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El eslabón
perdido de la Mistral
Por Franco Fasola
La Nación Domingo, Domingo 24 de
Julio 2005.
Que era su sobrino-hijo. Que
un medio hermano de la Legión Extranjera se lo entregó
en España. Que el niño se suicidó de amor. A
60 años de la obtención del Premio Nobel de Literatura,
los homenajes parten con la próxima repatriación de
los restos de Yin Yin, el mayor misterio y amor de Gabriela Mistral.
Se termina la tragedia, se cierra el círculo para entender
su mayor etapa creativa y se cumple con el último deseo de
la poetisa de Montegrande: descansar eternamente junto a su hijo.
“Todavía, Miguel, me
valen, como al que fue saqueado, el voleo de tus voces,
las saetas
de tus pasos y unos cabellos quedados, por lo que reste del tiempo
y albee de eternidades”.
“Aniversario”, Gabriela
Mistral
14 de agosto de 1943. En Petrópolis (Brasil),
un enamorado joven de nariz aguileña y ojos verde azulados
toma un largo trago de arsénico. Enfermo de amor por una bella
alemana, Juan Miguel Godoy Mendonza, de 18 años, se suicida.
Juan Miguel Godoy, más conocido como Yin Yin
-que en hindú quiere decir “fiel”-, constituye hasta hoy una
de las mayores encrucijadas en la vida de Gabriela Mistral. Su
condición y la historia que lo une con la poetisa es drama
y cuento infantil. Es mentira piadosa o verdad de papel. Tratado a
veces como hijo bastardo de un primo, como hijo de una amiga, como
sobrino. Y mientras la muerte de la profesora rural acechaba, como
hijo de sus entrañas.
Según el ministro de Cultura, José Weinstein, a 60
años de la obtención del Nobel de la autora de “Desolación”,
las carteras de Cultura y Relaciones Exteriores anunciarán
el próximo jueves el cumplimiento del último deseo en
vida de la Mistral: descansar eternamente junto a su hijo Yin Yin,
en Montegrande. “Nuestro tema no va a ser meternos en el debate de
si fue hijo o sobrino. Lo importante es que éste es el ser
más querido de Gabriela Mistral y que fue tratado y criado
como hijo, lo fuera o no biológicamente”.
Las
raíces de Yin Yin
La vida de Juan Miguel Godoy Mendonza está cubierta de un
oscuro velo que ni siquiera la repatriación de sus restos podrá
levantar. Desde su nacimiento, que se presume fue entre mayo y junio
de 1925, hasta su trágico suicidio en Brasil, sus orígenes
han sido materia de arduos debates.
El manto de dudas que hasta hoy subsiste fue alimentado por la propia
Mistral y también por quienes han tratado de purificar innecesariamente
la figura gigante de la Nobel.
Las pistas oficiales del origen de Yin Yin llevan siempre a Juan
Jerónimo Godoy, padre de Gabriela Mistral, quien abandonó
a su esposa, Petronila Alcayaga, y a sus dos hijas al tercer año
de matrimonio. Diez años menor que su esposa y con una vida
bohemia y disipada, Juan Jerónimo fue un profesor exonerado
por mala conducta. Luego de su separación vivió en Copiapó
y en La Unión y visitó a la pequeña Lucila dos
veces en Vicuña.
La historia oficial cuenta que el padre de la Mistral también
tuvo otro hijo: Carlos Miguel Godoy, quien, al igual que su padre,
decidió errar por el mundo como marino mercante. Mientras,
su medio hermana comenzaba a ser reconocida internacionalmente.
Fue así como desde la Legión Extranjera en África,
Carlos Miguel Godoy se enteró que Gabriela se encontraba en
Marsella y viajó para conocerla. Según los especialistas
mistralianos, juntos se trasladaron a Barcelona y allí el medio
hermano de Lucila se habría enamorado de la profesora Marta
Mendonza. De esa furtiva relación -a la cual Mistral se habría
opuesto tenazmente- nacería Yin Yin.
Es acá cuando la historia comienza a transformarse en duda
razonable. Enferma de tuberculosis, Marta, la supuesta madre biológica,
parte a un sanatorio suizo, donde finalmente muere. Carlos Miguel
se queda con el bebé de nueve meses, se lo entrega a su pariente
que recién conoce y la poetisa-diplomática, sin más
acepta cuidarlo, sin adoptarlo legalmente.
“El argumento de ese medio hermano que le va a dejar un hijo a España
es insostenible e impresentable. Es de un infantilismo increíble”,
sostiene el cineasta Luis Vera, el mismo que dio vida al documental
“Viola chilensis”, quien le ha seguido los pasos a la Mistral y a
Yin Yin para mostrar “Gabriela de Elqui: el misterio de una cigarra”,
que se estrenará en noviembre próximo y que agilizó
los trámites de repatriación de los restos de Yin Yin
luego de que Doris Dana, la albacea de la poetisa, le confesara el
que fue su último deseo en vida.
El
niño huraño
Así, con la historia oficial precariamente construida,
la vida de la Mistral y Yin Yin fue tomando fuerza edípica.
Y las diversas versiones sobre el verdadero origen del niño
comenzaron a circular abundantemente en la conservadora sociedad chilena
de la época.
Extrañamente, las primeras sombras fueron lanzadas por la
propia Mistral. Según consta en una carta que le escribió
al poeta costarricense Joaquín García Monje -desde La
Serena el 14 de diciembre de 1925-, Gabriela cuenta que estaba escribiendo
una “novelita sobre un niño que me importa terminar dentro
del año próximo”.
Para los más entendidos, la rareza sobresale, pues la poetisa
nunca escribió novelas.
En otra misiva al mismo remitente, pero esta vez desde Génova,
el 12 de abril de 1930, le cuenta que tiene “un departamento muy cómodo,
de cuatro piezas y siete camas, aunque somos sólo dos y la
criada: yo, un niñito de una amiga y no más”. Yin Yin
ya tenía dos orígenes: una novela nunca escrita y como
hijo de una amiga. Mientras, a la escritora Matilde Ladrón
de Guevara, en Rapallo (Italia), la Mistral le confidencia que había
“adoptado un sobrinito español bastardo de un primo”.
Pero no importando la forma que tomaba Juan Miguel Godoy para el
mundo, lo cierto es que Yin Yin era parte fundamental en la cosmopolita
vida de la poetisa. En el libro de Isolina Barraza “Gabriela Mistral
y su sobrino”, Luis Enrique Délano, entonces funcionario del
Consulado chileno en Madrid, que atendía a Gabriela, recuerda
que en 1935, “Yin Yin asistía a estas lecturas, con sus grandes
ojos claros clavados en mí, en una actitud de expectación.
Cuando en la narración había algo heroico, una pelea,
un peligro, se le iluminaba la cara. ‘¡Bravo, Enrique!’, exclamaba
con sus erres afrancesadas. Y cuando terminaba la lectura del capítulo
decía: ‘¿Y qué sigue? ¿Qué les
va a pasar a los expedicionarios?’”.
El
dolor más grande
En una gran casa en Petrópolis estaba instalado el Consulado
chileno al que llegó la Mistral junto a un adolescente Yin
Yin para cumplir funciones diplomáticas en Brasil en plena
Segunda Guerra Mundial.
Allí, otra que pudo conocer la extraña relación
fue Magda Arce. Según le reveló a Enrique Lafourcade
hace casi 20 años, esta profesora conoció a Yin Yin
en Petrópolis en 1942 -un año antes de su suicidio-,
mientras hacía un viaje relámpago para visitar a su
amiga.
Cuando la fue a buscar, ella no estaba. Pero cuando tocó el
timbre, apareció un “muchacho de ojos verde azulados, muy semejante
a la Mistral”. Cuando Arce le preguntó por Gabriela, él
le contestó: “Mi mamá salió”.
En Brasil, Yin Yin era un extraño. Luego de vivir en Italia,
España y Francia, allí estudiaba sin entusiasmo en una
escuela agrícola. Según cuenta Isolina Barraza, a Juan
Miguel no le atraía el puebIo brasileño, ni su clima
ni el idioma. “Yin Yin no embocó nunca con el país ni
con lo americano en general”.
Mientras la Gabriela se entretenía cultivando una pequeña
huerta en el jardín de la casa en Petrópolis, Yin Yin
había cumplido los 18 años y le contaba a su “Buda”
-como le decía cariñosamente a Mistral- que se había
enamorado de una joven de origen alemán y que quería
casarse.
Luego de la negativa de la Mistral, debido a que los alemanes eran
los que habían empezado la guerra, Juan Miguel Godoy mutaría
su actitud siempre fiel a su madre. Yin Yin se suicidaba con arsénico
y dejaba a la Mistral knock-out. “Después de mi duelo (‘Death
of Yin Yin’) he debido coger los pedazos de mí misma y rehacer
mi mente. Creo que nuestra vida espiritual no anda distante”, contaba
en sus tristes y desconsoladas cartas.
Luego de la muerte de Yin Yin aparecería la prosa más
dolida y maternal de Lucila. La de la maternidad y la niñez.
La que dos años después de la muerte de su niño
la llevaría directo al Nobel.
* * *
EN EL NOMBRE
DEL HIJO
Gabriela Mistral se anticipó
a la desventura amorosa en sus poemas, pero también a la muerte.
En 1914 publica “Los sonetos de la muerte”, donde escribe, quizá
anticipándose, a la desaparición de su hijo: “Te acostaré
en la tierra soleada con una/ dulcedumbre de madre para el hijo dormido,/
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna/ al recibir tu cuerpo
de niño dolorido...”. Aquí, tres mistralianos reanudan
el debate sobre los orígenes de Yin Yin.
“Para Gabriela Mistral fue muy tremenda la muerte de su sobrino Yin
Yin. Cuando él muere, ella se sobrecoge y comienza a escribir
oraciones, poesía religiosa, que incluso se las hacía
leer a las personas que visitaban su casa, y que posteriormente se
publicaron como libro. La Mistral tenía mucho cariño
por él, y cuando Yin Yin toma esta trágica decisión
de suicidarse, ella se sintió culpable”.
PEDRO PABLO ZEGERS
Autor de la biografía de Gabriela Mistral “La tierra tiene
la actitud de una mujer” (Editorial RIL).
*
“Con respecto a Yin Yin, para la Mistral fue un regalo del cielo
recibir por encargo de su hermano natural, que era un marinero de
cabotaje, que se lo entregó en Madrid en 1926 -el niño
era catalán-, porque él no podía hacerse cargo
de este niño. Ella tenía muy fuerte el instinto materno,
y se hizo cargo de él educándolo en los mejores colegios
europeos. Lo que se dice de si fue hijo de ella es un cuento creado
por diferentes grupos literarios de Estados Unidos, que buscaban un
icono. Yin Yin vino a llenar un vacío fuerte en su vida, que
ella correspondió con todo el amor de madre auténtica.
Yin Yin fue su hijo adoptivo definitivo”.
GASTÓN VON DEM BUSSCHE
Director de la Fundación Gabriela Mistral
*
“Ella había apostado una última carta en la existencia,
que era Yin Yin. Esto por la última referencia que hizo Doris
Dana, su última secretaria, quien dijo que era su hijo. Hay
que entender que ser madre soltera, profesora y diplomática
era muy mal visto en una sociedad como la chilena. La muerte de Yin
Yin fue un sufrimiento grande, desde entonces estuvo siempre rodeada
por la muerte, la culminación de un período de abatimiento
espiritual, que se traduce en una poesía, donde ella sale de
sí misma para cantar a Chile, en ese ‘Poema a Chile’, que es
una obra espléndida”.
ALFONSO CALDERÓN
Autor de “Croquis mexicanos” (selección y prólogo).
Artículos de Gabriela Mistral (Editorial Nascimento) y de “Prosa
de Gabriela Mistral” (selección).