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Gonzalo Millán:
Cuatro historias de un poeta
Publicado en The Clinic. N°190, 26 de Octubre de 2006
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EL RIGUROSO
"Yo le decía 'mira, este libro- por Autorretrato de Memoria- es el mejor publicado en el año'. 'No, si hay muchos', decía él. 'Pero de esta calidad no', respondía yo. Y de hecho le dieron el premio al mejor libro del año. Y él después me dijo: 'Estás brujeando', jajajá. lo que tenía Gonzalo es que llevando una vida dura, siempre fue muy riguroso con la escritura, le cargaban los ambientes sobreacademizados, el exceso de los poetas que hablaban en difícil. A mi esa rigurosidad, ese trabajo con cada palabra, la búsqueda del sonido, de la intensidad, del contenido, fue muy importante. Después de hablar con él tuve el doble de obsesiones con las palabras. Cuando enfermó y supo que estaba mal yo le llevé 'el veneno del escorpión azul' y lo compartimos, porque yo también estaba con cáncer. Pero ya era muy tarde... Creo que lo complejo de Gonzalo, lo difícil que era de quererlo, lo hacia profundamente amable y seductor".
Pía Barros, escritora
EL EXPLORADOR
"Meses antes de morir, Gonzalo me dijo: '¿Sabes? No siento miedo, lo que siento es curiosidad, por fin voy a enfrentar el misterio'. Esa conducta del explorador, de investigador, también se refleja en su escritura. Gonzalo tuvo la acuciosidad de un científico en la poesía. Gonzalo vivió en muchas casas. En una de ellas, en la calle Gutemberg, se dedicaba largas horas a juntar cajitas de fósforos y formaba un gran retablo. Dentro de las cajitas guardaba objetos: era la poesía visual de Gonzalo Millán. Era lo primero. No había salido al extranjero ni era magíster en historia del arte. Eso era parte de su búsqueda. También lo visité en su casa de Antonia López de Bello. De su taller se escuchaba el rugido del león del zoológico y eso a él le hacía mucha gracia".
Manuel Silva Acevedo, poeta
LA VOZ POTENTE
"Lo conocí en los 70, cuando vino por primera vez a Chile después del exilio. Fue en Concepción, donde Carlos Decap y yo sacábamos la revista Posdata. lo invitamos a leer y fue la primera lectura que hizo cuando volvió. Me impresionó que leyera parado y que tuviera una voz súper potente. Tenía una honestidad: sentía más que leía. Después nos fuimos a la casa de Carlos. Mientras nosotros tomábamos vino y fumábamos pitos, Gonzalo tomaba Coca-Cola. Ahora sé por qué, ahora yo también tomo Coca-Cola. Eso es algo que yo debí haber aprendido antes, pero bueno, la última vez que nos vimos fue en la casa de la María Inés Zaldivar, pal´ cumpleaños de ella. Fue súper heavy, porque yo ya sabía que él tenía cáncer y él sabía que yo sabía... Todo fue gestual y táctil: abrazos, apretones de manos, miradas. Supe que no lo iba a ver más. La última mirada fue como de despedida evidente, o inminente".
Tomás Harris, poeta
LA DEDICATORIA
"Con Gonzalo en el Pedagógico, el año 65. No me acuerdo de él, pero una compañera estaba enamoradisima de él. Pero yo nunca supe que Gonzalo era Gonzalo. Lo conocí después, en el exilio. Yo estaba en Francia y él en Canadá. En ese tiempo me empecé a dedicar más a la poesía y me conseguí su dirección. El me mandó sus libros. Nos empezamos a cartear. Ayer estaba ordenando y me encontré con unas cartas suyas. Estaba mirando ahora las dedicatorias de sus libros y vi en "Virus": 'Para Soledad Bianchi y Guillermo Núñez, deseándoles que un virus benigno vacune de toda peste su retorno, con el afecto de Gonzalo Millán´. Nosotros nos volvíamos ese año a Chile"
Soledad Bianchi, poeta