MARTÍN ROLDÁN RUIZ, 
          escritor
"Los 
          personajes de Generación cochebomba tenían que ser así, como 
          los subtes que llegaban a los conciertos y se iban al final, 
          llevándose sus historias a sus barrios"
        Martín Roldán Ruiz (Lima, 1970) es 
        autor de Generación Cochebomba (2007). Novela escrita con un estilo 
        alimentado por los vesánicos sonidos del buen rock de garaje, el idóneo 
        para representar a una juventud, la que vivió el nefasto y asqueroso 
        primer gobierno de Alan García, marcada por la incertidumbre, la modorra 
        y la impotencia. Generación Cochebomba es una novela que no debe pasar 
        desapercibida, la cual está llamada a ser considerada la novela subte de 
        los ochenta. Sobre ella conversé con su autor. 
        Gabriel 
        Ruiz-Ortega
        - Si la memoria no me falla, no 
        recuerdo que se haya escrito una novela, de esta magnitud, sobre la 
        desazón juvenil de la segunda mitad de los ochenta.
Bueno, 
        para serte sincero,  solamente he leído Al final de la calle de Óscar 
        Malca, y La ciudad de los culpables de Rafael Inocente, que están 
        consideradas dentro de esa temática juvenil ochentera. Creo que dentro 
        de esto también está Contraeltráfico de Rilo o Con el diablo adentro de 
        Max Palacios, pero no he tenido la suerte de leerlos así que no podría 
        decir más. Cuando yo me propuse escribir Generación cochebomba, quise 
        que el tiempo de la novela estuviera en esa segunda mitad, lo cual era 
        importante para mí, porque lo traumático ocurrió, precisamente, en esos 
        años. Estaba en el poder Alan García que nos hundió en prima en la 
        crisis económica más terrible de nuestra historia, y acentúo los 
        desaciertos del gobierno de Belaúnde en cuanto a la lucha 
        antisubversiva. Entonces, para los que crecimos en esa especie de 
        acorralamiento, los que estábamos en medio de esa pugna sangrienta por 
        el poder -subversión por un lado, represión por el otro- no nos quedaba 
        otra que buscar espacios donde desenvolvernos de manera vital; mejor 
        dicho, enfrentando la realidad, encontrar esos escapes, que todos 
        buscamos o nos inventamos, para no explotar como un coche bomba. Y fue 
        precisamente el movimiento del Rock Subterráneo el espacio donde muchos 
        nos encontramos con la vida. Yo fui uno de ellos, y encontré en la 
        mancha subte las vivencias, miedos, anhelos, pasiones y contradicciones 
        de un sector de mi generación que me marcaron mucho. Y creo que lo 
        ambicioso, al momento de escribirla, es el intento por reflejar ese 
        tiempo histórico, con todos sus matices amorosos, musicales, 
        juerguísticos, chupísticos, qué sé yo. No solamente una pincelada de 
        esos años, o de la juventud de esos años, sino también ir a las causas, 
        al contexto, que motivaron una juventud a punto de explotar.
solamente he leído Al final de la calle de Óscar 
        Malca, y La ciudad de los culpables de Rafael Inocente, que están 
        consideradas dentro de esa temática juvenil ochentera. Creo que dentro 
        de esto también está Contraeltráfico de Rilo o Con el diablo adentro de 
        Max Palacios, pero no he tenido la suerte de leerlos así que no podría 
        decir más. Cuando yo me propuse escribir Generación cochebomba, quise 
        que el tiempo de la novela estuviera en esa segunda mitad, lo cual era 
        importante para mí, porque lo traumático ocurrió, precisamente, en esos 
        años. Estaba en el poder Alan García que nos hundió en prima en la 
        crisis económica más terrible de nuestra historia, y acentúo los 
        desaciertos del gobierno de Belaúnde en cuanto a la lucha 
        antisubversiva. Entonces, para los que crecimos en esa especie de 
        acorralamiento, los que estábamos en medio de esa pugna sangrienta por 
        el poder -subversión por un lado, represión por el otro- no nos quedaba 
        otra que buscar espacios donde desenvolvernos de manera vital; mejor 
        dicho, enfrentando la realidad, encontrar esos escapes, que todos 
        buscamos o nos inventamos, para no explotar como un coche bomba. Y fue 
        precisamente el movimiento del Rock Subterráneo el espacio donde muchos 
        nos encontramos con la vida. Yo fui uno de ellos, y encontré en la 
        mancha subte las vivencias, miedos, anhelos, pasiones y contradicciones 
        de un sector de mi generación que me marcaron mucho. Y creo que lo 
        ambicioso, al momento de escribirla, es el intento por reflejar ese 
        tiempo histórico, con todos sus matices amorosos, musicales, 
        juerguísticos, chupísticos, qué sé yo. No solamente una pincelada de 
        esos años, o de la juventud de esos años, sino también ir a las causas, 
        al contexto, que motivaron una juventud a punto de explotar. 
        - Adrián R., 
          tu protagonista, y tú, tenían entre 15 y 20 años a fines de los ochenta. 
          A la distancia, parece que el integrar un grupo terrorista como Sendero 
          Luminoso era una opción no tan descabellada, tal y como lo cuentas en tu 
          novela.
 
          - Así es. Y lo que es curioso, muchos de los que conocí y se 
          integraron a grupos como Sendero o el MRTA eran jóvenes idealistas y muy 
          sensibles a lo que les rodeaba. De la mancha subte los que estuvieron 
          metidos eran personas tan de putamadre que no te los podías imaginar 
          dentro de eso. No creo que hayan llegado más allá de volantear o hacer 
          pintas, porque ahora que conozco más de esas agrupaciones, por interés 
          personal y por haberme documentado para escribir mi novela, es muy 
          difícil que hayan ascendido como para poner bombas o ajusticiar 
          policías. No eran muchos tampoco. Pero igual, un día de la noche a la 
          mañana desaparecían y ya no sabías qué era de ellos; y, cuando 
          preguntabas, alguien te decía: Ha pasado a la clandestinidad. Lo cual se 
          llegó a convertir en una especie de broma macabra y en una opción muy 
          válida en esos años. Porque si eras idealista y sensible a lo que estaba 
          sucediendo y creías que podías cambiar el mundo, pues te ibas 
          radicalizando más de lo que pensabas que eras y te dabas cuenta de que 
          con canciones y los pelos parados no ibas a cambiar nada, salvo tu 
          pequeño mundo, entonces llegaban los Saco Largos y te hablaban solapa, 
          citando a Mao, que la revolución no es un poema, una escultura o una 
          canción… la revolución es lucha de clases, guerra popular. Es violencia 
          revolucionaria, entonces tú que te creías muy radical porque le mentabas 
          la madre a todo el mundo en una canción, no te quedaba otra que 
          ruborizarte, cuestionarte, y si veías válido ese camino, pues decidirte. 
          Por eso uno de los personajes, y no digo quién para no malograrle el 
          desenlace a un futuro lector, a pesar de ser de clase media y tener una 
          vida más o menos acomodada, se dejó llevar por su sensibilidad, por su 
          deseo de cambiar el mundo y termina perteneciendo a Sendero, porque no 
          veía por ningún lado, un camino radical para acabar con las injusticias, 
          ni siquiera entre los subtes.
        -  Tengo la idea de que la escritura de 
          Generación Cochebomba te tomó muchísimo tiempo.
          - 
          La novela nació de un 
          cuento que escribí sobre un concierto subte, el cual termina en batida 
          policial. Por mucho tiempo ese cuento me dio vueltas en la cabeza, como 
          diciéndome que no podía quedar allí, que daba para más. Incluso creo que 
          los personajes me pedían que escribiera más de ellos y esa época. Era 
          1995. Esa incertidumbre se la conté a una amiga de la escuela de 
          periodismo donde estudiaba, de quien andaba templadazo, y fue ella quien 
          me animó, así que también es culpable de este libro, jajaja. Pero, no 
          solo eso, también estaban las ganas de reflejar esa época a través de la 
          literatura, que siempre fue uno de mis intereses personales. Entonces me 
          embarqué en esta aventura que duró desde 1996, más o menos, hasta el 
          2002, salvo el 98 y 99 que lo abandoné por motivos de trabajo. Así que 
          fueron cinco años de escribirla y el resto de años hasta su publicación, 
          en el 2007, me dediqué a pulir la rocaza que había escrito, corrigiendo 
          una y otra vez. Para esto me metí a talleres de cuento y novela con 
          Cronwell Jara y Miguel Gutiérrez en la casa museo José Carlos 
          Mariátegui, y también al Taller de Narrativa de la Universidad de San 
          Marcos, donde enseñan Jorge Valenzuela y Antonio Gálvez Ronceros. De 
          todos ellos aprendí muchas cosas que me ayudaron a terminar mi libro.
        -  Hay muchísimas anécdotas la novela, fácilmente pueden ser semillas de 
          otros trabajos novelísticos parecidos, ya sea para ti o para quien las 
          lea y quiera también escribir sobre esa época. 
          - 
          En cuanto a las anécdotas 
          que mencionas. Sí, me he dado cuenta de que hay muchas que pueden 
          generar un cuento o una nueva novela, es más tengo la idea de escribir 
          una novela a partir de un hecho violento consignado en uno de los 
          capítulos de Generación cochebomba. En eso ando ahora último, leyendo 
          revistas y libros sobre ese tema, para conocerlo más a fondo. Pero aún 
          no tengo una fecha en que me embarque a escribirla con el pie en el 
          acelerador. Y bueno, si otro escritor, con las mismas inquietudes que yo 
          tuve por reflejar esos años violentos, toma como punto de partida algún 
          capítulo o anécdota de mi libro, pues bacán.
        - Como toda novela, lo 
          contado es solo una parte de lo que llegaste a escribir en el magma. ¿A 
          cuántas páginas llegaste?
          - 
          Cuando ya creía terminada mi novela, me di 
          cuenta de que le faltaba peso. En el sentido de que caía en esa 
          característica de la narrativa urbana juvenil de los noventa, de 
          priorizar solamente la anécdota de sexo, drogas y pendejada. Si bien mi 
          libro tiene eso, yo deseaba mucho más, algo que lo diferenciara de los 
          otros. Para mí, la diferenciación era incluir el peso de los tiempos, el 
          contexto en que se desenvuelven los personajes y cómo influenció sobre 
          sus vidas. Y más si ese contexto era tan dramático como fueron los 
          ochenta. Por eso decidí incluir capítulos donde se viera a Sendero y las 
          anécdotas de vida de los personajes, previas a la historia central. Esto 
          para ir conociendo cómo fueron cayendo en esa vorágine. Entonces, no 
          eliminé, sino incluí, agregué, metí, empujé, etc. Además, yo no escribo 
          a la loca, a ver qué sale, yo sigo una especie de patrón. A partir de 
          aquí sigue esto, esto y esto. Y sobre lo escrito fui puliendo y 
          concatenando las historias para que nada quede suelto ni esté por las 
          puras. Además, fue muy importante para mí incluir la música que 
          escuchábamos en esos años, que básicamente era Punk Rock, Hardcore, New 
          wave, Dark, Techno Industrial y Metal. Y sobre todo el Rock Subterráneo. 
          Claro que por allí también incluyo a los grupos comercialones y al 
           llamado rock en castellano que está últimamente de moda en las radios. 
          Para mi es el soundtrack de un sector de la juventud urbana en los 
          ochenta y no podía dejar de tener una presencia importante, así como la 
          ciudad de Lima, la urbe decadente, que para mí es uno de los personajes 
          más importantes de Generación cochebomba.
llamado rock en castellano que está últimamente de moda en las radios. 
          Para mi es el soundtrack de un sector de la juventud urbana en los 
          ochenta y no podía dejar de tener una presencia importante, así como la 
          ciudad de Lima, la urbe decadente, que para mí es uno de los personajes 
          más importantes de Generación cochebomba.
         - Los años ochenta, para los 
          jóvenes, estuvieron marcados por la frustración. Esta frustración se 
          refleja en tu novela, pero es muy bien compensada por el desfogue que 
          los protagonistas encuentran en el rock subte, el sexo, la hierba y la 
          palomillada.
          - 
          No había otra. Como dije el rock subte fue un espacio donde 
          recalamos muchos jóvenes que estábamos en búsqueda de muchas cosas: 
          amistad, amor, aventura; pero, sobre todo de una identidad y de un medio 
          donde poder expresar lo que sentíamos ante la dura realidad que nos tocó 
          vivir. Y ahora que hablas de frustración, recuerdo que en el año 99, un 
          compañero de trabajo me invitó a su clase de psicología de la 
          universidad Villareal. Al enterarse que yo había participado del 
          movimiento subte, quería que les hablara a los cachimbos de su clase, 
          sobre los jóvenes subtes de los ochenta, para hacer un paralelo con la 
          de los noventa que justo en esos años estaban haciendo la contra a la 
          dictadura de Fujimori. Llevé música y les hablé de todos esos años. 
          Entre esos alumnos había un grupo de rebeldes, idealistas, 
          contestatarios, antistablishment qué sé yo. Bueno al final, mi amigo 
          pidió conclusiones sobre la conversa. Este grupo deliberó y determinó 
          que una muchacha fuera la que diera su conclusión: "Todo lo que ha 
          contado es muy bonito, pero hemos llegado a la conclusión que usted es 
          un conformista". Recuerdo en sus ojos esa convicción que alguna vez vi 
          en los senderistas. "No, preciosa, yo no soy un conformista, soy algo 
          peor…Soy un frustrado, porque al igual que tú, creí que podía cambiar el 
          mundo, y nos dimos cuenta de que a lo mucho podíamos cambiar nuestros 
          pequeños mundos". La expresión de la muchacha pasó de la convicción a la 
          bronca y me dijo poniendo énfasis en las palabras: "¡Te odio!". Con eso 
          daba razón a lo que habíamos creído haber sido los subterráneos. 
          "Gracias, eso me da a entender que sigo siendo un subte, porque de eso 
          se trataba: expresarte, decir lo que sintieras y generar una reacción 
          para bien o para mal, positiva o negativa". La cosa fue que los otros 
          ciclos se pasaron la voz y querían escuchar a este subte frustrado, 
          jajaja. Pero te diré que tampoco andábamos depre todos los días o 
          lamentándonos, como los darkis, zopilototes o niuways de esa época, o 
          como los actuales Emos. Siempre es posible encontrar momentos de 
          felicidad dentro de situaciones extremas, lo cual corrobora lo que tú 
          afirmas sobre mi novela. Por ejemplo, el apagón con sus atentados que 
          Olga y Adrián R observan desde la azotea de un edificio. Es allí donde 
          se besan por primera vez, es un momento inolvidable para ambos. Así 
          igual también hay momentos menos romanticotes que, dicho sea de paso, 
          son inolvidables, donde interviene la palomillada, el trago antitodo o 
          el sexo sin amor. Y así como en la ficción, fue igual en la realidad.
        -  Pienso que la movida subte fue muy especial en esos años, o sea, más 
          real, y lo que continuó de ella en los noventa fue más pose que otra 
          cosa.
          - 
          Fueron situaciones distintas en contextos distintos. Nosotros en 
          los ochenta no teníamos nada, mejor dicho no teníamos medios para poder 
          expresar toda la frustración o rabia contra el sistema alienado como así 
          decíamos en esa época. Entonces al no tener nada, lo que hicimos fue 
          crearnos esos medios. Influenció mucho el Punk con eso del Do it 
          yourself, que es literalmente: Hazlo tú mismo. Parece una contradicción 
          que hayamos estado en contra de un sistema al que llamábamos alienado y 
          que la principal influencia sea un movimiento juvenil de Inglaterra, 
          pero la alienación se hubiera dado si lo tomábamos como una moda 
          cualquiera como pudo ser el Breakdance o algo así. El Rock Subte tuvo 
          características propias de una juventud afectada por situaciones 
          económica-sociales, de guerra interna, que utilizaron el rock, 
          básicamente el sonido punk del rock, para hacer sentir su voz. Por eso 
          digo si los jóvenes que luego formarían las primeras bandas subtes, se 
          quejaban de que hubieran muchas que hacían covers de Deep Purple, AC/DC, 
          Nazareth, etc., obviamente en ingles y que no expresaban nada que los 
          identificara con el público que estaba esperando algo donde verse 
          reflejados, pues no les quedó otra que tomar bajo, guitarra y batería y 
          subirse a un escenario y decir todo lo que tenían que decir. Obvio que 
          no iba a ser como Chachi Luján que cantaba: Gracias por lo que tu me 
          diste, corito que sonaba cachaciento, cuando un pata que no podía 
          estudiar o no conseguía trabajo, lo escuchaba por la radio pues no tenía 
          nada que agradecer a nadie, más bien mucho qué reclamar. Posteriormente 
          se abrió todo un circuito de distribución e información mediante 
          maquetas o cintas demo de las bandas, conciertos autogestionados y 
          fanzines o revistas autofinanciadas. Entonces, con esto quiero decir que 
          el movimiento subterráneo, fue un producto del contexto violento y de 
          crisis de los años ochenta que muere cuando cambia la situación y creo 
          yo que empieza con el golpe del 5 de abril de 1992 y se consolida con la 
          caída de Gonzalo, el control de la inflación y la capitulación de 
          Sendero Luminoso. Ahora bien, sin inflación, sin terrorismo, con todo 
          tipo de medios y facilidades que los subtes no teníamos: buenas salas de 
          ensayo y grabación, discos de todo género, Internet, cable, revistas, 
          conciertos auspiciados que garantizaban una buena organización y 
          equipos, ¿crees que sería honesto seguir llamándose movimiento 
          subterráneo? La figura había cambiado y lo que se dio, cuando el país 
          estaba estabilizado, era otra cosa. Distinto pero, creo yo, igual de 
          válido. Los que vinieron en los noventa están más cercanos de lo que se 
          llamó rock alternativo. ¿Y si hubo más pose, pues quién no es posero en 
          alguna medida? Quizás los subtes fueron más sufridos para forjar su 
          movimiento, los otros no, tuvieron todo al alcance y lo disfrutaron, 
          supongo.
        -  Una de las lecturas paralelas que le hago a tu novela es que 
          tranquilamente puede ser la gran crónica del backstage del movimiento 
          subte. 
          - 
          En parte das en el clavo, pues cuando me decidí a escribir, me 
          propuse que los personajes sean como esos anónimos que se aparecían en 
          los conciertos de manera solitaria y tímida, se colocaban en un rincón, 
          escuchaban a las bandas, pogueaban de vez en cuando y luego se retiraban 
          sin más. Hasta ahora recuerdo esos rostros y siempre los consideré como 
          automarginados dentro de los marginados. Entonces, los personajes de 
          Generación cochebomba tenían que ser así, como los subtes que llegaban a 
          los conciertos y se iban al final, llevándose sus historias a sus 
          barrios. Eso era lo que deseba, mostrar esas vidas anónimas que nadie 
          llegó a conocer, porque para muchos el Rock Subte es solamente Leuzemia, 
          Narcosis o Zcuela Cerrada, y allí están equivocados, porque el rock 
          subte es mucho más que una banda, un disco o una canción, es la vida 
          misma. Por eso no es la historia de alguna de las bandas ya mencionadas, 
          sino la historia de aquellos que iban a sus conciertos o escuchaban sus 
          canciones de algún casete pirateado. Tampoco me apetecía escribir una 
          ficción sobre algo muy real, como la historia de Leuzemia o Narcosis, 
          hubiera preferido escribir un reportaje, pero creo que ya se me 
          adelantaron.
         -  Una de las personas a las que dedicas la novela es Edgar 
          Barraza, mejor conocido como Kilowatt. Para los que no saben de él, 
          ¿podrías decir algunas palabras sobre su persona? 
          - 
          Kilowatt se podría 
          decir que fue uno de los primeros rockeros (y ruqueros también) que 
          proponía cantar en castellano en esos años. Tengo un recorte de la 
          revista Caretas del año 81 sobre un recital de poesía organizado por los 
          Kloaka, en ella mencionan a Kola Rok, el grupo de Kilowatt, y su tema 
          Yony Huancayo, que es un cover del Johny B goode, de Chuck Berry, pero 
          con una letra más acorde con la realidad peruana, la historia de un 
          huancaíno, llamado Yony, que viene a la capital para progresar, pero al 
          ser tratado como una basura regresa a su tierra desilusionado. Aparte de 
          esto, era un pata que siempre llegaba con un trago en el bolsillo de la 
          casaca de cuero y una sonrisa en los labios. Siempre entusiasta, muy 
          pilas, y sobre todo muy buena persona. Así es como lo recuerdo. 
          Lastimosamente falleció en la Argentina, donde se lo llevó un amigo 
          común para que afronte una enfermedad que a las finales se lo llevó de 
          este mundo. 
         - Tu novela está por encima de ser un eslabón más de lo que se 
          escribió en narrativa en los noventa. Hay una estructura que la sostiene 
          hasta el final. ¿Qué autores fueron tus referentes inmediatos? 
- Gracias 
          por lo que dices de mi novela y por eso quisiera mencionar opiniones que 
          me parecen validas, para conocerla un poco más. El día de la 
          presentación en el centro cultural de España, Jorge Valenzuela 
          emparentaba mi novela con la narrativa de los noventa, por ciertas 
          características que encontraba en ella: El nihilismo de algunos 
          personajes, la relación con el rock, las drogas, etc. Yo estoy de 
          acuerdo, pero también la opinión de algunos lectores que escriben a mi 
          mail, me hacen ver que hay algo más. Por ejemplo, un estudiante de San 
          Marcos me escribió que después de leer mi libro, se entusiasmó por 
          retomar su tesis sobre la música rock y la violencia. Otro, estudiante 
          de teología de la ciudad de Arequipa, me escribió que a través de mi 
          novela pudo conocer y comprender más a la juventud de esos años de la 
          violencia, años en que él era un niño. Incluso su profesor, un sacerdote 
          sociólogo, proponía hacer una interpretación de los ochenta a partir de 
          mi libro. Otra, y esta es la que más me emocionó, fue una alumna de un 
          colegio secundario con bachillerato internacional, que me mandó una 
          monografía titulada ¿En qué medida el contexto social en los años 80 
          caracteriza a la generación "cochebomba" de la narrativa peruana?. El 
          95% de las respuestas las saca analizando mi novela. Eso me emociona 
          porque cuando yo escribía mi libro, alucinaba que podía servir para que 
          alguien que no había vivido esa época, pudiera conocerla y entenderla, 
          tal como me sucedió cuando yo leí dos novelas que fueron fundamentales 
          para escribir Generación cochebomba: La de Julio Ramón Ribeyro, Los 
          Geniecillos dominicales, y la de Mario Vargas Llosa, Conversación en la 
          catedral. Con esto respondo tu pregunta: Básicamente de los Geniecillos 
          dominicales me influenció mucho esa atmósfera decadente de los barrios 
          marginales y residenciales de Lima y de Conversación en la catedral, el 
          rompimiento de tiempo y espacio y su ambición de ser una novela total 
          que engloba todos los aspectos de un momento en la historia del Perú, 
          como fue el ochenio de Odría. A eso apuntaba con mi libro, y por la 
          acogida de los lectores que afirman conocer más de los años violentos a 
          través de él, pues creo que no me equivoqué. De esos dos libros rescato, 
          también, la característica de sus protagonistas. Ludo Tótem y Zavalita, 
          ambos desclasados. Esa no pertenencia de esos personajes, se reforzaron 
          con Meaursault, el protagonista de El extranjero de Albert Camus, para 
          crear a Adrián R y compañía, aunque hay personajes importantes en mi 
          libro que no son nihilistas ni descreídos, equivocados tal vez.
         - Con 
          diferencias implícitas, hermano tu novela con "Incendiar la ciudad" de 
          Julio Durán. Ambas respiran del mismo hartazgo que corroe a sus 
          personajes. La novela de Durán está ambientada meses previos al 
          autogolpe de Fujimori y la tuya, como ya se dijo, en los peores años del 
          primer gobierno de Alan García. 
- Aún recuerdo cuando Julio se apareció, 
          chibolazo, una noche por mi casa de Breña, junto a su primo, para que le 
          prestara casetes o discos de Hardcore Punk, desde allí hemos tenido una 
          buena amistad. Incluso años después cuando formé mi banda Dictadura de 
          Conciencia, lo probamos en la guitarra, pero su rasgueteo era muy punki, 
          nada extremo como el Hardcore que deseábamos hacer. Yo me alejé mucho de 
          la mancha subte, cuando ya estaba escribiendo mi novela. Pero cuando me 
          encontraba con la gente y les comentaba, ellos me decían que Julio 
          estaba escribiendo también, lo que me parecía de putamadre. Hasta que un 
          día me invitó a la presentación en el centro cultural El Averno, donde 
          me obsequió un ejemplar. Yo creo, y siempre lo he dicho en todos los 
          sitios donde he tenido oportunidad de hablar de mi libro, que si alguien 
          que haya leído Generación cochebomba y desea complementar sus lecturas 
          de esos años, a partir del movimiento subterráneo, pues tiene en 
          Incendiar la ciudad de Julio Durán, un buen complemento.
 
        - En la solapa de 
          la novela se anuncia que estás escribiendo un libro de cuentos. ¿Sigues 
          la misma temática de Generación Cochebomba?
 Mmmmm, no. Tengo cuentos que 
          podrían considerarse subtes o con esas características, pero por lo 
          pronto los he dejado. El libro de cuentos que menciono en la solapa, 
          trata sobre el fenómeno de la violencia de las barras bravas, 
          concretamente de la barra de Alianza Lima. Deseo, a partir de esos 
          cuentos, reflejar las contradicciones que tenemos como país en 
          formación, después de atravesar una guerra interna. Terminada la guerra 
          civil, comienza la guerra urbana, y las barras bravas son ese fenómeno 
          donde las contradicciones que aún no superamos están muy presentes. 
          Ellos son consecuencia de errores cometidos a lo largo de nuestra 
          historia, y me parece muy válido plasmarlo en un libro de cuentos. Por 
          lo pronto uno de ellos, ¿Quiénes son los culpables?, fue publicado en la 
          Revista Otras voces.