“Los personajes de Onetti se sienten a gusto en la oscuridad. En ese sentido me parece un error decir que su mensaje es de una total desesperanza”
Alonso Cueto, escritor
Por Gabriel Ruiz Ortega
Sin duda alguna, el peruano Alonso Cueto (Lima, 1954) es uno de los escritores mayores de la narrativa latinoamericana contemporánea. Ha sido ganador del Premio Herralde de Novela 2005 con La hora azul y Finalista del Premio Iberoamericano Planeta – Casa América de Narrativa 2007 con El susurro de la mujer ballena, ambas saludadas por la crítica, traducidas y beneficiadas por el siempre genuino favor de los lectores. En la presente entrevista conversé con el autor sobre su último libro, el muy recomendable ensayo Juan Carlos Onetti. El soñador en la penumbra (Fondo de Cultura Económica, 2009).
- Ya sea en novelas y cuentos, los personajes de Onetti parecen configurar la idea del fracaso.
- Es cierto que dan esa impresión porque se convierten en unos lúcidos y melancólicos testigos de su inacción. Sin embargo, la idea del “fracaso” no me parece tan propia porque no retrata de personajes que han luchado por conseguir un ideal y han fracasado en su búsqueda. Parecen más bien estar instalados en una inercia, que es la propia de los escépticos que no creen en el valor de la lucha. No son sin embargo personajes estáticos porque su respuesta a esa inercia es el sueño. En personajes como Jacob, por ejemplo, lo que nos conmueve es su persistencia en el universo de la ilusión. Ese mundo entre la penumbra de la realidad y el brillo del sueño conforma los polos del universo de Onetti.
- Entonces no era gratuito que Onetti privilegiara una “feroz subjetividad”, dejando de lado la voz neutral.
- No hay nada más lejano en Onetti que un narrador neutral. Sus personajes son solitarios que parecen comunicarse solo a través de los relatos que cuentan. Esa feroz subjetividad, por otro lado, corresponde a la de los personajes de la inacción. Creo que esa es una característica de la literatura contemporánea, la de privilegiar lo ambiguo, lo relativo y lo parcial por sobre lo absoluto y lo panorámico. En ese sentido, los narradores se tienden a convertir en personajes que dan un testimonio. Es lo contrario a los narradores omniscientes y panorámicos como los de Balzac y Víctor Hugo. Por otro lado, Onetti conocía bien las tesis del punto de vista de Henry James pero no era un lector devoto de sus novelas. Es más un seguidor de Faulkner en el planteamiento radical del punto de vista.
- Onetti, hoy en día, tiene nuevos lectores. El vacío y la frustración tan caros en él, son vigentes, pero en otros matices, en el imaginario de las generaciones.
- Es verdad. Los autores como Onetti o Camus que de algún modo se convirtieron en testigos del escepticismo frente a la realidad pero que de algún modo afirmaron los valores individuales son los que han prevalecido por sobre los que propugnaban ideologías o valores absolutos. En nuestro tiempo no hay héroes ni protagonistas de los hechos y los personajes que abundan en las novelas son torpes, inseguros, contradictorios y vulnerables, como sus lectores.
- En el libro te centras en sus cuentos más representativos. Dices que estos se ajustan más al mundo del escritor, el cual se vería desperdigado si lo abordaras en sus novelas.
- La geografía narrativa de Onetti es más bien limitada. Sus personajes no recorren escenarios vastos y sus ciudades, como la de Santa María, son más bien pequeñas. El rango de conciencia es muy vasto pero los personajes de Onetti no aparecen en muchos escenarios distintos. Son personajes de interior. En ese sentido, el cuento, que por definición tiene pocos escenarios, les conviene más. Onetti tiene cinco o seis cuentos que son obras maestras mientras que de sus novelas, yo solo rescataría La Vida Breve. Sin embargo, en el género de novela corta, como Los Adioses también encontramos grandes momentos.
- Quizá sea “El infierno tan temido” el relato de mayor vigencia, en el sentido que engloba tópicos muy recurrentes en las novelas que se escriben hoy. Me gustaría saber qué relato suyo te gusta más.
- Es difícil decir cual me gusta más pero sin duda “El infierno tan temido” es uno de ellos. En realidad, lo que me sorprende de ese cuento es la dosificación exacta para pasar de un episodio a otro y la ambigüedad de la relación, entre el odio, la venganza y el amor, que logra transmitir. Una de las lecciones de estos relatos es que nunca hay sentimientos puros. En los hechos más violentos y ensañados, puede haber una dosis de deseo y de amor. La pareja de Jacob y Orsini es otro ejemplo de esta relación inseparable entre el amor y el odio.
- En el capítulo “La vejez como un vicio. Una tradición moral”, pasas revista de los discursos sobre la juventud que nutrieron la obra de Onetti, entre ellos destacas el de Manuel González Prada, que se percibe en “Bienvenido, Bob”.
- El culto a la juventud ha sido una de las ideologías más comunes en América Latina. Ese culto no ha terminado aunque se ha desprovisto de su carga política. Pero hoy el culto al cuerpo perfecto continúa como un elemento de la cultura moderna. Cada época puede definirse por los dioses que crea y uno de los nuestros sin duda es el del cuerpo. En ese sentido, “Bienvenido, Bob” es un cuento que sigue siendo vigente.
- Si nos dejamos llevar por la proyección autor - obra, esta tendría poco asidero porque su poética sería muy moralizante y fría. No pocas veces he tenido la impresión de que era un escritor que privilegiaba una oscura festividad.
- Si, es verdad. Creo que en el fondo los personajes de Onetti se sienten a gusto en la oscuridad. En ese sentido me parece un error decir que su mensaje es de una total desesperanza. Todos ellos viven asimilados al escepticismo y el descreimiento. Esta es una de sus paradojas pues aún así se sienten deslumbrados por la aparición de un personaje luminoso, como ocurre en “Un sueño realizado”. Imaginarlos cono ilusos frustrados o como derrotados en una batalla, sería desnaturalizarlos. Están muy cómodos donde están, en la oscuridad de la ironía y la lucidez, y su nostalgia por los sueños es parte de esa identidad.
- De Onetti tenemos la ciudad imaginaria Santa María. Ahora, en su obra no tenemos grandes descripciones, pero sí detalles que yacen en el ánimo de sus protagonistas, es por ello que gran parte de esta se desarrolla en bares, tabernas, cafés…
- Es cierto. Es un escritor de interiores. Creo que sus personajes no son viajeros o peregrinos sino refugiados. Los cafés, los hoteles y restaurantes son lugares donde se refugian. Sin embargo, para contrarrestar ese impulso, aparecen también admirando a personajes ubicados en la costa, como en “Esjberg en la costa” o “La Cara de la desgracia”. Esta dialéctica entre espacios cerrados y espacios abiertos coincide con el contraste entre el escepticismo y la fe. Sin embargo, ambos impulsos son inseparables.
- Sabemos que Onetti vivió sus últimos años recluido en su departamento de Madrid, tendido en su cama, fumando, escribiendo y, sobre todo, leyendo novelas policiales. ¿En qué medida estas lecturas influyeron en él?
- Creo que lo que más le interesaba de las novelas policiales no era tanto el argumento sino la personalidad de los protagonistas de la novela negra. Le interesaban esos personajes sin muchas convicciones, solitarios y solteros, que aceptaban encargos y seguían su vida errante. Creo que le interesaba también el hecho de que fueran en apariencia duros y fríos pero que tuvieran en el fondo un corazón sentimental. Esto refuerza la idea de que una de las grandes convicciones de la narrativa de Onetti es la esencial soledad de los seres humanos. Cómo lidiar con esa soledad es siempre el tema de sus personajes.
- Te cito: “Ningún escritor ha reflejado mejor que Onetti a un hombre sumido en la oscuridad que sin embargo proyecta desde allí sueños luminosos y redentores”.
- Lo esencial es que esos sueños deben seguir siéndolo. No habría nada más contradictorio que un protagonista onettiano que ha logrado realizar sus sueños, como ocurre con la mujer en el cuento de ese nombre, “Un sueño realizado”… Creo que los escritores pasan a convertirse en clásicos cuando crean a su modo un aspecto de la realidad. Los lectores de Onetti nunca podremos pensar en un tipo solitario, hundido en un café o en un hotel, soñando con una muchacha inalcanzable, sin pensar en Eladio Lancero, su primer protagonista. Hay una parte de la realidad que ha recreado a su manera. Por eso estará siempre con nosotros. Creo que un escritor lo es de veras cuando crea un universo propio.
***
Blog de Gabriel Ruiz Ortega: La fortaleza de la soledad (www.la-fortaleza-de-la-soledad.blogspot.com)