Miguel Baraona Cockerell:
“Hay que ver las estrellas del Valle de Elqui para entender a Gabriela”
Entrevista de Gabriel Canihuante
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Miguel Baraona Cockerell es chileno, salió muy joven de su país y vivió en Francia, México, EEUU, y desde hace diez años vive en Costa Rica donde trabaja en la Universidad Nacional de Costa Rica, en San José.
De profesión Antropólogo, Baraona ha publicado en los últimos años los ensayos “Puntos de fuga" (LOM, 2006); “Ecos cercanos” (LOM, 2007); “Reflejos de un espejo fracturado” (EUNA, 2009); “Buscando el centro” (EUNA, 2011); “Diez ensayos críticos” (Germinal, 2011) y la novela “Sak’umesh” (Germinal, 2010).
Invitado por la Sociedad de creación y acciones literarias de Coquimbo (SALC), con financiamiento del Gobierno de la Región de Coquimbo, Baraona dictó la conferencia titulada "Poesía e Identidad: la Región de Coquimbo y el aura de Lucila-Gabriela", en la Feria Internacional del Libro de Santiago, el lunes 5 de noviembre.
Conversamos con el académico para conocer su trabajo y su obra en Costa Rica y su actual relación con Chile.
- ¿Cuál es su vínculo inicial con Gabriela Mistral? Me imagino que desde su infancia en Chile…
- Como todos los niños chilenos mi primer contacto con la poesía de Gabriela Mistral fue en la escuela, y debo admitir que no fue muy feliz, ya que ese encuentro fallido se dio en el marco de una educación rígida, muy convencional y que poco invitaba a sumirse en el deleite que hoy me produce leer a la gran poetisa. Fue luego de salir de Chile, a fines de 1973, que encontré dos viejos libros de Gabriela en un mercado de pulgas en París, y los compré impulsado sobre todo por la inevitable y tan peculiar nostalgia del destierro. En esa época estaba enfrascado leyendo cuanto libro de literatura francesa cayera en mis manos, pues se abrían como flores a mi mente juvenil que absorbía con velocidad el nuevo idioma. De modo que pasaron varios meses, o quizás más de un año, antes de que me pusiera a leer los libritos de Gabriela –firmados por un tal Renato Dubois y con fecha de 1957, el año de la muerte de la poetisa. Y leí con sorprendida emoción Tala y Lagar, y de pronto me volví un admirador y un asiduo lector del trabajo mistraliano, y no sólo de la poesía, sino también de muchos de sus artículos y ensayos.
- ¿Cómo evolucionó ese primer contacto a su actual conocimiento de nuestra Premio Nobel?
- Soy de una generación que soñó volar muy alto. Y como Ícaro, subimos muy alto y rosamos con la punta de los dedos la utopía que parecía cristalizarse casi a ojos vista, y que luego se disipó, y los rayos de un sol despiadado destruyeron nuestras alas precipitándonos a tierra. Así pasé de leer a poetas como Pablo Neruda, Miguel Hernández, Gabriel Celaya, Paul Eluard, Cesar Vallejos entre otros, a leer Walt Whitman, Rimbaud, y Gabriela Mistral, también entre muchos otros. Y de este modo mis alas volvieron a crecer y pude volar otra vez, sin traicionar los sueños de mi juventud. Hoy sigo siendo un amante del trabajo de Gabriela, y cada vez que la releo, descubro cuán profundo era su dulce desafío al orden de cosas que rige en este mundo, y que usualmente se considera como “natural”.
- Por su formación profesional, como Antropólogo, considera usted que tiene una mirada distinta o una perspectiva nueva sobre Gabriela Mistral?
- Creo que sí, ya que la antropología es la disciplina de la intersubjetividad, del diálogo entre cosmovisiones y de su confluencia hacia un punto común de entendimiento entre seres humanos que provienen a menudo de experiencias y trayectorias muy distintas. Pienso que en este rasgo muy general, la antropología replica en forma de un discurso más formal y académico, algunas de las búsquedas existenciales de la poesía.
- La identidad es un concepto discutido, difícil de sintetizar. Según su conocimiento de la obra de Gabriela Mistral, ¿ella nos ayuda a tener identidad como Región de Coquimbo o Valle del Elqui o son estos territorios los que la ayudaron a forjarse como poeta de la aldea que conquista el mundo?
- El trabajo poético de Gabriela Mistral está profundamente empapado de la realidad existencial de la Región de Coquimbo, y sobre todo, de ese universo cultural y natural tan peculiar que es el Valle de Elqui. Es una poesía de oasis, un canto al verdor fecundo del valle de la vida, y también a los misterios insondables del desierto circundante, que no es otra cosa que una metáfora de la muerte. Y así toda la poesía de Gabriela es una alabanza al maravilloso y cruel milagro de la vida, y al enigma inevitable y necesario del reposo final, de la muerte. Es una poesía dual, y que discurre dialécticamente entre estas dos polaridades que son la vida, y su complemento inevitable, que es la muerte. Todo ello refleja de manera simbólica la realidad misma de esa región árida, invencible y agreste de Coquimbo y del Valle de Elqui, y de sus oasis transversales que se extienden en medio del desierto con enorme fecundidad desde la cordillera al mar. Hoy no sería posible entender la identidad cultural de la Región de Coquimbo y de sus habitantes, sin referirnos a la poesía de Gabriela; así como me parece poco posible internarse en los recovecos de su poesía y de su obra, sin haber estado en la Región de Coquimbo y en el Valle de Elqui, y experimentar en forma directa ese paisaje y esa cultura tan particular. Hay que ver las estrellas del Valle de Elqui para entender a Gabriela; hay que respirar el aroma salobre y con olor a yodo de la costa de la Región de Coquimbo para acercarse a Gabriela; hay que mirar esos cerros de oro y ese verde increíble de los valles para percibir a Gabriela; hay que hablar y convivir con las gentes del pueblo de la región, para saber de que tronco y de que raíz brotó el milagro poético de Lucila-Gabriela.
- ¿Qué tan conocida es la figura actual y la obra de Gabriela Mistral en Costa Rica y en Centroamérica en general?
- Muy conocida y cada vez más admirada y difundida. Muchos de sus poemas y ensayos, casi todos en realidad, fueron publicados en la revista costarricense Repertorio Americano entre 1919 y 1958, y se están publicando de nuevo en varios volúmenes por la editorial de la UNA-Costa Rica, que es la universidad en la que trabajo.
- En los últimos años se ha escrito mucho sobre Mistral, en parte por la liberación de su legado. A su juicio, ¿las últimas publicaciones ayudan al público en general a conocer más la obra de la poetisa o más bien son textos que se enfocan en aspectos de la vida de ella que no son fundamentales?
- Pienso que se han escrito cosas muy buenas y de gran valor y utilidad sobre Gabriela, pero creo que aún estamos en deuda con respecto al carácter rupturista y beligerante de su labor poética y de escritora en general, así como de su vida misma. Debemos ahora alejarnos de la visión edulcorada de Lucila-Gabriela que aún predomina, no para negarla, pues la gran poetisa era mujer de muchas facetas, sino para enriquecerla y ampliarla. Necesitamos examinar con mayor rigor y audacia esa faceta rebelde de su persona y de su obra, pues Lucila-Gabriela salió de su crisálida y voló a los confines del orbe, gracias solamente a la conjunción de su talento extraordinario, aunado al tesón, el coraje y la integridad inquebrantable de una mujer de origen humilde y provinciano, y que conquistó el mundo (algo a lo cual ella nunca le dio mayor importancia, llamando al Premio Nobel “aquello de Estocolmo”) desafiándolo en sus más brutales estructuras asimétricas de género, clase y etnicidad. Gabriela representa no sólo el resurgimiento de las mujeres y de todas las minorías sexuales oprimidas, sino que también representa el empoderamiento de los olvidados de la tierra, de los pobres, de los niños desprotegidos, de nuestros pueblos originales que aún luchan por ser libres, y de las naciones periféricas del mundo, y dentro de éstas, de sus regiones más postergadas. Su vida es quizás el mejor poema de Lucila-Gabriela, el más rupturista y el más desafiante; pues cómo no maravillarse ante el hecho de que esta mujer de condición humilde y provinciana, proveniente de un país lejano y casi desconocido en las grandes capitales de los países desarrollados del mundo, haya sido el Primer Premio Nobel de Literatura de Nuestra América Latina.