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Entrevista

Gonzalo Millán: la persistencia de la memoria

Juan Andrés Piña
La Tercera Cultura, sábado 21 de octubre de 2006



Fallecido hace una semana, el poeta había concedido una extensa entrevista para el volumen Conversaciones con la Poesía Chilena,
que lanza en noviembre la Universidad Diego Portales. La Tercera Cultura ofrece algunos extractos.

 

- Autorretrato de Memoria es tu libro más focalizado en la infancia. Muchos han visto ahí una mirada de infelicidad, algo oscuro...
- Puede dar la impresión de que el niño al cual se alude en estos poemas es un niño muy atormentado, muy infeliz, y no necesariamente es así. Yo era el favorito de mi madre y de mi padre. Me mimaban bastante, tenía una situación privilegiada, recibía enorme amor. Todo esto, a pesar de ser esta una familia disfuncional...



- ¿Disfuncional en qué sentido?
- En el sentido de que era una casa donde había una persona enferma, mi madre. O sea, enferma de los nervios, como decíamos en ese tiempo, y que ahora se puede llamar neurosis o depresión. Mi madre tenía unas depresiones tremendas, con intentos de suicidio, de autodestrucción. Consultó como a seis psiquiatras y todos le hacían tomar píldoras y más píldoras, hasta que la convirtieron en una adicta a los calmantes y a las pastillas.

- La referencia a tu madre es probablemente el lado más oscuro del libro.
- Sin duda, porque por primera vez yo abordo este tema en forma más explícita. Esto para mí ha sido parte de un proceso, de ir asumiendo y reconquistando territorios donde yo no me podía meter. Eran tan dolorosos y tan traumáticos que simplemente no entraba ahí. Yo creo que la poesía tiene esta capacidad terapéutica y regeneradora, en el sentido de que uno no vuelve a esos temas por morbo ni para refocilarse en la desgracia, sino que para reconquistar esas zonas que están sumergidas o son tan cenagosas.

- Relación Personal lo publicaste muy joven, a los 21 años. Tuviste un buen respaldo de la crítica, e incluso un premio importante. ¿Pensaste que te ibas a dedicar a la literatura?
- A esas alturas estaba entregado a la escritura totalmente. Cuando no escribía una novela que entregué a Zig-Zag, escribía poesía.

- En este primer libro, ¿tenías claridad respecto de las influencias que lo habían marcado?
- No mucho. Pero yo creo que mis gustos estaban más que nada dados por algo que yo no veía en Chile. Por ejemplo, me gustaba mucho Residencia en la Tierra, pero mi interpretación de ese libro era existencialista. Yo lo leía como una ejemplificación del existencialismo de Sartre, de Camus. Pienso que muchas veces en el tema de las relaciones o de las influencias se tiende a asumir que las primeras influencias son de los escritores nacionales. Yo creo que es falso. Además, uno asimila ciertos poetas a través de otros poetas: leyendo a Gonzalo Rojas puedo asimilar a Neruda. En todo poeta hay algo abstraído de la tradición, y uno puede llegar a la tradición a través de ellos. Creo que llegamos a Parra a través de Lihn, o a través de Uribe, o a través de Rubio.

- ¿Y las influencias foráneas?
- De los norteamericanos, te diría que William Carlos Williams, Wallace Stevens, Withman. Withman es fenomenal. Y del lado francés, los románticos. El surrealismo era muy atractivo, pero más atractivo que su escritura era la leyenda surrealista, esta gente que andaba en grupos... Yo creo que llegué al surrealismo cuando ya estaba retorizado. Además, nos reíamos un poco de la devoción que presentaban los poetas mayores por el surrealismo, era como un culto. Gonzalo Rojas, Braulio Arenas, qué sé yo... Había algo ridículo en todo esto y no solamente se dio en Chile, sino que eso era muy fuerte en toda Latinoamérica. Imagínate la devoción de Octavio Paz. Lo otro importante para mí era la poesía de Ginsberg, porque se salía de marco. Escribía como le saliera, tenía otro ritmo, el ritmo del jazz. Ya ni siquiera se planteaba este dualismo, que de alguna manera establece Parra, entre lenguaje literario y lenguaje coloquial o vulgar. Creo que la poesía norteamericana había superado eso hace mucho rato.

- Y había integrado los dos.
- Claro. No había conflicto. En todo caso, en lo que yo comencé escribiendo sin duda que hay huellas de la antipoesía, pero ya doblemente filtrada. Jaime Giordano escribió un muy buen artículo, en el que abordaba el uso de la coloquialidad en Oscar Hahn y en mi poesía. Lo que decía era que en nosotros dos la elección en un mismo poema de factores coloquiales y factores literarios coexistía. Ya no estaban cargados, no era una trasgresión. Es decir, yo no iba a hablar coloquialmente para transgredir algo, sino que ya estaba establecido eso, fluía natural, estaba integrado dentro del lenguaje. Y creo que eso rige hasta el día de hoy, de que en un poema que va siendo lírico a la manera tradicional, de repente sale con un garabato o con una palabra más baja. Eso es interesante en la poesía chilena, porque en la recepción externa de tradiciones poéticas más convencionales, a veces se producen desconciertos. Los descoloca este hecho de que no haya un código fijo.


 

 

 

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Gonzalo Millán: la persistencia de la memoria.
Por Juan Andrés Piña.
La Tercera Cultura, sábado 21 de octubre de 2006.