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Rodrigo Núñez Carvallo, escritor

Sueños bárbaros fue una novela pensada hasta el más mínimo detalle”

Por Gabriel Ruiz Ortega


Definitivamente, Sueños bárbaros (Peisa, 2010) es una de las mejores novelas peruanas de los últimos años. Sobre esta, conversé con su autor Rodrigo Núñez Carvallo.

- Antes que nada, me gustaría saber cómo vienes tomando la enorme, y justa aceptación que está generando Sueños Bárbaros desde su publicación. Los lectores –los verdaderos jueces a fin de cuentas- dicen que es una novela llamada a quedar.
- Tenía la seguridad de que así sucedería. Fue una novela pensada hasta el más mínimo detalle que me demoró diez años en ir fabricando como un gigantesco y complicado puzzle. Es la novela que siempre quise hacer: total, autosuficiente, auto-explicativa, que fundía además mis pasiones más profundas: la literatura, el cine, la historia, el teatro, la poesía, la música y la danza, la ficción y la realidad, la amistad y el amor, la vida, la historia, y el recuerdo. . 

- Cuando uno la lee, es imposible no fortalecer la relación entre el autor y sus personajes, muchos de estos tomados de la vida real. Es por ello que tenemos la idea de que estamos ante un homenaje hacia todos los que lucharon y murieron por un ideal imposible en el contexto de la novela: hacer cine en el Perú.
- Definitivamente es un homenaje a los amigos muertos y a los talentos olvidados: Delucchi, Juan Bullita, Constantino Carvallo, Watanabe, Claudio Baschuk. A todos ellos de una manera u otra los admiré, coincidían conmigo en sus intereses espirituales y artísticos. Todos estaban vinculados al cine y al arte. 

- Hay mucho conocimiento de causa de los tópicos que alimentan Sueños Bárbaros. No solo es, digamos, una novela sobre cine, por la vocación de los personajes es posible notar que el narrador sabe bien de lo que consigna sobre poesía, teatro, pintura, rock.
- Siempre tuve una vocación dispersa. Me gustaban muchas cosas, tanto que me acusaban de diletante, de bueno en todo para nada. Soy medio miscelánico. Hubiera sido incapaz de dedicarme a un solo oficio en la vida. He hecho infinidad de cosas, he trabajado haciendo de todo. Leo lo que encuentro en el camino, empaques, periódicos viejos, cualquier cosa en internet, fragmentos de libros rotos, revistas viejas. Leo además de todo: poesía, novela, historia, ensayo. Esta es una época de reintegración de las artes y el conocimiento. La especialización a veces es un poco estéril

- Rafael Delucchi, tu protagonista, fue una persona que en vida se desempeñó como actor de reparto en diferentes roles actores, sean de cine y televisión. Nos es sabido que los proyectos de novela, antes de obedecer a una estructura, son tributarios de sus impulsos, representados la mayoría de las veces en uno o varios personajes centrales. Como lector, me queda claro que desde antes de sentarte a escribirla novela, tenías a Delucchi como personaje central.
- Sí, era el único personaje delineado desde el inicio. Alrededor de él se fueron juntando todos los demás. Cuando empiezo a escribir una novela, primero dejo que todo fluya, no me atengo nunca a una estructura. Jamás me dejo llevar por un esquema. Prefiero explorar la potencia de los personajes, siempre guiado por la intuición, por el lincoln. Dejo que las situaciones dramáticas cojan su camino al azar.

- ¿Desde cuándo venías pensando escribir Sueños Bárbaros?
- Desde que viví muchas situaciones que están retratadas en la novela. Entre 1996 y el 2001, fui muy amigo de Rafael Delucchi, aunque nos habíamos conocido quince años antes y nos saludábamos cuando nos veíamos en la calle. El reencuentro tuvo lugar en el Juanito de Barranco. Me acuerdo perfectamente de aquella noche. Hablamos de cuentos y guiones y proyectos, del arte de narrar y de los planes literarios que ambos teníamos. Si mal no recuerdo aquella noche le mostré un cuento mío y él me dijo que le encantaba. Desde entonces nos íbamos a su chacra de Huaral y mientras el limpiaba jaulas y daba de comer a sus jaguares, yo escribía. En su casa campestre, amplia y desordenada, comencé los primeros gran parte de mi primera novela, La comedia del desierto. Pero en las noches él me leía proyectos de guiones y de cuentos siempre a la luz de una vela o un candil. Más tarde con mi amigo Pepe Muñoz Ordoñez tomamos la costumbre de grabarle al gordo sus cuentos. Nos tomábamos un vino y el gordo siempre tenía un cuento a flor de labios. Creo que se los inventaba en el acto pero él se hacía el que ya los tenía pensados. Después utilizábamos una secretaria y los transcribíamos. Dos de esos cuentos fueron publicados en la revista Umbral que yo dirigía por entonces. Uno se llamaba “Los canarios del Inca” y el otro se titulaba “Calígula en el Marriot”. Pero no les miento si aseguro que más de una docena de historias se las llevó el cuento, porque las pilas de la pequeña Sony se acabaron o porque el gordo los narro imprevistamente y no atinamos a grabarlos. El gordo sabía mucho de dramaturgia, pues había estudiado un curso de guión en San Antonio de los Baños en Cuba. Pero volviendo a la pregunta original. Sueños Bárbaros la empecé en 1999 cuando le entregué los originales de la Comedia del desierto a PEISA con el fin de que me la publicaran y seguía con ganas de escribir. Durante dos o tres meses no tenía que hacer y decidí apuntar todo lo que se me ocurría sobre Delucchi y sus narraciones orales. Así comenzó todo. Solo quería impedir que el olvido se apoderara de todo lo que sabía de mi amigo el gordo. Esas cuartillas las guardé y me sirvieron de base para acometer la novela dos o tres años después.

- Tanto para la escritura como para tu condición de narrador, pienso que ha influido mucho el hecho que vivas en Barranco. Este lugar es el escenario de muy buena parte de la novela. Además, este distrito se desempeña como un imán para los artistas.
- Es curioso. En ningún momento se menciona Barranco como escenario de la novela, Es más, se nombran muchos lugares de Lima pero nunca asevero que la casa estuviera situada en mi barrio. Barranco se ha convertido en un lugar común en la literatura peruana, quizá desde la genial Casa de Cartón. Me molestaba cierto costumbrismo barranquino. Cierta forma superficial de reconstruir ficcionalmente Barranco. Por eso fabriqué un sitio alternativo que estuviera en Lima frente al mar, pero lejos de lo trillado y lo manido. Nació así Alto Perú, que podía estar en Chorrillos o en cualquier parte. Lo curioso es que todos los lectores reconocen el Barranco que no me atreví a nombrar. Creo que conseguí lo que quería.

- No es una novela trágica, como muchísimas novelas, sino es una que grafica la esencia de vivir. Más o menos como se lee en una de sus páginas: “A veces hay que vivir sin esperar nada y contentarse con llegar cansado a la cama”. Uno de los soportes es pues la gran carga vital que destila cada página, y en este sentido, el sexo es uno de los temas frecuentes.
- Yo quería una novela sobre la vida y como la vida, alegre y cruel, dura y cambiante, dolorosa y fugaz, festiva y tenue. Siempre he creído que la vida es la sustancia primaria de las buenas novelas. Sin haber vivido ¿de qué se puede hablar?

La novela se desarrolla en un contexto sumamente complicado: entre los años del primer gobierno de Alan García y los de la dictadura de Fujimori. Por ello, las referencias a la violencia política hace que Sueños bárbaros se sume, involuntariamente a lo mejor, a las novelas que abordan dicho espectro.
- Sueños bárbaros tiene como telón de fondo los crueles años de la violencia política y la guerra interna. Yo quería una novela que reflejara lo que era el Perú de esos años, pero no expresamente política. La vida es más que la política, pero sin política es difícil reflejar la vida. La política es el telón de fondo si se quiere. Está allí pero sin actores es un cortinaje más.

- Hay muchos personajes logrados, casi todos con una peculiar carga vital. Pero el de Juan Bullita es el que de lejos se lleva todas las luces. En cierto modo, su vida refleja lo que es la novela: querer hacer cine y luchar por esa ambición.
- Siempre la figura de Juan Bullita me intrigó. Una vez Bullita llegó hasta mi casa a entregarme el premio de un concurso de crítica cinematográfica y le pedí a mi madre que lo atendiera. No era timidez de mi parte. Quizá quería distancia frente al personaje, al que conocía de vista y que alimentaba tempranamente mi curiosidad. Con el tiempo fui recogiendo infinidad de historias sobre él y las guardé en una gaveta especial de recuerdos.

- ¿Fue así que lo hiciste personaje?
- Un día Bullita, que ya había muerto, se metió intempestivamente en mi novela. Necesitaba un personaje que abriera la vasta reflexión sobre las metapelículas que articula Sueños bárbaros. Y él era el indicado.

- Es obvio que investigaste y viste mucho cine sobre el cine. Sueños Bárbaros es también una impresionante guía sobre metapelículas.
- Me pasé años viendo películas. Me revisé toda la historia del cine, como Pipo en la novela. Investigué harto pero paradójicamente no sabía cómo se llamaban esas películas que tratan de otras películas, hasta que mi sobrino Sandro Patrucco, también gran aficionado al cine, me dio la clave. Se llaman metapelículas, me dijo. A partir de allí todo fue más fácil. Yo quería que la película que Rafael, Pipo y Claudio hacían en la novela, tratara de ellos mismos. Luego me di cuenta que la bibliografía sobre metapelículas era pobre, cuando no inexistente. Tuve entonces que inventarme un aparato teórico para indagar sobre ellas. Uf, fue una chambaza hacer esta suerte de tratado de metapelículas que subyace a todo Sueños bárbaros.

 

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“Sueños bárbaros fue una novela pensada hasta el más mínimo detalle”.
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