El Automóvil
El automóvil es celeste metálico y cromado
con un motor, rejillas, estanques y hélices,
lubricados con aceite vegetal y grasas,
que ruge, tiritan, se vacía y giran
por medio de pedales, botones y llaves.
Dentro van por tubos líquidos minerales
que una chispa prende con ruido y humo quema.
Tiene luz generada por baterías con ácido,
cables multicolores finos y faroles,
intermitente y roja para las señales,
amarilla para las noches y la niebla.
Las puertas se abren, cierran, suaves,
y para introducir o dejar el aire
los vidrios se bajan o suben.
Los asientos acomodables se reclinan,
rellenos de resortes, esponjas y espuma,
recubiertos por el plástico y la goma.
Las cuatro ruedas de caucho ruedan
y con un volante se tuercen o enfilan.
El acelerador se aplasta sin freno corre;
las llantas resbalan chillan y se queman;
se abolla la lata y quiebra, retuerce;
los esmaltes y cristales se destruyen,
y el hombre puede salvar ileso o ¡muere!
Exit
A los pasajeros cuya contraseña era:
«Piscina aperta, tempo permettendo».
Salimos de Chile en la motonave Rossini
y viajamos lo que demoró su autor
en componer el Barbero de Sevilla:
trece o catorce días.
Cuando cruzábamos el Canal de Panamá
vimos un zapato flotando
en la esclusa Miraflores.
Yo no me preguntaba adonde iríamos
cuando una vez en tierra
venciera la visa panameña
de una semana.
Mi única obsesión, saber
si era derecho o izquierdo aquel zapato,
a qué pie había pertenecido.