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Germán Marín: "Echo de menos escribir, pero no me da el pellejo"
«Un oscuro pedazo de vida»
Germán Marín.
Lecturas Ediciones,
126 págs.
Por Javier García
Publicado en La Tercera. 29 de Noviembre de 2019
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Hace casi un mes Germán Marín (85) sufrió una caída dentro de su departamento ubicado a una cuadra de la Municipalidad de Providencia.
“Una noche venía del baño y me resbalé y caí de culo y me golpeé esta zona. Hay ahí un hueso maldito que me echa a perder todo”, dice tocando su cadera izquierda sobre la caída que ha reducido aún más su movilidad. El último recuerdo que el escritor tiene de haber salido a la calle fue el martes 18 de junio cuando fue nombrado Profesor Honorario de la U. Diego Portales. Ese día, acompañado de sus hijos, Germán y Arturo, asistió a la casa central de la universidad ubicada en el centro de la ciudad.
El autor de la trilogía Historia de una absolución familiar, que ha trazado en su narrativa una crónica sobre los traumas del pasado presentes en el Chile post Pinochet, está cansado. También molesto porque la memoria le está fallando.
Germán Marín, nacido en 1934, vivió algunos años con su madre en Argentina. Luego regresó al país y vivió con la nueva familia que había formado su padre. Después ingresó a la Escuela Militar donde conoció a Pinochet. Más tarde tuvo una librería en Santiago; se fue a China donde estuvo un año y medio; a su retorno trabajó en la U. de Chile y en la editorial Quimantú y posteriormente vivió el exilio en México y España. A su regreso, en los 90, comenzó a publicar su obra que bordea los 25 libros.
El año pasado Marín publicó la novela Póstumo y Sospecha y ahora regresa con el volumen de cuentos Un oscuro pedazo de vida. El epígrafe es de José Revueltas: “a Nadien, este plural triste”.
Más encorvado y delgado que lo habitual, Marín dice que ahora sí, este es su libro final. El ejemplar, que contiene 15 relatos e incluye un epílogo de Álvaro Bisama, estará en librerías a inicios de diciembre por Lecturas Ediciones. “Un oscuro pedazo de vida nos devuelve a ese mundo donde las máscaras del yo se han multiplicado hasta la desfiguración”, anota Bisama.
Falto de historia
Junto a un cigarro y una lata de Canada Dry, Germán Marín conversará de su último libro, rodeado de primeras ediciones de editoriales de México y España. Marín hizo labores de editor en el extranjero y durante 11 años trabajó en Random House en Chile. “Estoy esperando una respuesta de ofrecimiento de la venta de mi biblioteca a la UDP”, señala.
— ¿Y la escritura cómo va?
— Mal. Dejé de escribir harán unos dos meses. Se me empezó a achicar la letra. Para mí, en estos momentos, escribir es una confusión. Entonces dejé de leer y escribir. Incluso leer el diario me cuesta. Es una ceguera que comenzó a inicios de año. No me han operado porque el médico prefiere, por la anestesia, esperar. He ido perdiendo la visión. Por ejemplo, ahora veo todo nublado.
— ¿Ha estado al tanto del estallido social?
— Totalmente. Ha sido impresionante. ¿Qué irá a pasar acá? ¿Se calmará el país con el plebiscito de abril? No sé. El viernes 18 de octubre comenzó todo, pero días antes, por ahí por el martes, se veía venir la revuelta. Acá rayaron la municipalidad (de Providencia), me lo dijo mi mujer. ¿Una nueva constitución calmará esto? No lo sé. Ahora, hay cosas que me extrañan como este asunto de los atentados a las estaciones del Metro.
— ¿Qué le llamó la atención?
— Todo tan sincronizado como una operación comando. Y es curioso que exista hasta hoy, entiendo, solo uno o dos culpables. De todo esto, los atentados al Metro fue lo más grave que ocurrió. Se podría incluso ficcionar, desarrollar una historia. Ahora todo esto de modo alguno lo relaciono con la dictadura de Pinochet, son cosas distintas. No veo una mano negra en esto.
— ¿Cómo tomó el hecho que salieran los militares a la calle?
— Eso me sorprendió y no lo puedo negar. Me produjo angustia que salieran nuevamente a la calle. ¿Y qué fue de ese Javier Iturriaga? No se vio más…
— ¿Y usted tiene pensión?
— No. Yo me retiré del trabajo editorial. En Random House fueron generosos conmigo. Pero no tengo pensión. Me olvidé del tema… Bueno hasta que llegue la muerte.
— El epígrafe del libro es notable, pero triste.
— Yo soy muy lector de José Revueltas. Esa frase la tomé de su novela El apando (1969). Mira la tengo en Ediciones Era. Bonita la edición, ¿ah? (muestra el libro). La frase completa dice “a Nadien, este plural triste. De nadie era la culpa del destino de la vida”.
— ¿Cómo nace el título del nuevo ejemplar?
— Este lo saqué de esas frases que a uno se le ocurren de pronto. El libro lo venía trabajando hace un tiempo con mi editor Felipe Gana. La foto de portada la tomó una nieta mía, la Rocío, que estudia arquitectura y ahora está con una beca en Inglaterra.
— El primer cuento se refiere a la falta de “hallar un nuevo tema literario”.
— Exacto. Empecé a escribir sin tema y esa misma ausencia me llevó a escribir sobre la ausencia del tema. En uno de los últimos cuentos, Colilla, también subrayo: “Dudoso de escribir un nuevo relato falto de historia, en que nada sucede, pero que a la vez algo quiere agregar, prefiero seguir a la búsqueda de encontrar o no el contenido que merece”.
— También trae otros personajes del pasado como “Miguelito”…
— Claro mi primo hermano, que era del movimiento Patria y Libertad. Miguel Sessa Brignardello, protagonista de mi novela La segunda mano (2009). Nos estimábamos mucho. Él me advirtió que venía el Golpe de Estado del 73. Me dijo que lo único que tenía que hacer era irme de Chile. Y el pobre Miguel tuvo un accidente automovilístico en la carretera en agosto del 73. Entonces, Patria y Libertad preparaba una pista de aterrizaje, porque iban a secuestrar un avión de Lan, y cuando venía de regreso a Santiago chocó y quedó muy mal herido. Fue llevado a una clínica que tenía Patria y Libertad y allí murió.
— Hay varias alusiones a la memoria en los relatos.
— Bueno, es un tema que me interesa mucho. Cómo los chispazos de recuerdos traen el pasado al presente. Dado mi estado de salud, yo creo que este es mi último libro. Siempre pienso lo mismo, pero esta vez va en serio. No me acompañan las fuerzas. Echo de menos escribir, pero no me da el pellejo. Además, me estoy quedando, lentamente, ciego. Y yo también noto que he ido perdiendo la memoria y eso es muy difícil de tragar. Es un asunto de la edad: la vieja edad.