo ha propugnado con el mismo conservadurismo, se trata en el fondo de ese viejo refrán: “Hagamos el amor y no la guerra”. En suma, son propuestas más conservadoras en lo político y liberales en lo social. Pensar así sería como si el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner hubiera tenido matrimonio igualitario pero ninguna política que hubiera reducido la inmensa brecha en materia de distribución del ingreso.

Políticamente el progresismo light detesta los gobiernos populistas en América Latina. Recuerdo que en el cumpleaños de un amigo de colegio que hoy es un conspicuo economista estaban otros jóvenes economistas de la Concertación: ninguno manifestó la más mínima simpatía hacia el gobierno de Cristina, salvo Oscar Landerretche que me preguntaba qué cosas buenas tenía el modelo. Le contesté salud, educación superior, cultura, pero sobre todo salud: nunca tuve una cobertura de salud tan buena como acá, y si la comparo con uno de los amigos que están contratados en Chile y que ganan mucho más que yo, mi cobertura es mejor.

El progresista light no se siente identificado con los gobiernos populistas porque se creyó eso que éramos los “Jaguares de América Latina” y que estábamos por sobre cualquier gobierno, cualquier modelo económico-social. El progresista light fue educado con la frase de Patricio Aylwin de “justicia en la medida de lo posible”, pero aplicó “en la medida de lo posible” a todos los ámbitos de importancia, salvo claro está en los que carecen de importancia; ahí el progresista light es feroz, como lo hace Oscar Contardo cuando plantea que el regatón “congrega a cientos de miles de personas coreando estribillos que son como órdenes tribales del líder de una manada que invoca el sometimiento de una mujer –de cualquier mujer–, cuya principal labor es desear y obedecer”. Simon Reynolds, un gran teórico del pop, cree lo opuesto cuando afirma que en la música pop lo que cuenta es la recepción: “El significado de una letra lo crean quienes la escuchan e interpretan, más allá de las intenciones originales del artista”. Contardo cree que el artista pop es el líder de una manada, que puede incluso decidir el destino de ella, mientras que Reynolds, con mayor experiencia y tino, señala que es la manada la que le da sentido a las letras. En otras palabras, el machismo que se le puede atribuir al regatón es anterior al cantante pop y al regatón. 

Desde este punto de vista, el progresista light es light incluso para hablar de pop, porque apela a un sentido común que tiene bien poco de sentido común y mucho de lugar común. Y es que el progresista light ama los lugares comunes, pero los enfoca de manera atractiva, adornándolos con ideología, como tratando de decir que se tomó en serio ese cantante de regatón o el último bochorno de la Nueva Mayoría. Pero Contardo no es culpable de su progresismo light, eso lo hemos construido todos –incluido yo– a través de años en un patético intento de escurrirle el bulto de pensar más allá de la superficie, y a creernos algo que no somos.


 

 

 

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Publicado en Revista Punto Final, 21 de Diciembre de 2016