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BIOGRAFIANDO A GONZALO MILLÁN

Rolando Gabrielli


Qué provinciana la vida,
Gonzalo, se esconde
detrás de la muerte.
Ayer, el golpe, después,
esta mudez sorprendente
de tu palabra.

Rolando Gabrielli

LA PALABRA
Amar y desarmarla:
hallazgo y extravío
Amarla y desarmarla:
aprendizaje y haztío

G.M.

Gonzalo Millán es un poeta atípico de la poesía chilena. Silencioso, original, trabajador incansable de la palabra. Poeta visual, olfativo, gustativo, de los sentidos corporales. Poeta precoz, de lo cual da cuenta su primer libro Relación Personal, escrito entre los 17 y 20 años, y que expresa la atmósfera del mundo adolescente, sus vivencias, con un lenguaje profundo, lleno de humor, soledad, realidad y originalidad. Enrique Lihn en un artículo de su obra El Circo en llamas, le llama irónicamente “el poeta mudo”, porque en verdad casi nunca se veía a Gonzalo expresar su opinión públicamente y menos polemizar con algún colega o caer en la diatriba personal, casi un lugar común en los artistas. La última vez que lo vi en 1987 en su casa a los pies del Cerro San Cristóbal, estaba de para en materia de vinos, por ser verano y le recité sus viejos versos que mi pobre memoria nunca han olvidado: “Era pequeña y rubia/casi no tenía pechos....Yo soy un tipo extraordinario... ” Sonrió como un adolescente y la noche entró en confianza. Nos conocíamos del colegio José Victorino Lastarria y después en el Pedagógico de la Universidad de Chile. El 14 de septiembre de 1973, cuando se levantó el primer toque de queda, Estado de Sitio en el Chile de Pinochet, nos bebimos unos jarrones de borgoña en un bolichito cerca de su otra casa también a los pies del Cerro San Cristóbal. Millán escribió un poema sobre ese encuentro. Está editado y dedicado. El postigo. Nos veíamos en ocasiones especiales, circunstanciales, no programadas. Él después pasó por Panamá, un año en Costa Rica y un tiempo más largo en Canadá, mientras yo me quedaba en Santiago de Chile. En esas idas y venidas de la vida santiaguina previa al golpe, conversamos en una ocasión en su casa de Tobalaba cuando vivía con su primera mujer, la Coca. Son imágenes, aún frescas. Tiempo que el tiempo no despeja de la memoria. En una serie de artículos donde hablo de poesía y especialmente de los poetas chilenos, siempre he citado a Millán y lo he releído en mi pequeña biblioteca. Consideré siempre que es un poeta fundamental para Chile, Latinoamérica y la lengua castellana. Fue una chilena checoslovaca la que me permitió adquirir varios de sus libros en Panamá, de paso por una Feria del Libro. Sobre mi escritorio: Relación Personal dedicado por Gonzalo, con su letra infantil, y Vida, que me obsequió en Chile. Trece Lunas; La ciudad y Virus. Sólo conocí opiniones de su autor de Vida, que me comentaba en los fugaces encuentros, poesía más allá de lo cotidiano, porque no deja de ser poesía aunque nombre los objetos, se fije en las cosas o las relaciones de pareja.

Túnel
Como una bala
encañonada
un automóvil
sale de un túnel
y penetra
en el parietal
deslumbrante
de la vida.

Gonzalo Millán

Mucho se ha escrito sobre Gonzalo Millán, tal vez no lo suficiente, pero él define su poesía en un trabajo intitulado : ”Hacia la objetividad”: En mi poesía, a diferencia del pop, no existe neutralidad ni aceptación. Existe una visión crítica, antagonista y negadora, una rebeldía a los valores del sistema establecido. Sistema 'paterialista-idealialista' obsesionado por el Edipo que menosprecia la materia y está destruyendo el planeta, que maquiniza la existencia, disciplina el tiempo, hace de las mujeres y hombres cosas y de ciertos objetos ídolos y fetiches”.

Es particularmente necesario para mí, biografiar al poeta autobiográfico, referencial, como lo fue Millán, de sí mismo, aunque "objetivara" la vida, se relacionara con esos cuerpos funcionales que nos acompañan, el refrigerador, el automóvil, termostato, lámpara, generador de aire, el mundo electrodoméstico. Pero Millán nos introduce a una atmósfera enrarecida por al vida y la muerte, los contrarios.

Por ahora no sé quien eres/ni adónde estás siempre/Sé que nos ha tocado vivir/en la misma ciudad/y en un mismo país de la tierra/al mismo tiempo/Y eso me basta.

Nicanor Parra creyó descubrir un antipoeta en Gonzalo Millán, "un brillante y destacado discípulo". Millán es un "inclasificable" desde el punto de vista de la antipoesía y él se reconoce más en Armando Uribe Arce, quien lo derivara a Pound y Wallace Stevens. La antipoesía se hace pasar por poesía espontánea, porque aunque Parra quiere que escribamos como hablamos, eso nunca se logra. "La poesía no se encuentra tirada en la calle ni es inspiración, sino que se construye", opinaba Gonzalo en respuesta a la Antipoesía, que es lenguaje popular. Millán, me lo dijo un día en la casa de su padre en Ricardo Lyon, "cada día se me crece más Huidobro". Sin duda, estaba ante un buscador, investigador, reciclador de palabras infatigable. Solía trabajar en una mesa grande con numerosos libros y diccionarios, hasta completar 9 versiones sobre un poema. Breves por lo general. Su trabajo más ambicioso fue La Ciudad: un sólo largo poema articulado verso a verso (119 páginas), donde se capta y describe la atmósfera enrarecida de Chile de 1973, el país ocupado que compartimos con Gonzalo.

Se pierde en mí el verano/y la niña desnuda/bajo collares de semillas/que recogía arvejas de mar/en las arenas/Escucho ahora com orondas mi casa/y golpeas aldabas/cubierto el evstido de lana/con trozos de cortezas/y gotas de lluvia/No es necesario que entres/Los símbolos del verano muerto/están a tu lado:/hay una pluma de pájaro/sobre la yema de huevo/y la cabeza del girasol/ahora seca/está clavada en su tallo
(De Relación Personal)

Biografiar al poeta es algo elemetal para conocerlo. Gonzalo Millán parecía escribir con la yema de los dedos, rebanar las palabras que buscaba escrupulosamente, como los versos de otros poetas. Sol cuello cortado, recuerdo, me lo mostró una vez, impresionado. Un verso de Apollinaire, que por ahí está en su poesía. Los versos de Brecht, el hombre girando la rueda en el camino. No descansaba en su propio camino. Por eso, dijo en una entrevista sobre Lihn y Teillier: "Los dos me parecían buenos poetas y tenía admiración por ellos, pero yo era el más joven de la generación del ’60, y ellos deben haberme mirado como un cabro chico. Pero ninguno de los dos era poeta de mi total agrado; en realidad, no creo que haya un poeta de mi total agrado en ninguna parte del mundo. El énfasis en el mentalismo de Lihn me hace retroceder; la imagen, para mí, es lo fresco, no el pensamiento. Teillier hizo una obra redonda, pero la provincia nunca la he visto como positiva." Millán es un poeta revolucionario en el estricto sentido del término en su búsqueda constante, lenguaje, el rodaje meticuloso que le otorga a sus breves poemas, como pequeños alfileres de una gran almohadilla que un sastre sabe definitivamente donde van y por que.

He estado revisando sus libros en el atardecer panameño de este domingo que me sorprende con la noticia de su muerte en la madrugada del pasado viernes y me encontré con un papel amarillo donde señalaba un poema y que dice: Epígrafe cuento de La Ciudad. Yo mismo no recordaba esos pasos, que ya tienen algunos años. Ese cuento ha derivado en una novela, que ya tiene 450 páginas y que la ciudad es una de las tantas referencias del texto. El fragmento es este:

Vvms mrdzds./Vvmos mrdzdos/Vivimos mordazados/Vivimo con los ojos vendados/Los ojos se abren bajo la venda./La boca se abre bajo la mordaza/El tirano disfruta de salud/Sólo el hombre disfruta de la palabra/Los gorilas se golpean el pecho./¡Muera el tirano!

Huidobro, Neruda, Parra, De Rokha, la Mistral, los cinco Tótems de la poesía del siglo XX y XXI e incluido Gonzalo Rojas, se biografiaron durante toda su vida. Parra es el verdadero último mohicano en ese juego pirotécnico, donde hoy los poetas no llegan a brillar. Millán deja un vacío profundo en el "futuro" de la poética chilena y abre un camino. Su retórica trabajaba sigilosa y laboriosamente. Los dos poetas históricos, Parra y Rojas, ya son cosa escrita. Son otros, como dijo Rojas una vez, los que tienen la palabra. Raúl Zurita, poeta chileno y Premio Nacional, anunció su muerte hace ya un tiempo y aún permanece con nosotros. La vida y la muerte parecen inseparables e irreconciliables, pero emparejables finalmente. Gonzalo ha abierto nuevas avenidas a la poesía chilena. Los que vienen tendrán que poner atención en su poesía. "Creo que la antipoesía está rodeada de muchos mitos. Hay una visión de que las cosas ocurren en sucesión, pero cuando leía a Nicanor Parra, también leía a Pablo de Rokha. En general, me atraían las imágenes disonantes, no tanto el lenguaje coloquial", sostuvo Millán en una de sus entrevistas finales. Siempre con respeto y conocimiento, también deja una huella en ese sentido. Los envidiosos debieran estar de duelo. Siempre humilde y reconocido: "Gonzalo Rojas fue y sigue siendo mi querido maestro. A él debo, entre otras cosas, la consideración de la poesía como conducta, la necesidad del creador de asumir una postura estético-moral y estético-política siempre solidaria con él hombre ".


En mi libro inédito: Los Poetas de Chile, digo:
A Gonzalo Millán/con su pequeña y rubia/ él, un tipo extraordinario.

Gonzalo Millán, ha muerto a la 1.20 P.M., dice el cronómetro desde Santiago de Chile, y personalmente ignoraba que tenía un cáncer terminal. Ha dedicado su último tiempo a revisar su obra, ponerla al día, a concluir sus libros póstumos y escribir un especie de Diario de Muerte, al estilo de Enrique Lihn, intitulado: Veneno de escorpión azul. El título se refiere a un medicamento cubano contra el cáncer que le recomendaron."Y después de ir con los ojos cerrados/ por la oscuridad que nos lleva,/ abrir los ojos y ver la/ oscuridad que nos lleva,/ abrir los ojos y ver la oscuridad que nos lleva/ con los ojos abiertos y cerrar los ojos/ se cierra el poema”.

Deja caminando tres libros de una trilogía que denominó Croquis: Claroscuro; Gabinete de papel y Autorretrato de memoria. Lagunas es otro poemario que saldrá el 2007. Millán integró en Concepción el Grupo Arúspice de poesía con Jaime Quezada y otros poetas. Formó parte de la generación de Waldo Rojas, Omar Lara, Floridor Pérez, Oliver Welden y Oscar Hahn, entre otros, pero este último tenía los dos pies en Estados Unidos. Autorretrato de memoria, obtuvo las premiaciones Altazor y del Consejo Nacional del Libro y la lectura 2005. Millán fue Premio Pablo Neruda en 1987, en su primera versión.

–¿Y tú cómo te vives la muerte?– le preguntó el periodista Javier García de La Nación de Chile: "Acercarse a la muerte en vida es alcanzar una plenitud vital que la gente corriente no alcanza. Uno, sencillamente, entra a otra dimensión, y aunque sea pasiva, ¡tenís que salvar el pellejo como sea! Uno vive y la escritura viene después. Lo más interesante de la muerte es la incógnita que provoca ¡Qué cresta pasa allá! La concepción del alma me parece muy dudosa. Ahora frecuento la idea egipcia y tibetana de la muerte".

"La muerte es otra existencia no más. Los tibetanos dicen que hay muerte, vida, premuerte y postmuerte. Entonces, la premuerte se puede preparar. Si uno quiere reencarnarse puede hacerlo las veces que quiera, la misma película, sin acordarse de que la vio (se ríe). O uno puede tratar de salirse; entonces, ¡lea las instrucciones, porque te vai a encontrar con un demonio de cuatro metros que tira fuego, y lo que no tenís que hacer es cagarte de susto! Hay que enfrentarlo y seguir adelante". Gonzalo era un fumador empedernido. Uno tras otro. Flotaba en el humo que aspiraba y producían sus cigarrillos. Por lo que cuentan sus últimas palabras en la prensa chilena, Gonzalo se jugó la carta del Escorpión Azul, la medicina providencial cubana que ha curado a algunos y poestergado el cáncer a otros. ¿La muerte suele ser más venenosa que el propio escorpión?

Millán escribió en vida y muerte esos pequeños grandes temas del amor y desamor, vida y muerte, y se miró hasta la saciedad en el Otro, con sus dedos y obsesiones construyó unos 10 mil elementos visuales. Recuerdo aquellos días cuando usaba los palos y las cajitas de fósforo. Era un constructor de miniaturas en medio del vendaval de la destrucción. Trabajaba cada verso, palabra por palabra. Escribía lo que veía con su cuerpo, tocaba, en un reciclaje visual continuo de lo que llamaba su memoria espacial. Cerca del zumbido de la abeja, del aletear de la mariposa, el poeta respira. La palabra es un virus, dijo Burroughs, cita Millán y en su poema Epidemia de su libro Virus abre el primer texto:

Son Necesarios/varios millones de virus/para conseguir un punto visible/Y varios millones de puntos/para conseguir una sóla línea/¡Cuántos millones de líneas!/¡Cúantos millones de puntos!/¡Cuántos millones de virus!

Soy de los que pienso, guardadas las proporciones y comparaciones, que Relación Personal, le sobrevivirá a Millán como 20 Poemas de Amor y una Canción desesperada a Neruda, porque es un trabajo, poemario, son vivencias limpias, y ambos entran en la bóveda de sueños y desgarramientos, soledades, donde el fruto siempre crece. Experiencia juvenil, profunda, del amor, Millán también toca las cuerdas bucales del lenguaje íntimo, erótico, esa atmósfera gaseosa enrarecida de la pareja detrás del vaho de las palabras.

 

En Blancas Carrozas viajamos
Ocultos entre raíces
manchados por los hollejos de frutas,
y humaredas de hojas y papeles,
se endurece en mis manos sucias,
al palpar la rubia
sedosidad niña de tus piernas,
la celeste cornamenta de mis venas.
Tú con una piedra rompes
un cuezco de durazno,
mascas la amarga semilla
y endulzada la echas en mi boca.
Yo me humedezco un dedo
y en el muslo trazo con saliva
las iniciales de tu nombre.
Tú le echas tierra.
Después el polvo cae.



Sushi Bar
Leí una vez que un monje
llamado Ventana Nevada
pintaba orquídeas de tinta.
¿O era un monje llamado
Orquídeas de Tinta el pintor
de las ventanas nevadas ?

 



Rosa
Ha muerto la memoria
de la flor marchita
y aún no nace la promesa
del capullo.
Esta es la primera
y la última primavera.
No se ha abierto antes
ninguna rosa.

(G.M.)



 


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Biografiando a Gonzalo Millán.
Por Rolando Gabrielli