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Gabriela Mistral
Premio Nobel de Literatura 1945

Por Gastón Colina
Publicado en La Nación, 1 de noviembre de 1964


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COMO TODOS SABEMOS, cuatro años estuvo sin concederse el Premio Nobel de Literatura, a causa de la guerra, hasta que en 1944 se reanuda otorgándosele al danés Johannes V. Jensen. Sin embargo, Jensen no va a Estocolmo, como se acostumbra, para que el premio le sea entregado por el Rey, lo hace al año siguiente, en 1945, y entonces le acompaña la agraciada de ese año, la chilena Gabriela Mistral. El académico sueco Anders Osterling se refiere con estas palabras al hecho: "Junto a Johannes V. Jensen estuvo en el festival Nobel de 1945 una extranjera de lejanas tierras, con un aspecto semiindio, la poetisa chilena Gabriela Mistral, que recibió el Premio "por su poesía lírica, inspirada por poderosas emociones, y que ha hecho de su nombre un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano". Para los distribuidores del Premio fue un placer largamente esperado poder galardonar al fin a la América de habla española con este tributo a su principal poetisa.

Todos deseamos por estas tierras que "el placer largamente esperado" no vuelva a guardar un tiempo interminable su repetición, como ha sucedido, por ejemplo, con el “placer" que se dieron al premiar a un asiático (Rabindranath Tagore), que no ha vuelto a sentirse.

 

 

El hecho es que en 1945 correspondió a Latinoamérica la preferencia de la Academia sueca y la atención de los distribuidores vino a fijarse, felizmente, en una figura de primera magnitud. Ni en Suecia —ni en el resto de Europa— se conocía a Gabriela Mistral. Tuvo por ese tiempo, sin embargo, muy buenos traductores; al francés, Mathilde Pomés y Roger Caillois, entre otros, mientras Paul Valery prologaba estas traducciones con un estudio de extraordinaria penetración. Pero convenía que la gran poetisa tuviera un buen traductor sueco. Lo tuvo en el poeta Hjalmar Bullberg, "cuya versión (escribe el académico sueco y mencionado) dio una impresión por completo convincente del vigor, ternura y pasión del original. Sus escritos no son muy extensos —prosigue, refiriéndose a la poetisa—, pero incluyen una cantidad da poemas que expresan la escala total de emociones que emanan de un corazón ardiente y establecen contacto con una personalidad fuerte y artística".

Creemos de interés, antes de continuar, dar en un breve paréntesis algunos datos acerca del traductor sueco, el poeta Hjalmar Gullberg. Nació en 1898. Además de sus propias producciones, muy estimadas en su país, ha traducido algunas obras del teatro antiguo; Aristófanes, Eurípides, Sófocles; y del castellano se celebran sus inmejorables traducciones de Calderón de la Barca, San Juan de la Cruz, García Lorca, Juan Ramón Jiménez. En un interesante ensayo acerca de poetas suecos actuales, Matica Goulard informa que a Hjalmar Gullberg, que procede de los círculos universitarios de Lund, se le considera “el más característico solitario intelectual de la generación entre dos guerras; escéptico y a la vez penetrado del problema de la muerte y de la presencia de Dios". Entre sus mejores libros de poemas se mencionan: "En una ciudad extranjera", "Sonata", ‘‘Ejercicio« espirituales”, "A ganar el mundo”, “Tercetos en tiempo de poco arte”.


VIDA Y OBRA

Familiar como nos es a todos aquí la figura de Gabriela Mistral, estudiada en libros y en ensayos breves muy numerosos, no ahondaremos en dato alguno biográfico, ni literario, los primeros sobradamente conocidos y los otros, analizados por la critica.

Seis de abril de 1889; nace en Vicuña, es bautizada al día siguiente con el nombre de Lucila de María, hija de Jerónimo Godoy y de Petronila Alcayaga. Su padre, profesor primario, se aleja un día para siempre de su hogar, y Lucila queda al cuidado de su madre y de su hermana Emelina Molina Alcayaga viuda de Barraza, hija del primer matrimonio de doña Petronila.

Emelina cuida de la educación de la hermana menor, que a los 18 años entra como ayudante en la escuela de La Compañía y escribe sus primeras composiciones, publicadas en “El Coquimbo". De La Compañía, siguiendo su carrera de maestra, pasa a la escuela de La Cantera, de allí a la de Barrancas. En La Cantera, nace el idilio infortunado con Romelio Ureta, empleado del ferrocarril local, que años después inspirara a Gabriela Mistral los trágicos sonetos de la muerte y otros poemas dolorosos.

En 1911, después de rendir examen de competencia, la poetisa ingresa a la educación secundaria y su primer nombramiento es en el Liceo de Niñas de Traiguén. De allí va al de Antofagasta y luego al de Los Andes, donde escribe la mayor parte de su inolvidable libro “Desolación”. Gabriela Mistral adquiere súbita celebridad al triunfar en los Juegos Florales de Santiago, de 1914. El Jurado que la distingue está formado por Manuel Magallanes Moure, Armando Donoso y Miguel Luis Rocuant.

Don Pedro Aguirre Cerda, que admiraba a la poetisa, al ser Ministro de Justicia e Instrucción Publica, la nombra Directora del Liceo de Niñas de Punta Arenas. Tras un tiempo, pasa a Temuco y luego a Santiago. Recibe entonces una invitación del Ministro de Educación de México, José Vasconcelos, para que visite ese país. Es recibida triunfalmente. Su misión en México consiste en llevar a la práctica las teorías innovadoras del Presidente Obregón. Gabriela Mistral recorre el país, de pueblo en pueblo. La acompañan Laura Rodig, la conocida artista y dos secretarias. Una escuela recibe su nombre. Entretanto, en 1922, se publica en Nueva York, la primera edición de “Desolación", bajo los auspicios del Instituto de las Españas. Cuando se despide de México, acontecimiento que reviste grandiosos caracteres, miles de niños cantan sus "Rondas” en el Parque de Chapultepec.

Realiza después varios viajes en 1924, a Estados Unidos, donde en la Universidad de Columbia da conferencias. Luego va a Italia, Suiza. Francia. En 1925 regresa a Chile y al año siguiente es nombrada representante chilena en el Instituto de Cooperación Intelectual de la Liga de Las Naciones. Ya se había publicado en España su pequeño libro de poemas “Ternura”.

Su carrera diplomática comienza en 1932. Fue nombrada Cónsul en Nápoles y, al poco tiempo, en Madrid, desde donde pasa a Lisboa. En 1938 vuelve a América del Sur, antes de hacerse cargo de su Consulado en Niza. A su paso por Buenos Aires, es huésped de Victoria Ocampo, prestigiosa escritora dueña de la editorial "Sur”, que publica “Tala", libro cuyo producto fue destinado a los huérfanos de la Guerra Civil española. En 1940, se desempeña como Cónsul en la ciudad brasileña de Petropolis. Se encuentran ahí cuando recibe la noticia de que se le ha concedido el Premio Nóbel de Literatura.

En 1951 se le concede el Premio Nacional de Literatura, mientras Gabriela Mistral se encontraba en Nápoles. En 1954 hace su última visita a Chile y el país la acoge con manifestaciones inequívocas de admiración.

Muere el 10 de enero de 1957, en el Hospital de Hampstead, en Nueva York. Traído su cuerpo a nuestro país, yace en Monte Grande, en su tierra del Norte.

Acerca de su rigurosa y personalísima poesía son incontables los testimonios de admiración que se encierran en ensayos firmados por grandes escritores de diversos países. Citaremos unas palabras muy justas de un poeta joven chileno, Mario Ferrero, que ha escrito sobre la insigne poetisa un excelente ensayo: "El paso de Gabriela Mistral por nuestra experiencia poética representa una afirmación constante de las más remotas raíces nacionales, la defensa permanente de nuestras tradiciones históricas, cívicas y espirituales, la exaltación ponderada del sentimiento indígena que es común a toda América Latina. La excelsa poetisa dio expresión estética y categoría universal a todo un continente.

 

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