Proyecto Patrimonio - 2014 | index | Guillermo Mondaca | Thomás Harris  | Autores |
         
        
        
        
        
         
        
        
        NOTAS SOBRE NOCTURNA DE GUILLERMO MONDACA
        Por Thomas Harris
          
        
        
        
         .. .. .. .. .. . 
      
        
          
          Que Guillermo Mondaca es un poeta  joven y este es su primer libro podría ser un dato irrelevante, pero en este  caso no, dado que nos hallamos frente a un discurso insospechado e inusual para  un poeta de su edad, de su tiempo y de su ethos lírico: me explico, cuando Guillermo me invitó a presentar su libro, pensé  encontrarme con una poética al uso por decirlo de alguna manera: post, urbana, transgresora con sus  predecesores, partícipe de esa suerte de retórica que puede llegar a abrumar  hasta el cansancio del nuevo poeta entramado, como el mismo material de la  urbe, cemento en tanto piel, lumínicos en tanto pupilas, simulacro en tanto  cuerpo,  por la saturación de las  imágenes, de lo evanescente, de la virtualidad, del universo saturado de  información, de la web, etc., etc., es decir un poeta que se sumaría al dictum de Marschal Berman que nos dice y  repite que “todo lo sólido se disuelve en el aire”. 
         Pero en Nocturna (título bastante inusual además en nuestros jóvenes post)  nada está en aquel estado de disolución posmo, sino todo lo contrario. O  aparentemente. Todo poemario lúcido o que se precie de tal, que participe del  decir de nuestro tiempo, está lleno de celadas. Y yo puedo estar cayendo en las  celadas (que no me cabe duda que las tiene) del libro de Guillermo. Un poemario  que parece intentar alejarse de la retórica urbana y posmoderna, del dolorido sentir de la simulación y el  asfalto (o su simulación) indudablemente se nos hace, de muchas maneras  “sospechoso”. Y me gusta internarme en un libro pletórico de sospechas por su  textualidad, o mejor, por el espesor de su textualidad, por la diapasón de  imágenes que provienen de otra escena textual que no lo emparenta con su  generación, donde la urbe y su orbe fragmentario, quebrado, tribal, no tiene,  aparentemente, lugar. 
         Por decirlo directamente: es como si  Guillermo quisiera, volitivamente, alejarse de esas escenas discursivas y mirar  el mundo desde otro locus lírico;  ¿Cuál? El del discurso que se allega a poetas y poéticas al parecer ya  “superadas” (digo, al parecer y entre comillas) donde el discurso en toda su  opacidad, el texto en sus más complejos entramados, la imagen como centro del  logos, la metáfora como procedimiento irrecusable, es lo primordial, en tanto,  insisto en el término, su espesor textual nos coloca ante un poemario cuya  exégesis exige retomar ciertas lecturas, ciertos decires, que ya se habían  clausurado para la joven poesía, en tanto una escena literaria donde nos  hallamos bajo la superficie del texto, donde la revelación y cierta metafísica, todavía nos quieren hablar  desde su espacio opaco y logocéntrico: un Anguita, un Gonzalo Rojas, y, me  atrevo a decirlo, al Neruda tan poco revisitado de las Residencias –guardando, claro ciertas distancias- a un Lorca del Romancero Gitano, y hasta en un decir  Withmaniano, entre otros célebres referentes. Es decir, un poeta que asume  todos los riesgos  posibles de sus  lecturas y sus vaciados en su propia lírica.
         El poemario se puede o quiere que se  lea como una suerte de viaje cósmico, de entrada en la materia, la materia que  constituye al mundo incluso antes de la ciudad ya cifrada por Baudelaire y  posteriormente por las vanguardias , post vanguardias y neovanguardias. (Desde  Vallejo a Lihn, desde Parra a Maquieira y hoy por hoy, Carrasco o Figueroa). No  hay, como decía, referencias ni angustias posmo, rocanroleras, tribales.  Tenemos a un sujeto que nos habla de su génesis cosmogónica y su devenir  cosmológico, y esta génesis, insisto, está situada en la materia del mundo, entendiendo por materia aquellos elementos  fenomenológicos que hallamos en la lectura de la literatura a través de la  fenomenología de un Gastón Bachelard: un psicoanálisis del fuego, del agua, del  aire y sus sueños, de la tierra como elemento matriz, y sus relaciones con el  hombre y su danzar con el Mundo. Guillermo se interna en la materia  bachelerianamente, indagando en el permanente abrazo de los elementos en una  estética trascendente, pero siempre hic  et nunc, sin olvidar que en el centro y en los vórtices de la materia hay  un sujeto que la padece y la goza a la vez: allí radica su eros y su tánatos,  su sentimiento de vida y de muerte, su erotismo y su padecimiento. 
         Por eso retomo la idea planteada más  arriba: de espaldas al asfalto y a la virtualidad, el sujeto de Nocturna retorna a la materialidad  primordial, sin olvidar que está en desventaja con el mundo, como en toda  poesía que se precie de tal: “No puedes  cantar con los dientes rotos, mordiéndote la boca”, afirma.
         Su permanente apelación a la materia:
        
                        “Somos el humo que abrazando su propósito de fuego  quema la luz, borra el incendio. Nos sostiene la piel de la imagen arrancada,  la palabra que se cae y se quiebra en la otra orilla de la voz, nos sostiene”,
        
         escenifica el conflicto lírico en un  constante abrazo de los elementos, en una erótica inmanente/trascendente que se  resuelve –o lo intenta- en su discursividad más bien opaca y espesa. Una  discursividad que  permanentemente apela  a la visualidad de las imágenes, pero, como decía, una visualidad que echa  raíces en una matriz arraigada en lo material del Mundo, a una suerte de árbol  de la vida (pienso en Humberto Maturana y su concepción de una autopoiesis planteada ya desde su El árbol del conocimiento)
         
          Entrada en la materia y entrada en el  tiempo, Nocturna, sin dejar de sufrir  los estertores del poeta moderno, trata de dar un paso más allá –riesgo o  celada o trampa-  emprender otra épica  que, siguiendo una posible lectura de Saint John Perse, Rosamel del Valle,  Anguita, o los giros del Canto Cósmico del último Ernesto Cardenal, encuentre “la  rompiente aún lisa sus manos que hilan la arena en orillas que terminan hacia  el aire, mientras desgaja la cadena que sostiene la cerrada mandíbula del mar.”
        Agosto  de 2013.