Proyecto Patrimonio - 2021 | index |
Gabriela Mistral | Autores |


 









La oscura formación de un poeta

Notas de Ángel Rama
Publicado en “Revista Iberoamericana de Literatura’’. 2da. época, Año 1, N°1, 1966




.. .. .. .. ..

En 1907 Gabriela Mistral cumple 18 años. Desde 1905 es ayudante magisterial en escuelas rurales. Ha ejercido en los pueblos de La Compañía y La Cantera, siendo trasladada en 1907 a La Serena con un puesto en el Liceo de Niñas. Para entonces publica preferentemente prosas, en los periódicos provincianos: “La Voz de Elqui" y “El Coquimbo" que aparecen en La Serena. Al año siguiente su nombre es incluido en el volumen Literatura Coquimbana por Luis Carlos Soto Ayala.

Estamos en el período de formación intelectual del poeta y también, de conformidad con sus críticos y biógrafos, en el de algunas experiencias fundamentales para su obra, en particular la que dará motivo a sus famosos “Sonetos de la Muerte” que en 1914 le ganarán el premio en los Juegos Florales e iniciarán el reconocimiento público de su poesía.

Puede tener interés, por eso, el análisis de una libreta donde Gabriela Mistral coleccionó, durante los años 1907 y 1908 algunas de las composiciones, en prosa y verso, que entonces escribía. Se trata de una normal libreta de apuntes de hojas rayadas sin numerar, formato 25 x 20, en cartoné, con una etiqueta de la casa “C. Kirsinger & Cía. / Valparaíso y Santiago / N° 283473” y que en la primera página lleva cruzada su firma manuscrita: Lucila Godoy. Esta libreta es propiedad de la novelista chilena Marta Brunet, a cuyas manos llegó hace dos años en Montevideo, por donación anónima. Una persona que no se identificó se la entregó junto con tres fotos de Gabriela Mistral pertenecientes a diversas épocas de su vida.

El interés artístico del material es nulo. Es, en cambio, estimulante, para seguir desde la intimidad la formación espiritual y poética de un escritor, en ese momento oscilante de la juventud cuando empieza a orientarse de modo definitivo. De ahí que configure un aporte para ver su mundo literario de entonces y, sobre todo, para ver el desarrollo de una psicología compleja.

1. DESCRIPCION. Tres sectores nítidamente diferenciados componen el cuaderno: A) Un conjunto de textos literarios en prosa y en verso que ocupan las 31 primeras páginas sin numerar. Son doce composiciones, de las cuales dos en verso, fechadas entre enero de 1907 y enero de 1908, en La Serena. El último texto es de distinta letra que los anteriores. El penúltimo, caligráfico, podría ser de otra mano. B) Un conjunto de 17 textos críticos copiados de revistas de la época, en especial “Zig Zag”, que abarcan las siguientes 76 páginas sin numerar. Incluyen 14 retratos de los autores comentados, pegados en el borde de la libreta, al iniciarse los respectivos artículos. C) Tres páginas de anotaciones varias donde se encuentran dos listas numeradas de títulos de composiciones literarias de la autora: una incluye 55 títulos, con sus correspondientes fechas, que van de 1904 a 1908 y entre las cuales están nueve o diez (alguna atribución es dudosa) de los originales contenidos en la sección A; una segunda lista con 25 títulos, fechados de 1908 a 1909, que incluye nueve pertenecientes a la primera y 16 originales. Puede sospecharse que se trata de una simple enumeración de obra realizada o, en el segundo caso, del proyecto de sumario de un libro.

2. FORMACION INTELECTUAL. — Las dos composiciones poéticas señalan la influencia todopoderosa de Bécquer y acaso, como ha apuntado para este período Raúl Silva Castro [1], de Manuel Acuña. Al primero pertenece la ordenación métrica, la temática y las formas estilísticas, de la composición “De la vida” (set. 24 de 1907).


Los días pasarán, y de mi lado
. . . . . . . te arrancará el destino;
Mas de mi alma, tu afecto imponderable
. . . . . . . no arrancará el olvido.

Mi peregrina imagen de tu mente
. . . . . . . se borrará del todo;
y en tu vida seré menos que un sueño:
. . . . . . . fugaz fantasma torvo.

Todo pasa y se olvida; el alma es frágil;
. . . . . . . el tiempo es niebla y borra
en el paisaje triste del pasado
. . . . . . . las más grandiosas formas.


En la prosa la influencia dominante sigue siendo la de Vargas Vila. Como es sabido, en el volumen Literatura Coquimbana, Luis Carlos Soto Ayala transcribió fragmentos de una carta donde Gabriela Mistral afirmaba su devoción por el desmelenado colombiano: “Hace tres años que publico artículos. Y hace dos que el Arte me fue revelado en la persona de un libro, de un libro adorable de Aquel que es mi Maestro y al que profeso una admiración fanática, un culto ciego, inmenso como todas mis pasiones: Vargas Vila” [2]. Entre el material de la libreta se encuentra una composición titulada “A Vargas Vila”, fechada en junio de 1907, que dice:


“Dicen que eres un loco: es cierto; tienes la locura sublime y adorable del genio.
Critican tu orgullo: las cumbres son naturalmente altivas, como los árboles gigantes y las cúpulas soberbias. Eres único: como el sol. Hay en otros fulgor, pero no igual al tuyo; habrá más belleza, pero no más grandeza. Tu vida es de infortunio: no falla a tu ser esa otra condición imprescindible de los colosos: la desgracia”.


En Vargas Vila encontraba, aparte de la justificación egotista, el impulso confesional ardiente que en su caso personal no hacía sino testimoniar su soledad. Bajo el título “Correspondencia artística” escribe en su libreta una a modo de carta al autor anónimo de una composición aparecida en un periódico, reclamando fervorosamente que revele su identidad, ya que por su obra le resulta un ser afín. Allí explaya una devoción casi religiosa por la cultura que parece muy explicable en un poeta, solo, en una ciudad de provincia, ya que esa devoción, que posteriormente teorizará en “El arte” de Desolación., con aire de autonomía ideológica, funciona como un ersatz del afán de comunicación personal. Dice:


“Adoradora fanática del Arte, sendo él mi única pasión, mis sueños, mis anhelos y mis delirios sólo por él, no puede proporcionarme felicidad sino lo suyo. Leer un bello libro o hablar con un verdadero artista, han sido ventanas inefables para mí; y como apenas después de recorrer un kilómetro de catálogo, encontramos una obra digna de la preciosa donación de nuestro tiempo, después de ver el desfile inmenso de literatos que pasan por las columnas periodísticas, apenas si uno nos atrae hasta arrancarnos la caricia de una alabanza: los verdaderos artistas son tan raros como los verdaderos diamantes. Así, pues, muy pocas veces he gozado de la charla literaria, que como yo la sueño es algo encantador y deleitante, algo sublime y dulce: inefable[...]".


La referencia a las “columnas periodísticas” sirve para filiar la alimentación literaria más abundante de la joven, y quizás explique la diligencia con que copia los artículos sobre escritores europeos y nacionales que encuentra en diarios y revistas.

La serie que se encuentra en la Sección B de su libreta no responde a selección que transparente gusto personal. Es la simple acumulación de informaciones sobre autores y escuelas que le pueden servir para su formación intelectual o para alguna eventual tarea magisterial. Basta enumerar los títulos: “Sully Prudhomme”, “François Copée”, “Paul Deroulide”, “Don Andrés Bello”, “Sobre Olmedo”, “Edmundo De Amicis”, “Joris-Karl Huysmans” (autor, Francisco Contreras), “El general Mitre”, “Edmundo De Amicis” (dos artículos, uno de “El Mercurio" y otro de “Zig Zag”), “V. Blasco Ibáñez”. “Ouida”, “El Marqués de Segur”, “Rudyard Kipling”, “Impresiones de la literatura española contemporánea: G. Martínez Sierra”, “Brunetiére”, “Las pasajeras”, “Giosué Carducci, el clásico”.

La arbitrariedad de la enumeración equivale a la de la normal información periodística sobre personalidades muertas, libros aparecidos, sucesos literarios, dentro de los temas habituales de la época. Es el ascenso a la actualidad, en un país marginal, de la literatura recibida u oficialista. No se puede creer que este material influyera en su formación, más allá del plano de mero conocimiento externo de las actualidades, pero es ingrediente de la cultura de un intelectual a partir del desarrollo de la prensa en la segunda mitad del XIX y sugiere la parvedad de la preparación de Gabriela Mistral en este período provinciano.

En este mismo capítulo debe anotarse que ni en las composiciones de esta libreta, ni en las de la misma época que transcribe Augusto Iglesias [3] se observa rastro de la influencia bíblica, en particular del Antiguo Testamento, cuyos orígenes, según la autora, están en los años infantiles [4]. No sólo no se encuentran las lecturas que darán la tónica altiva, dramática y austera de Desolación, sino que tampoco es perceptible la fe conflictual que allí la distingue, y más bien presenciamos una difusa inclinación agnóstica. Ejemplo, en “De la vida", esta estrofa de acento campoamorino o bartrinesco:


Yo quisiera creer; de la existencia
. . . . . . . la fe, aliviana el fardo;
yo debiera creer: ¡ay! pero el mundo
. . . . . . . conozco demasiado.


O esta armonización de amargo vacío interior y de paisaje nocturno, a la manera romántica, en la composición “Noche de invierno":


. .“Es en la tierra la estación que es en mi alma mucho tiempo, y
como en mi vida, reina la amarga noche.
. .Abierta la ventana de mi cuarto muestra hacia afuera el vacío
negro en el que cae la lluvia, silenciosa y triste como caen al polvo las
cosas infortunadas: las hojas secas y las lágrimas [...]".


De las influencias que menciona en su poema "Mis libros" [5] sólo comienza a abrirse paso la de Amado Nervo, aunque también ella sólo se hará nítida más tarde [6] y aquí aún se sume en la trivialidad de los modernistas sentimentales.

3. FORMACION PSICOLOGICA. — Otro interés de la libreta es la luz que arroja sobre la personalidad de Gabriela Mistral. A los 18 años una psicología está ya estructurada, pero sus manifestaciones, por ser más directas y primarias, resultan más transparentes que las que posteriormente asumirá en el comercio social de la época adulta. Dos notas complementarias se revelan aquí: por un lado una aguda sensación de soledad que nace de un estado de frustración afectiva casi lancinante, por otro la asunción de un “super ego” altivo, orgulloso, desafiante, que merced al atajo de la consagración al arte la coloca en la altura, por encima de los restantes seres humanos a quienes devuelve desprecio por desprecio y, en ese proceso imaginario, humilla.

En “Insomnio” testimoniará su soledad:

“Como el sueño es consuelo no viene a mí, y porque el insomnio es suplicio, yo lo poseo. La lámpara agoniza, y yo viendo sus parpadeos moribundos pienso en tantas cosas lúcidas que así se han apagado en mi vida: la fe, la esperanza. Y pienso: ¿Qué haré, despierta y sin luz en esta noche tan larga y tan negra? [...] ”.

Acrecienta esa soledad la conciencia del bien perdido y la consiguiente evocación del pasado feliz “nella miseria”. Así, en “Noche de invierno” :

“¿Dónde estás? ¿Qué hacen tus ojos en estas horas? ¿Qué tu corazón? ¿De qué te habla a ti esta noche tristísima, casi amarga, cargada de tenebrosidad, grave de silencio? [...] ”.

Asimismo ella genera el ansia de comunicación fraterna, que revela una “Carta íntima” dirigida a una “dulce compañera de otros días". Este infortunio es el punto de partida de la asunción altiva, manejando la concepción romántica del poeta condenado, quien restablece el equilibrio con la sociedad, y aun la vence, a través de la creación artística. Así se lo observa en la página transcrita sobre Vargas Vila, y, en forma más personal, en otra titulada “Orgullo” que parece nacida de la burla que “escritorzuelos de crónica y sabios de gabinete”, según la expresión de Soto Ayala, hicieron de las primeras composiciones de Lucila Godoy [7]. Paralelamente a la carta que remitiera a Soto Ayala y de la que éste diera noticia en su libro, fechándola en mayo de 1907 en La Serena, dice:

“El insulto, la calumnia, el odio, son las nubes de polvo que levanta a su paso el brioso corcel triunfo: yo sonrío de orgullo infinito viéndolas nublar mi horizonte.
El ultraje me ha hecho bien: como el golpe del mazo al acero me ha abrillantado; al verme insultada frenéticamente yo me he sabido “diosa”, pues tal delirio sólo he visto en la blasfemia.
Ya lo he dicho: “El rayo de la ira sólo hiere las altas cabezas; el mar sólo azota sobre los altos riscos soberbios e impasibles; la calumnia mancha aparentemente: como la nube mancha al sol”.
No me ha asombrado el ver mi nombre triturado por la Bestia ridícula e infeliz: la flor que es cantada por la lira de oro, llevada al rostro por mano augusta y donada al altar magnificente y al salón regio, también es tocada por la inmunda “babosa” y pósanse sobre el nácar de su corola insectos repugnantes.
Yo dejo que me brinden su lodo los “hijos del pantano”: no de sus manos espero el néctar; que me silbe el crótalo: no de él aguardo la nota armoniosa que pertenece al ave.
¡Vengan los miserables! Lleguen al pie de mi zócalo y al verlo todo rosas escálenlo para envilecerlo; yo les permito que toquen su oro: puede que al descender lleven algo lúcido; que rocen los pétalos: puede que gotas de ambrosía caigan sobre sus cuerpos asquerosos.
Alrededor de la hormiga formad un tumulto inmenso y haced que me vean "coloso" los lejanos, que es lo que deseo. Haced de vuestros gritos un vocerío como de mar en furia, que más potente que mi voz, me denunciará a los remotos”.


Más que la muestra de ingenua y retórica defensa de una sensibilidad herida, de su grande amor propio humillado, importa percibir el matiz paranoico que distinguirá tantos textos adultos de la escritora y que a partir del premio Nobel alcanza extremos [8]. No nacieron de un debilitamiento de condiciones intelectuales en su edad mayor sino que son la manifestación de las tendencias de una psicología que ya en los años juveniles se expresa en la intimidad.

Podría observarse que esta actitud psicológica no necesita sino revestirse del estilo del profetismo hebreo para animar los mejores poemas de Desolación, “De su frustración se eleva a lo sublime” dice Alegría [9]. Estamos en esa típica operación compensatoria, que ofrece la literatura en el campo de la psicología del arte. La grandilocuencia, el alto patetismo, la admonición profética, la voz sinaítica, la condena o el perdón —que son ambos testimonios de una misma ilusoria grandeza ensoñada desde la cual dispensar el bien y el mal como Dios— así como la retórica, surgen en la palabra escrita como seudorrealidades, voluntaria, tenazmente construidas, para compensar la quiebra de las auténticas relaciones humanas y en particular las vinculaciones de una mujer joven con el mundo social al que intenta integrarse con derechos. Un poco a imagen del análisis que hiciera Huxley de las fuentes de la humildad de San Francisco, puédese rastrear, más allá de la cobertura religiosa de los poemas de Desolación, la concepción paranoica del mundo de Gabriela Mistral, y sus orígenes psicológicos.

4. EL DRAMA AMOROSO. — Este período de la vida de Gabriela Mistral es el que ha motivado mayor interés de la crítica chilena. Dice Julio Saavedra Molina: “Tenía ojos verdes y manos tan poco campesinas que alguien las comparó con un lirio. En cuanto a seducción, más bien esfinge que ninfa. Durante este noviado fue cuando se inició en 1906 el suceso sentimental a que se refiere gran parte del libro Desolación en el cual la poetisa ha dejado entrever diez años y más de la historia toda interior, de una gran pasión amorosa, vuelta drama por la muerte de uno de los protagonistas y el desconcierto afectivo del otro” [10].

Se refiere al episodio de los esquivos, inseguros amores de Lucila Godoy con Romelio Ureta, el conductor de trenes del Valle del Elqui, que se suicidara por una deuda en noviembre de 1909, dándole asunto a los “Sonetos de la Muerte”. Es el único episodio amoroso en la vida de Gabriela Mistral [11] y ya desde 1914 se arrojó sobre él la curiosidad pública y el afán novelador de los biógrafos. A este episodio, comentado de varias maneras por la crítica, contribuyó Gabriela Mistral aunque muy tardíamente, poco antes de su muerte, en un par de declaraciones: las que hiciera por 1917 a Jerónimo Lagos Lisboa, y éste recién publicara en 1957 [12] y las hechas a Jorge Inostrosa, publicadas en 1954 [13]. Según las primeras, todo fue asi: “Nos amábamos de verdad. Un mal día rompimos, Yo tenía entonces un carácter irascible: tan fuerte hablábamos uno y otro en la pieza en que discutíamos que mi madre se impuso y lo despidió. Pasó el tiempo y los míos creyeron que yo estaba muy tranquila. Transcurrieron cinco años en los que, cuando nos divisábamos, huíamos uno del otro. Nos odiábamos. Y estuvimos viviendo casi en la misma casa. Él ocupaba una pieza en los altos y precisamente bajo su pieza estaba la mía...”, etc., etc. El texto de Inostrosa es bastante diferente: no incluye pasiones atormentadas, ni tensiones diarias, y sólo se reconoce que fue el recuerdo del suicidio que motivó los sonetos. Alegría se pregunta: “¿Será posible rescatar alguna vez los «Sonetos de la Muerte» y «El ruego», de la crónica roja de la poesía?”. Evidentemente es difícil. Veamos qué contribución presta la libreta de composiciones originales que venimos analizando, y que cubre el año 1907.

Aunque el material confesional (y literario, pues no se trata de un Diario íntimo sino de un cuaderno que reúne composiciones literarias) cubre los doce textos reunidos, no hay ninguna referencia que, con claridad, pueda aludir al ferroviario Romelio Ureta, a los desencuentros amorosos, rencores, tensiones, engaños, despechos, a que alude la leyenda. Sólo, en la segunda lista de títulos de composiciones de la Sección C hay uno que puede llamarnos la atención. Dice simplemente: “Monólogo de un suicida".

Si el año 1907 es dramático para Lucila Godoy, no parece serlo por los motivos tantas veces publicitados, sino por la soledad —falta de amistades profundas, seres afines— en que se encuentra. En una “Carta íntima”, dirigida a “Dulce compañera de otros días”, a quien le escribe “desde mi nuevo hogar” —por la datación, al pie, debe entenderse La Serena, a julio de 1907, a no ser que se trate de un artilugio literario— escribe:


“No te he olvidado: no se olvida a las hermanas y tú lo eres. Y nuestra hermandad viene de cosas altas y sagradas: el espíritu y el dolor.
No me has escrito porque yo no lo he hecho. Si tu olvido es de la índole del mío no me entristece ni me duele que perdure. Causa mi silencio el mar de confidencias que tengo que hacerte, y que en una hoja de papel mal puede encerrarse: prefiero guardarlo todo a verterte aquí unas cuantas gotas. Será después, en días que tendré vacantes y te consagraré con sus noches respectivas para que puedan bastar. Cuando lo vaciaré con deliciosa calma en tu pobre pecho que apenas respira repleto de su hiel y que aún quiere ser vaso de la mía!
¿Mi vida?
Su fondo no cambia, permanece igual. No hacen variar su naturaleza los nuevos seres que la cruzan. Las lágrimas siempre mis hijas, las siento sí más amargas desde que ruedan solas, no como allá en las horas de fraternidad dolorosa, a la par con las tuyas.
Cambia la existencia de los seres como cambian los cuerpos que los años y los pesares marcan con tristes señales, pero no el espíritu que solo experimente desarrollo en su orgasmo.
¿Y tú?
Dime que eres menos triste para que yo pueda esperar también que algún día, depuesto el fardo bárbaro, la sonrisa sea huésped de mi boca [...].
Vacía con la pluma lo que vaciabas con los labios: escríbeme tus tristezas. Háblame también de las cosas de mi vida que allá quedaron y me son queridas; háblame de mi hogar, ¡oh! esa mi cabaña que cerca al mar, entre las rocas, semeja un nido de gaviotas. ¿Has visto alguna vez vagar una sombra en torno de ella? Mi alma ha ido allá [...].

Otros dos textos pueden emparentarse con el precedente. Uno titulado “Intimas” y dedicado “A Ella «La única»” (datado: La Serena, octubre de 1907) que está escrito con letra caligráfica algo distinta, por lo mismo, de la habitual vuela pluma del cuaderno. Dice:


“Ya sé que partirás; ya sé que tu paso por mi vida será breve como el de la estrella fugaz en el cielo por lo mismo que ha sido luminoso: ya sé que te arrancará de mi lado el mundo porque no puede soportur el ver que orea en mis mejillas la humedad del llanto y mi sombra ha clareado; ya sé que quedaré sin ti, como ya, en época lejana, quedé sin otros seres que eran carne de mi carne y alma de mi alma; eran yo misma; ya sé que en breve, ciegas estarán mis pupilas porque vas a desaparecer y eres mi sol, muda, enlutada mi lira: huérfana de su divina musa; ya lo sé: triste me lo confiaste y te escuché desesperada; venían a tus ojos las lágrimas: mi dolor era más grande que el dolor que llora. Mas decidme: Cuando desaparezca de tu vista, ¿desapareceré también de tu corazón? ¿Borrosa me verás con la mente como las tierras en que quedo con las pupilas? ¡Oh, la lejanía del pasado! ¿Me olvidarás? No estarás a mi lado, pero estarás dentro de mí. Me privarán de verte con los ojos, ¿impedirán que te vea con el alma? Yo no te olvidaré [...]”.

El siguiente texto, que cierra la Sección A, es de escritura diferente a los anteriores, pero su datación —enero de 1908— puesta al pie con distinta tinta, es de Lucila Godoy, por lo cual lo utilizamos, ya que si no lo creemos de la joven escritora, entendemos que con ella tiene relación. Se titula “Carta íntima” y lleva esta dedicatoria: “A aquella que es mucho más que mi amiga, y algo más que mi hermana”. Partiendo del leit motiv “Oh qué día tan triste” contrapone los días que pasaron juntas a los posteriores, vacíos, de la ausencia. El estilo es laxo y la adjetivación retórica. Los lugares comunes del sentimentalismo romántico abundan.

“Alejándome de la ciudad he llegado a ese camino solitario que en tardes de placidez dulcísima hemos andado juntas ¿recuerdas? Tu brazo se apoyaba en el mío, caminábamos a la ventura, fijos los ojos en el ocaso cuya belleza crepuscular dominábamos ampliamente; cosas íntimas te hablaba, mi vida, mi antiguo dolor, mi infortunio incomparable, revelados te fueron en estos lugares, a estas horas: y el consuelo, y la esperanza, y la ternura, conocidas fueron por mi alma angustiada y huérfana y conocidas como nadie quizás la ha escuchado ni recibido sobre la tierra [...] ”.


A cambio de referencias al ferroviario Ureta, este cuaderno testimonia los modos de una amistad apasionada, real o imaginaria, sobre el uniforme “background” que presta la dificultad de comunicarse, cuya fuerza así se redobla, en los años solitarios de la juventud. Aunque no se debe confundir literatura con diario íntimo, ni estilo sensiblero epocal con sentimientos verdaderos, estos materiales están lejos de la estampita escolar al uso. Manuel Rojas ha dicho: “en Gabriela Mistral hay un misterio, tanto en su leyenda de amor como en su vida privada” [14] y la crítica tradicional chilena que tanto se ha esmerado en establecer las relaciones vida-obra no ha ahondado el tema.

El sector de la poesía de Gabriela Mistral que mejor ha resistido el asedio del tiempo, es el que comprende los poemas de “Dolor” en Desolación. Para Saavedra Molina se trata de la directa trasposición de la historia de amor con Romelio Ureta; para Augusto Iglesias la apropiación por la poesía de los imposibles de la realidad (“un muerto que fue ajeno en toda realidad, y en todo ensueño mío”); para Alone la lección “inteligible” del dolor a través de la utilización literaria de la Biblia; para Fernando Alegría es el amor carnal derrotado y el amor a Cristo que la redime [15]; Raúl Silva Castro, como de costumbre, no entiende nada. Esos poemas son un estallido de una feroz frustración y, como si se agotara la energía, el poeta no volverá a encontrar ese acento en los muchos años gloriosos de vida que le esperan. Los orígenes del desgarrado dramatismo de Gabriela Mistral están aún por explorar: eso exige un esfuerzo de sana desmitificación que corresponderá a la nueva generación de críticos chilenos.

 

 

 

________________________________-
Notas

[1] Raúl Silva Castro. — Estudios sobre Gabriela Mistral. Santiago de Chile, Zig Zag, 1935. p. 5.
[2] Cit. por Augusto Iglesias. — Gabriela Mistral y el modernismo en Chile. Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1950, p. 13.
[3] Augusto Iglesias. — Ob. cit. pp. 20-22, con transcripción de los poemas a Lola Molina. El título de uno de ellos, “Flores Negras”, está incluido en la primera lista de composiciones que aparece en la Sección C. de la libreta.
[4] Entrevista con J. Inostrosa en la revista Vea, Santiago, setiembre de 1954, parcialmente transcrita por Fernando Alegría. Las fronteras del realismo. Literatura chilena del siglo XX. Santiago do Chile, Zig Zag, 1962, pp. 143-4. Por su parte Alone, en “ Historia de Gabriela Mistral", prólogo a Gabriela Mistral: Antología. Santiago de Chile, Zig Zag. 1957, soluciona el problema colocando la influencia de la Biblia con posterioridad a la de Vargas Vila ("...contra la influencia de Vargas Vila apareció en su senda un correctivo poderoso y, como los caminos de la Providencia son inescrutables, llególe por la inesperada vía de una señora no muy segura del cerebro: su abuela..." p. 10). Aunque históricamente es esto lo correcto, la influencia bíblica es posterior a la vargasvilesca y debe situarse a partir de 1910, no como la historia idealizada que G. Mistral contara, sino como una asunción adulta de orientaciones artísticas cuya motivación en el campo de la psicología del arte queda por estudiar. Comprueba la cautela necesaria para manejar las declaraciones de la autora.
[5] En Desolación, Santiago de Chile, Nascímento, 1923, p. 53.
[6] Augusto I glesias. — 0b. cit., p. 233.
[7] Augusto Iglesias. — Ob. cit., p. 14.
[8] Véase la carta que transcribe Alone en su libro Los cuatro grandes de la literatura chilena durante el siglo XX . Santiago de Chile, Zig Zag, 1963, p. 154-161, y las opiniones que recogiera Germán Arciniegas durante la estadía de G. M. en Brasil.
[9] Fernando Alegría— Ob.cit., p. 139.
[10] Julio Saavedra Molina. — Gabriela Mistral: su vida y su obra. Santiago de Chile, Prensas de la Universidad de Chile, 1946, p. 9.
[11] Salvo el que anota González Vera en Algunos, Santiago de Chile. Nascimento, 1959, p. 129.
[12] Citado por Alone, prólogo a Antología de Gabriela Mistral.
[13] ) Citado por Fernando Alegría, ob. cit., p. 146.
[14] Manuel Rojas. —Historia breve de la literatura chilena. Santiago de Chile, Zig Zag, 1964, p. 114.
[15] Desarrolla esta tesis en Genio y Figura de Gabriela Mistral, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires. 1966.

 



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2021
A Página Principal
| A Archivo Gabriela Mistral | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
La oscura formación de un poeta.
A propósito de Gabriela Mistral.
Notas de Ángel Rama.
Publicado en “Revista Iberoamericana de Literatura", 1966.