Proyecto Patrimonio - 2018 | index | Gabriela Mistral | Lina Meruane | Autores |
La Mistral insurrecta que encontró Lina Meruane
Las renegadas, Gabriela Mistral. Selección de Lina Meruane. Lumen, 2018, 223 págs.
Por Roberto Careaga C.
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 29 de julio de 2018
.. .. .. .. ..
Un día llegó una profesora nueva al colegio de Lina Meruane. Corrían los 80 y la novelista de hoy tenía entonces 15 años y la vaga aspiración de convertirse en poeta. Eliana Ortega nunca le hizo clases directamente a Meruane, pero se conocieron muy bien justamente hablando de literatura. Ortega no era una aficionada más a la lectura, sino toda una especialista que, en una de las conversaciones, le entregó a Meruane una guía para leer de nuevo, de otra forma, a Gabriela Mistral. Le pasó fotocopias con poemas que le mostraban a una poeta totalmente distinta: si en los libros escolares estaba la Mistral profesora maternal de los piececitos de niño o la enamorada desgarrada ante novios suicidas, con lo que se encontró Meruane fue con algo radical: "Ante mis ojos había una poesía insurrecta que parecía escrita por otra ".
La frase de Meruane está en el prólogo de Las renegadas, una nueva antología de la poesía de Mistral que ahora lanza editorial Lumen. Es el décimo título de la misma colección en la que antes han aparecido Raúl Zurita, Claudio Bertoni, Germán Carrasco, Enrique Lihn y Elvira Hernández, entre otros. En este caso, Meruane hace una selección personal de la vasta obra de Mistral en la que se trasluce la sofisticada estética política y de género que ella misma ha ido desplegando en novelas y ensayos como Sangre en el ojo y Contra los hijos. Y así, el poema que escoge para abrir el libro es "La otra", uno de los textos más significativos en la compleja idea femenina que Mistral plasmó en sus poemas. Empieza así: "Una en mi maté:/ yo no la amaba".
Evitando la cronología, dejando libros enteros fuera (como Ternura ) y echando mano a todo el caudal de poemas que se han publicado póstumamente, Meruane entrega una selección temática dedicada a la intimidad ("Extravíos íntimos"), los viajes ("Errancias terrenales") y Chile ("La patria espectral"). Son 88 poemas en que aparece la enorme intensidad mistraliana para señalar que la experiencia femenina de habitar el mundo era otra, muchas veces enigmática y durísima, y de la que, sobre todo en su tiempo, nadie hablaba.
Meruane no inventa una nueva Mistral ni mucho menos, sino que permite que nos acerquemos a la lectura que a ella la remeció a los 15 años: "En mi lectura se encendieron las voces de tantas mujeres que, como ella, se habían apartado del recorrido que les señalaba su tiempo. Mujeres que, siguiendo el oscuro mandato de la poeta, habían aniquilado a la que en ellas pensaban que era sumisa y sedentaria. Aquellas mujeres que desafiaban el orden", escribe la narradora en el prólogo.
Volver a leer
Figura enigmática y escurridiza, una "extraterrestre", en palabras de Roberto Bolaño, con los años Mistral ha sido tomada por diversas banderas para hacerla su representante. Pero reducirla a la poeta maternal o poeta de la patria es tan limitante como calificarla de feminista. De hecho, ella misma renegó del movimiento en 1927: "¿Es usted feminista? Casi me parece más honrado contestar un no escueto", aseguró, mientras insistía en una idea de la mujer marcada por la maternidad, pero también explotada laboralmente. A la vez, colaboró muchas veces con Elena Caffarena en el Movimiento pro Emancipación de la Mujer. Ubicar en un solo lugar a Mistral es simplificarla, y con Las renegadas, Meruane suma más elementos para encontrar en su poesía la sustancia de muchas contradicciones: "No era posible que esas mujeres enfrentadas a un orden restrictivo no desvariaran", escribe Meruane aludiendo a las decenas de versos en que la poeta retrata la experiencia femenina.
La Mistral que aparece en Las renegadas amplía la idea que por años la persiguió: la poeta maternal, cristiana y sentimentalmente desgarrada. Meruane se suma a una corriente intelectual que en las últimas décadas ha intentado desmontar esa visión para complejizar su obra como la de una intelectual, y en la que han trabajado autoras como Raquel Olea, Diamela Eltit o la misma Eliana Ortega. Antes que ella, de hecho, la poeta Verónica Zondek editó la antología Por la poesía. Mi culpa fue la palabra (Lom, 2005). En un mail desde Berlín, Meruane cuenta que si bien tuvo dudas antes de hacer esta selección, aceptó porque no se trataba de un libro de especialista, sino de uno que se ajusta a su gusto personal.
"Dada esa libertad, me planteé incluir poemas que como lectora había admirado, las 'locas mujeres' y los poemas del duelo a la madre y a la patria, que son tan conmovedores, y organizarlos temáticamente", dice Meruane. "Mi selección no sigue un orden cronológico, sino que recoge ciertos asuntos a los que la Mistral volvió una y otra vez en sus libros. Eso, para mí, fue un descubrimiento que no hubiera sido posible si no hubiera leído toda la obra de corrido: el hecho de que la Mistral volvió a escribir poemas para secciones que llevan el mismo título que todos los libros, como si con cada libro a partir de esas secciones estuviera escribiendo varios libros distintos. Y lo digo para todos los libros, con excepción de Poema de Chile, que es un poemario compacto, donde Mistral regresa a Chile, y viaja a lo largo del territorio, como un fantasma, acompañada de un niño indio que la llama mamá y de un huemul", añade.
—¿Cuántas veces hay que redescubrir a Gabriela Mistral? ¿Cuántas facetas guarda su obra?
—Esa es otra cuestión, hay muchas mistrales en la obra de Mistral, muchas voces, y por lo mismo, una selección hecha por otra persona podría haber sido radicalmente distinta. Más que redescubrir a la Mistral todavía hay que descubrirla, leerla transversalmente; pienso que estamos en deuda con ella, nos hemos quedado con unos pocos poemas sueltos. Al leerla, una descubre que se trata de una obra donde se perfila una subjetividad compleja, una posición intelectual brillante y un compromiso político con la situación de los más vulnerables.
—¿Qué fue lo que vio en la Mistral a leerla en el colegio?
—Yo había leído a la Mistral en los manuales de castellano de una dictadura conservadora, que pretendía imponer un orden tradicional en la sociedad chilena y reponer la figura de la mujer en el ámbito de lo doméstico, como madre sobre todo, sacarla de la vida pública. Entonces esos poemas habían sido elegidos de acuerdo a esa idea: la familia tradicional, la mujer en la casa. Y como la Mistral no era esa clase de mujer (ahora sabemos que era más bien todo lo contrario de esa mujer), hubo que construirla como sufrida amante del joven suicida, y sublimar la figura de la madre que ella no era (ahora sabemos que lo fue a su manera) en la de la maestra rural defensora de la infancia. Entonces lo que habíamos leído eran las rondas y ese poema doliente, "Piececitos de niño", que yo me aprendí de memoria... Era una poesía que tenía su valor, en términos de denuncia política y de clase, pero a mí esos poemas no me hablaban. Tuve la enorme suerte de que llegara a mi colegio una "rectora de mujeres" que era profesora universitaria y eximia mistraliana (Eliana Ortega), que me dio a leer, clandestinamente, a las "locas mujeres" de Mistral. Esos poemas me volaron la cabeza.
—¿Cómo fue volver a sus libros para escoger los poemas de esta selección?
—La obra de Mistral es enorme, y no ya en los asuntos que toca sino en la extensión: además de las cartas (algunas de las cuales he leído) y los recados y ensayos (que también leí en la excelente edición de La Pollera), acá me centré en la poesía, de principio a fin, incluyendo los inéditos (en manuscritos), entre los cuales hay muchas versiones de los poemas editados. Leí la poesía completa, hice una primera selección de gusto, y luego la leí toda una segunda vez, para acotarla en dos ejes temáticos que organizan esas voces de mujeres renegadas que recorren la obra: el de las mujeres desvariadas, "locas", rebeldes, en un espacio más íntimo, y de las errancias geográficas donde se habla de las idas y vueltas de la Mistral, de las nostalgias de la patria y los reniegos de la patria.
—¿Cómo impactó en su escritura la lectura de Mistral?
—No reconozco un impacto estilístico directo, por más que yo haya empezado a escribir en la poesía (que luego abandoné) y que el lenguaje sea un asunto muy central en mi escritura. Sin embargo, esa preocupación mistraliana por la situación de las mujeres que resonó tanto en mí en esas primeras lecturas sigue siendo un tema clave en mis novelas.
—Gabriela Mistral nunca fue feminista, pero su obra releva a mujeres que no cumplen el recorrido tradicional. ¿Cree que su poesía puede ser leída nuevamente a la luz de esta nueva ola feminista?
—Pienso que sí, pero sobre todo como una predecesora. El feminismo que ahora resurge es un movimiento tan histórico como presente, y tan colectivo en su manifestación como personal en su experiencia cotidiana. Es importante poder encontrar a esas predecesoras renegadas que pensaron en la situación de las mujeres de su tiempo. No solo pienso en la poesía y en las ideas de la Mistral, sino en la fuerza vital con que enfrentó las limitaciones de su tiempo. Y sin duda, sus contradicciones, porque más allá de la ideología, la vida está llena de situaciones que no se resuelven con un manual.