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GONZALO MILLÁN

Por Gonzalo Rojas
En Revista Atenea N° 475 (Primer semestre, 1997)


 



.. .. .. .. .. .

1. Se supone -¡qué va!- que un Gonzalo va a presentar a otro Gonzalo, pero no es así porque Millán se presentó solo hace ya treinta años y no le dijo nada a nadie, y él tenía 21. Eso era el 68 y el libro -escrito entre los 18 y los 20- se llamaba Relación personal y sigue intacto en su aura única. No es fácil que un primer libro siga intacto, salvo acaso el de algún poeta de fundamento, "was bleibt aber stiften die Dichter", como dijo Hölderlin; "pero lo permanente, eso, lo fundan los poetas".

2. A Gonzalo Miilán lo quiero por dos cosas: 1) por ser il miglior fabbro, el mejor de todos para mí, no desde ahora sino desde hace treinta años, y no sólo de Chile (¿por qué el referente o el paradigma de la poesía en el sur del mundo tiene que ser necesariamente Chile?) y el motivo segundo es porque él es lafkenche como yo, costino, y los dos venimos de Arauco con la guerra grande; él del Arauco suyo, a diez kilómetros del mar, a un paso del Fuerte de Carampangue fundado en 1598, y yo de la vertiente geológica y torrencial de más abajo, llamada Lebu, y los dos escribimos entonces en bárbaro-fonón como decía Homero, lo que quiere decir que a los dos nos queda algo todavía de la cuesta de Marigüeñi y de ese polvo polvoriento de las patas de los caballos de los conquistadores. Pero no somos épicos sino más bien sigilosos y odiamos el fárrago; hastío, hastío, hastío, de tinta, tinta, tinta. Pero el sólido es él y yo apenas el aprendiz y no importan nada los metros míos delanteros en matería de edad. Ahora, en cuanto a la imantación de los lugares de la memoria, pienso que sí, que el trauma primario de lo natural funciona.

3. Lo de la aproximación por el nombre que le ponen a uno, sin consultar, es algo más arbitrario pero tiene lo suyo. Recuerdo estas líneas que escribí hace tiempo con el designio de "Aparición":

Por un Gonzalo hay otro, por el que sale
hay otro que entra, por el que se pierde en lo áspero
del páramo hay otro que resplandece, nombre por nombre, otro
hijo del rayo, con toda la hermosura
y el estrépito de la guerra, por un Gonzalo veloz
hay otro que salta encima del caballo, otro que vuela
más allá del 2000, otro que le arrebata
el fuego al origen, otro que se quema en el aire
de lo oscuro; entonces aparece otro y otro.

No tengo para qué insistir en el detalle etimológico. Gundizalvus es injerto de germano antiguo y gótico remoto: "gundis", guerra, y "alvs", elfo. Espíritu del combate, entonces. ¿Cómo era que lo decía Heráclito? ¿La guerra es la madre de todas las cosas? Creo que es en el fragmento 80. Me gusta el abolengo.

4.   Como dije antes, de todos los ejercicios poéticos que he venido leyendo en el país después de mis cincuenta, los que más releo son los de Millan y no sólo por el dominio del oficio literalmente deslumbrante sino por eli tono -plasmacíón verbal de su temple o "stimmung"- en el que prevalece cierto desabrimiento esencial, cierto desdén de fondo por este mundo, que -ya en el plano expresivo- exige poda y desaliño, un manejo libérrimo de la sintaxis con muy buen uso del efecto del distanciamíento contra todo patetismo. He ahí la clave mayor de este sistema imaginario intransferible. Eso que yo he llamado alguna vez zumbido mental del fósforo. Del fósforo del seso, se entiende. Un seso que nada tiene que ver con la actitud ni con la alharaca de querer cambiar el universo, pero sí con la ambigüedad y con la aproximación para intentar mostrarlo menos que descifrarlo. Millán poetiza desde el asombro como todos los grandes, por lo que todo se le da nuevo y recién nacido. De ahí la fascinación ante esta palabra que pone en tela de juicio a la palabra misma sin caer en complacencías fónicas o semánticas y al ahondar en el juego, entra en el ocultamiento hasta el callamiento, que es otro modo de zumbido creador. Por ahí se explica la energía atomizante de sus versos de aspecto exiguo, y hasta diminuto, que viven en diálogo con el caos desde su brevedad a veces extrema. Leyéndolos pienso en Novalís ("Al fondo de todo poema se vislumbra el caos") o en el ítalo-argentino Antonio Porchia ("La poesía se hace no sabiéndola hacer") o en esa frase que alguna vez le oí a un viejo paisano: "El mundo lo hemos hecho a pedacitos".

5. Pero ahorremos la hermenéutica pobre (toda hermenéutica lo es) y elijamos al desgaire uno de sus textos; por ejemplo éste del libro Virus (1987). Advirtamos si funciona ahí el ver, el intraver, el trasver desde el instante, ¿será eso la videncia? Son nueve líneas parcas que responden a un título descriptivo:

Enigma microscópico

En la gota de agua
que brota temblorosa
del borde de la llave
distingue a un anciano
andante aproximándose
a duras penas
apoyado en una bacteria.
Y, en la siguiente gota que cae,
a la esfinge.

Nada de exégesis estructural en el cuadro. 1) Lo primero que vemos es lo que oímos, saliendo de una llave o un grifo; esa gota de agua transida de temblorosidad. 2) Después -mirando más hondo- vemos, en la misma gota, a un viejo que aparece ahí andando a duras penas, no apoyado en ningún báculo protector sino en una mísera bacteria. No hay que ser demasiado envejecido. 3) Lo que realmente nos sorprende y estremece es lo otro-otro que vemos en la otra gota de esa llave, y esa gota es la esfinge: lo que no se sabe. Desde el designio de "esfinge", tan caro al sistema poético de Vallejo, se ilumina hacía atrás la pieza entera, el poema total, para el lector, desde el relámpago de la sorpresa, categoría eje del art nouveau, según Apollinaire.

Favor entenderme: las visiones de Millán no registran ni intentan registrar las tácticas del art nouveau que hicieron estragos en los poetas altaneros de mi plazo. Pienso en el '38, año de mis veinte años. ¡Qué atracón libresco de papeles y revistas parisinas mañana y tarde en el salón del Fondo General de esta mismísima Biblioteca donde estamos hablando! No; Millán supo distinguir muy bien lo vivo y lo muerto de cada uno de esos "ismos" y comprobar que hay una retórica de la antirretórica tan venenosa, o más que la de la tradición. Todo ello sin olvidar que efectivamente el poeta es un ser atrapado en una relación dialéctica con otro u otros poetas. ¿En cuál de nosotros no se ha cumplido siempre ese vínculo? Ni Homero fue tan Homero. Originalidad para la risa. Pues no hay otra originalidad que la que se verifica en el instrumento vivo del lenguaje y no es cosa de buenas intenciones ni de invenciones en retardo que, en tanta medida, son resonancias. O repeticiones con el estigma del descrédito.

6. Cuando el otro día me llegó por el correo la antología de 345 páginas, me dije: - "Reduzcamos el bulto, ¿no será mucho? Les confieso que hice lo mismo en otro tiempo con mi Antología de aire igualmente impresa por el Fondo de Cultura Económica. Aquella vez me pregunté: 'si de los griegos inmortales, o los romanos, quedan seis o siete poemas mutilados, con que derecho vamos a tapar el sol con los nuestros menesterosos?"'.

Pero no pude con Millán. Todo funciona ahí; lo imaginario y lo real, lo estricto y lo convulso, el dragón y el arcángel. Además escribe corto y le deja espacio al silencio como hacía Celan, y eso me gusta. Sin hablar de las elipsis y de la economía verbal, en lo que hasta Baltasar Gracián sale perdiendo, o de su desenfado para rematar con lozanía sus visiones; ésta, por ejemplo: "bebo vidrio del vaso vacío". ¡Ni Lichtenberg cuando afirma que el pensamiento es un cuchillo sin hoja y, por lo visto sin filo, al que le falta el mango! Bebo vidrio del vaso vacío.

No tengo entonces para qué celebrar la contención de este lenguaje que llega a la tensión extrema en pacto con una vibración neutra para la precisión de la imagen. Lo que sí me importa señalar son esos pasos de asedio tauromáquico al objeto en cuanto objeto para que salga de sí mismo y diga quién es. Más que la revelación, algo así como la aparición concreta.

Por ahí anduvieron en su día Alfred Jarry, Marcel Duchamp, Max Ernst y el fotógrafo Man Ray. No olvidemos que Paracelso decía que todas las cosas son jeroglíficos y, por su parte, Paul Eluard asegura que hay una física de la poesía, algo así como una ciencia de los objetos intuidos por las cualidades secretas que poseen.

Miren cómo el mismo Millán nos da la clave en un texto brevísimo de su extenso libro Vida (1984).

El objeto

Digo triunfalmente al objeto
codiciado;  Eres mío ahora.
El objeto imperturbable, opaco
me objeta: -Me compras,
pero no has pagado mi secreto.

El poeta William Carlos Williams ha dicho: "Un poema es una máquina pequeña o grande hecha de palabras".

Siempre me interesó el rigor, la conciencia del límite, el despojo expresivo y algo así como el principio de incertidumbre que preside el trabajo poético del autor de estos cinco libros que hoy integran la presente antología. Cuando leí un número (el 13, justamente) de la revista Trilce, allá por marzo de 1968, me encantó este pensamiento de Millán en una entrevista: "Antes que nada, es preciso alcanzar ese yo que realmente es".

7. Y ya termino: seguro que este hombre en su plazo de holandés volador allá por Amsterdam tiene que haber visto la pintura parca y convulsa de Bram Van Velde (1895-1981). Creo que ningún otro artista se le parece tanto. Voy a proponer una frase de Van Velde frente a otra de Quevedo. La del pintor holandés, amigo de Beckett, dice así: -"Hay que tener la fuerza de romper el hechizo". Y la hubiera podido suscribir Gonzalo Millán, Y la de Quevedo, que pude haber suscrito yo, dice: -"Nada me desengaña; el mundo me ha hechizado". ¿Ven ustedes que no somos uno sino dos? Créanmelo a mí que me estoy yendo. Se nace y se desnace: entre biopsias y miserias. Los poetas no mueren, quedan encantados; ésa es la apuesta. Yo ya perdí. Naiden reempuje a naiden. Por un Gonzalo hay otro.



 



 

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