Entrevista a Gonzalo Rojas y los editores de “Esquizo”
UN RELAMPAGO TRUENA EN CHILLÁN
Por Danilo Vega
Periodista y Licenciado en Comunicación Social
NOS, Magazine, Chillán, Noviembre 2007.
Con noventa años en el cuerpo, uno de los poetas vivos más importante de las letras chilenas se mantiene en completa vitalidad, viviendo un “reverdecimiento” como lo ha afirmado, recibiendo homenajes y loas de todo el mundo. Con su última publicación, “Esquizo” editado completamente en Chillán por ediciones UBB, Rojas nos mira atento a los ojos y nos recuerda el intacto centelleo que se desprende de sus letras.
Lo que más recuerdo de mi encuentro con Gonzalo Rojas son sus ojos, ojos como dos riscos, sus ojos taladrando y sosteniendo el lugar, hablando indistintamente de huifas alemanas y poetas franceses o mexicanos. Con la primavera en pleno estallido el vate parece más vivaz que nunca y me acoge con mucha calidez en uno de los salones de la casa larga, como se le conoce a su fortín urbano. “Pasa, pasa muchacho y hablaremos de lo que quieras” me dice mientras sus labios saborean el refresco que calma momentáneamente el calor chillanejo. Irma, mujer a cargo de las labores del hogar y Panchito, su chofer y fiel ayudante, le acompañan continuamente en su diario vivir.
Con noventa años de vida, los días los pasa entre invitaciones a Universidades, homenajes y lecturas poéticas. Precisamente la ciudad que lo ha acogido estos 30 años le ha reconocido como uno de sus ciudadanos ilustres, Gonzalo lo agradece con su voz pausada, tan característica: “Le debo una estrella a mi Chillán de Chile, siempre he observado esta ciudad, me agrada vivir aquí”, afirma el escritor. Reconoce que esta ciudad siempre le ha tratado de buena manera, nunca se ha sentido incómodo en sus fronteras. Aunque tanta formalidad le carga: “No me gustan los esquemas, ni tanta planificación, eso sí no soy un viejo áspero” expresa.
Con la edición de “Esquizo”, su libro número 37, Gonzalo completa una obra con más de 500 páginas, la más grande de su producción textual, en ella asistimos a lo que Gonzalo aclara como la metamorfosis de lo mismo: “en el libro hay un poema que escribí a los 18 años, la imagen presente es de cuando me afeitaba con una navaja, en él hablaba del tiempo y del espejo como si fuesen reflejos… no recuerdo los versos, pero si observas con detención ahí encuentras al mismo sujeto con el que hablas hoy. Mi poesía la sigo como una obstinación”, cuenta mientras mira fijo la presencia de mi libreta de notas “esto puedes anotarlo, yo soy más un poeta fisiológico, no metafísico, no tengo nada que ver con las cosas del ser” expresa y se echa para atrás en tono determinante.
El estruendo
Hay una anécdota que Gonzalo Rojas siempre cuenta, trata de su parto como poeta, “Aquella vez yo tenía menos de seis años, y había una tronadera encima de mi casita pobre de vidrio y palos que había hecho mi padre, y huérfanos de él, mi madre nos acompañaba. Mientras todos correteábamos y jugábamos los ocho hijos en unas como galerías, entre vidrios y la lluvia, uno de mis hermanitos hizo espacio y miró por la ventana mientras se encendían los cielos. Dijo: re-lám-pa-go. Y yo, que con mi cabecita de niño escuchaba, en mi orejita quedó esa palabra, cruzó todo mi cuerpecito y removió mis huesos: re-lám-pa-go. Me dí cuenta que la palabra es sagrada, desde ese momento he sentido una pasión muy obstinada por la palabra, por ese ritmo esdrujulero, este esdrújulo vale más que todo este cuento de la vida. Repetía esta palabra mientras sentía el cueterío y lo veía en el cielo, encendiéndose y apagándose. Así se me dio, en la vibración, la fugacidad y el portento de la vida. Luego vino la poesía” recuerda.
Rojas nos cuenta que a esa edad era un chico tartamudo y asmático “por puras causas neuróticas nada más” y la vibración tremenda de la palabra recogió su encanto por querer sentirla, hacer el instante a punta de sílabas, respiración y ritmo. “Siempre he dicho que la poesía se hace con dos cosas: Visión de Mundo y el Lenguaje, que es la he-rra-mien-ta” silabea el vate en medio de un aire de enseñanza. “Qué aburrido todo esto de hablar de uno mismo, ¿no crees? Discúlpame” dice dando por finalizado el recuerdo. En otras ocasiones ha afirmado que no es un nostálgico y que la enseñanza de la literatura o teoría literaria es una lata, “y estuve haciéndolo más de 50 años, una lata, pero necesaria de vez en cuando, todavía me queda la mala costumbre”, complementa entre risas.
Cuando hablamos de los nuevos poetas o escritores y las ansias, Gonzalo expresa que todos tienen que vivir un periodo de presunción y declaración. “O si no ya tienen ahí al más precoz de los precoces, Neruda, el poeta precoz por excelencia. Él tenía un padre que seguramente tuvo que haber sido un buen hombre, que andaba llevando trenes de un lado para otro, y llega Neruda con 16 años, podría haberle hecho caso en todo y no lo hizo. Neruda sabía que era lo que estaba haciendo. Es una mentira eso de que los poetas no saben por qué lo hacen” afirma Gonzalo.
El poeta responde todas mis inquietudes, el poeta manifiesta lo sacro de la palabra, lo sacro del eros, “el resto son pura mala fe de la gente”, dice. Muestra en una esquina de su casa una imagen atornillada a la pared, que representa a todos los miembros de las primeras vanguardias del siglo XX, surrealismo, Dadaísmo, Futurismo, etc. “Es que yo no entiendo toda esta pasión por lo original, por lo nuevo, no sé no alcanzo a saber, no sé. Porque hoy todos creen que pueden destrozar lo tradicional, lo clásico, cuando en el pasado ya existió la poesía profana. El poeta en ese sentido debe mirar, aparte de adelante, hacia atrás, hacia el lado, al otro lado igual, en todas las direcciones. Ellos (los surrealistas) lo sabían muy bien y quien sino André Bretón conocía a los clásicos griegos de la mejor manera, se los había leído a todos”. Entonces hay que leer, dice el vate mientras se revuelve en su asiento. “Hay que leer, pero más que leer hay que releer, porque uno nunca es el mismo” puntualiza Rojas.
Al príncipe de las galaxias
Un día en invierno del 2006 dos personas visitan su casa, ha hecho frío y Rojas se encuentra algo aquejado por una fibrosis pulmonar, trata de cuidarse al máximo. Fidel Torres, profesor de castellano y miembro del taller de cultura de la UBB junto a Ninón Jegó, Diseñadora Gráfica y Directora del Centro de Extensión de la misma Universidad, llegan a la casa del poeta con la propuesta de reeditar “Del loco amor”, libro publicado anteriormente por la Universidad del Bio Bio, pero el poeta les sorprende diciéndoles que era mucho mejor hacer algo fresco. “Tengo unos papeles por ahí” les dijo Gonzalo Rojas mientras los hacia pasar. Ninón Jegó cuenta que trabajar junto al poeta nacido en Lebu, fue una experiencia inmensa. “Todos rejuvenecimos, nos llenamos de su vitalidad, siempre Gonzalo ha afirmado que es un Viejoven, y nos llamaba muchachos, eso me parecía muy afectivo de su parte” afirma una de las editoras y colaboradoras directas en el trabajo de esta publicación, libro que se presentó a fines del 2007. Fidel Torres expresa que el trabajo durante el invierno fue exhaustivo y de un aprendizaje continuo, “a veces mientras comíamos algunas galletas y leíamos los poemas, saltaba con cualquier anécdota, como por ejemplo de cuando estuvo en China hablando con Mao Tse Tung sobre poesía, o las del Congreso de Escritores del año 60 que organizó acá en el sur, esa es la que mas me gusta”. Fidel se refiere a que en ese año en Concepción se dieron cita los más grandes escritores del continente, Allen Ginsberg, Julio Cortázar entre otros, todos iban en un avión y Gonzalo Rojas fue a buscarlos personalmente, recorriendo todo el continente. Cuando el avión pasaba por Talca con destino a la Universidad de Concepción, Rojas pensó en la catástrofe, “y que pasa si este avión se cae, que pasa… se muere casi toda la literatura mundial de la época”, fue un clímax absolutamente imprevisible.
El proceso de trabajo llevado a cabo consistió en una revisión de todos los registros con los cuales cuenta el poeta en su casa “una biblioteca inmensa, envidia de cualquier universidad de este país” afirma Ninón. “Lo más pavoroso era que Don Gonzalo nos hacía realizar lecturas de los poemas, era muy severo con lo que escuchaba y en las transcripciones que realizábamos. Se puede decir que una de las cosas que más aprendí junto con él fue la rigurosidad, lo meticuloso de toda labor, Gonzalo nos decía que la gente no perdonaba los errores”, relata la directora del centro de extensión de la UBB.
Norman Ahumada estuvo a cargo del diseño y la diagramación de la obra, comenta que Gonzalo se encontraba intranquilo, pues a su juicio la letra del libro era demasiado pequeña, muy mezquina “me dí cuenta que a lo mejor no era el tamaño lo que le inquietaba, si no el espacio entre línea y línea, así que le sumé un mayor interlineado… ‘Ahí si que sí, muchacho’, me dijo. Y era evidente, el poeta deseaba aire, el poeta siempre busca el aire” recuerda.
El libro se encuentra organizado en seis partes, inspirado por la teoría física de las cuerdas, en cada uno de ellos se encuentran los textos sean poesía o prosa, hay muchos inéditos y trabajos recientes como “Empréstame a tu hermana”, “Féretro y más féretro” (leído el día de la presentación), “A Gonzalo Millán que le apostó la hombría al escorpión azul” y la joyita según Ninón y Fidel, “una serie de cartas que intercambió con el poeta peruano Hugo Zambelli, en ellas se encuentran cosas muy latentes y emotivas para él, la muerte de su esposa Hilda May, o el poco reconocimiento que se le brindaba en Chile por esa época” cuenta Fidel Torres. Ninon recuerda que en el proceso de edición el computador pasó a ser uno de sus mayores enemigos “pues Microsoft Office se cree escritor y cambiaba sólo algunas palabras que nosotros corregíamos, retrasándonos un montón. Gonzalo veía las impresiones y nos llamaba asustado temprano a la casa” relata en medio de risas, dando cuenta del ritmo incansable que lleva Rojas cuando enfrenta un proyecto de esta naturaleza.
Dedicado al físico Stephen Hawkins, Rojas siempre ha sentido fascinación por el mundo de la ciencias, pues para él los físicos no le tienen miedo al miedo, ponen en tela de juicio todas las cosas. Es por aquello que lo nombra como Príncipe de las Galaxias, en modo de agradecimiento por la lúcida reflexión que hace del comienzo del Universo o del origen del Tiempo. Y esta es otra de las cosas que más le quedaron a Fidel Torres en su trabajo codo a codo con Rojas y es el hecho de cultivar el interés por una visión amplia de las cosas “interesarse por todas las cosas, no sólo la poesía, sino que las ciencias, la historia,” y continua agregando que muchos poetas “tienen el frenesí por publicar, pero no veo la misma ansiedad en Gonzalo, él trabaja todos los puntos hasta el último minuto y se cerciora de que todo esté funcionando” exclama Torres. Es por aquello que Gonzalo visitó todas las instalaciones para esperar el día del lanzamiento del libro en Chillán. La presentación de la sala estuvo a cargo de las diseñadoras Paola Ruz y Carolina Yañez, y en ella se dio muestra a innumerables libros, verdaderas reliquias del mundo de las letras con las que contaba el poeta en su casa. “Me encantó la presentación y el diseño de la sala, la encontré de una calidad exorbitante, de primer nivel, sin tener que envidiarle nada de nada a las Universidades de Santiago u otros países, y eso que he estado en muchas” señaló Rojas.
La reniñez del vate
Otras recopilaciones encargadas en editoriales extranjeras. En Buenos Aires reeditaron una versión de “Contra la muerte y otros textos” que además del libro “Del agua”, de edición española, serían tres los trabajos que se hicieron en torno a su obra este último año. “Gonzalo vive su reniñez con todo esto que está sucediendo, además realizamos en conjunto uno de los libros más grandes que se han hecho a lo largo de su carrera” asegura Ninón además de adelantar en algo sus intenciones de seguir trabajando con la poesía de Rojas esta vez reeditando el estudio que hizo su esposa Hilda May “La poesía de Gonzalo Rojas”, libro de carácter crítico y que ha retratado de mejor manera la poesía del mismo. Norman, Fidel y Ninón siguen visitándolo en su céntrica casa, como verdaderos amigos luego del trabajo realizado. El ni se inmuta, parecen los honores que recibiera un viejo general romano o laureles de atletas balcánicos, pero no, no está en el olimpo de la poesia está en Chillán, tierra que lo acoge con la parsimonia de provincia tan característica, parsimonia que el poeta se preocupa de quebrar a través de sus sílabas y paseos, los niños y viejos dicen “Mira, allí va el poeta”.
Fotografías: Paola Ruz