Una educadora universal:
Mistral y el arte del aprendizaje
Por Luis Vargas Saavedra
Artes y Letras de El Mercurio. Domingo 30 de Diciembre del 2007
En los manuscritos de la poeta chilena se aprecia una fervorosa defensa del "autodidactismo", método que permite estudiar en un lugar agradable, a las horas preferidas y cerca de objetos queridos. Además desconfía de la educación estatal y aboga por la difusión del latín: "Leyendo a sus clásicos, se aprende democracia", concluye.
En los manuscritos del legado, hay variadas muestras del obligado autodidactismo de Gabriela Mistral en materias de pedagogía, literatura y religión. Persona a quien no se le dejó terminar sus estudios de preparatoria, nos aporta el caso admirable de una privación vuelta aliciente, de cómo una carencia puede volverse riqueza. Tuvo que enseñarse sola. Pudo educarse y educar. Por lo tanto, posee íntima autoridad sobre el arte del aprendizaje. La razón del truncamiento de sus estudios parece una mofa sádica contra una persona cuya vida iba a ser una incesante faena sobre hojas y hojas de papel. Fue acusada cuando niña, nada menos que de haberse robado los materiales de escritorio para su clase, en la escuela de Vicuña. Reprendida por la directora, que era su madrina ciega -doble burla cruel-, escarmentada ante sus compañeras reunidas en el patio -más crueldad-, apedreada después por ellas, fuera de la escuela -culminación de la crueldad-, quedó herida y traumatizada para siempre. Prueba material de ello la vemos en la forma como aprovechó el papel de sus manuscritos. No es de extrañarse que ya adulta haya reciclado algunos cuadernos escritos a lápiz, borrándolos a goma, y a veces borrando de más. Tampoco es de extrañarse que recurriera a papeles de paquetería y que por economía haga de sus borradores una maraña. Allí la prosa, libre de la tipografía del verso, le permite rebosar la página, caligrafiar hasta el filo mismo de la hoja, doblar allí la última palabra y apretujarla.
Por su experiencia de rastreadora de libros y revistas en zona desabastecida de biblioteca pública, sabía de qué manera sus trofeos de lecturas se le grababan en la memoria. De allí su convicción de que lo arduo no sólo fortalece al denodado, sino que sus penosos logros se le imprimen para siempre en el seso. De esta manera se fue aprovisionando de conceptos, datos y vocablos. ¿Significa este credo de lo dificultoso, que Gabriela Mistral desconfiaría hoy de una educación que allanase el aprendizaje? La conjetura es... un bizantinismo, pues ella murió en 1957, antes de internet. Pero, dado que en su última conferencia ante la Unesco exaltara la imagen por sobre la palabra, el googleísmo de una vastedad inagotada de información visual tendría que haberla fascinado. Además, el desafío de aprenderse una nueva tecnología hubiera contribuido a tatuarle los resultados.
De la colección Doris Atkinson de manuscritos, citaré opiniones de Gabriela Mistral sobre educación. Primero, la maestra: cómo se ha enseñado a sí misma. Sin contarnos la penosa interrupción de sus estudios primarios, alude a su desvalido entorno como "la isla de Robinson Crusoe que fue mi autodidactismo allá en el valle de Elqui cordillerano". Recomienda en tercera persona tal proceso: "El autodidacto posee la ventaja sin precio de estudiar casi siempre en lugar sabroso, a las horas de su gusto, cerca de objetos que lo miman, en ese sitio que es el primero de este mundo tanto para el rey como para el pechero: en su casa, y a veces en el mejor cuarto de ella". Si bien ella lo ejerció desde que fuera expulsada de preparatoria, considera que el autodidactismo es post-secundario y post-universitario: la prolongación en que culmina el aprendizaje.
Los reparos: carencia de profesor-guía y silencio sin diálogo, los refuta señalando que "el dogma docente es tal hasta cuando enseña la duda; el profesor dará la duda misma como algo que mucho se parece al dogma... Dos tercios de las clases que yo he oído eran dunas de tedio". Para verdecer tales dunas, los profesores deberían tener don narrativo, buena voz, y, en caso de carecerlos, sería preferible que optaran por otro oficio. Censuradora de la monotonía de su propia voz, dio ejemplo jubilándose en cuanto pudo. Remedios a futuro: "Ya vendrá la oferta de las cúspides de la enseñanza. Así como se noticia el sucedido cotidiano de la A hasta la Z, algún día comenzará a noticiarse, por radio o por disco, la clase insigne dada por el Premio Nobel de Física o de Bioquímica, o la magistral impartida por un estadista prócer o por un egiptólogo ameno. Los que quedemos como aprendices de maestros, muy por debajo de tamañas eminencias, nos comediremos a un mero comento de lo escuchado, conversando con los estudiantes en una clase toda ella encendida por aquellas luces de Bengala del pensamiento". Considera que la cancelación del latín en los programas chilenos es una pérdida no sólo literaria sino también política, "pues leyendo a sus clásicos, se aprende democracia".
En los manuscritos se lee que el acceso a la educación superior, para que ésta sea superior, ha de ser merecido, probado y eficaz, descartando una entrada de par en par a cualquiera. Considera falacia suponer que los candidatos tengan derecho a lo que no podrán realizar, y aboga por las escuelas técnicas para quienes carezcan de la dotación intelectual que una universidad requiere. En cuanto a reformas universitarias solicitadas por los estudiantes, opina: "Es indispensable que los alumnos tengan alguna intervención en los rumbos de la enseñanza hasta hoy la ha dominado un espíritu libresco; es necesario que un fuerte soplo de vida, de humildad, pase arrasando todo esto y renueve los métodos de enseñanza". "Si en el Medioevo la universidad fue proa y timón del pensamiento y de las futuras ciencias, y lo fue con unas ductilidades de enredadera que aprovecha lo que precisa, que halla lo que le vale para ir trepando y sujetándose; así, con la misma voluble destreza, ha de crecer la universidad de la época moderna y de las épocas que vendrán, rehuyendo la grieta filosa, la rama débil, el falso apoyo. La necesidad crea el órgano y la época suscita la universidad, la orgánica universidad que debe lograr esa conjunción feliz de causa y efecto, de péndulo veloz que borra en luz su vaivén". Y pensando en las universidades como guías dentro de un humanismo greco-romano-judeo-cristiano, es decir, europeo, pide la tutela de la teología: "Ella debe presidir nuestras universidades, para que así la ciencia no desvaríe ni estrague. Su presencia de faro a lo divino impedirá que naufraguemos en inmoralidades espléndidas, pero inmorales". Y sobre la enseñanza privada tuvo una opinión tajante: "¿Y quién puede creerse eso de que la escuela estatal es de una neutralidad consentidora, y que ella no busque hacer conciencias como la Ford sus autos en serie controlada, en hilera que ya va para fila...? Todo Estado busca clavarse en la mentalidad de su pueblo, adoctrinar a los futuros votantes de modo que lo perpetúen en el poder y entonces, arraigado como un manglar, despachando su dizque neutralidad, se ha de sacar la máscara de doncella y mostrará al ogro. Sólo por medio de un equilibrio, al menos un equilibrio, entre escuelas estatales y escuelas privadas, puede lograrse la democracia surtida y no el sumiso amén de un rebaño".
La síntesis de su visión de mujer y poeta ante la responsabilidad de la educación queda neta: "La madre es por su índole de Eva perenne, la madre, la que parirá con dolor a sus hijos, el Caín y el Abel de entonces a hoy... Y dentro de ese sino tierno-trágico, va entendido que ella enseña en tanto que Adán suda sobre el surco. Mi certeza de mujer se exalta en este rango de educadora genésica y genética, que nos encarga ir transmitiendo con la leche y el canto los inicios de una cultura que nos viene vientre a vientre desde nuestras antepasadas: el convivio en Cristo y en el cristianismo. Nosotras somos en lo materno, maestras: maestras que dan a la criatura su fe, su habla, su conducta. El hombre completa lo que le damos ya comenzado, y la escuela... ay, ella suele desbaratarnos esa obrita maestra que le fiamos, que nos obligan a fiarle. Y así el imaginero nos llega de vuelta después de unos meses, reducido a razonable, es decir, le secaron los zumos de su imaginación".
En cuanto a los programas de educación: "Yo vengo abogando por un repertorio de utilidades y no de inutilidades. Al niño rural que se le den libros y enseñanza que le sirvan para ganarse la vida en su valle o en su costa, en donde merece vivir con dignidad de trabajador eficaz y bien pagado. Al niño urbano, que se le provean materias y técnicas para laborar dentro de esa complejidad de mil engranajes que es hoy toda gran metrópoli e incluso las medianas y pequeñas. Adecuemos programa y futuro, materia y empleo, pensando en que esa criatura crecerá para ser ¿qué? ¿Un desvalido, un flojo, un cesante? ¿O un emprendedor feliz, capaz de sustentar un hogar feliz gracias a él?". Desde estas citas se ve el triunfo de una desabastecida elquina que con tenacidad se dio la enseñanza que no le daban, y que desde su caso posee la autoridad para ejercer como maestra yendo de lo rural a lo urbano, de lo chileno a lo extranjero, culminando en sus cursos universitarios en Pto. Rico y EE.UU.