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Las Bombal y Borges

Por Gonzalo León
Publicado en Revista Punto Final, 21 de Diciembre de 2017


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Ya hace unos tres años, cuando leí el Borges, de Adolfo Bioy Casares, me llamó la atención que se mencionara a las Bombal; para mí hasta ese momento la única Bombal era María Luisa, pero Borges y Bioy hablaban de más de una: de Rosa, alias Chichi, la hermana “seria” de la autora de La amortajada, y de Susana, la prima mendocina de ellas, que también era escritora. Susana era amiga de Norah, la hermana de Borges; de hecho hay un libro suyo que tengo y que en la portada aparece una pintura de Norah. Es ella, y no María Luisa, la que parece haber sido la más cercana a Borges; en su hacienda de la provincia de Mendoza, sir ir más lejos, está uno de los dos laberintos construidos en su homenaje, los laberintos son de arbustos y conforman un jardín que necesita de una altura para ser percibido; fueron diseñados por el inglés Randoll Coate y la propia Susana Bombal, aunque algunos sólo le dan los créditos al inglés. En el Borges las menciones de esta Bombal son desde 1954 y se prolongan a lo largo del tiempo. Por ejemplo, en 1967, cuando Borges está a punto de casarse con Elsa Astete, Bioy escribe: “La novia, por consejo de Susana Bombal, que tiene la piel curtida como rebenque, se hizo un peeling en la cara: está muy dolorida. Borges desaprueba”.

Borges no era habitual que hablara bien de los escritores chilenos, lo hace mal de Neruda y de Mistral, pero con María Luisa es diferente cuando se refiere a  La amortajada y su prestigio: “Haber escrito un librito muy breve, hace muchos años, asegura una posición muy firme, queda como fierro”. Sin embargo, seguir las pistas de las Bombal en el Borges nos hace perdernos un poco, porque de pronto Bioy confunde a la prima con la hermana; de hecho hay un accidente que sufre Borges en calle Ayacucho y que no queda claro en casa de quién fue. El que nos ayuda a dilucidar esto es el escritor y ensayista José Bianco, que fue jefe de redacción de revista  Sur  por más de veinte años y que incluye a nuestra Bombal en su libro  Diarios de escritores y otros ensayos, publicado en Cuba en 2007. Él, que junto a Victoria Ocampo comandó  Sur (revista en la que también participaban Borges y Bioy), cuenta que fue amigo de María Luisa y que la conoció en 1937 para una recepción que le hicieron a Gabriela Mistral: “Me parece verla a Gabriela Mistral, imponente, majestuosa, apoyando con aire protector sus dos manos en los hombros de María Luisa, que a su lado parecía más pequeña y frágil de lo que era”. En esa época Bianco estudiaba derecho y para conciliar el sueño leía la edición inglesa de la novela  Lo que el viento se llevó, y al otro día la comentaba con María Luisa, quien una vez le confesó: “Esa sí es una novela formidable y no las leseras que yo escribo”.

Bianco retrata a nuestra Bombal de manera formidable: “Todos somos diferentes de todos, hombres y mujeres, pero María Luisa era en verdad muy diferente de las muchachas de la época. Era raro encontrar una mujer con tanto talento creador y que fuera, por añadidura, sensible, ocurrente, inteligente. No sé si bonita”. Hay que tener en cuenta que ella era así no sólo con Borges, sino también con el poeta Oliverio Girondo y con toda la escena argentina de una época. Bianco cuenta que en su casa de calle Ayacucho, pleno barrio de La Recoleta, una tarde Borges, de visita en su casa, “se echó hacia atrás y se golpeó la cabeza con el filo de una ventana entreabierta. Como le saliera mucha sangre, lo llevaron a la Asistencia Pública, lo curaron, lo vendaron y le dejaron en la herida un pedazo de masilla. Consecuencia: septicemia fulminante por la cual estuvo a punto de morir (en aquella época no existían los antibióticos)”. Durante y después de su convalecencia Borges escribe su famoso cuento ‘Pierre Menard, autor del  Quijote’. Bioy recuerda en el Borges  este accidente en casa de la Bombal, pero no es tan preciso como Bianco. Y es tan y más preciso porque llevó un diario donde está presente María Luisa, hace exactamente 79 años: “María Luisa viene a Sur. Lo primero que hace es pintarse los labios y se mancha los dientes de rojo. El rojo de los labios acentúa el tinte un poco terroso y enfermizo de su cara”. Me resulta en extremo fácil imaginarla en la redacción de aquella revista, desenfadada, con cero o poco respeto por lo que ahí sucedía, ella era más importante, o la relación que mantenía con Bianco.

En Había mucha neblina o humo o no sé qué, una novela-ensayo en torno a la vida y la obra del autor de Pedro Páramo, la escritora mexicana Cristina Rivera Garza señala que entre los gustos de este autor estaba María Luisa Bombal. La investigación del canon de dicho autor viene a confirmar lo escrito por Bianco varias décadas años antes, cuando “conversando con un escritor mexicano de gran talento, menor que María Luisa, menor que yo, y autor de una obra tan breve como admirable, me dijo, creo recordar, que La amortajada era un libro que lo había impresionado mucho en su juventud”. Ese escritor era Juan Rulfo. Tan breve como admirable, decía Bianco sobre Rulfo, y aquí habría que volver a citar lo dicho por Borges sobre nuestra Bombal: “Haber escrito un librito muy breve, hace muchos años, asegura una posición muy firme”.


 

 

 

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