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"Manifestaciones de la locura femenina en la poesía de Gabriela Mistral"

Por Santiago Daydí-Tolson
University of Wisconsin-Milwaukee
Publicado en Juan Villegas (ed.). Actas Irvine-92, Asociación Internacional de Hispanistas,
tomo II: La mujer y su representación en las literaturas hispánicas, Irvine: U of California, 1994,



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Las referencias a la locura tienen presencia importante en la obra lírica de Gabriela Mistral y sugieren no pocas consideraciones críticas sobre su función representativa dentro del sistema poético de la autora. En un trabajo anterior comenté el hecho de que Mistral se autodefiniera en su poesía como loca y sugerí que las varias valoraciones de la locura presentes en su obra definen en conjunto la imagen que la escritora se forjó de sí misma como mujer y poeta. Esta imagen personal, creada a partir de interpretaciones tradicionales de la locura, encuentra una significativa correspondencia en la locura de otras mujeres —escritoras y personajes literarios— que la crítica feminista ha interpretado como representativa de una reacción extrema de la mujer contra las condiciones de dominación que le imponen la sociedad y la cultura de valores masculinos (Rigney 6).

Entendida la locura femenina como resultado de una condición existencial de la mujer cabría preguntarse si la locura como representación de sí misma en la obra mistraliana no tendría también un valor específicamente feminista que habría que relacionar con otros aspectos de la cuestión en la vida y escritos de la autora. Al autorrepresentarse como loca Gabriela Mistral estaría reconociendo su propia alienación frente a una sociedad masculina. Esto añadiría a las significaciones de la locura propuestas anteriormente un aspecto que sobrepasa los campos de lo poético y lo religioso.

Un aspecto de la locura femenina se relaciona con la manifiesta voluntad de la mujer de autodefinirse, de forjarse un yo personal desde su propia necesidad de autonomía (Rigney 7). Para Mistral, mujer que se enfrentó conflictivamente a la sociedad, esta función autogeneradora fue primordial y es patente en su obra lírica, donde hace numerosas referencias a sí misma, y donde la formulación de diversas imágenes de su persona lírica ha de verse no tanto como un intento de representación cabal de su individualidad, cuanto como una forma de imaginar un deber ser que se aplicaría tanto a ella misma como a toda mujer. Una de esas representaciones ideales es, precisamente, la de la mujer loca.

La locura mistraliana, que se hace presente desde sus primeros poemas, alcanza su expresión más acabada en la serie "Locas mujeres" de Lagar y Lagar II. En la variedad de mujeres locas, fascetas de un autorretrato (Alegría 123), hay una representación de la comunidad femenina concebida desde un sentido de solidaridad. El desdoblamiento de Mistral en las "locas mujeres" se funda en un enfrentamiento de la mujer al mundo masculino. Estos poemas de la locura proponen en su variedad de voces y perspectivas ese hablar íntimo de la comunicación entre mujeres que define en gran medida el carácter confesional del discurso femenino y su profundo sentido participatorio (Tiger-Luria).

Una referencia a esa comunidad del diálogo femenino y a la solidaridad que éste representa se expresa en el primer poema del conjunto, "La otra" (593-5), texto que además apunta al motivo del doppelgänger y sus revisiones desde la perspectiva feminista (Rigney 10). Aunque las referencias a esa "otra" no son del todo claras en el texto, la introducción en las tres estrofas finales del poema de la imagen de las "hermanas," y del discurso apostrófico de la hablante dirigido específicamente a ellas apuntan a esa relación de hermandad propia de la actitud feminista:

Cruzando yo les digo:
Buscad por las quebradas
y haced con las arcillas
otra águila abrasada.
Si no podéis, entonces,
¡ay!, olvidadla.
Yo la maté. ¡Vosotras
también matadla!

A estas mujeres mistralianas las une su locura, y lo que las caracteriza como locas es su actitud, su definición personal frente a la realidad. Dicha actitud se hace evidente en la palabra y en la acción. Cada poema de los dieciseis de la serie corresponde a un tipo de mujer, a una manera peculiar de ser mujer y loca; cada poema representa una faceta de la locura femenina. Concebidos diez de ellos como monólogos dramáticos, son expresión directa del discurso enajenado de una mujer; pero incluso aquéllos que no son monólogos tienen una hablante de tercera persona tan exaltada en su expresión que se encuadran plenamente dentro del mismo nivel de discurso de los poemas en primera persona. La expresión no cambia entre poema y poema porque no hay necesidad de establecer diferencias: una misma voz, un discurso igual y una idéntica actitud identifican al grupo.

Rasgo principal del estilo de este discurso de la locura es el quiebre de la regularidad métrica; sin llegar propiamente al verso libre. Consigue Mistral en estos textos producir un tipo de verso irregular que pone en tensión, y hasta rompe, la musicalidad del verso de medida fija. La técnica consiste principalmente en proponer un ritmo básico principal y dominante, según es tradición en la poesía de métrica regular, e introducir una que otra irregularidad de metro. El oído del lector se acomoda al ritmo regular desde el principio y siente como ruptura perturbadora de la armonía las irregularidades menores de metro y acentuación. Las siente como vacilaciones de la voz tensa del espíritu enajenado. Casi ninguna composición del conjunto mantiene una métrica perfectamente regular, porque incluso en aquellos casos en que no hay una variación de medida silábica, se encuentran vacilaciones o durezas en la acentuación.

Esta vacilación del ritmo principal va reforzada por los efectos de la rima, también afectada de irregularidades menores. Como en el caso del metro, la efectividad de la técnica está en proponer una eufonía predominante que se rompe, en momentos, con la rima inadecuada. La mitad de los poemas de Lagar I respetan el esquema de rima asonante en los versos pares, dejando a otros factores del lenguaje la creación de un efecto de palabra trastornada. Dos poemas —"La otra"(593-5) y "La dichosa"(610-2)— introducen la irregularidad de algunos versos impares rimados y su consiguiente efecto distorsionante. Seis textos de la serie muestran casos de rimas erráticas o inexistentes.

A esta prosodia de lo incorrecto o quebrado le corresponde un lenguaje en el que abundan las sonoridades destempladas y las repeticiones. Construcciones del tipo "jadeadora de nuestro jadeo" (603), "para que él duerma y que yo duerma" (609) y "Yo no sé si le llevo o si él me lleva" (614) constituyen un tipo peculiar de repetición en cuanto parecieran ser menos resultado de un ritmo armónico que de una falta del mismo. Ejemplar es el caso de dos versos repetitivos en que el segundo rompe la medida regular del poema: "Todo me sobra y yo me sobro/como traje de fiesta para fiesta no habida" (596).

El efecto distorsionador de la técnica no se cumpliría cabalmente si la irregularidad prosódica no coincidiera con un léxico que preferencia términos que se refieren a lo duro, lo violento, lo atormentado y lo sufriente; palabras como "piedra," "aridez," "aletazos," "acedía," "venteada," "pedrisco," "gimen" y "desgarran," y expresiones como "cactus de montaña," "vendimia de sangre," "sal y olvido," "luz enferma" son algunos ejemplos de los muchos casos que caracterizan al lenguaje de estos poemas como cargado de tensiones y tormentos.

Las imágenes también colaboran en este dircurso de lo duro y lo atormentado, ofreciendo visiones de una realidad cargada de pasión y sufrimiento. En un solo poema, "La abandonada" (596-8), hay varios ejemplos de usos característicos de este hablar enloquecido. Las palabras se le "tuercen" en la boca a la mujer "como las víboras mordidas" y se ha sentado "a mitad de la vida"

a abrir mis venas y mi pecho,
a mondarme en granada viva,
y a romper la caoba roja
de mis huesos que te querían.

La palabra de estas mujeres brota dura y atormentada, reproduciendo el discurso alterado y tenso que se entiende como el de la locura. Confirman este discurso de la locura las varias referencias en los poemas al acto mismo de hablar, tal como lo cumplen estas mujeres locas. En once de los poemas se hace referencia directa al habla como manifestación de la locura: "balbucearé demente," "loco grito," decir "como ebria," son expresiones que refieren la pasión y la pérdida de la razón. En el caso del poema "Marta y María" (625-7), domina, en cambio, el silencio de la mujer, roto sólo al final en el desborde apasionado de la llamada repetida:

Hacia María pedía ir
y hacia ella se iba, se iba,
diciendo: "¡María!," solo eso,
y volviendo a decir: "¡María!"

La vitalidad atormentada de la mujer que se expresa en la palabra obsesiva y acesante de estos poemas se resume en las referencias repetidas al fuego y a todo lo relacionado con él. Es el retorcerse de las llamas, el crepitar de la combustión, la vibración de las altas temperaturas lo que se retuerce, crepita y vibra en el lenguaje intenso e incontenible de estos poemas. En sólo cinco de los textos no se habla del fuego o de aspectos relacionados con él, y en uno, "La fervorosa" (613-5), la imagen central de la obsesión insana es la hoguera. Se inicia el poema con estos versos categóricos: "En todos los lugares he encendido/con mi brazo y mi aliento el viejo fuego." Fuego que significa la pasión y su intensidad que consume. Las situaciones en que se encuentran estas locas mujeres son consecuencia de sus actos de locura. Sus monomanías las caracterizan como locas y los títulos de los poemas identifican a cada mujer con una sola palabra que las define: son, en su mayoría, adjetivos verbales sustantivados que se refieren al resultado de una acción obsesiva y desquiciada. Excepciones a esto son los títulos de siete poemas, de los cuales sólo cuatro no son adjetivos, si bien tres de ellos —"La bailarina," "La granjera" y "Mujer de prisionero"— son virtualmente sustantivaciones. El objetivo de estos títulos es identificar a cada mujer por la acción que la define.

Estas acciones, que determinan el que estas mujeres sean locas, tienen en común cierto carácter de abandono o de entrega. Lo que las lleva a actuar y hablar como hablan y actúan es una obsesión de amor que se hace manifiesta en la total entrega: "y todo lo dio el amor/loco y ebrio de despojo" (610). Este darse de la mujer loca de amor es explícito en el título de dos poemas —"La abandonada" y "La desasida"— y está presente de una u otra forma en todos los textos de la serie. "La dichosa," por ejemplo, se inicia con la declaración inequívoca del total desprendimiento: "Nos tenemos por la gracia/de haberlo dejado todo" (610); la bailarina del poema del mismo título baila "la danza de perder cuanto tenía" (601), mientras "La fervorosa" (613-5) se entrega al fuego que ella misma ha encendido: "y cuando en sus pavesas él moría/yo le supe arrojar mi propio cuerpo" (614). En "La que camina" (622-4) y "Mujer del prisionero" (630-3) se sugiere un total olvido de sí mismas en el sacrificio por el otro.

Excepción a este darse parecería ser el caso de "La humillada" (620-1), en el que se expresa un amor contradictorio que termina por consumir a la mujer en contra de su voluntad. Esta contradicción se plantea precisamente en la oposición entre dar y no dar al final del texto. Por una parte la mujer da todo lo que tiene, como las demás locas del conjunto:

Ella su casa la da
como se entrega un carrizo;
da su canción dolorida,
da su mesa y sus vestidos.

Por otra, se niega a darse al amor que la acosa y que a pesar de todo acaba por apoderarse totalmente de ella:

Pero ella no da su pecho
ni el brazo al fuego extendido,
ni la oración que le nace
como un hijo, con vagido,
ni el árbol de azufre y sangre
cada noche más crecido,
que ya la alcanza y la cubre
tomándola para él mismo!

Aun en la negación del darse la mujer termina totalmente entregada a su pasión.

La locura no tiene en Mistral el carácter negativo de lo psicopatológico, sino todo lo contrario: es una virtud, un signo de superioridad espiritual de la mujer. Su locura, como la de sus demás mujeres, no es el resultado de un quiebre emocional, sino el efecto de una fuerza avasalladora de reacción extrema contra la realidad definida desde lo masculino. Inspirada por el amor, que es fuerza generadora a la vez que la causa del sufrimiento, la mujer existe en un plano diferente al de las normas de la razón, el de la locura. Es locura su actitud porque niega el sistema; es una forma de alienación, de pérdida del propio ser en virtud del otro. Paradójicamente, para Mistral la formulación del yo, ese objetivo feminista, se produce en el desprendimiento del mismo, en la entrega.

Vista la locura mistraliana desde una perspectiva feminista, y considerando que en ella el motivo tradicional se escoge por su valor representativo y no por tratarse de una auténtica locura personal, su locura se entiende como una manifestación inequívoca de una aceptación personal de una imagen de sí misma como mujer. Aceptación que incluye la rebeldía. Siguiendo una larga tradición de mujeres locas que han llegado a tal estado como resultado de un enfrentamiento con la realidad social que las obliga a desdoblarse, en desesperadas maniobras de la esquizofrenia, Gabriela Mistral se autodenomina loca, fuera de sí, desvariadora y hace explícita su identidad con otras mujeres. La elección de la locura como manifestación de su yo resulta en Gabriela Mistral de una voluntad de afirmarse en aquellos aspectos de lo femenino que le aseguran no tanto una superioridad como una diferencia con respecto a la sociedad manipulada desde valores masculinos.

 

 

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Bibliografía

- Daydí-Tolson, Santiago. "La locura en Gabriela Mistral." Revista Chilena de Literatura 21 (1983): 47-62.
- Mistral, Gabriela. Poema de Chile. Barcelona: Editorial Pomaire, 1967.
------------------- Poesías completas. Madrid: Aguilar, 1966.
------------------- Lagar II. Santiago de Chile: Biblioteca Nacional, 1991.
- Rigney, Barbara Hill. Madness and Sexual Politics in the Feminist Novel: Studies in Bronte, Woolf, Lessing and Atwood. Madison, WI: University of Wisconsin Press, 1978.
- Tiger, Virginia y Gina Luria. "Inlaws/Outlaws: the Language of Women." Women's Language and Style. Ed. Douglas Butturff y Edmund L. Epstein. Akron, OH: Department of English, 1978. 1-10



 

 

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"Manifestaciones de la locura femenina en la poesía de Gabriela Mistral"
Por Santiago Daydí-Tolson.
AIH ACTAS. IRVINE 92 (1994)