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Germán Marín: El Palacio de la Risa
Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, 2014. 160 pp.
Por Carolina Reyes Torres
Publicado en http://www.revistalecturas.cl/ 7 de Octubre 2014
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“Si estas paredes hablaran” es el refrán que Germán Marín desarrolla en El Palacio de la Risa, una suerte de texto híbrido, que da el efecto de un relato testimonial, planteado desde una voz hablante masculina, a la cual nunca le sabemos el nombre y que, a través de él, desentrañamos épocas mucho más dichosas de lo que fuera Villa Grimaldi, uno de los más importantes centros de detención y tortura en la época de la dictadura militar, hoy convertida en Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi.
En sus peores momentos la casona −al mando de criminales torturadores como Krassnnoff, Moren Brito, Contreras, entre otros− tenía un par de alias; uno que se ocupaba dentro de las fuerzas de represión: Cuartel Terranova. Y otro más informal, un mote irónico que le pusieron los propios militares y agentes de la DINA que trabajaban allí: el Palacio de la Risa, que da nombre al libro.
La narración, se desarrolla en varios niveles: uno hace mención a la historia de Villa Grimaldi; antes, durante y después de la dictadura. La otra, hace referencia a la búsqueda de una mujer, su ex amante, Mónica, que posiblemente se convirtió en colaboradora de la DINA, como le ocurrió también a la tristemente conocida flaca Alejandra, en uno de los capítulos más dramáticos de las delaciones de aquella época.
Historia, memoria y evocaciones de un narrador exiliado y retornado en un temeroso Chile de principios de los ʽ90, que quiere contar la historia de la otrora casa de Peñalolén. Residencia del embajador uruguayo en Chile, José Arrieta Perera, a mediados del siglo XIX hasta su último dueño legal, Emilio Vasallo Rojas, que le diera el nombre de Villa Grimaldi. Él fue el que sufrió la enajenación a precio vil, por parte del general Contreras, cabeza de la DINA. La razón del narrador es simple; fue acogido algunos veranos en la casona por una de las familias que fuera dueña del predio, mucho antes del periodo dictatorial, ya que era amigo y compañero de colegio del menor de los hermanos. Esta evocación infantil de la casona, nos muestra otra faceta, no solo de Villa Grimaldi, sino que también de Santiago, cuando era mucho más villorrio y menos capital de Chile. La felicidad vivida por el narrador en esos veranos contrasta con lo difícil que era el ambiente en su casa, con dos padres a punto de separarse. Esa noción de extrema dicha lo hace atarse de manera más intensa al lugar y, por lo tanto, sufrir mucho más la macabra transformación de Villa Grimaldi.
El otro tema que merodea por el libro es Mónica, una mujer con la cual tuvo una relación extraconyugal, que fue tragada por la tierra después que el narrador se exiliara en Barcelona. En el transcurso de la narración comenzamos a saber retazos de esta mujer, como él mismo explica: “Quería estar libre de compromisos ya que el matrimonio le resultaba una pesadez…”. Al principio entonces, tenemos una noción volátil de Mónica, como un personaje salido de entre una bruma de recuerdos; primero románticos, que se atropellan unos a otros, pero conforme la historia avanza, comienzan aparecer escabrosos datos desconocidos por el narrador que apuntan a una supuesta colaboración de parte de ella con la DINA.
Marín magistralmente entrecruza las dos historias, la del pasado feliz que tuvo la casona, como una suerte de exorcismo frente la brutalidad posterior que habitó ese lugar, y el espectro del recuerdo de Mónica, que ronda como una duda permanente dentro del relato. El Palacio de la Risa se transforma de este modo en una de las paradas obligadas dentro de las ficciones que toman como eje principal el periodo de la dictadura militar, ocupando un lugar central dentro de este canon literario aun hoy en construcción.