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Roberto Merino sobre Germán Marín:
"Haberle mezquinado el Premio Nacional de Literatura es una pelotudez histórica"

Por Daniel Fernández y Josefa Riesco
Publicado en La Segunda. 30 de Diciembre de 2019



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Ayer, a los 85 años, falleció el escritor de "El Palacio de la risa". Su vida fue una verdadera novela, desde su rol en un duelo entre Enrique Lihn y Jorge Teillier a un baile "epifánico" con Ava Gardner.


Ayer, a los 85 años, falleció tras una larga enfermedad en el Hospital Salvador Germán Marín, uno de los grandes escritores chilenos.

Su obra, donde escarbaba zonas oscuras del país y las personas que lo habitan, es un imprescindible en el imaginario colectivo nacional de las últimas décadas. El mismo se reconocía como un "escritor de nicho".

Tal vez por eso nunca se amargó porque, pese a ser nominado varias veces, nunca haya recibido el Premio Nacional de literatura que merecía con creces. Como lo despidió hoy Carlos Peña en una columna en El Mercurio, "murió sin recibir los reconocimientos mayores que su obra merecía; pero ello no le produjo decepción ni tristeza. Apenas le permitió confirmar el suave escepticismo que la experiencia le enseñó en el transcurrir de sus días.

Insolente, inteligente y divertido

"Fue un gran amigo mío, de muchos años y por eso le tengo mucho cariño", señala el poeta y editor Matías Rivas. "Me parecía un tipo entrañable, insolente, inteligente, divertido, con una memoria gigantesca, con una intuición igual de enorme y con una capacidad para ver la realidad desde un punto de vista personal a veces oscuro, a veces melancólico. Es un gran escritor, uno de los más grandes escritores que ha tenido este país, al nivel de Manuel Rojas, de Donoso. Me da mucha pena que se haya muerto y que le haya tocado vivir en el exilio, como los apremios en los tiempos de dictadura. Escribió parte importante de nuestra historia y no fue mínimamente acogido por algún tipo de premiación, por algún reconocimiento de parte de la cultura institucional. Creo que fueron mezquinos con él, porque no le perdonaron no acatar la cultura del silencio, la cultura de agachar la cabeza".

"En general, la gente fue mezquina con Germán, tengo la sensación de que en un tiempo más va a tener una amplia repercusión afuera de este país. Es un escritor universal, que ha sido escasamente leído, porque estamos en un país con muy pocos lectores, agrega Rivas.

"Además, Germán fue un gran editor, un tipo con el que muchos novelistas y autores publicaron sus primeros libros. Hay muy pocos escritores que están lejos de él".


"Marcó un antes y después en la literatura chilena"

En conversación con la Tercera, Raúl Zurita señaló que "hoy me avergüenzo de ser Premio Nacional en una lista que sin él es espuria y torpe".

Y el escritor Roberto Merino está de acuerdo. "Haberle mezquinado el Premio Nacional es una pelotudez histórica", señala a La Segunda. "Para mí, marcó un antes y después en la literatura chilena. Hay un mundo chileno profundo, semi oculto, ubicado en los intersticios del tejido social, que Marín se empeñó en explorar. La fascinación que producen sus textos se da en la medida en que muestran ese mundo al lector".

"Marín disfrutaba enredando la realidad y la ficción, hacía lo mismo con lo serio y lo cómico, agrega Merino. "Tengo muchas anécdotas con él. El podía contar una historia terrible de algún conocido con extrema seriedad, pero las pausas que hacía y la mirada fija en los ojos de uno producían risa. Y luego exclamaba "pero este señor es un canalla, ¡cómo puede reírse del dolor ajeno".

"Al final lo vi menos", se lamenta. "Fue ausentándose de los lugares habituales. No nos llamamos. Me parece que estuvo bien así. A veces no visitar a los amigos enfermos es una forma de cariño. Habíamos hablado muchas veces de ese tema, de las demandantes visitas que debe soportar el enfermo".

"Esta es una oportunidad para que se lo empiecen a leer, habla de la idiosincrasia de los chilenos, la mala leche, la traición, cosa que no queremos ver, pero están en nosotros mismos. Es un hombre denso, complejo y con gran sentido del humor", añade Rivas.

"Durante mucho tiempo no estuvieron a la altura para leer sus libros, que requerían de concentración, esperaban que uno como lector sucumbiera en ello y tuviera una experiencia".


El Padre Hurtado, Pinochet y Ava Gardner

La vida de Germán Marín, como una novela, tiene capítulos increíbles.

Estudiando en el San Ignacio, tuvo como confesor al Padre Hurtado, "una bellísima persona, realizaba el acto de la confesión caminando por los pasillos del colegio y me daba como penitencia, ante la ligereza de mis pecados, recomendaciones como tener un acto de bondad al día", reconoció.

En la adolescencia, tuvo como oficial instructor en la Escuela Militar a Pinochet —"un hacedor de pesadillas"— y, luego, recibió clases de literatura inglesa de Jorge Luis Borges en la Universidad de Buenos Aires.

En Argentina, como pinchadiscos en el Rendez Vous de Buenos Aires, se produjo lo que él definió como su "momento epifánico" cuando una noche, sin previo aviso, apareció la actriz Ava Gardner, tal vez la mayor estrella hollywoodense de los 50. Y no sólo eso, sino que lo sacó a bailar. "Sentí que me moría, el mejor de mi vida".

Al final se licenció en ciencias de la comunicación y junto a Enrique Lihn, fundó la revista "Cormorán" a comienzos de los 60. A Lihn, su amigo y alma gemela, lo acompañó como padrino en un duelo a muerte por un lío de faldas contra Jorge Teillier en la Quinta Normal, en 1963. "A pesar de las aprehensiones, tenía cierta curiosidad en observar qué ocurriría", rememoró. El lance nunca se produjo, y ambas partes optaron por una retirada honrosa.

Su opera prima, "Fuegos Artificiales", salió de circulación tras el Golpe Militar; era miembro del Partido Comunista, aunque muchos camaradas lo tildaron como "traidor" por su afinidad a las ideas del régimen chino.

En el exilio, en México fue una especie de escritor fantasma de García Márquez, a quien conoció gracias a Hortensia Bussi. Le escribía algunas entrevistas e incluso le dio su opinión sobre ciertas novelas. "Me resultó fácil trabajar con él", reconoció.

En 1992 volvió a Chile y, comenzando con "Historia de una absolución familiar" dos años después, dio forma a su obra más reconocida, una trilogía donde según sus palabras, realiza una especie de "ajuste de cuentas" con el pasado.

Un pasado que ya es historia, y que desde ahora vivirá por siempre en sus lectores. Los fieles, y los que por fin empezarán a conocerlo.

 

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"En cuatro años más, te vas a acordar de mí. Yo habré muerto"

Por Jimmy Gavilán

El 12 de septiembre de 2018, La Segunda publicó una extensa entrevista con el escritor. Aquí algunos extractos de la conversación:

"Germán Marín camina lento, y un tanto encorvado, tras décadas de escribir, leer y editar páginas y páginas de historias literarias. Su cuerpo resiente 84 años. Sobre todo sus ojos, dañados por cataratas que le dificultan seguir aquel ritmo sin pausas de la época en que su voz era de importancia capital en las decisiones editoriales de Penguin Random House.

"¿Te pido un favor? —pregunta con amabilidad— ¿Me puedes comprar cigarros?'. Tres cajetillas de Kent 8 son las que necesita para el fin de semana. Veinte cigarrillos diarios.

Entonces, salía poco de su casa. "La última vez fue para ir a la peluquería". dijo. Por esos días, trabajaba en "Un oscuro pedazo de felicidad", un libro de cuentos del que dijo será el último. Relatos que fue escribiendo en paralelo a la publicación de "El palacio de la risa" (1995) y "Circulo vicioso" (1994).

Tuvo que interrumpir sus estudios en el Colegio San Ignacio para radicarse en Argentina por la separación de sus padres. De regreso en Chile quiso reintegrarse, pero ya no era posible. Su familia no era "tradicional". "Fue doloroso. Era compañero de Raúl Hasbun. Jugaba muy bien fútbol, muy buen alumno él. Yo también jugaba. Veía a Jorge Edwards en el segundo piso, era de los más grandes. Estaba Ignacio Prieto, jugador de la Católica. Había curas homosexuales. Yo lo entendí después. Un cura con apellido alemán tomaba a los niños de primero de preparatoria y los sentaba aquí (indica sus piernas). Les metía mano, yo creo. Me fui separando de la iglesia con los años hasta ser agnóstico. Tuve de confesor a un cura magnífico: el Padre Hurtado. Los viernes dábamos vueltas al patio conversando".

—"Villegas (Fernando), cuando yo editaba, no era muy querido. Era muy rechazado en Random. Ninguna de las chicas quería trabajar con él porque se le iba la manopla, hacía ofrecimientos. Esa era la sensación que había de él".

—"He leído literatura feminista, especialmente las francesas y las inglesas. Virginia Woolf tiene cosas bonitas".

—"Los sellos pequeños son un fenómeno cultural no sólo en Santiago, sino que en distintas capitales de Latinoamérica. Que no solo existan estas editoriales monstruos. Random o Planeta tienen recursos propios como para aguantar muchas veces que uno se vaya a otro lado. No les afecta. Hay libros nacionales que yo no publicaría".

—"Hay un autor que vivía fuera de Chile al que le leí una entrevista y me gustó lo que dijo. Lo contacté por un amigo. Le dije que ahí estaba el germen de un libro, que me comprometía a publicado. Me preguntó si estaba seguro porque, de estarlo, se devolvía a Chile. "Hazlo", le dije. Hablé con el gerente de Sudamericana en ese entonces (Arturo Infante) y me dijo que no. Que el año anterior el cura Valente trató muy mal el último libro de este autor. Le pedí autorización para firmar contrato bajo mi responsabilidad. Trabajamos un año. El libro es "Memorias prematuras", de Rafael Gumucio".

—"No quedo a la espera si no me gano el Premio Nacional. Aunque fuese para un mejor estar, no me da el cuero. No me da el pellejo. Mi estado de salud es negativo. Me canso con facilidad. Trabajo por las mañanas; en la tarde no puedo porque quedo agotado. Antes escribía en las mañanas, revisaba por las tardes. Era bastante duro para trabajar. Tengo un sentimiento de culpa por este agotamiento que me impide trabajar. He dejado de leer porque tengo problemas a la vista".

—"Si me preguntas si haré campaña (para el Premio), no. No tengo interés. Para mi lo válido ha sido haber escrito, haber publicado, que esté ahí para los lectores, y que saquen ellos sus propias conclusiones. Si me preguntas "¿crees que te vas a ganar el premio?", yo te contestaría que no, que estoy preparado para no ganarlo".

—"En cuatro años más, tú te vas a acordar de mi. Yo habré muerto. Así de claro. Soy un hombre viejo. En este momento te veo a ti, pero lo que está en torno tuyo, para mi está opaco (...) Cuando la ceguera te empieza a invadir. Es muy doloroso. Empiezas a perder un poco la noción de realidad. Se te empieza a opacar el mundo".

 

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Homenaje tuitero

Consuelo Valdés:
"Germán Marín fue una voz frontal de la literatura nacional y gracias a su obra como novelista y editor fue reconocido por su valioso aporte a las letras en Chile. siendo un reflejo de nuestra sociedad'.

Diego Zúñiga:
"'Historia de una absolución familiar' y 'El palacio de la risa': Germán Marín fue un narrador bestial. Habrá que volver a esos libros una y otra vez".

Adriana Valdés:
"Los cacofónicos Lihn y Marín, decia la revista Cormorán. Se reían mucho juntos. Se reían como mirando el suelo. Siento mucho no haber vuelto a ver a Germán Marín, pero ya no me quería para nada".

Juan Carlos Silva:
(Subsecretario de las Culturas y las Artes): "Un escritor tan feroz como virtuoso, que a través de su obra y agudo punto de vista, reconstruyó la memoria reciente de nuestro país. Chile pierde un intelectual enorme".

Rafael Gumucio:
"Amigo y maestro, viejo jodido y escritor implacable. Su alma era como su cuerpo, grande, incómodo, contradictorio y rotundo. Entre otros de sus muchos inolvidables libros, 'El Palacio de la Risa' es quizás el mejor de los libros sobre la memoria histórica".

Gonzalo Oyarzun:
(Bibliotecario): "Se nos ha ido Germán Marín. Nos deja un poco más solos y un reguero de obras como 'El Palacio de la Risa, 'Conversaciones para solitarios' o 'Carne de perro', entre tantas más. Se oscurece, hoy también para las letras de Chile".

Julio Jung:
"Germán Marín, un gigante de nuestra literatura, fallece a los 85 años. Ninguneado con el Nacional de Literatura, recién había publicado 'Un oscuro pedazo de vida'".

Pedro Peirano:
"QEPD al viejo más retón. Germán Marín, buen viaje".

Mónica Rincón:
"Tremenda pérdida la muerte de Germán Marin y partió sin el Premio Nacional de Literatura. Mal".

Leonardo Sanhueza:
(Poeta): 'La muerte de Germán Marín me parece que abre otro flanco, esta vez literario, de la rebelión política. ¿Qué debe pasar para que la literatura valiosa deje ser acallada por colusiones, nepotismos, pactos de clase y amiguismo? ¿No es hora. también, de incendiarlo todo por ahí?".



 

 

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"Haberle mezquinado el Premio Nacional de Literatura es una pelotudez histórica"
Por Daniel Fernández y Josefa Riesco
Publicado en La Segunda. 30 de Diciembre de 2019