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Presentación de El viajero sin vuelta: Antología personal de Gonzalo Millán. Editorial UDEC, 2020. 224 págs.
Prólogo, selección y notas de Carlos Decap

Por Walter Hoefler




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Como un suricato emerjo de mi madriguera de confinamiento sanitario y ya no hay nadie alrededor. Miro fotografías de un pasado cercano y me descubro como el único sobreviviente. ¿Ubi sunt? Omar, Floridor, Oliver, Enrique y tantos otros; Gonzalo, tú el primero.

Gracias, Carlos Decap; hola, Alejandro Zambra, por permitirme volver a una suerte de pasado relativo, a esta suerte de operación, en sentido clínico, transgeneracional de reencuentro con la poesía de Gonzalo Millán.

Con Carlos compartimos la amistad de Gonzalo, conociéndolo, eso sí, en lapsos temporales distintos, convivencia en el caso de él luego del doble retorno a Chile. Yo, mayor, tuve el privilegio de asistir a su primera emergencia oficial como poeta, en 1967, y muchos años más tarde, ya en el exilio en 1988, pude acompañarlo en su presentación en Poetry Internacional en Róterdam, donde entre otros también estuvieron Adonis, Zbigniew Herbert y Wole Soyinka.

Siendo ambos poetas, lo admirábamos, era uno de los pocos que como Rilke pretendía originalmente vivir de y para la poesía. Reconocíamos además su profunda originalidad. Gonzalo sospechó de nuestro interés legítimo en su poesía y nos abastecía, creo, regularmente con sus publicaciones y la crítica respectiva, a la cual él tenía mejor acceso. Así nos sumamos, sea como poetas, lectores, críticos o académicos a una lista significativa de quienes se ocuparon de su poesía: Jaime Concha, Jaime Giordano, Soledad Bianchi, Javier Campos, Carmen Foxley, Grínor Rojo, Waldo Rojas, Oscar Galindo, María Inés Zaldívar, Leonidas Morales, Rolando Garrido, Francisco Leal, Andrés Anwandter, Alejandro Zambra, y también Gonzalo Rojas. A ellos se suman hoy tesistas y graduados múltiples.

Nosotros de ser lectores poetas amigos, nos presumimos críticos o investigadores de su poesía. En mi caso, yo compartía cierto interés en el vínculo estrecho entre plástica y poesía. Por eso le hablé del concepto alemán Bild Gedicht, cercano al concepto más usado en la crítica anglosajona de écfrasis, aunque ese término provenía de la germanista Kaete Hamburger. Pero también me interesaba su poesía por su dimensión metapoética y no menos por cierta tensión entre el poema extenso o largo, como La ciudad, y los textos más breves.

Gonzalo no selló, metáfora gastronómica y filatéescribiendo solamente poesía. También escribió cuentos, biografía, ensayos, hasta una novela, y lo digo porque está aquí Alejandro, quien más sabe de esto, como diría Grínor Rojo, que también sabe mucho de aquello. Millán sumó además una obra plástica significativa.

Pero estamos convocados para presentar esta antología, de la que es gestor titular Carlos. ¿Quién es el autor de una antología? ¿Gonzalo, Carlos, Coca o Sol que la autorizaron o la Universidad de Concepción que la editó? De alguna manera todos ellos, pero sin el material proporcionado por el autor original esto no sería posible. Siendo yo el mayor en el sentido de la edad, me siento deudor de escribir una biografía, una vita, ya que Vida es también su obra en cursivas y en negritas, y así pudieran llamarse sus obras poéticas completas.

Carlos Decap nos presenta El viajero sin vuelta: Antología personal de Gonzalo Millán, y aquí en busca de precisar su alcance procuro resolver las claves de su título. Tratándose de una antología póstuma, esta no es obra al criterio de Gonzalo, y por lo tanto lo personal se refiere a los criterios de Carlos. Y en esto quiero reconocer un mérito y un valor agregados. Creo que es una selección bastante representativa para quienes no conocen la obra de Millán, pero además agrega algunos inéditos, una primicia, y hasta algunas versiones divergentes. También las notas son muy útiles en vista a una posterior y deseable edición crítica, o una edición de obras completas. A estas alturas cabe preguntarse cuál es el valor actual o la proyección de la poesía de Gonzalo. No hay apenas reediciones, pero sus libros tienen una alta demanda entre los poetas y lectores potenciales más recientes.

Gonzalo, que había estudiado filología, sospechaba que su obra dependía de algunos lectores críticos cautivos, pero que dadas las condiciones de sus exilios no podían ser continuos ni permanentes. Muy importante era tener un archivo de resguardo y tengo la sospecha de que ese rol lo cumplía su padre (luego su hija y la madre de esta). Si tuviera que pensar en la trascendencia de su obra, relacionándola con los grandes nombres de la poesía chilena, de Mistral a Teillier, es posible que lo ubiquemos en una línea de continuidad, junto a Zurita, si bien al principio rivales aparentes, terminan en un cierto reconocimiento recíproco. Lo que a mi juicio caracteriza la poesía de Gonzalo es su profunda originalidad respecto de todos esos otros referentes, aunque pareciendo a algunos, por su condición narrativa, objetiva y plástica, superficial, lo que ciertamente no es.

La gran poesía se destaca por su coherencia entre significado y significante, por una sostenida y original visión de mundo, a veces reciclaje o lectura original de variadas fuentes, por cierta calidad y certeza de su lenguaje, decir lo que nunca antes se ha dicho, así como también la creación de nuevos géneros poéticos, más allá del epigrama o del poema conversacional, más allá de la elegía o de algún tipo de discurso funcional antipoético. En su caso, algunos de estos géneros son la historieta y en que el ducto narrativo conduce a cierta necesidad de visualización paralela. El uso cinematográfico del plano japonés es notorio en Relación personal. Está luego la construcción de un poema largo como La ciudad, poemas extensos afines a Patterson, de William Carlos Williams, o al Altazor huidobriano, donde a la representación imaginaria de una ciudad del Cono Sur sometida a una dictadura, se parafrasea el uso reiterativo de formas idiomáticas que simulan un conato de aprendizaje o de conjuro contra el olvido.

Descubrí también que compartíamos generacionalmente un conjunto de lecturas hoy desconocidas: Francis Ponge, Alain Robbe-Grillet, Michel Butor. Otro aspecto de su originalidad es la conciliación algo críptica de ciertas lecturas o ideologías esotéricas con el discurso social o político del periodo entre 1965 y 1973. Eso que rebrota hoy en tanto reproche en la frase “izquierda hippie”. Con ello quiero decir que hay en su poesía un resguardo de función de vaticinio precursor, al igual que en la poesía de su amigo Manuel Silva Acevedo. Dicho esto, sin mencionar Virus.

Finalmente quiero detenerme, porque siento que voy cayendo en la tentación de extenderme para cumplir con cierta obligación frente a Gonzalo, al igual que Carlos, y cumplir con una tarea crítica extensiva, hasta pretendidamente exhaustiva, y que muy probablemente no podré cumplir como es debido. Por eso mi gratitud con Gonzalo, cuya obra hace posible este encuentro, con Carlos y Alejandro por sus obras, en alguna medida variable realización del camino abierto por Gonzalo, más allá de las apariencias y de algunas secretas consideraciones.


Valdivia, 1 de enero de 2022

 

 

 

Durante la presentación
I Feria Internacional del Libro del Biobío, Concepción, el 12 de enero de 2022.

 

 


 



 

 

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