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CAMINO A GABRIELA
Presentación de Gabriela escondida, de María
Luisa Daigre
Roberto
Onell H.,
Café Literario, Providencia, 2 de junio
de 2006
Para empezar, leeré dos poemas. El primero es
HUÍDA
¿Adónde huye el verano
cuando el sol se arrepiente?
El segundo es
PATIO VEINTINUEVE
Sólo susurros entre viejos árboles.
Por callejuelas de polvo se arrastran
cuando cae el sol:
llaman al sin nombre.
Confundidos quedan los huesos,
entrelazados para siempre miedos y sueños.
Esperan.
Pronto llegará el que se llevó la
risa.
Estos dos poemas fueron escritos por María Luisa Daigre
y publicados en su primer libro de poemas, llamado Solsticio,
en 1998. Libro que no estamos presentando hoy. Mi acento, sin embargo,
quiere situarse en esa sensibilidad; en la sensibilidad de quien ha
estampado esos y otros versos. Porque me parece que esa manera de
latir y sentir, de percibir y perseguir, es la que corre por
las nervaduras de las hojas que hemos de leer; ésta, la inspiración
y la expiración que parecen conducir la empresa de descubrimiento
de la Escondida. El título -Gabriela escondida- nos
deja intuir la búsqueda y tal vez el hallazgo de una persona;
el subtítulo -Una lectura de doce poemas de Tala- nos
advierte una modalidad de búsqueda: el ejercicio particular
que es la lectura, y la lectura de poemas de un libro muy particular.
A cargo del "Prólogo", Andrés Morales subraya
la complejidad de la obra mistraliana, para luego anunciar y respaldar
la lectura de Daigre: es un trabajo que "no impone caprichosamente
un modelo teórico donde es preciso utilizar un metalenguaje
[y que] tampoco cae en el riesgo de ejercer la soberbia de la interpretación
libre" (8). Tras la dedicatoria, "A Miguel Arteche",
y el epígrafe, "Mi corazón y mi pensamiento son
una llama que clamorea al cielo por trepar hasta Dios", de Mistral,
la autora escribe su propia "Presentación". En un
tono confesional, Daigre nos refiere la circunstancia de vida en que
se fraguó el ahondamiento en el libro de nuestra Nobel --ahondamiento
guiado por Arteche-- pero, por sobre todo, expone sus propias razones
para este libro: "el profundo amor y atracción que me
acompaña desde niña por la obra de Gabriela Mistral
y mi deseo de compartir con otros lectores el gozo de su poesía"
(17). Después, en la última estación antes de
la lectura, Daigre nos menciona y detalla lo que entiende como los
tres pilares de la poesía de Mistral: "el amor a la naturaleza,
sus lecturas de la Biblia y su peculiar sentido de lo religioso"
(24). Es claro: en una antesala que tiende a demorar el ingreso a
la lectura misma, la autora nos anuncia un recorrido personalísimo
por un territorio conocido y nos anuncia la voluntad de ganar a sus
lectores para esta poesía. El fin es descubrir a alguien; el
medio, la lectura de un puñado de poemas.
La lectura discurre individualmente, poema por poema. Los textos abordados,
que Daigre tuvo a bien transcribir, y las respectivas conclusiones
son los siguientes. "Pan" resulta ser hallazgo y desprendimiento
de una esencia; "La medianoche" es la oscuridad nocturna
como fuente de claridad y sentido; "Riqueza" realiza la
síntesis de opuestos en un espacio de simetría; "Dos
ángeles" plantea la amalgama de vida y muerte para una
existencia plena; "Palomas" es el delirio de la hablante
transfigurada en paloma; "Paraíso" muestra la condición
humana a las puertas de la trascendencia; "Beber" traza
un viaje de retorno a través del agua hasta el útero
materno; "La flor del aire" expone la poesía como
gobernadora de una hablante que se ha sometido libre y radicalmente;
"La copa" reitera la presencia del agua como vínculo
vital ligado a lo divino; "La memoria divina" resulta otro
poema de desprendimiento y despojo asociado a la eternidad; "La
extranjera" expresa el dolor de una extrañeza en tierra
natal, y "País de la ausencia" es un recorrido de
pérdidas que termina en una recuperación de sí
por parte de la hablante. La extensión de las lecturas varía
con el modo: estrofa por estrofa, o por unidades temáticas
discrecionales. La autora no explicita métodos de lectura;
sin embargo, su ejercicio mezcla el biografismo del siglo XIX, el
impresionismo característico, por ejemplo, de Alone, y, en
menor medida, el estructuralismo de mediados del XX, y algo del enfoque
de la recepción. Daigre hace aparecer y desaparecer a la persona
de Gabriela Mistral, tanto como establece nexos, siempre muy breves,
con otros libros de la poeta y con filosofías y religiones.
(Si miro un poco afuera, me detengo. Pienso: Gabriela Mistral ha profundizado
en una suculenta experiencia del mundo; María Luisa Daigre,
en este libro, ha profundizado en la experiencia de Gabriela; Andrés
Morales ha profundizado en la experiencia que María Luisa ha
tenido de la de Gabriela; y ¿yo?... El peligro es evidente:
comentario en el comentario, Gabriela, ¿dónde estuvo?)
Concuerdo con Andrés Morales: aquí no hay dogmatismo
ni capricho. Las sucesivas antesalas son el hincapié en lo
que conviene recordar siempre: la lectura es experiencia personal;
aventura de exploración y fundación, viaje de extrañamiento
y reconocimiento de quien lee. (Martín Lutero lo sabía
muy bien; también el Tribunal del Santo Oficio.) Desde este
lugar, Daigre no hace genuflexiones ante un altar teórico,
sino asume la propia subjetividad. Ahí radica su impureza teórica;
ahí radica su humanidad. Para hallar a Gabriela, María
Luisa se expone ella misma: deja en él "su sangre de mil
días", como diría la propia Gabriela. Ni indeterminación
ni sobredeterminación: fidelidad. Percibo que Daigre lee ella
entera: con reiteraciones, ocurrencias súbitas, preguntas bellas,
lagunas inexplicables, admiración nunca escondida… Lee con
riesgo. Y lo ha conseguido: una mayor luminosidad llega al rostro
ya menos sombrío de la poeta, según vemos en la portada
del libro. Pero "escondida" es un participio adjetivado:
entendemos, así, que Gabriela es y está escondida; que
se muestra para volver a ocultarse. Y Daigre entiende que su lectura
es parcial y que sólo así puede hacerse partícipe.
Porque el libro es imperfecto; el equilibrio no siempre es tal. Felizmente.
Podemos y debemos discutirlo y completarlo. (Y nada diré de
la complejidad del propio Tala, libro de mayor madurez poética
que Ternura y, desde luego, Desolación.) Así
como debo denunciar la presencia de unas pocas erratas y la falta
de continuidad visual en marcas como entrecomillados, guiones, cursivas
y mayúsculas. Cierto: Gabriela escondida será
puesto a distancia por una parte de la academia --presenta imprecisiones
conceptuales, una bibliografía no exhaustiva; carece de epílogo
o postfacio--, pero ayudará al lector común que es cualquiera
de nosotros. María Luisa Daigre ha aprendido una lección
del grupo de los doce escogidos --los doce poemas-- y nos la comparte
con lúcida sensibilidad, a ver si de cada poema surge una descendencia;
su lectura nos motiva con buen ánimo, esto es, lúcidamente,
en actitud de escucha y colaboración, para mejor ir y para
mejor volver a Tala y a toda la poesía de Gabriela Mistral.
Nos motiva para reincidir y así residir en ese campo de significaciones.
¿Qué otra estela desea seguir un lector de buena voluntad?