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Gabriela Mistral. Carta para muchos. (España , 1933 – 1935)
Introducción y selección por Karen Benavente y Daniela Shutte
Stgo. Origo, Ediciones Universidad de La Frontera, 2015
Por Magda Sepelveda Eriz
Pontificia Universidad Católica de Chile
Publicado en Anales de Literatura chilena N°25 (17): 227-230. Junio de 2016
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Hablar de plata ¿es de rotos?
¿Por qué escribe alguien? Creo que porque tiene algo que cuidar. El libro Carta para muchos de Karen Benavente y su coinvestigadora Daniela Shutte nos muestra la gran cantidad de textos que escribía Mistral, entonces nos podemos preguntar qué era lo que a ella se le había confiado y protege en su escritura. Benavente y Shutte han elegido, desde el archivo del escritor de la Biblioteca Nacional de Chile, los textos manuscritos de dos años de vida de la poeta, entre 1933 y 1935, tiempo en el cual vivió en Madrid, desempeñándose como cónsul honorario. El lector encontrará en Gabriela Mistral. Carta para muchos, artículos para periódicos, cartas consulares, misivas personales y manuscritos de conferencias, entre otros, donde Mistral pronuncia sus simpatías por la República Española, su vocación de “vieja socialista” (172), pero aclarando con similar énfasis la necesidad de modernizar un pueblo campesino español que vive con siglos de atraso y la urgencia de evitar la anarquía. En estos textos se exhibe también la lucha de Mistral por una posición en el círculo social cerrado de la diplomacia chilena y las críticas que le realiza a su país de nacimiento. La serie de documentos que arman este libro se acompañan por un conjunto de notas que consisten en la propuesta de las autoras de re-construcción de las amistades españolas y chilenas que Mistral mantuvo durante ese período republicano español. Cada lector tiene la posibilidad de elegir cómo camina dentro de estos textos. Me interesa compartir algunos caminos para ensamblar los textos recogidos a través de la noción de qué se debe cuidar.
Mistral dedica parte importante de sus textos a hablar de dinero, de la falta que le hace, de cómo le escamotean su estipendio. ¿Es avara? No, el dinero para ella es algo que debe tematizarse en la sociedad chilena. Ella comprende cómo circula la plata en Chile, esto es la relación entre dinero y apellidos. Mistral describe una cultura chilena dominada por los apellidos. Estos “apellidos” que viven de sus rentas son los que, en opinión de ella, se distribuyen los cargos y los billetes en la diplomacia. Se lo dice en una carta a Pedro Aguirre Cerda:
[…] las plazas creadas por el presupuesto. Está formada a base de los apellidos ilustres, cuyo derecho sigue fincado en sí mismos, por aquellas tierras chilenas […] ni soy Cruchaga o Vicuña, para ser oída; ni soy una feminista del medio de la plaza, para esperar votos o ayudas. El Chile feudal que creí acabado tantas veces persiste entero (174-75).
Mistral deja solo el patronímico, porque lo que vale para sus posiciones en la diplomacia y en el campo cultural son los apellidos. Ellos manejan su vasallaje y los destinan a los diversos puntos de resguardos del pozo que guarece el castillo feudal. Mistral “no tiene apellido” ni asume vasallaje, por tanto quedaba fuera de la circulación chilena del dinero.
Cuando Mistral expone su problema de sueldo menguado a otros funcionarios de rango, estos le responden con sus propias quejas sobre su estipendio. Asunto muy chileno: no asumir la responsabilidad en lo que a ti te toca y si alguno te reclama, entonces quéjate a más no poder de tu situación. Mistral se da cuenta de este truco y lo describe con ironía:
No puedo llevar esta queja y otras a mi embajador; él se lamenta de no poder atender sus gastos con 16.000 pesetas anuales; el consejero me ha contado con lágrimas su quiebra, a pesar de las 6.000 que tiene; el secretario ídem. Son tan pobrecitos estos compatriotas que yo, que tengo pudor, no puedo añadir mi lamento a los suyos, tan justificados […] (176).
Consulta entonces a otros chilenos cuál es la forma de pedir. A lo que ellos le indican: “que yo debo ir a Chile, a fin de que me recuerden y de que me oigan y de que haga yo mi súplica personalmente” (174). Mistral entrecomilla este hábito chileno “mi súplica personalmente”. Ella percibe lo feudal de esa relación. Se suplica al señor del feudo, quien te concede no tus derechos, sino un favor. Ese acto de vasallaje, de suplicar, se hace personalmente porque lo que allí se habla sella un compromiso de lealtad perverso de por vida. Mistral no viene a Chile. Mistral no suplica. Ella argumenta sus derechos en la carta a Alessandri que también recoge el libro. Por supuesto, no eran argumentos los solicitados y queda fuera su petición de más sueldo o ser nombrada cónsul de carrera.
Otro aspecto al cual Mistral destina su tiempo, es a la discusión geopolítica. Ella valora la geografía por sobre la historia (115) y lee, a través de la geografía de Chile, su historia. De nuestro paisaje, para Mistral, hay que erradicar la violencia con la que lo hemos construido y con la cual nos ven desde afuera. En el artículo que escribe para el diario ABC de España con motivo de la celebración del 18 de septiembre, dice: “Han dado a Chile los comentaristas la forma de un sable, por remarcar el carácter militar de su raza. [M]ejor sería dar a Chile la forma de un remo, ancho hacia Antofagasta, aguzado hacia el Sur” (267). Este más remo y menos sable se vincula a la propuesta menos cóndor y más huemul. Desde esa perspectiva ella celebra que Chile haya devuelto Tacna al Perú:
El arreglo pacífico con el Perú nos hizo devolver, en un bello ademán de justicia, el feraz departamento de Tacna. Siempre fue peruano, treinta años vivió bajo nuestras instituciones y se mantuvo cortésmente extranjero. [A]rica quedó para nosotros porque la hicimos. Edificación, obras portuarias y de regadío y el ferrocarril a La Paz que es su honra y su riqueza, todo eso ha nacido y se ha desarrollado por sangre y capitales chilenos (269).
Mistral cree en la posibilidad de inventar una geografía, es decir, que cada cultura inventa su geografía y desea que la chilena sea menos usurpadora de territorios a la vez que le agradan los cambios modernizadores que hace en el paisaje. Ella llama a Chile “la voluntad de ser” (269), mostrando su diferencia con Brasil, al cual denomina “el cuerno de la abundancia” (269) apuntando a su capacidad de levantar obras civiles y transformar el paisaje.
El último aspecto con que formo mi cubo es el recorrido por las palabras que ocupó en estos documentos. Leo la prosa de Mistral para entender el juego de sus palabras y luego observar el uso de ese vocablo en su poesía. Hagamos el ejercicio con una palabra que ella subraya en el artículo que escribe para la conmemoración del 12 de octubre de 1933 y que se titula “Las carabelas”. La palabra subrayada es leño. Veamos cómo la usa:
Bellísimo el grupo de las carabelas en el mar […].Son una pobre cosa echada al mar, tres leños […]. Las llaman con nombres femeninos, La Santa María, La Pinta y La Niña, como las personas en las alegorías […] [ej.: La] Caridad […]. [La Santa María] milagro […]. La Pinta se lleva un nombre con dejo folklórico, casi de juego de niños […]. A La Niña le ha tocado un nombre de regaza (115).
Con esta cita comprendemos que leños denomina a las carabelas del descubrimiento y que Mistral aprecia en sus nombres una función alegórica. ¿Pero cuál es la alegoría de cada una? Detengámonos más en este artículo, donde Mistral invita a no ver en los tripulantes lo peor de Puerto de Palos, la escoria humana, sino esto: “Va el Destino [..] va la Esperanza [..]; va la Poesía [..] y va el Genio mismo de la lengua, en cualquier Lazarillo zarrapastroso o en cualquier soldadote contador; van las almas de los buscadores que no hallaron nunca” (115). Allí donde otros veían una tripulación de asco, Mistral observa la humanidad de ellos. Creo que es propiedad del artista crear esas parcelas de humanidad.
La parcela de humanidad creada por Mistral ha echado mano del recurso de la alegoría, pues ha visto en las carabelas y sus tripulantes una alegoría que podríamos resumir así: el barco La Santa María es La Esperanza, el destino; la embarcación La Pinta es el lenguaje del pueblo, La Poesía, el lenguaje unido a la habilidad del Lazarillo para sobrevivir, y la nave La Niña es el futuro donde todo está en crecimiento. Ahora si con esta idea de los “tres leños” vamos a leer el poema “Tres árboles” de Desolación (1922. Santiago: Andrés Bello, 1988), ¿qué pasaría? Escuchemos parte de ese poema:
Tres árboles caídos
quedaron a la orilla del sendero.
El leñador los olvidó, y conversan,
apretados de amor, como tres ciegos.
[El] leñador los olvidó. La noche
vendrá. Estaré con ellos.
Recibiré en mi corazón sus mansas
resinas. Me serán como de fuego.
¡Y mudos y ceñidos,
nos halle el día en un montón de duelo! (157)
Si juntamos ambos textos, podemos decir que los leños del poema son las carabelas abandonadas, es decir, Esperanza, Poesía y Futuro en crisis. Entonces, el título del libro cobra aún mayor sentido. Son muchas las palabras con que se puede hacer este ejercicio, “majada” (139), “cornucopia” (140) o “descastada” (230). Entonces, este libro Carta para muchos es fundamental para los críticos de poesía.
Carta para muchos acepta múltiples lectores con diversos propósitos. He querido un lector que palpara la construcción de registro que hace Mistral, es decir, cómo desarrolla un lenguaje donde las palabras van adquiriendo un significado particular. En ese sentido, Mistral hace una inscripción en la lengua, es decir, construye mundos con un alfabeto que le es propio, delirio y propiedad de todos los clásicos. He deseado también observar que la pulsión de escritura es un deseo de poder, de disputar poder, lo cual queda establecido en las figuraciones geopolíticas que hace Mistral. Incluso ella desea generar otro imaginario para Chile, uno menos violento y clasista.
Finalmente, he querido un lector que siguiera la pista de las menciones al dinero en Mistral, un lector pegado a un leit motiv mistraliano. Quiero que seamos empáticos con Mistral y su problema. Veo en su constante mención del dinero no avaricia, sino un tema de pobre. El rico nunca sabe el saldo de su cuenta corriente. El pobre conoce la cantidad de monedas que tiene en su bolsillo. La clase media no habla de plata, mi abuela donosiana decía “es de roto hablar de plata”. El “roto” o pobre está excluido del lujo donde se reparten los dineros y no sabe o no acepta –como Mistral– las conductas a desarrollar para que te “caigan unas monedas”. No es de rotos, es de dignos, decir cuánto se paga y de solicitar nuestro pago. Estos escritos y cartas de Mistral están llegando a su destino.